Hace 174 años moria en Asuncion EL KARAI GUASU GASPAR RODRIGUEZ DE FRANCIA/ Escrito por Teodoro Boot / Nac & Pop
Sin haber declarado la independencia del Paraguay puede con justicia ser considerado el padre de la misma, asi como el principal artifice de su secesion de las Provincias Unidas
EL KARAI GUASU GASPAR RODRIGUEZ DE FRANCIA
Por Teodoro Boot*
Hace 174 años moría en Asunción Gaspar Rodríguez de Francia,
que sin haber declarado la independencia del Paraguay puede con
justicia ser considerado el padre de la misma, así como el principal
artífice de su secesión de las Provincias Unidas.
El caso de este doctor en Teología y
Filosofía no será raro en la historia de América. Denostado hasta la
infamia y la tergiversación por las gentes decentes y principales (hasta
el punto de haberse destruido el monumento que señalaba la ubicación de
sus restos, cuyo paradero en la actualidad se desconoce) fue
intensamente amado por los hombres y mujeres sencillos, hasta el punto
de que sólo otras dos personalidades recibieron el honroso título de Karaí Guasú (Gran Señor o Señor Grande)
por el que los pueblos de linaje guaraní conocieron a quienes habían
sido sus líderes y benefactores: José Gervasio Artigas y Francisco
Solano López.
Y por esas cosas del azar o acaso de la
clarividencia popular, el destino de estos dos hombres estuvo signado
por la elección que hizo Francia ante las opciones que se le presentaban
al Paraguay de su época.
Paraguay en 1810
Para el momento en que tiene lugar en
Buenos Aires la Revolución de Mayo, Asunción ocupaba el lugar de la
última de las periferias de un sistema extractivo que tenía como embudo
el puerto de Buenos Aires, gobernado por una burguesía intermediaria,
dueña del negocio de la importación y exportación, y por intelectuales y
políticos imbuidos de la ideología de la Ilustración y seducidos por
las teorías del liberalismo económico británico.
Tradicionalmente satélite de Cádiz y
concentradora de las riquezas producidas por el conjunto del virreinato,
Buenos Aires se integra con facilidad como satélite al sistema del
Imperio Británico. Desde allí se exportan las materias primas
producidas en el interior y se importan las manufacturas inglesas que
luego se revenden en todo el ámbito de las Provincias Unidas. Y así como
Inglaterra es metrópoli de Buenos Aires, ésta es, a su vez,
submetrópoli de las capitales de provincia donde actúan burguesías
intermediarias asociadas a la de la gran ciudad-puerto.
El historiador uruguayo Vivian Trías lo
explicaría así: “Las capitales de provincia operan según la misma
ambigüedad de Buenos Aires. Son satélites de aquélla, pero submetrópolis
de los pueblos y villas de la campaña. Y éstos, a su vez, son satélites
de las capitales provinciales y submetrópolis de su periferia rural. De
esa manera, una cadena de metrópolis-satélites y satélites-metrópolis
articula los intereses de la City londinense con el trabajo de los
productores rurales, los peones, arrieros, pastores, boyeros, etc.”
Pero no se trataba únicamente de que se
mantuviera constante el flujo de materias primas hacia la metrópoli de
ultramar y de que, por la misma ruta, en sentido inverso, las
manufacturas inglesas fueran libremente comercializadas sino de que,
siguiendo a Trías, “cada economía creciera ‘hacia afuera’,
especializándose en la producción de aquellas materias primas para las
cuales era más apta y que podía vender más barato, de que aceptara el
dominio de las finanzas inglesas, el diseño de los ferrocarriles
ingleses y cumpliera religiosamente con las reglas del patrón oro”.
Básicamente, lo que se ha dado en llamar “división internacional del
trabajo”.
Sin embargo, aun con la complicidad de una
clase dominante de terratenientes, comerciantes, mineros, banqueros y
políticos, no sería tan sencillo desplumar la gallina sin que chillara.
Y así como el sistema colonial español había acabado por provocar las
revoluciones independentistas y autonomistas, era dable esperar que este
sistema neocolonial despertara resistencias, las que dieron origen en
las Provincias Unidas a una larga guerra civil que no cesaría sino hasta
1880. Cabe apuntar que con la federalización del puerto y la aduana de
Buenos Aires terminaron los enfrentamientos armados pero sin que fuera
suprimida la distorsión que los había provocado.
Unitarios y federales
Ya desde los primeros momentos posteriores
a Mayo, Buenos Aires se arrogó la facultad de gobernar a las
provincias, actuar en su nombre e imponerles sus gobiernos, tendencia
que se acentuó con la instauración del Primer Triunvirato y dio origen
al unitarismo, expresión política de esa estructura dependiente. Se
trataba de instaurar un gobierno centralizado del conjunto de las
provincias, a las que revender las manufacturas británicas y de las que
extraer las materias primas según las fuera requiriendo la metrópoli. Es
así que bajo los auspicios de Rivadavia se exportan cebos y cueros y se
importan botas, ponchos tejidos en los telares industriales de
Manchester y hasta patines para hielo.
