La verdad del amor verdadero
En 1931, Luis Cernuda publicó el poema “Si el hombre pudiera decir” en su libro “Los placeres prohibidos”. Lo hizo el año en el que nació la Segunda República Española. Lo hizo 8 años antes de exiliarse por poeta, republicano y homosexual. Allí escribió:
“Si el hombre pudiera decir lo que ama,/ Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo,/ Como una nube en la luz;/ Si como muros que se derrumban,/ Para saludar la verdad erguida en medio,/ Pudiera derrumbar su cuerpo,/ Dejando solo la verdad de su amor,/ La verdad de sí mismo,/ Que no se llama gloria, fortuna o ambición,/ Sino amor o deseo,/ Yo sería aquel que imaginaba;/ Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos,/ Proclama ante los hombres la verdad ignorada,/ La verdad de su amor verdadero.”
Hoy,
con su voto mayoritario, el Parlamento nos aproximará a una sociedad en
la que las personas puedan decir la verdad de su amor verdadero. Y una
sociedad en la que ésto es posible, es una sociedad mejor.
Para
miles de personas, uruguayas y uruguayos, a los que aún hoy la libertad,
la igualdad y la fraternidad le son negadas, es un día singular.
Éste,
al contrario de lo que piensan algunos, hoy una minoría, es un tema
profundamente político. Porque la desigualdad y la discriminación -en
este caso por una orientación sexual o una identidad de género
diferentes- son tema de la polis. Porque es tema de la polis, de la
comunidad, mejorarse a sí misma. Porque es tema de la polis generar las
condiciones para la felicidad de sus miembros.
Es por esa razón que hoy se debate en la sede de la voluntad popular, en su Parlamento.
Se está
legislando sobre el matrimonio civil, construcción social y cultural
que, a lo largo del tiempo, ha ido cambiando y ha ido adaptándose a cada
momento histórico.
Se está legislando para felicidad de familiares y amigos, de compañeros de trabajo y vecinos.
Se está
legislando para aquellos que hemos decidido vivir abiertamente nuestro
amor y exigimos igual protección de nuestros derechos civiles y
sociales a la hora de formar una familia.
Pero se
está legislando también para aquellos que como Luis Cernuda, hoy, 80
años después, siguen ocultando su amor por miedo al rechazo, al insulto,
el escarnio y la humillación.
Con el matrimonio para personas de igual o
diferente sexo, se ratifica y clarifica lo que en Uruguay ya es un
derecho: la adopción por parte de familias homoparentales. Y en esto,
los estudios científicos ya no dejan espacio para las opiniones que
ponen en duda la capacidad de estas familias para proveer una vida feliz
a niñas y niños.
Hace 22 años que la Organización Mundial de la Salud estableció que la homosexualidad no es una enfermedad.
Hace más de 30 años
que, uno tras otro, los estudios científicos demuestran que hombres y
mujeres homosexuales tienen las mismas habilidades parentales que los
padres heterosexuales; que los padres del mismo sexo no tienen más
tendencia al abuso de menores que los padres de diferente sexo; que los
niños hijos de padres del mismo sexo no difieren psicológica ni
socialmente de los niños criados por padres heterosexuales; que la madre
o el padre críen a sus hijos con una pareja del mismo sexo no afecta al
saludable desarrollo de los hijos.
Uruguay amparará a través de esta ley a todas las familias.
Uruguay volverá a estar entre los
primeros en la extensión de los derechos de las personas. Como supimos
estar en 1913 cuando aprobamos el divorcio por la sola voluntad de la
mujer. Como supimos estar en 1917 cuando aprobamos el sufragio femenino.
Fue entonces el primero de América del Sur. En este caso, estaremos
junto con Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia,
Portugal, Islandia, Argentina y Dinamarca. Seremos el doceavo país -de
un total de 193 que han adherido a la Carta de Naciones Unidas-.
