PAPEL PRENSA, VICTOR HUGO Y EL NUNCA MAS. Escrito por Roberto Caballero
Callaron por plata, eludieron la responsabilidad de informar sobre un genocidio para que sus accionistas se convirtieran de millonarios en multimillonarios.
05/08/2013
Esta semana, en el programa
Puerto Cultura, de Canal 9, que conduce el secretario de Cultura, Jorge Coscia, alguien de la
tribuna me preguntó cuál era la tapa de Tiempo Argentino que más orgullo me
había dado, desde su fundación, el 16 de mayo de 2010.
No lo dudé ni un instante.
Dije que la que revelaba que el general Bartolomé Gallino
–con poder de mando en los centros clandestinos de detención donde estaban secuestrados
los miembros de la familia Graiver– se reunía con los directores de los diarios
Clarín y La Nación –Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre–, para preparar los
interrogatorios sobre Papel Prensa que sufría indefensa Lidia Papaleo de Graiver.
Fue tanta la impunidad de la
que gozaban en esa época sombría, que tanto Magnetto como Mitre dejaron por
escritos editoriales que blanqueaban sus vínculos con el interrogador Gallino:
lo señalaban como el hombre de "la Junta Militar" que recibía los supuestos
pagos para apropiarse definitivamente de la empresa productora de papel,
cimiento de su exponencial desarrollo empresario posterior.
Es el leading case más
contundente de la complicidad entre la picana y los resultados contables de dos
empresas que renunciaron a la defensa de la libertad de expresión, cuando tanta
falta hizo para evitar que una generación de argentinos fuera arrojada a las
aguas barrosas del Río de la Plata.
Callaron por plata, eludieron
la responsabilidad de informar sobre un genocidio para que sus accionistas se
convirtieran de millonarios en multimillonarios.
En 27 años, nadie, salvo
Tiempo Argentino, se había atrevido a investigar los hechos, a reunir las
pruebas que estaban descuartizadas en distintos expedientes judiciales, y menos
que menos a armar una tapa así, con documentos exclusivos y notas al pie, una
rareza para la prensa gráfica tradicional.
El silencio tiene una
explicación.
El primer consenso
democrático contra el horror fue limitar las acusaciones por genocidio a los
militares sanguinarios y no apuntar contra sus mandantes civiles.
El segundo, ir apenas contra
los jefes uniformados que habían dado las órdenes a sus subordinados.
El tercero, en tiempos de Carlos Menem, llevar al paroxismo la Teoría de
los Dos Demonios y clausurar la memoria para que aceptáramos la impunidad como
un hecho natural e inamovible, de la que el Grupo Clarín SA sacó jugosos
dividendos en todas estas décadas.
Tuvo que llegar el
kirchnerismo para rescatar definitivamente una verdad que los organismos de
Derechos Humanos, desde Madres hasta Abuelas, desde Hijos hasta Ex detenidos,
denunciaban casi en soledad desde el primer día: el terrorismo de Estado, que
se instauró con el golpe del ’76, vino a implantar un cambio de matriz
económica y cultural que garantizara los negocios de los grupos concentrados
por medio siglo.
Fue de militares y civiles
trajeados.
Creo que esa tapa de Tiempo
Argentino que desnudó la vergonzosa alianza entre los represores y los
empresarios de medios monopólicos, justifica la existencia y la supervivencia
de este diario en el kiosco.
Lo hace indispensable,
necesario.
Clarín y La Nación se
convirtieron en el brazo propagandístico de la dictadura, además silenciando
una matanza horrorosa e injustificable, la peor y más trágica del Siglo XX en
Argentina.
Casi tres décadas después,
hay libertad para escribirlo con detalle.
Para que la historia sea
dicha, como debe ser en una sociedad madura y democrática, de manera completa y
sin miedos. Libertad también para que la Secretaría de Derechos Humanos, en los
tiempos del Eduardo Luis
Duhalde, pidiera a la justicia federal el llamado a
indagatoria de Magnetto, Ernestina Noble y Mitre por la supuesta comisión de
delitos de lesa humanidad en el despojo accionario de Papel Prensa.
La denuncia lleva más de tres
años, sin consecuencias para los denunciados.
No fue gratuito, sin embargo.
