Flaco querido, eterno en todos nosotros
Maxi, Flo, Cristina y Néstor. Los días felices.
Señores jefes de Estado; su
Alteza Real; señores jefes de Gobierno; señores representantes de gobiernos
extranjeros; señores invitados especiales que nos honran con sus presencias en
este lugar; señores miembros del Congreso reunidos en Asamblea; ciudadanas y
ciudadanos presentes; querido pueblo argentino: en este acto, que en los
términos del artículo 93 de la
Constitución de la
Nación tiene por finalidad la toma de posesión del cargo de
Presidente de la
Nación Argentina para el que he sido electo, creo que es
necesario poder compartir con ustedes algunas reflexiones expresando los
objetivos de Gobierno y los ejes directrices de gestión para que el conjunto de
la sociedad argentina sepa hacia donde vamos y cada uno pueda, a su vez,
aportar su colaboración para la obtención de los fines que los argentinos
deberemos imponernos por encima de cualquier divisa partidaria.(Click en el título para leer discurso completo)
Es que nos planteamos
construir prácticas colectivas de cooperación que superen los discursos
individuales de oposición.
En los países civilizados con democracias de fuerte
intensidad, los adversarios discuten y disienten cooperando.
Por eso los convocamos a
inventar el futuro.
Venimos desde el Sur del
mundo y queremos fijar, junto a ustedes, los argentinos, prioridades nacionales
y construir políticas de Estado a largo plazo para de esa manera crear futuro y
generar tranquilidad. Sabemos adonde vamos y sabemos adonde no queremos ir o volver.
(Aplausos)
El 27 de abril, las
ciudadanas y los ciudadanos de nuestra patria, en ejercicio de la soberanía
popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo, dar vuelta una
página de la historia.
No ha sido mérito de uno o
varios dirigentes, ha sido, ante todo, una decisión consciente y colectiva de
la ciudadanía argentina.
(Aplausos)
El pueblo ha marcado una
fuerte opción por el futuro y el cambio.
En el nivel de participación
de aquella jornada se advierte que pensando diferente y respetando las
diversidades, la inmensa y absoluta mayoría de los argentinos queremos lo mismo
aunque pensemos distinto.
No es necesario hacer un
detallado repaso de nuestros males para saber que nuestro pasado está pleno de
fracasos, dolor, enfrentamientos, energías mal gastadas en luchas estériles, al
punto de enfrentar seriamente a los dirigentes con sus representados, al punto
de enfrentar seriamente a los argentinos entre sí.
En esas condiciones, debe
quedarnos absolutamente claro que en la República Argentina,
para poder tener futuro y no repetir nuestro pasado, necesitamos enfrentar con
plenitud el desafío del cambio.
Por mandato popular, por
comprensión histórica y por decisión política, ésta es la oportunidad de la
transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora.
Cambio es el nombre del
futuro.
No debemos ni podemos
conformarnos los argentinos con haber elegido un nuevo Gobierno.
No debe la dirigencia
política agotar su programa en la obtención de un triunfo electoral sino, por
el contrario, de lo que se trata es de cambiar los paradigmas de lo que se
analiza el éxito o el fracaso de una dirigencia de un país.
A comienzos de los 80, se
puso el acento en el mantenimiento de las reglas de la democracia y los
objetivos planteados no iban más allá del aseguramiento de la subordinación
real de las Fuerzas Armadas al poder político.
La medida del éxito de
aquella etapa histórica, no exigía ir más allá de la preservación del Estado de
derecho, las continuidad de las autoridades elegidas por el pueblo.
Así se destacaba como avance
significativo y prueba de mayor eficacia la simple alternancia de distintos
partidos en el poder.
En la década de los 90, la
exigencia sumó la necesidad de la obtención de avances en materia económica, en
particular, en materia de control de la inflación.
La medida del éxito de esa
política, la daba las ganancias de los grupos más concentrados de la economía,
la ausencia de corridas bursátiles y la magnitud de las inversiones
especulativas sin que importara la consolidación de la pobreza y la condena a
millones de argentinos a la exclusión social, la fragmentación nacional y el
enorme e interminable endeudamiento externo.
(Aplausos)
Así, en una práctica que no
debe repetirse, era muy difícil de distinguir la solución pragmática de la
cirugía sin anestesia.
