EL COMPAÑERO SALVADOR ALLENDE TRIUNFA EN LAS PRESIDENCIALES DE CHILE.
Discurso de
la victoria pronunciado en la madrugada del 6 de septiembre de 1970.
Por Daniel
Chiarenza
Creo que el mejor homenaje a la Revolución chilena es
no cambiar una palabra de lo que dijo el Chicho Allende aquella madrugada.
Con
profunda emoción les hablo desde esta improvisada tribuna por medio de estos
deficientes amplificadores.
¡Qué
significativo es -más que las palabras- la presencia del pueblo de Santiago
que, interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para
reafirmar la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy [tal vez debió
haber dicho día de ayer, dado que ya habían pasado las 12 a.m.], victoria que abre un
camino nuevo para la patria, y cuyo principal actor es el pueblo de Chile aquí
congregado!
¡Qué
extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile
y al pueblo de Santiago desde la
Federación de Estudiantes!
Esto
posee un valor y un significado muy altos.
Nunca
un candidato triunfante por la voluntad y el sacrificio del pueblo usó una
tribuna que tuviera mayor trascendencia.
Porque
todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla,
que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la
victoria de Chile alcanzada limpiamente esta tarde.
Yo
les pido a ustedes que comprendan que soy tan solo un hombre, con todas las
flaquezas y debilidades que tiene un hombre; y si pude soportar -porque cumplía
una tarea- la derrota de ayer, hoy, sin soberbia y sin espíritu de venganza,
acepto este triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a la unidad de
los partidos populares, a las fuerzas sociales que han estado junto a nosotros.
Se
lo debo a radicales, socialistas, comunistas, socialdemócratas, a agentes del
MAPU y del API, y a miles de independientes.
Se
lo debo al hombre anónimo y sacrificado de la patria; se lo debo a la humilde
mujer de nuestra tierra.
Le
debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre.
La
victoria alcanzada por ustedes tiene una honda significación nacional.
Desde
aquí declaro, solemnemente, que respetaré los derechos de todos los chilenos.
Pero
también declaro, y quiero que lo sepan definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo
gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído, de convertir
en realidad el Programa de la Unidad Popular.
Lo
dije: no tenemos ni podríamos tener ningún propósito pequeño de venganza.
Sería
disminuir la victoria alcanzada.
Pero,
si no tenemos un propósito pequeño de venganza, tampoco, de ninguna manera,
vamos a claudicar, a comerciar el Programa de la Unidad Popular, que
fue la bandera del primer Gobierno auténticamente democrático, popular, nacional
y revolucionario de la historia de Chile.
Dije,
y debo repetirlo: si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro
triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva
moral y la nueva patria.
Pero
yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno,
tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para
convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia
social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra
tierra.
Hemos
triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para
terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria,
para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en
fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando
el capital social que impulsará nuestro desarrollo.
Por
eso, esta noche, que pertenece a la historia, en este momento de júbilo, yo
expreso mi emocionante reconocimiento a los hombres y mujeres, a los militantes
de los partidos populares e integrantes de las fuerzas sociales que hicieron
posible esta victoria que tiene proyecciones más allá de las fronteras de la
propia patria.
Para
los que están en la pampa o en la estepa, para los que me escuchan en el
litoral, para los que laboran en la precordillera, para la simple dueña de
casa, para el catedrático universitario, para el joven estudiante, el pequeño
comerciante o industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de
la tierra nuestra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi
conciencia y ante el pueblo -actor fundamental de esta victoria- es ser
auténticamente leal en la gran tarea común y colectiva.
Lo
he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes el compañero Presidente.
Han
sido el hombre anónimo y la ignorada mujer de Chile los que han hecho posible
este hecho social trascendental.
Miles
y miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en esta hora que al
pueblo pertenece.
Y
desde otras fronteras, desde otros países, se mirá con satisfacción profunda la
victoria alcanzada. Chile abre un camino que otros pueblos de América y del
mundo podrán seguir.
La
fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el
cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio
destino.
Somos
lo suficientemente responsables para comprender para comprender que cada país y
cada nación tiene sus propios problemas, su propia historia y su propia
realidad.
Y
frente a esa realidad, serán los dirigentes políticos de esos pueblos los que
adecuarán la táctica que deberá adoptarse. nosotros sólo queremos tener las
mejores relaciones políticas, culturales, económicas, con todos los países del
mundo.
Sólo
pedimos que respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de Chile a
haberse dado el Gobierno de la Unidad Popular.
Somos
y seremos respetuosos de la autodeterminación y de la no intervención.
Ello
no significará acallar nuestra adhesión solidaria con los pueblos que luchan
por su independencia económica y por dignificar la vida del hombre en los
distintos continentes.
Sólo
quiero señalar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han
realizado, derrotando la soberbia del dinero, la presión y amenaza; la
información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la maldad.
Cuando
un pueblo ha sido capaz de esto, será capaz también de comprender que sólo
trabajando más y produciendo más podremos hacer que Chile progrese y que el
hombre y la mujer de nuestra tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico
al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación, al descanso, a la cultura
y a la recreación.
Pondremos
toda la fuerza creadora del pueblo en tensión, para hacer posible estas metas
humanas que se ha trazado el Programa de la Unidad Popular.