La incipiente industria criolla,
incapacitada de competir con las manufacturas británicas, quedó
arruinada por la libre importación, y con ella, las provincias, ya que
para los unitarios, el puerto y las rentas de aduana eran patrimonio
exclusivo de Buenos Aires. De ese modo, las rentas derivadas de la
riqueza que las provincias producían y de las manufacturas que
compraban, quedaban en Buenos Aires.
Semejante sistema afectaba en forma tan
notable los intereses y necesidades de los pueblos del interior, que
éstos reaccionaron encolumnándose detrás del más lúcido caudillos
argentino: José Artigas.
El programa de Artigas
La reacción artiguista fue instantánea,
prácticamente simultánea a los primeros intentos de instauración del
sistema unitario y es Artigas quien primero advierte dónde se encuentra
el origen de los males que se abaten sobre los pueblos del interior: el
dominio del puerto y de los ríos por parte de una burguesía
intermediaria, la apertura aduanera y el sistema en el cual medran las
clases dominantes locales, que al tiempo que son esquilmadas por la
metrópoli son a su vez las encargadas de esquilmar a sus propios
satélites.
En consecuencia, el programa artiguista
consistió en nacionalizar las rentas de aduana, proteger las artesanías y
pequeñas industrias, abrir la navegación de los ríos de manera de
habilitar otros puertos, distribuir la tierra entre los más humildes y
organizar a las provincias en una gran nación federal dotada de un
gobierno único capaz de expresar y respetar las autonomías provinciales.
Su lema “naides es más que naides” tenía un doble significado, el de
una nación donde rigiera la igualdad entre los hombres pero también la
igualdad entre regiones, y no un país compuesto de metrópolis y
satélites, submetrópolis y subsatélites.
La guerra civil provocada por proyectos
tan disímiles, que comienza con el desconocimiento y encarcelamiento de
los delegados orientales a la asamblea constituyente y la complicidad de
los gobernantes porteños con la invasión portuguesa a la Banda
Oriental, es el escenario en el cual Gaspar Rodríguez de Francia hará su
opción política y desarrollará su estrategia.
II. El Dr. Francia y el aislamiento del Paraguay
Probablemente ninguna otra ciudad del
virreinato se opuso más terminantemente que Asunción a la pretensión
hegemónica de la Junta de Mayo. Era lógico: si bien confinada en un
margen del sistema español y arruinada tras la expulsión de los
jesuitas, había sido desde Asunción desde donde se fundaron las ciudades
del litoral argentino, incluida la veleidosa Buenos Aires, y desde
donde el asunceno Hernandarias había regido los destinos de la
Gobernación del Río de la Plata y el Paraguay, así como era también
nacido en Asunción un nieto de Domingo Martínez de Irala y de Leonor,
una de sus concubinas de origen guaraní, el cronista Ruy Díaz de Guzmán,
primero en denominar Argentina a su región natal y primero entre
nosotros en usar la palabra patria para referirse a ella.
Por otra parte, desde sus mismos orígenes
el Paraguay tenía una fuerte tradición autonomista que le venía de la
temprana rebelión de Irala, la experiencia jesuítica y la revolución
comunera. Fue debido a estos antecedentes y a la situación
de último satélite del sistema de exacción virreinal que tenía como
principal submetrópoli a Buenos Aires, que Paraguay no se plegó al
movimiento revolucionario de Mayo, fue invadida por Buenos Aires y
derrotó al pequeño ejército comandado por Manuel Belgrano.
Poco después, al influjo de las
conversaciones con Belgrano y de las promesas de poder comercializar
libremente la yerba y el tabaco, la oligarquía asuncena instauraba una
Junta revolucionaria en la que Gaspar Rodríguez de Francia va cobrando
preeminencia y pronto dirige en los hechos la política exterior
paraguaya.
En principio, el nuevo gobierno
revolucionario firma un tratado con Buenos Aires que es considerado el
primer antecedente del federalismo y luego, lenta y perseverantemente,
Francia va imponiendo su idea aislacionista. Fiel a su lema de que “el
Paraguay no quiere paz ni guerra con nadie”, hace lo imposible por no
verse involucrado en la guerra civil que ya entonces anarquiza a las
Provincias Unidas, impidiendo su desarrollo.
La anarquía
¿Qué la “anarquía al modo de ver de
Francia? No otra cosa que el choque entre el proyecto neocolonial y el
independentista, que toma la forma de un enfrentamiento cada vez más
violento entre las elites comerciales y terratenientes apoyadas en
ejércitos de línea, y los pueblos desposeídos conducidos por sus
caudillos.