Se intentó reducir la
política a la sola obtención de resultados electorales; el Gobierno, a la mera
administración de las decisiones de los núcleos de poder económico con amplio
eco mediático, al punto que algunas fuerzas políticas en 1999, se plantearon el
cambio en términos de una gestión más prolija, pero siempre en sintonía con
aquellos mismos intereses.
El resultado no podía ser
otro que el incremento del desprestigio de la política y el derrumbe del país.
En este nuevo milenio,
superando el pasado, el éxito de las políticas deberá medirse bajo otros
parámetros en orden a nuevos paradigmas.
Debe juzgárselas desde su
acercamiento a la finalidad de concretar el bien común, sumando al funcionamiento
pleno del Estado de derecho y la vigencia de una efectiva democracia, la
correcta gestión de gobierno, el efectivo ejercicio del poder político nacional
en cumplimiento de trasparentes y racionales reglas, imponiendo la capacidad
reguladora del Estado ejercidas por sus organismos de contralor y aplicación.
El cambio implica medir el
éxito o el fracaso de la dirigencia desde otra perspectiva.
Discursos, diagnósticos sobre
la crisis no bastarán ni serán suficientes.
Se analizarán conductas y los
resultados de las acciones.
El éxito se medirá desde la
capacidad y la decisión y la eficacia para encarar los cambios.
Concluye en la Argentina una forma de
hacer política y un modo de cuestionar al Estado.
Colapsó el ciclo de anuncios
grandilocuentes, grandes planes seguidos de la frustración por la ausencia de
resultados y sus consecuencias: la desilusión constante, la desesperanza
permanente.
En esta nueva lógica, que no
sólo es funcional sino también conceptual, la gestión se construye día a día en
el trabajo diario, en la acción cotidiana que nos permitirá ir mensurando los
niveles de avance.
Un gobierno no debe
distinguirse por los discursos de sus funcionarios, sino por las acciones de sus
equipos.
(Aplausos)
Deben encararse los cambios
con decisión y coraje, avanzando sin pausas pero sin depositar la confianza en
jugadas mágicas o salvadoras ni en genialidades aisladas.
Se trata de cambiar, no de
destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir.
Cambiar importa aprovechar
las diversidades sin anularlas.
Se necesitará mucho trabajo y
esfuerzo plural, diverso y transversal a los alineamientos partidarios.
Hay que reconciliar a la
política, a las instituciones y al Gobierno con la sociedad.
Por eso, nadie piense que las
cosas cambiarán de un día para otro sólo porque se declamen.
Un cambio que pueda
consolidarse necesitará de la sumatoria de hechos cotidianos que en su
persistencia derroten cualquier inmovilismo y un compromiso activo de la
sociedad en ese cambio.
Ningún dirigente, ningún
gobernante, por más capaz que sea, puede cambiar las cosas si no hay una
ciudadanía dispuesta a participar activamente de ese cambio.
Desarmado de egoísmos
individuales o sectoriales, la conciencias y los actos deben encontrarse en el
amplio espacio común de un proyecto nacional que nos contenga, un espacio donde
desde mucha ideas pueda contribuirse a una finalidad común.
En nuestro proyecto ubicamos
en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional que genere
las alternativas que permitan reinstalar la movilidad social ascendente.
No se trata de cerrarse al
mundo, no es un problema de nacionalismo ultramontano, sino de inteligencia,
observación y compromiso con la
Nación.
Basta ver como los países más
desarrollados protegen a sus trabajadores, a sus industrias y a sus
productores.
Se trata, entonces, de hacer
nacer una Argentina con progreso social, donde los hijos puedan aspirar a vivir
mejor que su padres, sobre la base de su esfuerzo, capacidad y trabajo.
(Aplausos)
Para eso es preciso promover
políticas activas que permitan el desarrollo y el crecimiento económico del
país, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa
distribución del ingreso.
Como se comprenderá el Estado
cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la ausencia del Estado
constituye toda una actitud política.
Por supuesto no se trata de
poner en marcha, una vez más, movimientos pendulares que vayan desde un Estado
omnipresente y aplastante de la actividad privada a un Estado desertor y
ausente, para retornar continuamente de extremo a extremo, en lo que parece ser
una auténtica manía nacional que nos impide encontrar los justos, sensatos y
necesarios equilibrios.
Se trata de tener lo
necesario para nuestro desarrollo, en una reingeniería que nos permita constar
con un Estado inteligente.
