Don Cipriano 11 / Por Josè Luis Facello
La habitación
del anciano era un arcón sumido en tinieblas y él acosado por fuerzas
misteriosas temía sucumbir a la desmemoria. A poco reconoció el lugar al
escuchar el chirriar de un horcón preso del viento y después y sin pizca de luz
acomodó la cobija sobre los entumecidos pies, dolidos como en el instante que
los finos colmillos de la serpiente hienden la carne. En busca de alivio al
dolor y al temor tanteó bajo la almohada la culata del revólver. Vichó
inútilmente la rendija de la puerta sin rastro del anaranjado resplandor de los
rescoldos y así, con los ojos abiertos y el cascabeleo de sus pensamientos
aguardó sin esperanza el amanecer.
Lo de Segundo
José fue una fatalidad porque no se merecía una… era un buen muchacho pero los
sueños a veces no cuajan con la realidad. No hubo discusión alguna porque no
podía haberla, era un buen hijo y nadie lo echó de la estancia pero estaba
visto que un día juntaría los petates para rumbear buscando su destino. Como en
otras ocasiones ensilló el parejero bayo calzado de tres y embozaló el colorado
de la estrella. Parece que lo estoy viendo…
Lo dejo por
unos días Tata, dijo el muchacho con cierta parquedad fruto del momento porque
su temperamento era más bien jodón, voy a hacerme de un capital y como no soy
amigo del juego, menos de las pencas del 25 de Agosto, voy a cruzar la frontera
por la sierra de Acegúa. Conocía los trillos de los contrabandistas y conocía
el negocio, bastaba con dos alforjas cargadas con cuerdas de tabaco en rama y
otro poco de hojas de tabaco blanco. Y entre los pliegues amarronados de la
nicotina bien a resguardo, tres onzas de pepitas de oro provenientes del río
Camaquá. Si sorteaba las dificultades bajaría a la capital a visitar la joyería
de la calle Andes, un pequeño negocio encubierto donde el viejo Sylock transaba
alhajas y relojes con modestos préstamos a alto interés. El comercio ilegal le
quitó el sueño a más de un criollo y los sueños de independencia condenaron al
General Celeste a los confines del chaco paraguayo, contaba 54 años poco más que la edad de su padre,
pensaba mientras la cabalgadura lo guiaba por los umbrosos pasos de la sierra.
Como decía mi
muchacho, hablar hablan pero sin fundamento, porque nadie sabe nada o dicen no
saber de lo que ocurrió aquella madrugada. Hay un parte de la policía y otro
del boticario del pueblo, se tejieron rumores sobre un informe secreto del
perito que se allegó de parte de la policía de Montevideo.
Y los
comentarios que pueden germinar en un sitio enviciado como el tugurio del turco
Abenquefit.
Policía Departamental de Cerro Largo.
21 de Junio de 1952.
En el día de la fecha, presente en comisión de la
comisaría a cargo del Crio. Sr. Raúl Andújar Mutarelli, el mismo da cuenta que
en el parage descrito como Puntas del arroyo Quebracho, munido de información
fidedigna como confidencial se procedió al premeditado operativo de control de
la frontera seca, en un total de acuerdo al plan de acción con el conocimiento
y aprobación del señor Juez actuante, Dr. Isidoro Beltrán Prado.
Siendo alrededor de la hora 3 del día en curso se dio
inicio al procedimiento de aproximación al citado lugar y montó una guardia
emboscada con catorce (14) agentes al mando de quien suscribe este parte. Sin
novedades hasta la hora 3.48 cuando un adelantado dio el alerta convenido al
divisar a uno o dos jinetes acercándose por el Norte, sin dar mayores detalles
de un paisaje sin detalles porque la neblina lo cubría todo y a la mismísima luna
llena. Cinco minutos más tarde, el reloj del comisario marcaba la hora 3.53, se
escuchó un grito en la picada de quien se comprobó posteriormente como la
primera víctima, el cabo Calixto Silva Silva. La noche se adueñó en silencio
del monte donde los funcionarios desde sus puestos escrutaban, inútil de pura inutilidad, la impenetrable
blancura cuando otro grito desgarrador atravesó la falda de la cuchilla en tanto
melló el espíritu de los agentes que astutamente retrocedieron para agruparse
con el común sentido de la supervivencia, ante un enemigo desconocido como
invisible a esa hora. A poco de hacerse el férreo ñudo defensivo se rompió el
silencio tres veces más pero para entonces nadie recordaba la hora. La voz del
baquiano, peón Tristán Arancibia, advirtió que de los escurridizos matreros no
había rastro alguno tanto que despistó a los perros. A la hora 4.15 pasamos
revista y fueron reportados cinco (5) desaparecidos entre la inmensidad de la
niebla. Para entonces y sin decirlo, se supo después de que todos especulaban
con la fuga de los malvivientes. Pero, a la hora 6.45 la visión se recuperó un
tanto con la fantasmal aparición de un jinete encapotado, sin rostro visible, a
quien se dio tres veces la voz de alto, pero visto lo negativo del resultado se
disparó un tiro de advertencia y ante la falta de respuesta positiva porque el
aparecido no se inmutó, la pavura fue mayúscula y sin que mediara orden alguna
se abrió fuego a discreción. Pasada la hora 8.30 se procedió con las
previsiones del caso a una maniobra de rodeo, que fue cuando el agente
Santillán encontrase malherido con tres heridas de bala al desconocido,
identificado después de algunos cabildeos de los presentes y corroborado
posteriormente por el boticario del pueblo, Dr. Julián Cordero, coincidiendo
por unanimidad en que el occiso en cuestión era Segundo José, hijo de don
Cipriano y doña Azucena, patrones de “Cuatro Ombúes” y vecinos principales. El
occiso vestía ropa de paisano, poncho negro y botas de cuero. Se decomisa en
ésta, un caballo bayo y el recado, una carona repujada con las iniciales “ese”
y “jota”. También una alforja conteniendo: 1) ocho (8) rollos de naco de buena
calidad; 2) veinte (20) kilos de tabaco seco en hoja de inconfundible
procedencia brasilera. Queda en un parte aparte dar cuenta del hallazgo de
cinco (5) cadáveres a saber: Mario Sosa Medeiros; José María Machado Blas;
Feliciano Varela Sosa; Manuel Pintos Lindahl y Alcides Pintos Lindahl, todos
los nombrados agentes de esta comisaría.