Por denunciar estas maniobras y dilaciones, el Grupo Clarín SA quiso meter
preso a fines del año pasado al director fundador de este diario inventando una
causa por "incitación a la violencia". Una torpeza mayúscula, un
despropósito de Héctor Magnetto, repudiada incluso por sus propios periodistas.
Fue no entender que la democracia argentina no tolera ya las extorsiones, ni
las presiones corporativas. No es con el Código Penal que se castiga la opinión
de nadie, ni se atemoriza a los que hacemos uso de la libertad de expresión y
ejercemos el periodismo sin mordaza. No lo hace el gobierno, tampoco puede
hacerlo un grupo empresario. Los que no decimos las cosas que Magnetto quiere
escuchar, también tenemos derecho a decirlas.
Ahora le toca recibir el
ataque a Víctor Hugo Morales. Como sucede con las jaurías, la arremetida es
contra el que aparece aventajando a la manada. Es verdad: Víctor Hugo no ha resignado
un segundo en denunciar los negociados del Grupo Clarín SA, antes y después del
kirchnerismo, antes y después de la Ley de Medios, antes y después del informe
"Papel Prensa, la Verdad" de la Secretaría de Comercio. Ha sido
consecuente, enfático y cristalino desde el micrófono. Levantando su voz,
incluso, cuando un sector del oficialismo creyó que la pelea contra Magnetto
era coyuntural, un simple posicionamiento político, una pelea para la tribuna,
una contienda efímera, parte del toma y daca del TEG retórico al que nos tienen
acostumbrados los medios hegemónicos.
Pero el uruguayo fue
coherente, casi en soledad, y eso lo hace gigante. Solidario con los muchos que
dijimos basta. Poniendo su prestigio, su trayectoria, su opinión respetable en
juego por una comunicación democrática, sin temor a los magnettos de este país.
En todo este tiempo, sus enemigos, los mismos que los nuestros, intentaron
despedazarlo. Pretendieron arrastrar por el barro al "barrilete
cósmico" que relató el gol a los ingleses de Maradona en el Mundial. De
loco suelto que peleaba contra el monopolio, trataron de convertirlo en punta de lanza de una imaginaria
conspiración estatal. Como si el antes no hubiera existido. Como si Víctor Hugo
hubiera nacido con el kirchnerismo o fuera resultado de la crispación falaz
entre "Argen" y "Tina".
Resulta que Magnetto lo acaba
de denunciar por "daños y perjuicios". Lo citó mediante escribanos
furtivos, en medio de la noche, a una mediación, paso previo a la causa
judicial. El CEO de Clarín SA se va a llevar una sorpresa mayúscula ese día, el
8 de agosto. Víctor Hugo, seguro, no va a estar solo. Ahí estaremos nosotros.
Lo que le pase a él, nos va a tener que pasar a todos, porque ya no le tenemos
miedo a Clarín.
Es paradójico. Ni diez años
de kirchnerismo pudieron con la justicia corporativa. Víctor Hugo está a un
paso de ser enjuiciado por un magnate que hace cuatro años torpedea la Ley de
Medios de la democracia, desconociendo sus artículos antimonopólicos.
Él no
cumple la ley y quiere llevar al banquillo al que se lo señala.
El CEO de una
compañía que se burla, en democracia, del Poder Ejecutivo, del Parlamento, de
la AFSCA, de los dictámenes de un juez de primera instancia, de un fiscal de
primera instancia, de un fiscal de Cámara, de la Procuración General, de la
Secretaría de Comercio y de la Secretaría de Derechos Humanos, apuesta a que
sus jueces amigos, a los que parece manipular, castiguen a un periodista que no
se deja domesticar.
El que está acusado de
cometer supuestos delitos de lesa humanidad quiere que caiga todo el peso de la
ley sobre quien lo denuncia.
Es el mundo al revés.
El mismo donde parece vivir
el juez federal Julián Ercolini, en quien recaló la causa Papel Prensa después
de tres años y medio donde sus colegas de La Plata y Capital Federal se fueron pasando el
expediente como si fuera una brasa caliente, para no enfrentarse con Héctor
Magnetto, por temor a ver estropeada su carrera judicial con denuncias de
corrupción desde las páginas de su diario.
Ercolini citó a Lidia Papaleo
y, en vez de avanzar y verificar la documentación que acredita el despojo y
apropiación bajo situación de tormento tras el Golpe cruento, dilata la causa
tratando de averiguar cuánto se le pagaron por las acciones que debió ceder
aterrorizada por los dueños de la vida y de la muerte en aquel momento.