Queremos recuperar los
valores de la solidaridad y la justicia social que nos permitan cambiar nuestra
realidad actual para avanzar hacia la construcción de una sociedad más equilibrada,
más madura y más justa.
(Aplausos).
Sabemos que el mercado
organiza económicamente, pero no articula socialmente, debemos hacer que el
Estado ponga igualdad allí donde el mercado excluye y abandona.
(Aplausos).
Es el Estado el que debe
actuar como el gran reparador de las desigualdades sociales en un trabajo
permanente de inclusión y creando oportunidades a partir del fortalecimiento de
la posibilidad de acceso a la educación, la salud y la vivienda, promoviendo el
progreso social basado en el esfuerzo y el trabajo de cada uno.
Es el Estado el que debe
viabilizar los derechos constitucionales protegiendo a los sectores más
vulnerables de la sociedad, es decir, los trabajadores, los jubilados, los
pensionados, los usuarios y los consumidores.
(Aplausos).
Actuaremos como lo que fuimos
y seguiremos siendo siempre: hombres y mujeres comunes, que quieren estar a la
altura de las circunstancias asumiendo con dedicación las grandes
responsabilidades que en representación del pueblo nos confieren.
(Aplausos).
Estamos dispuestos a encarar
junto a la sociedad todas las reformas necesarias y para ello también
utilizaremos los instrumentos que la Constitución y las leyes contemplan para
construir y expresar la voluntad popular.
Vamos a apoyarnos en la Constitución para
construir una nueva legitimidad de las leyes, que vaya más allá de la
prepotencia del más fuerte.
Un Estado no puede tener
legitimidad si su pueblo no ratifica el fundamento primario de sus gobernantes.
De la misma manera que luchamos
contra la pobreza económica tendremos una conducta sin dobleces para impedir la
pobreza cívica.
(Aplausos).
Sólo cuando el Gobierno se
desentiende del pueblo es que toda la sociedad empobrece, no sólo
económicamente sino moral y culturalmente.
Somos conscientes de que
ninguna de esas reformas serán productivas y duraderas si no creamos las
condiciones para generar un incremento de la calidad institucional.
La calidad institucional
supone el pleno apego a las normas y no una Argentina que por momentos aparece
ante el mundo como un lugar donde las violación de las leyes no tiene castigo
legal ni social.
A la Constitución hay que
leerla completa.
La seguridad jurídica debe
ser para todos, no solamente para los que tienen poder o dinero.
(Aplausos).
No habrá cambio confiable si
permitimos la subsistencia de ámbitos de impunidad.
Una garantía de que la lucha
contra la corrupción y la impunidad será implacable, fortalecerá las
instituciones sobre la base de eliminar toda posible sospecha sobre ellas.
Rechazamos de plano la
identificación entre gobernabilidad e impunidad que algunos pretenden.
Gobernabilidad no es ni puede
ser sinónimo de impunidad.
Gobernabilidad no es ni puede
ser sinónimo de acuerdos oscuros, manipulación política de las instituciones o
pactos espurios a espaldas de la sociedad.
(Aplausos).
Este combate es una tarea
conjunta del Poder Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial, pero también de
la sociedad porque no podemos ignorar que es de esa misma sociedad de donde provienen
los hombres y mujeres que integran las instituciones públicas y privadas.
Cambio responsable, calidad
institucional, fortalecimiento del rol de las instituciones con apego a la Constitución y a la
ley y fuerte lucha contra la impunidad y la corrupción deben presidir no sólo
los actos del Gobierno que comenzaremos sino toda la vida institucional y
social de la República.
Queremos ser la generación de
argentinos que reinstale la movilidad social ascendente, pero que también
promueva el cambio cultural y moral que implica el respeto a las normas y las
leyes.
En este marco conceptual
queremos expresar los ejes directrices en materia de relaciones
internacionales, manejo de la economía, los procesos de la salud, la educación,
la contención social a desocupados y familias en riesgo y los problemas que
plantean la seguridad y la justicia en una sociedad democrática.
Profundizar la contención
social de las familias en riesgo, garantizando subsidios al desempleo y
asistencia alimentaria, consolidando una verdadera red federal de políticas
sociales integrales para que quienes se encuentran por debajo de la línea de
pobreza puedan tener acceso a la educación, la salud pública y la vivienda.
(Aplausos).
Reinstalar la movilidad
social ascendente que caracterizó a la República Argentina
requiere comprender que los problemas de la pobreza no se solucionan desde las
políticas sociales sino desde las políticas económicas.