La consecuencia del afán aislacionista de
Francia, empeñado en mantener al Paraguay a salvo de la guerra civil, es
la elección de una estrategia contraria a la de los unitarios porteños,
pues se tratará entonces de “crecer hacia adentro”, para lo cual se
hace necesario adoptar o más precisamente llevar a la práctica el
programa artiguista, aunque en el caso de Paraguay esto se hará con una
sustancial salvedad que, según se mire, desencadenará a la postre la
tragedia.
A la vez que Francia rechaza la invitación
de Artigas a sumar al Paraguay a la Federación de los Pueblos Libres,
se le hace evidente que para perseverar en el aislamiento y propiciar un
desarrollo autónomo deberá enfrentar a la clase dominante local,
vinculada comercialmente con la metrópoli británica o en su defecto, la
submetrópoli porteña. Valido de su prestigio como distinguido abogado
que nunca ha cobrado honorarios a los pobres, se apoyó en los
campesinos, mayoritariamente indígenas, peones, artesanos, modestos
industriales y comerciantes. Y no vaciló en reprimir la conjura de
1820, sancionando con el patíbulo, la cárcel, el destierro, y muy
especialmente la confiscación de bienes, a lo más granado de la elite
paraguaya.
Su actitud ante las diversas clases
sociales no dejaba lugar a dudas. En un furibundo panfleto publicado en
Buenos Aires, el opositor Fray Mariano Velazco escribía: "A vosotros
consta por experiencia que cuando llega a sus puertas un rústico o torpe
campesino, al punto le franquea su trato familiar y la licencia para
estrecharse con él. Admira el ver a este hombre encapotado y taciturno,
rebosando de alegría. ¡Con qué cariño recibe a su gran huésped! Lo toma
de la mano, lo introduce en su mismo estudio, lo acaricia, lo halaga, lo
palmea, lo llena de satisfacción, le sienta a su lado... Por el
contrario, si pide audiencia un ciudadano culto y noble, lo veis ya
transformado en una figura muy diferente y tan feroz como su genio”.
El crecimiento hacia adentro
El aislamiento político tenía
necesariamente que derivar en el aislamiento económico, pero la
estrategia del doctor Francia no consistió solamente en “prohibir” los
vínculos con el exterior sino en sustituir el “crecimiento hacia fuera”
por el “crecimiento hacia adentro”, tarea que no podía ser encarada por
una elite revendedora de las mercaderías europeas importadas y
exportadora de yerba y tabaco. Sostiene el historiador Vivian Trías:
"No había en el Paraguay una verdadera burguesía nacional e industrial.
De ahí que para ensayar la autarquía hubiera que quebrar el espinazo a
la elite asuncena y poner en manos del Estado, apoyado en las masas, la
dirección de la nueva política económica”
Esa nueva política consistió en disminuir o
directamente eliminar la apropiación de los intermediarios internos del
Paraguay (comerciantes españoles, acopiadores, grandes hacendados y la
Iglesia como propietaria, financista y cobradora de diezmos y otros
beneficios) transfiriendo los beneficios a los productores primarios
mediante el arrendamiento a bajo precio de las tierras expropiadas, y la
eliminación de los intermediarios externos mediante el monopolio
estatal del comercio exterior y el manejo de las licencias comerciales,
la fijación de precios mínimos para los productos de exportación y de
máximos para los de importación.
El Estado comenzó a ser un gran actor en
el mercado, tanto en la compra como en la venta, utilizando las
Estancias de la Patria y los Almacenes del Estado. Asimismo, intervino
en la demanda de mano de obra, en la fijación de salarios, las tarifas
de los arrendamientos, y para, evitar las fluctuaciones derivadas de los
tiempos de escasez y la consiguiente especulación, el establecimiento
de precios máximos a bienes de primera necesidad como la carne, el maíz,
la mandioca y la sal. Esto provocó una importante redistribución de la
riqueza hacia los campesinos y artesanos, que fueron también
beneficiados con una reforma impositiva de carácter progresivo. El
resultado fue la conformación de un Estado lo suficientemente fuerte
como para impedir la concentración o la fuga de las riquezas.
III. La enseñanza paraguaya
El aislamiento –que en rigor de verdad no
fue tal, pues Francia no prohibió el comercio exterior, sino que lo
nacionalizó–, supuso inevitablemente la desarticulación de la
oligarquía, concitó el apoyo popular y propició el desarrollo económico
autónomo.
A fin de un mayor control y
desconcentración, se establecieron dos puntos de comercio exterior,
anteriormente concentrado en Asunción: uno en Itapúa, para el tráfico
con Brasil, y el otro en Pilar, para el comercio con el litoral
argentino.
