Buscando el piso: la catástrofe del Partido Colorado (Uruguay) by FG / Entrada nueva en RFU
Se
ha dicho muchas veces desde las elecciones que la situación del Partido
Colorado (PC) es delicada. Esto es evidente para cualquiera que haya
visto los resultados, pero creo que todavía no se ha tomado conciencia
de la magnitud de la catástrofe que sufrió el partido de Rivera y
Batlle.
Repasemos:
el PC perdió sus dos últimos bastiones en el interior, Salto y Rivera,
votando muy mal en ambos y quedando tercero en el segundo; casi
desapareció en la periferia de Montevideo (histórico reducto del
partido), donde llegó apenas a superar 6% de los votos en algunos
barrios; y obtuvo a nivel nacional una votación casi tan mala como la de
2004, pero sin haber mediado una crisis como en 2002. Es la tercera
elección consecutiva en la que queda tercero, y la segunda en la que
enfrenta el balotaje como socio minoritario del Partido Nacional (PN),
probablemente para perderlo de nuevo. Para colmo, no puede aprovechar la
elección de mayo para recuperarse en Montevideo, ya que competirá
dentro del Partido de la Concertación, junto con los blancos.
A
nivel de liderazgo, si bien es esperable que después de dos malas
elecciones el de Pedro Bordaberry se vea cuestionado, no parece haber
candidatos obvios a disputárselo. José Amorín Batlle es el líder de la
fracción minoritaria, pero fue categóricamente derrotado tanto en la
elección interna como en la competencia por los escasos parlamentarios
que logró el partido. Coutinho podría ser otra opción, pero no sólo fue
vencido junto con Bordaberry como parte de la fórmula, sino que ni
siquiera pudo lograr una votación aceptable para el PC en Salto, donde
es intendente. Por último, Fernando Amado se perfila con una voz
diferente, pero no parece haber mucho lugar en el partido para sus
coqueteos centristas, especialmente si recordamos que en las internas
perdió la competencia por marcar votos entre los dirigentes
montevideanos de Vamos Uruguay contra Guillermo Facello, del “grupo de
amigos de Óscar Magurno”. Los líderes históricos, Jorge Batlle y Julio
María Sanguinetti, no pueden salir al rescate por su edad y por el
rechazo que inspiran en enormes segmentos de la población.
En
cuanto a lo ideológico, el panorama no es mejor. La apuesta a la baja
de la edad de imputabilidad fue un fracaso, no sólo por la derrota del
plebiscito sino también porque éste generó el peor de los escenarios
para el PC: lo dejó aislado pero incapaz de cosechar los votos de los
partidarios de la iniciativa, entre los cuales (si suponemos que todos
los colorados votaron “Sí”) apenas uno de cada cuatro lo eligió. La
apuesta a “correr por derecha” a Luis Lacalle Pou no dio resultado, y
las reivindicaciones legalistas fueron recibidas por el electorado con
un encogimiento de hombros. Por si todo esto fuera poco, la invocación
del ya muy lejano batllismo no es creíble viniendo de un partido que se
ha pasado los últimos años criticando a los sindicatos, la intervención
estatal, las políticas sociales y el avance en derechos individuales.
Los
colorados deberán afrontar una verdadera crisis existencial. Deberán
pensar sobre su relación con el PN, y hasta qué punto les conviene
conformarse con ser el ala derecha y minoritaria de una coalición con
él. Hasta qué punto tienen vocación de gobierno, qué proyecto de país
tienen en mente y qué relación tendrán con las organizaciones de la
sociedad civil, ahora que parecen haber perdido por mucho tiempo al
Estado, su tradicional plataforma política.
Por
suerte para ellos, el sistema electoral los protege. Los sistemas con
balotaje favorecen la existencia de tres partidos grandes, y la
representación proporcional en el Parlamento permite sobrevivir a los
pequeños. Pero aun allí hay nubes en el horizonte. Por un lado, abundan
las especulaciones (tanto entre frenteamplistas como entre blancos)
sobre una reforma electoral que disminuya o elimine esta protección. Por
otro lado, ¿quién le garantiza al PC que en 2019 va a ser la tercera
fuerza?
El
Partido Independiente (PI), por más que hoy sea muy pequeño, es un
serio contendiente. En primer lugar, por ser un portador mucho más
creíble que el PC actual del legado batllista, y en segundo lugar por
haber mantenido su independencia, tanto del FA como del PN. Incluso en
lo puramente cuantitativo no está tan lejos: en Montevideo logró 4,22%
de los votos, frente a 11,08% de los colorados. Es claramente menor,
pero comparable. Además, la existencia de importantes descontentos a la
izquierda del FA no permite descartar la aparición a mediano plazo de un
partido verde o una “izquierda de la izquierda”, capaces de cosechar
parte importante del electorado.
El
escenario para los colorados se presenta verdaderamente aciago. Una
recuperación no es imposible, y nunca se puede dar por muerto a un
partido que ha demostrado una resiliencia extraordinaria en los últimos
dos siglos. Pero hoy no parece claro con qué recursos políticos e
ideológicos se podría lograr. A principios del año electoral se discutía
si el PC, bajo el liderazgo de Bordaberry, tenía techo. Ahora hay que
empezar a discutir si tiene piso.
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