(Aplausos).
Sabemos que hay que corregir
errores y mejorar métodos en la forma de asignación de la ayuda social.
(Aplausos).
Pero es imprescindible
advertir que la tragedia cívica del clientelismo político no es producto de la
asistencia social como gestión de Estado, sino de la desocupación como
consecuencia de un modelo económico.
(Aplausos).
En nuestro país la aparición
de la figura del cliente político es coetánea con la del desocupado. Mientras
en la República
Argentina hubo trabajo, nadie fue rehén de un dirigente
partidario.
(Aplausos).
Al drama de la desaparición
del trabajo y el esfuerzo como el gran articulador social, se sumó el derrumbe
de la educación argentina.
No hay un factor mayor de
cohesión y desarrollo humano que promueva más la inclusión que el aseguramiento
de las condiciones de acceso a la educación, formidable herramienta que
construye identidad nacional y unidad cultural, presupuestos básicos de
cualquier país que quiera ser Nación.
Una sociedad como la que
queremos promover debe basarse en el conocimiento y en el acceso de todos a ese
conocimiento.
La situación de la educación
argentina revela dos datos vinculados a su problema central, que es la calidad
de la enseñanza.
Por un lado, una creciente
anarquía educativa, y por el otro, la crisis de los sistemas de formación
docente.
Ambos afectan severamente la
igualdad educativa.
El último sistema nacional de
formación docente fue el de nuestras viejas y queridas maestras normales.
Criticado por enciclopedista,
memorista y repetitivo, pero nuestra generación fue la última formada en esa
escuela pública y la calidad de la educación era superior a la que hoy tenemos.
Aquel viejo sistema no fue
suplantado por otro. Por si esto fuera poco se le agregó con muy buena
intención, pero con resultado dudoso, lo que quiso ser la federalización de la
educación que trató de lograr autonomía, objetivo con el que estamos de
acuerdo, pero se terminó en un grado cierto de anarquía en los contenidos
curriculares y en los sistemas funcionales.
La igualdad educativa es para
nosotros un principio irrenunciable…
(Aplausos)
…no sólo como actitud ética,
sino esencialmente como responsabilidad institucional.
Debemos garantizar que un
chico del Norte argentino tenga la misma calidad educativa que un alumno de la Capital Federal.
(Aplausos).
Es correcto que las provincias
dirijan y administren el sistema de prestación del servicio educativo, pero el
Estado nacional debe recuperar su rol en materia de planificación , contenidos
de la educación y sistemas de formación y evaluación docente.
Garantizar la igualdad educativa
de norte a sur es aportar a la formación de una verdadera conciencia e
identidad nacional.
En el campo de la salud, el
Estado asumirá un rol articulador y regulador de la salud pública integral
sumando los esfuerzos de los subsectores públicos provinciales y nacionales,
privados y de obras sociales, orientado a consolidar las acciones que
posibiliten generar accesibilidad a las prestaciones médicas y a los
medicamentos para toda la población.
La Ley de prescripción por el nombre genérico de los medicamentos
recientemente reglamentada, será aplicada con todo el vigor, (aplausos), y el
Programa Remediar, de gratuita distribución de medicamentos ambulatorios,
continuará.
(Aplausos)
Es objetivo de gobierno
concretar un Sistema Nacional de Salud, que se consolidará en una red en la que
el hospital público será un eje referencial, con los demás centros de salud,
públicos o privados, para ser pilares estratégicos de la atención primaria de
salud, integrándose con las políticas de contención social para avanzar en la
tarea de prevención.
El objetivo de dar salud a
los argentinos impone que se asuman políticas de Estado que sean impermeables a
las presiones interesadas, por poderosas que sean, provengan de donde
provengan.
(Aplausos).
Entre los fundamentales e
insustituibles roles del Estado ubicamos los de ejercer el monopolio de la
fuerza y combatir cualquier forma de impunidad del delito, para lograr
seguridad ciudadana y justicia en una sociedad democrática en la que se
respeten los derechos humanos.
El cumplimiento estricto de
la ley que exigiremos en todos los ámbitos debe tener presente las
circunstancias sociales y económicas que han llevado al incremento de los
delitos en función directa del crecimiento de la exclusión, la marginalidad y
la crisis que recorren todos los peldaños de la sociedad.
Pero también hay que
comprender que, como sociedad, hace tiempo que carecemos de un sistema de
premios y castigos.