El impuesto sobre las importaciones era
de un 19% sobre el precio de la mercadería, pero podía modificarse en
cada caso, mientras que las exportaciones, también muy controladas a fin
de reducir evasiones, eran gravadas con un 9%, prohibiéndose el pago en
metales preciosos y, como modo de evitar el monopolio comercial de
extranjeros y la escasez de plata, se estableció el trueque obligatorio
por productos paraguayos.
Los dueños de la tierra
Una de las primeras medidas de Francia
había sido la de revertir el proceso de concentración de tierras que
tuvo lugar luego de la expulsión de los jesuitas, para lo que comenzó
por apoderarse de las tierras que habían pertenecido a las misiones, y
expropiar y multar a los grandes propietarios, incluida la Iglesia, a un
ritmo tal que para 1840 más de la mitad de las tierras de la Región
Oriental y la totalidad del territorio del Chaco pertenecían al Estado.
Estas tierras eran arrendadas a los
campesinos con la condición de ser dedicadas a cultivos decididos por el
Estado tendientes a lograr el completo autoabastecimiento del país. Fue
así que el arroz el maíz, las legumbres, el algodón que anteriormente
debían comprarse en el exterior, al promediar el período francista se
producían en el país en cantidad suficiente para cubrir las necesidades
de la población y aun ser exportados. Asimismo, con la organización de
las Estancias de la Patria, se impulsó la producción ganadera y se
reinstauró la práctica jesuítica de hacer dos cosechas anuales.
Educación popular y desarrollo industrial
La educación pública primaria se hizo
obligatoria y gratuita y se extendió a todos los niveles de la sociedad.
En un principio, las municipalidades locales fueron encargadas de
abonar a los maestros y los jueces locales de construir nuevas escuelas
de manera tal que a menos de quince años de la revolución prácticamente
la totalidad de los paraguayos estaban alfabetizados. Para 1835 el
Estado abonaba salarios uniformes a 140 maestros rurales, a los que
también proveía de vestimenta y ganado, que enseñaban a 5000 alumnos.
Durante el gobierno del doctor Francia se
creó la primera Biblioteca Pública del Paraguay en base a herencias en
favor del Estado, a confiscaciones a la clase ilustrada, así como a la
biblioteca personal del propio Francia.
Junto al notable incremento de la
producción agraria y al régimen de tenencia de la tierra que benefició
básicamente a la población campesina, al cesar la importación de
numerosas manufacturas, se produjo un desarrollo impensado de la
producción artesanal e industrial.
A la muerte de Francia, ocurrida el 20 de
septiembre de 1840, el Paraguay estaba listo para el gran salto
industrializador que impulsaría Carlos Antonio López, quien profundizó y
sistematizó la política económica francista.
Conclusión
Carlos Antonio López completó la
estatización de prácticamente la totalidad de las tierras, que eran
cedidas en explotación a los campesinos por ocho años renovables, dio a
los pueblos indígenas la nacionalidad paraguaya, otorgándoles la
igualdad de derechos, y con los recursos del comercio exterior construyó
importantes obras de infraestructura, como el alto horno de Ibicuy, los
astilleros desde los que se armó una importante flota fluvial, el
tendido del primer ferrocarril de Sudamérica y de una amplia red
telegráfica, y se financió un desarrollo industrial inusitado para época
y la región.
Pero el sistema de Francia constituyó
también una limitación. Como pudo comprobarse dos décadas después, la
derrota de la oligarquía local en base al aumento del poder popular, la
justicia social, la defensa de la soberanía y el desarrollo industrial
no serían suficientes para consolidar un país independiente si
simultáneamente no se construía una nación, la Patria Grande republicana
y federal que proponía Artigas.
Fue así como al no llegarse a una solución
justa al problema del puerto y los ríos para que dejaran de ser
privilegio porteño y fueran patrimonio de todas las provincias, el
desarrollo y la independencia paraguaya serían trágicamente truncados
por obra de las elites mercantiles frente a las cuales el doctor Francia
había dejado solo a José Artigas.
Además de mantener una sorprendente
actualidad, la experiencia paraguaya muestra de qué modo son posibles el
desarrollo industrial, la igualdad social y la soberanía política
mediante el fortalecimiento del Estado, el empoderamiento de los
sectores populares, la destrucción de las oligarquías nativas y la
apropiación por parte del conjunto de la sociedad de las rentas del
comercio exterior. Pero muestra también las enormes dificultades de ese
sistema para prolongarse en el tiempo si paralelamente no se lleva a
cabo un simultáneo proceso de integración regional, justa y equitativa,
que diluya las desigualdades y dé forma a una nación sudamericana de
carácter republicano y federal.
Si los pueblos, diría el Dr. Francia, no
se organizan según sus aspiraciones y necesidades, serán organizados
según los intereses y propósitos de las potencias.
NOTA
El correo-e del autor es teoboot@gmail.com
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