No se
trata de un asunto comercial, en un contexto normal de negociaciones, es la
consumación de una vejación imperdonable: Papel Prensa debía quedar en manos de
Clarín y La Nación para que dijeran que Videla y Camps eran los salvadores de
la Patria.
Si citara a indagatoria a Magnetto, a Ernestina de Noble y a Mitre,
tendría más claro el panorama. Las cosas ocurren en un contexto histórico.
¿Qué
es lo que no sabe o ignora Ercolini sobre lo sucedido entre el 24 de marzo de
1976 y el 30 de octubre de 1983?
No es con el Código Civil y
Comercial que se comprende lo ocurrido.
Es con el Nunca Más. «
Los
de unen se desunen
Después de mucho tiempo, el
piso de TN nos enfrentó a una verdad: los de UNEN se desunen.
Como si fuera una fotografía
del futuro, el debate entre sus integrantes dejó en evidencia que se juntaron
para competir con alguna chance en las PASO, pero son el agua y el aceite, el
veneno y el antídoto, conviviendo en un armado, en una arquitectura coyuntural,
como la vieja Alianza que estalló por los aires en el 2001, o incluso antes.
La única certeza es que no se
toleran, más allá de las fotos de campaña.
Si en la vida hay que elegir,
Lilita eligió a Carrió.
Las encuestas que le dan
ventaja sobre sus aliados eventuales la convencieron de que son un lastre del
cual hay que diferenciarse ya mismo.
No se explica, si no, su
dureza a la hora de tratarlos o de maltratarlos.
¿Cómo pueden construir algo
en común si hoy, en la previa a las elecciones, se acusan mutuamente de
corruptos, blandos, autoritarios, personalistas e ineficaces?
¿Alguien imagina qué puede
ocurrir si finalmente logran acceder al Parlamento?
Sí, claro: se desunirán.
Cada uno seguirá con su
proyecto, tan lejos como lo lleve su ego.
Lo realmente curioso es que,
tratándose como se tratan, hayan convenido un sistema por el cual, con los
resultados en la mano, se dividirán las candidaturas para presentar una lista
común.
Es decir, saben que no se
soportan, que no son lo mismo, pero urgidos por acceder a bancas y sueldos, son
capaces de apretarse la nariz y marchar juntos a las elecciones de octubre para
probar suerte.
El debate por TN arroja un
saldo positivo.
Se dejaron ver cómo serán: un
espacio de gente que no tiene nada que ver, unidos por el afán de llegar al
Congreso, sin acuerdos estratégicos ni ideológicos.
Pero, de todo lo que les
pase, claro está, le echarán la culpa al kirchnerismo.
Eso sí.
Cortita
y al pie
Esta semana se darán a
conocer las encuestas definitivas sobre la elección en el mayor distrito del país, la
provincia de Buenos Aires.
Según quién las pague, dirán
que Sergio Massa aventaja a Martín Insaurralde o viceversa.
Están los que hablan de un
empate técnico, también.
Lo cierto es que en apenas
siete días se develará el misterio.
Por ahora, para no jugar
ingenuamente detrás de las cifras provisionales, hay que decir que se trata de
una elección primaria, que las definitivas son en octubre, que se eligen
diputados y senadores y no presidentes, y que los dos candidatos con mayores
posibilidades son dos intendentes, uno de Tigre, un partido con 380 mil
habitantes, y otro de Lomas de
Zamora, de casi un millón.
El primero se fue del
kirchnerismo hace poco, el segundo es kirchnerista ciento por ciento puro.
En el caso de Massa, la
estrategia final es sumar referencias antikirchneristas para captarle votos a
Francisco De Narváez; y en el caso de Insaurralde, mostrarse todo lo que pueda
junto a Daniel Scioli y Cristina Kirchner para dejar en claro que es el único
candidato oficialista.
El tigrense aspira a obtener
una ventaja que lo posicione como la apuesta anti-K en octubre, y el
kirchnerismo a mejorar su peor elección, que fue la de 2009, lo cual no parece
imposible.
Todo eso, recién, podrá verse
cuando las urnas se abran, pero dentro de dos meses.
RC/
Comentarios
Publicar un comentario