En lo penal, en lo
impositivo, en lo económico, en lo político, y hasta en lo verbal, hay
impunidad en la Argentina.
En nuestro país, cumplir la
ley no tiene premio ni reconocimiento social.
(Aplausos).
En materia de seguridad no
debe descargarse sólo sobre la policía la responsabilidad de la detección de
las situaciones de riesgo que sirve de base al desarrollo de la delincuencia.
Son el Estado y la sociedad
en su conjunto los que deben actuar participativa y coordinadamente para la
prevención, detección, represión y castigo de la actividad ilegal.
Una sociedad con elevados
índices de desigualdad, empobrecimiento, desintegración familiar, falta de fe y
horizontes para la juventud, con impunidad e irresponsabilidad, siempre será
escenario de altos niveles de inseguridad y violencia.
Una sociedad dedicada a la
producción y proveedora de empleo dignos para todos resultará un indispensable
apoyo para el combate contra el delito
(Aplausos).
Para comprender la
problemática de la seguridad encontramos soluciones que no sólo se deben leer
en el Código Penal, hay que leer también la Constitución Nacional
en sus artículos 14 y 14 bis, cuando establecen como derechos de todos los
habitantes de la Nación
el derecho al trabajo, a la retribución justa, a las condiciones dignas y
equitativas de labor, a las jubilaciones y pensiones móviles, al seguro social
obligatorio, a la compensación económica familiar y al acceso a una vivienda
digna, entre otros.
(Aplausos).
El Estado debe ser esclavo de
la ley para enfrentar el delito, pero no puede aceptar extorsiones de nadie, ni
de quienes aprovechan una posición de fuerza en cualquiera de los poderes del
Estado o en la economía, ni de quienes usan la necesidad de los pobres para
fines partidistas.
La paz social, el respeto a
la ley, a la defensa de la vida y la dignidad son derechos inalienables de todos
los argentinos.
El delito es delito, sea de
guante blanco, sea de naturaleza común, sea de mafias organizadas.
(Aplausos).
Gobernabilidad es garantizar
la prestación de un servicio de justicia próximo al ciudadano, con estándares
de rendimiento, de eficiencia y de equidad que garanticen una real seguridad
jurídica para todos los habitantes, cualquiera sea su situación económica o
social.
En el plano de la economía es
donde más se necesita que el Estado se reconcilie con la sociedad.
No puede ser una carga que
termine agobiando a todas las actividades, ni igualándolas hacia abajo con
políticas de ajuste permanente a los que menos tienen.
El objetivo básico de la
política económica será el de asegurar un crecimiento estable, que permita una
expansión de la actividad y del empleo constante, sin las muy fuertes y bruscas
oscilaciones de los últimos años.
El resultado debe ser la
duplicación de la riqueza cada quince años, y una distribución tal que asegure
una mayor distribución del ingreso y, muy especialmente, que fortalezca nuestra
clase media y que saque de la pobreza extrema a todos los compatriotas.
(Aplausos).
Para alcanzar tales objetivos
respetaremos principios fundamentales que ayuden a consolidar lo alcanzado y
permitan los avances necesarios.
La sabia regla de no gastar
más de lo que entra debe observarse.
El equilibrio fiscal debe
cuidarse.
Eso implica más y mejor
recaudación y eficiencia y cuidado en el gasto.
El equilibrio de las cuentas
públicas, tanto de la Nación
como de las provincias, es fundamental.
El país no puede continuar
cubriendo el déficit por la vía del endeudamiento permanente ni puede recurrir
a la emisión de moneda sin control, haciéndose correr riesgos inflacionarios
que siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos.
Ese equilibrio fiscal tan
importante deberá asentarse sobre dos pilares: gasto controlado y eficiente e
impuestos que premien la inversión y la creación de empleo y que recaigan allí
donde hay real capacidad contributiva.
Mantenimiento del equilibrio
fiscal y trajes a rayas para los grandes evasores, en la seguridad de que si
imponemos correctamente a los poderosos el resto del país se disciplinará.
(Aplausos).
Terminaremos con la Argentina donde el hilo
se corta por lo más delgado y en eso actuaremos con energía, porque no es
posible una economía sin esfuerzo y no alcanzará para ayudar a los
desprotegidos si no hay cumplimiento impositivo.
Quien no cumple sus
obligaciones impositivas les resta posibilidades de ascenso social a los demás.