Es bueno recordar, sin embargo, en un día
de alegría como hoy, que en siete países aún se castiga la
homosexualidad con pena de muerte, y que en cuarenta y dos se la castiga
con penas de prisión, incluso, a perpetuidad.
No nos detendremos hasta alcanzar un
mundo de libertad, igualdad y fraternidad para todas y todos, más allá
de su orientación sexual e identidad de género.
Hoy, con su voto mayoritario, el
Parlamento está reconociendo la lucha de las organizaciones de
Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans del Uruguay por sus derechos.
Lucha que iniciaran unos pocos con las
Marchas del Orgullo. No podemos pedirle a todas las personas que sean
heroicas, pero hemos de reconocerlas cuando éstas lo son.
Lucha que hoy continúan decenas de miles
en las Marchas de la Diversidad. La sociedad cambia y, con ella, las
luchas igualitarias: como la Marcha del Silencio, hoy la de la
Diversidad es una de las convocatorias populares multitudinarias.
Lucha que hoy muestra su madurez al
discutir el Parlamento un proyecto de ley que emerge de la sociedad
civil y que redactara, en su primer versión, la abogada Michelle Suárez,
mujer trans, integrante del Colectivo Ovejas Negras.
Hoy, con su voto mayoritario, el
Parlamento está reconociendo y reparando a miles de personas anónimas
-homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero y transexuales- que
han sufrido y sufren aún hoy en muchos casos, el insulto, la burla, la
discriminación y la violencia.
Es por ello que este paso no sólo tiene
que ver con el matrimonio de parejas del mismo sexo: tiene que ver con
el combate a la discriminación de la que han sido objeto los
homosexuales en esta sociedad.
Pero queda mucho por hacer.
Queda por erradicar la homofobia, la
lesbofobia y la transfobia en todas sus formas -en los discursos y en
las prácticas- en la sociedad uruguaya. Erradicarlas de los centros de
estudios, de los centros trabajo, de los centros de salud, de calles y
plazas de nuestras ciudades, de villas y pueblos.
Queda por abrir oportunidades educativas y laborales para las mujeres transgénero y transexuales.
Queda por amparar a las familias
homoparentales repensando las políticas sociales, hasta ahora diseñadas
casi exclusivamente para amparar a las familias heterosexuales.
Queda, por tanto, hacer cotidiandos los
valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad en la vida de
tantas y tantos uruguayos; valores de la Revolución Francesa que la
humanidad luego plasmó en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, de 1948, en las Naciones Unidas:
"Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros."
Permitan
una última referencia de carácter personal. Hace un año, un adolescente
del interior del país saludó el hecho de que un político hablara
abiertamente de su homosexualidad, con un mensaje del que comparto
solamente un fragmento:
“Para
mi y para algunos miles de jóvenes que están parados en el mismo lugar
que yo ahora, y en el que vos seguramente estuviste, significa
esperanza. Significa que tenemos el ejemplo de alguien que terminó sus
estudios, de alguien que trabaja en lo que le gusta, y que nosotros
también podremos hacerlo. La esperanza de que algún día no nos van a
tratar como ciudadanos de segundo orden. De que algún día un profesor no
podrá [insultar a los homosexuales] en un salón de clases, cuando el
que lo esta escuchando es uno de ellos. Significa que en un par de años
otros adolescentes no van a tener que reconsiderar lo que ellos sienten,
porque la sociedad no los "acepta" como ellos sienten que son; no van a
tener que pasar noches enteras llorando y deseando despertarse
distintos al otro día para que sus padres puedan quererlos
completamente.”
Para
ese adolescente -el que todos hemos sido- hoy no es un día más. Hoy es
un día singular, de esperanza. La esperanza de poder decir lo que se
ama, o como nos enseñara el poeta, “la verdad de su amor verdadero”.
(Texto
de la reflexión que compartiera con la Diputada Bertha Sanseverino y
que ella llevara, a su vez, al histórico debate del proyecto de ley de
Matrimonio Igualitario. La foto es de UNICOM/MPP).
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