Juntos,
con el esfuerzo de ustedes, vamos a realizar los cambios que Chile reclama y
necesita.
Vamos
a hacer un Gobierno Revolucionario.
La
revolución no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino
edificar; y el pueblo de Chile está preparado para esa gran tarea en esta hora
trascendente de nuestra vida.
Compañeras
y compañeros, amigas y amigos: ¡cómo hubiera deseado que los medios materiales
de comunicación me hubieran permitido hablar más largamente con ustedes, y que
cada uno hubiera oído mis palabras, húmedas de emoción, pero al mismo tiempo
firmes en la convicción de la gran responsabilidad que todos tenemos y que yo
asumo plenamente!
Yo
les pido que esta manifestación sin precedentes se convierta en la demostración
de la conciencia del pueblo.
Ustedes
se retirarán a sus casas sin que haya el menor asomo de una provocación y
dejarse provocar.
El
pueblo sabe que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un
automóvil.
Y
aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar
nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y la responsabilidad de
ustedes.
Irán
a su trabajo mañana o el lunes alegres y cantando; cantando la victoria tan
legítimamente alcanzaba, y cantando al futuro, con las manos callosas del
pueblo, las tiernas manos de la mujer y las risas del niño, haremos posible la
gran tarea que sólo un pueblo consciente y disciplinado podrá realizar.
América
latina y más allá de la frontera de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro.
Yo
tengo plena fe en que seremos lo suficientemente fuertes, para abrir el camino
venturoso hacia una vida distinta y mejor; para empezar a caminar por las
esperanzadas alamedas del Socialismo, que el pueblo de Chile con sus propias
manos va a construir.
Reitero
mi reconocimiento agradecido a los militantes de la Unidad Popular; a
los que integran los partidos Radical, Comunista, Socialista, Social Demócrata,
MAPU y API; y a los miles de independientes de izquierda que estuvieron con
nosotros.
Expreso
mi afecto y también mi reconocimiento agradecido a los compañeros dirigentes de
esos partidos, que por sobre las fronteras de sus propias colectividades
hicieron posible la fortaleza de esta unidad que el pueblo hizo suya.
Y
porque el pueblo la hizo suya, ha sido posible la victoria, que es la victoria
del pueblo.
El
hecho de que estemos esperanzados y felices no significa que vayamos nosotros a
descuidar la vigilancia.
El
pueblo, este fin de semana, tomará por el talle a la patria y bailaremos desde
Arica a Magallanes, y desde la cordillera al mar, una gran cueca, como símbolo
de la alegría sana de nuestra victoria.
Pero
al mismo tiempo, mantendremos nuestros comités de acción popular, en actitud
vigilante, en actitud responsable, para estar dispuestos a responder a un
llamado si es necesario que haga el Comando de la Unidad Popular.
Llamado
para que los comités de empresas, de fábricas, de hospitales, en las juntas de
vecinos y en los barrios y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los
problemas y las soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha
al país.
Yo
tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y
de cada mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos
a trabajar más.
Vamos
a producir más.
Pero
trabajaremos más para la familia chilena, para el pueblo y para Chile, con
orgullo de chilenos y con convicción de que estamos realizando una grande y
maravillosa tarea histórica.
¡Cómo
siento en lo íntimo de mi fibra de hombre, cómo siento en las profundidades
humanas de mi condición de luchador, lo que cada uno de ustedes me entrega!
Esto
que hoy germina es una larga jornada.
Yo
sólo tomo en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros
lucharon junto al pueblo y por el pueblo.
Este
triunfo debemos tributarlo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales
y regaron con su sangre la fértil semilla de la Revolución Chilena
que vamos a realizar.
Quiero,
antes de terminar, y es honesto hacerlo así, reconocer que el Gobierno entregó
las cifras y los datos de acuerdo con los resultados electorales.
Quiero
reconocer que el Jefe de Plaza, general Camilo Valenzuela, autorizó este acto;
acto multitudinario, en la convicción y la certeza que yo le diera de que el
pueblo se congregaría, como está aquí, en actitud responsable, sabiendo que ha conquistado
el derecho a ser respetado; respetado en su vida y respetado en su victoria; el
pueblo que sabe que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre de este año.
Quiero
destacar que nuestros adversarios de la Democracia Cristiana
han reconocido en una declaración la victoria popular.
No
le vamos a pedir a la Derecha
que lo haga.
No
lo necesitamos.
No
tenemos ningún ánimo pequeño en contra de ella. Pero ella no será capaz jamás
de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en sus luchas, nacida de su dolor
y de su esperanza.
Nunca,
como ahora, sentí el calor humano; y nunca, como ahora, la Canción Nacional
tuvo para ustedes y para mí tanto y tan profundo significado.
En
nuestro discurso lo dijimos: somos los herederos legítimos de los Padres de la Patria, y juntos haremos la
segunda Independencia: la
Independencia económica de Chile.
Ciudadanas
y ciudadanos de Santiago, trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son
los triunfadores. Los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta
gran lección, que se proyecta más allá, reitero, de nuestras fronteras
materiales.
Les
pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria
alcanzada.
Esta
noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el
mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión,
más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile, y cada vez más justa la
vida en nuestra patria.
Gracias,
gracias, compañeras. Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor
que tengo me lo dio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular.
A
la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo;
con la lealtad del Compañero Presidente.
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