La evasión es la contracara
de la solidaridad social que exigiremos.
(Aplausos).
Debemos asegurar la
existencia de un país normal, sin sobresaltos, con el sector público y el
sector privado cada uno en sus respectivos roles.
Hay que dotar a la República Argentina
de buena administración, gobernabilidad, estabilidad con inclusión y progreso
social y competitividad.
Con equilibrio fiscal, la
ausencia de rigidez cambiaria, el mantenimiento de un sistema de flotación con
política macroeconómica de largo plazo determinada en función del ciclo de
crecimiento, el mantenimiento del superávit primario y la continuidad del
superávit externo nos harán crecer en función directa de la recuperación del
consumo, de la inversión y de las exportaciones.
Sabemos que la capacidad de
ahorro local, y, por ende, el financiamiento local, es central en todo proceso
de crecimiento sostenido.
Ello requiere estabilidad de
precios, entidades financieras sólidas y volcadas a prestar al sector privado,
personas y empresas, con eficiencia operativa y tasas razonables.
El desarrollo del mercado de
capitales con nuevos instrumentos, con transparencia, con seguridad, es
fundamental para recuperar la capacidad de ahorro y para alejarnos
definitivamente de las crisis financieras internas, que en los últimos 20 años
han golpeado fuertemente y por tres veces a los ahorristas y depositantes.
Los fondos externos deben ser
complementarios a este desarrollo de los mercados locales y su gran atractivo
está ligado a que sean fondos de inversión extranjera directa –inversión
productiva-, que no sólo aportan recursos sino también traen aparejado
progresos en la tecnología de procesos y productos.
Nuestro país debe estar
abierto al mundo, pero abierto al mundo de una manera realista, dispuesto a
competir en el marco de políticas de preferencia regional y fundamentalmente a
través del MERCOSUR…
(Aplausos)
---y de políticas cambiarias
flexibles acordes a nuestras productividades relativas y a las circunstancias
del contexto internacional.
El crecimiento requerirá de
una demanda creciente que aliente las inversiones, tanto para atender el
mercado interno como a las exportaciones.
Al contrario del modelo de
ajuste permanente, el consumo interno estará en el centro de nuestra estrategia
de expansión.
(Aplausos).
Precisamente para cumplir con
esta idea de consumo en permanente expansión, la capacidad de compra de nuestra
población deberá crecer progresivamente por efecto de salarios, por el número
de personas trabajando y por el número de horas trabajadas. Esas tres variables
juntas definen la masa de recursos que irán al consumo y al ahorro local y su
evolución no puede ser fruto de una fantasía o de puro voluntarismo.
En nuestro proyecto nacional
trabajaremos de la única manera seria que es crear un círculo virtuoso donde la
masa de recursos crece –crece si la producción crece- y la producción aumenta
si también lo hace la masa de recursos.
Avanzaremos simultáneamente
en forma cuidadosa y progresiva creando las condiciones para producir más y
distribuir lo que efectivamente se produzca.
Nuestras mejores
posibilidades se ubican en torno al avance de la calidad institucional en el
marco de una economía seria y creíble.
Trabajando en torno a estos
principios, sin espectacularidades ni brusquedad en el cambio, seriamente, paso
a paso, como cualquier país normal del mundo, podremos cumplir con los
objetivos y cumplir hacia adentro y hacia fuera con nuestras obligaciones y
compromisos.
Acortando los plazos, el
Estado se incorporará urgentemente como sujeto económico activo, apuntando a la
terminación de las obras públicas inconclusas, la generación de trabajo genuino
y la fuerte inversión en nuevas obras.
(Aplausos).
No se tratará de obras
faraónicas, apuntaremos más a cubrir las necesidades de vivienda y de
infraestructura en sectores críticos de la economía para mejorar la calidad de
vida y a perfilar un país más competitivo, distribuyendo la inversión con
criterio federal y desarrollando nuestro perfil productivo.
Tenemos que volver a
planificar y ejecutar obra pública en la Argentina, para desmentir con hechos el discurso
único del neoliberalismo que las estigmatizó como gasto público improductivo.
(Aplausos).
No estamos inventando nada
nuevo, los Estados Unidos en la década del treinta superaron la crisis
económica financiera más profunda del siglo que tuvieron de esa manera.
