Las amenazas de la Gran Transformación (III) / Por Leonardo Boff
Para poner en marcha una Gran Transformación de otro tipo, que nos
devuelva a la sociedad con mercado y elimine la deletérea sociedad
únicamente de mercado, tenemos que hacer algunas travesías inaplazables.
La mayoría de ellas está en curso pero necesitan ser reforzadas. Hay
que pasar:
- del paradigma imperio, vigente desde hace siglos, al paradigma Comunidad de la Tierra; - de una sociedad industrialista, que depreda los bienes naturales y tensiona las relaciones sociales, a una sociedad de sustentación de toda la vida;
- de la Tierra considerada como medio de producción a la Tierra como un ser vivo, llamado Gaia, Pachamama o Madre Tierra;
- de la era tecnozoica, que ha devastado gran parte de la biosfera, a la
era ecozoica en la cual todos los saberes y actividades se ecologizan y
juntos cooperan para salvaguardar la vida en el planeta;
- de la lógica de la competición, que se rige por el gana-pierde y que
opone a las personas, a la lógica de la cooperación del gana-gana que
congrega y fortalece la solidaridad entre todos;
- del capital material siempre limitado y agotable, al capital
espiritual y humano ilimitado hecho de amor, solidaridad, respeto,
compasión y confraternización con todos los seres de la comunidad de
vida;
- de una sociedad antropocéntrica, separada de la naturaleza, a una
sociedad biocentrada que se siente parte de la naturaleza y busca
ajustar su comportamiento a la lógica del proceso cosmogénico que se
caracteriza por la sinergia, por la interdependencia de todos con todos y
por la cooperación.
Si la Gran Transformación de la sociedad de mercado es peligrosa, es
mucho más prometedora la Gran Transformación de la conciencia. Triunfa
aquel conjunto de visiones, valores y principios que más personas
congrega y mejor diseña un futuro de esperanza para todos. Esta es con
seguridad la Gran Transformación de las mentes y los corazones a la que
refiere la Carta de la Tierra. Esperamos que se consolide y gane más y
más espacios de conciencia y de prácticas alternativas hasta asumir la
hegemonía de nuestra historia.
Hay un documento antes citado por su valor inspirador y generador de esperanza: la Carta de la Tierra,
fruto de una vasta consulta entre los más distintos sectores de las
sociedades mundiales, desde los pueblos autóctonos y las tradiciones
religiosas y espirituales hasta destacados centros de investigación. Fue
animada especialmente por Mijaíl Gorbachov, Steven Rockefeller, el
ex-primer ministro de Holanda Ruud Lubbers, Maurice Strong,
subsecretario de la ONU, y Miriam Vilela, brasilera que desde el
principio coordinó los trabajos y mantiene el Centro en Costa Rica. Yo
mismo formé parte del grupo y colaboré en la redacción del documento
final y lo difundo en la medida de lo posible.
Después de 8 años de intensos trabajos y de encuentros frecuentes en los
distintos continentes, surgió un documento pequeño pero denso que
incorpora lo mejor de la nueva visión nacida de las ciencias de la
Tierra y de la vida, especialmente de la cosmología contemporánea. En
ella se trazan principios y se elaboran valores desde la perspectiva de
una visión holística de la ecología, que pueden efectivamente indicar un
camino prometedor para la humanidad presente y futura. Aprobada en 2001
fue asumida oficialmente en 2003 por la UNESCO como uno de los
materiales educativos más inspiradores en el inicio de este nuevo
milenio.
La hidroeléctrica Itaipu-Binacional, la mayor de su género en el mundo,
tomó en serio las propuestas de la Carta de la Tierra y sus dos
directores Jorge Samek y Nelton Friedrich consiguieron involucrar a 29
municipios que bordean el gran lago donde vive cerca de un millón de
personas y realizar de hecho una Gran Transformación. Allí se lleva a la
práctica efectivamente la sostenibilidad y se aplica el cuidado y la
responsabilidad colectiva en todos los municipios y en todos los
ámbitos, mostrando que incluso dentro del viejo orden se puede gestar lo
nuevo, porque esas mismas personas viven ya ahora lo que quieren para
los otros.
Si concretamos el sueño de la Tierra, esta no estará condenada a ser
como ahora, para la mayoría de las personas y de los seres vivos, un
valle de lágrimas y un viacrucis de padecimientos. Puede transformarse
en una montaña de bienaventuranzas, posibles a nuestra sufrida
existencia, y en una pequeña anticipación de la transfiguración del
Tabor.
Para que esto ocurra no basta soñar, hay que practicar.
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