La construcción más intensiva
de viviendas, las obras de infraestructura vial y ferroviaria, la mejor y
moderna infraestructura hospitalaria, educativa y de seguridad, perfilarán un
país productivo en materia de industria agroalimentaria, turismo, energía,
minería, nuevas tecnologías, transportes, y generarán nuevos puestos de trabajo
genuinos.
Produciremos cambios en el
sistema impositivo para tornarlo progresivo, lo que permitirá luego reducir
alícuotas en función de la mejora en la recaudación, ampliada como quedará la
base imponible y eliminadas que sean las exenciones no compatibles con la buena
administración. Eso nos dará solidez y solvencia fiscal.
Forma parte de nuestra
decisión cumplimentar con aquello que fue mandato constitucional del ’94 y que
lamentablemente hasta hoy no se ha cumplido.
Darnos una nueva ley de
coparticipación federal no sólo implica nueva distribución y nuevas
responsabilidades sino el diseño de un nuevo modelo de país.
(Aplausos).
No se puede recurrir al
ajuste ni incrementar el endeudamiento.
No se puede volver a pagar
deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos…
(Aplausos)
…generando más pobreza y aumentando
la conflictividad social.
La inviabilidad de ese viejo
modelo puede ser a advertida hasta por los propios acreedores, que tienen que
entender que sólo podrán cobrar si a la Argentina le va bien.
(Aplausos)
Este modelo de producción,
trabajo y crecimiento sustentable y con reglas claras, generará recursos
fiscales, solvencia macroeconómica y sustentabilidad fiscal creando las
condiciones para generar nuevo y mayor valor agregado, tienen además que
permitir negociar con racionalidad para lograr una reducción de la deuda
externa.
Este gobierno seguirá
principios firmes de negociación con los tenedores de deuda soberana en la
actual situación de default, de manera inmediata y apuntando a tres objetivos:
la reducción de los montos de la deuda, la reducción de las tasas de interés y
la ampliación de los plazos de madurez y vencimiento de los bonos.
Sabemos que nuestra deuda es
un problema central. No se trata de no cumplir, de no pagar.
No somos el proyecto del
default.
Pero tampoco podemos pagar a
costa de que cada vez más argentinos vean postergado su acceso a la vivienda
digna, a un trabajo seguro, a la educación de sus hijos, o a la salud.
(Aplausos).
Creciendo nuestra economía
crecerá nuestra capacidad de pago.
En materia de defensa, actuaremos
con un concepto integral de la defensa nacional, integrando la contribución de
la acción de nuestras Fuerzas Armadas en pro del desarrollo, trabajando para su
modernización e impulsando la investigación científica tecnológica en
coordinación con otros organismos gubernamentales, para que sin apartarse de su
actividad principal puedan contribuir al bienestar general de la población.
Queremos a nuestras Fuerzas
Armadas altamente profesionalizadas, prestigiadas por el cumplimiento del rol
que la Constitución
les confiere y por sobre todas las cosas, comprometidas con el futuro y no con
el pasado.
(Aplausos).
Desde este proyecto nacional la República Argentina
se integrará al mundo dando pasos concretos hacia consensos políticos basados
en el fortalecimiento del derecho internacional, el respeto a nuestras
convicciones, la historia y las prioridades nacionales.
Partidarios hacia la política
mundial de la multilateralidad como somos, no debe esperarse de nosotros
alineamientos automáticos sino relaciones serias, maduras y racionales que
respeten las dignidades que los países tienen.
(Aplausos)
Nuestra prioridad en política
exterior será la construcción de una América Latina políticamente estable,
próspera, unida, con bases en los ideales de democracia y de justicia social.
(Aplausos).
Venimos desde el sur de la Patria, de la tierra de la
cultura malvinera y de los hielos continentales y sostendremos
inclaudicablemente nuestro reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas.
(Aplausos).
EL MERCOSUR y la integración
latinoamericana, deben ser parte de un verdadero proyecto político regional y
nuestra alianza estratégica con el MERCOSUR, que debe profundizase hacia otros
aspectos institucionales que deben acompañar la integración económica, y ampliarse
abarcando a nuevos miembros latinoamericano, se ubicará entre los primeros
puntos de nuestra agenda regional.
(Aplausos)
Una relación seria, amplia y
madura con los Estados Unidos de América y los Estados que componen la Unión Europea, es lo
que debe esperarse de nosotros, el estrechamiento de vínculos con otras
naciones desarrolladas y con grandes naciones en desarrollo del Oriente lejano
y una participación en pro de la paz y la obtención de consenso en ámbitos como
la Organización
de las Naciones Unidas para que efectivamente se comprometa con eficacia en la
promoción del desarrollo social y económico ayudando al combate contra la
pobreza.
(Aplausos)
La lucha contra el terrorismo
internacional, que tan profundas y horribles huellas ha dejado en la memoria
del pueblo argentino, nos encontrará dispuestos y atentos para lograr
desterrarlos de entre los males que sufre la humanidad.
La inserción comercial de la Argentina ocupa un lugar
central en la agenda de gobierno.
Consolidar la política
comercial como una política de Estado permanente que trascienda la duración de
los mandatos de gobierno y cuente con la concurrencia del sector privado, de la
comunidad académica, de la sociedad civil en general, será un objetivo
estratégico de primer orden de esta administración.
Profundizar la estrategia de
apertura de mercados, incrementar sustancialmente nuestro intercambio con el
resto del mundo, diversificar exportaciones hacia bienes con mayor valor
agregado, desconcentrar ventas por destino y multiplicar el número de
exportadores de modo que los beneficiarios del comercio exterior se derramen
sobre todas nuestras ramas productivas.
La apertura masiva de nuevos
mercados exige la negociación simultánea y permanente en todos los foros de
negociación que involucren a nuestro país.
Finalmente, no se trata de
agotar en estas líneas la totalidad del curso de acción que seguiremos; no
creemos en los catálogos de buenas intenciones, queremos expresar el sentido y
la dirección de las cosas que haremos.
Se trata de abordar de una
manera distinta los principales temas identificando adecuadamente los
verdaderos problemas de la agenda social con la finalidad que el conjunto sepa
cómo ayudar, cómo sumar, cómo ayudar a corregir.
Pensamos el mundo en
argentino, desde un modelo propio.
Este proyecto nacional que
expresamos, convoca a todos y cada uno de los ciudadanos argentinos y por
encima y por fuera de los alineamientos partidarios a poner mano a la obra de
este trabajo de refundar la patria.
Sabemos que estamos ante un
final de época; atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los
fundamentalistas, los mesiánicos.
La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la
integración de tipos y grupos orgánicos con capacidad para la convocatoria transversal
en el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes.
(Aplausos)
Tenemos testimonio de gestión
y resultados, somos parte de esta nueva generación de argentinos que en forma
abierta y convocante y desde la propuesta de un modelo argentino de producción,
trabajo y crecimiento sustentable, llama al conjunto social para sumar, no para
dividir; para avanzar y no para retroceder.
En síntesis, para ayudarnos
mutuamente a construir una Argentina que nos contenga y que nos exprese como
ciudadanos.
Convocamos al trabajo, al
esfuerzo, a la creatividad para que nos hagamos cargo de nuestro futuro, para
que concretemos los cambios necesarios para forjar un país en serio, un país
normal con esperanza y con optimismo.
Formo parte de una generación
diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas
creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de
entrada de la Casa
Rosada.
(Aplausos)
No creo en el axioma de que
cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo.
Eso constituye en verdad un
ejercicio de hipocresía y cinismo.
Soñé toda mi vida que éste,
nuestro país, se podía cambiar para bien.
Llegamos sin rencores, pero
con memoria.
Memoria no sólo de los
errores y horrores del otro, sino también es memoria sobre nuestras propias
equivocaciones.
(Aplausos).
Memoria sin rencor que es
aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión.
Con la ayuda de Dios,
seguramente se podrá iniciar un nuevo tiempo que nos encuentre codo a codo en
la lucha por lograr el progreso y la inclusión social.
Poniendo en una bisagra la
historia, con mis verdades relativas, en las que creo profundamente pero que sé
que se deben integrar con las de ustedes para producir frutos genuinos, espero
la ayuda de vuestro aporte.
No he pedido ni solicitaré
cheques en blanco. V
engo, en cambio, a
proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como
Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la verdad y la Justicia; vengo a
proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para
todos.
Les vengo a proponer que
recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos
inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo
pensando en un país de iguales.
Pero sé y estoy convencido de
que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país que nos merecemos los
argentinos.
Vengo a proponerles un sueño:
quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un
país serio, pero, además, quiero un país más justo.
Anhelo que por estos caminos
se levante a la faz de la
Tierra una nueva y gloriosa Nación: la nuestra.
Muchas gracias.
¡Viva la patria!
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