A pedido de la autoridad competente, cerca del
mediodía, el que suscribe Dr. Julián Cordero boticario matriculado N° 357, se
presentó en el patio de la comisaría después de atender un parto en el
domicilio de la Sra. Josefina Berrenechea de Ponce, quien dio a luz su noveno
hijo, un varón sano de unos tres kilos y medio.
De manera preliminar, cinco de los cadáveres presentan
desgarramiento muscular y cortes profundos en la garganta, en músculos geniohideo,
miohideo, masetero y en zigomarico mayor. A simple vista del hueso hioldes y el
cartílago tiroideo se aprecian signos de trituración, prima facie como efecto
de tracción y cortes semejantes a los producidos por los colmillos de un gran
felino.
El cadáver identificado con el N° 6 presenta cinco
perforaciones de balas de grueso calibre y efectos mortíferos, a saber: en
hueso temporal sin orificio de salida; en tetilla izquierda con orificio de
salida por la escápula; en el tórax, región del ventrículo derecho. Se aprecian
impactos en el muslo y en el antebrazo, izquierdos.
Jefatura de Montevideo
Dto. Delitos de Frontera
Comisión 032/52
Oficio del Perito Forense
“A diecisiete horas posteriores al acto delictivo
acaecido en Puntas del A°. Quebracho, departamento Cerro Largo, constituyo en
el lugar en mi carácter de perito forense de la Jef. de Mdeo.
VISTO, los antecedentes aportados por el Sr. Crio.
Raúl A. Muttarelli de la Comisaría de Tupambaé, según consta en Anexo I;
adjuntando información profesional del boticario del lugar en el Anexo II;
recabado testimonio de los actuantes por quien suscribe,
CONSIDERO, a título cuasi definitivo que: a) Las
víctimas policiales en cumplimiento del deber en artero enfrentamiento armado cuenta
cinco funcionarios; b) Caratulado como: “Represión del contrabando en la
frontera seca/52”; c) Registrándose un
malviviente con residencia en el departamento; d) Los occisos presentan en
todos los casos impactos de bala verificándose positivamente un total de diecinueve
tiros. e) Fueron constatadas múltiples contusiones y cortes de arma blanca, y/o
desgarramientos musculares atribuidos al espinal, ramas de tala, etc. atribuido a rodadas en el escarpado terreno.
CONCLUYENDO, el presente informe a disposición de la
autoridad competente y dando conformidad a los protocolos de seguridad
interior, que los elementos expuestos como semiprueba son, para este perito, de
absoluta veracidad”.
El operativo conocido como “El maldito tabaco” puso en
alerta máxima a las autoridades del departamento y del Ejecutivo de la
República quien no dudó un instante en movilizar a las tropas para la represión
al contrabando y los matreros rurales, por una contingencia perturbadora de la
paz pública y las garantías constitucionales.
Durante los seis
meses posteriores al sangriento evento no quedó galpón de esquila, humilde
tapera o apartada picada que distara a menos de una legua de la frontera con
Brasil que no fuera rastrillado por el ejército, ocasión que aprovechó la
cancillería brasilera para reclamar formalmente por una explicación al
inusitado movimiento de tropas, considerando el asilo que este gobierno
brindara a los jefes de la oposición, dijo con indisimulado orgullo Bonifacio
Torres del Campo, soldadito con asiento en el cuartel de Santa Clara de paso
por el boliche del turco.
_ Nada nuevo
bajo el sol, acotó un parroquiano que calzaba boina blanca.
_ Y que
tampoco es poca cosa… intervino otro con mesurada sencillez.
_ Como quien
dice… ya pasó un año de que lo difuntaron a Segundo José, aventuró de mal
talante el turco Abenquefit.
_ Y pa’colmo
de males tuitos los difuntos eran del pago… tuitos conocidos y guena gente,
pué… adicionó un vecino compungido por tanta adversidad.
_ Y sin
maliciar… el desconocido apuró de un trago el vaso de caña blanca, dicen que
hubo mucho ruido y pocas nueces.
_ Disculpe, retruco el vecino sin
animosidad, ¿usted lo dice porque después de tanto alboroto se llevaron presos
a los linyeras que dormían atrás del galpón del ferrocarril?
_ ¿Alboroto
dijo? espetó el soldado, disculpen pero ustedes no saben los recursos del
tesoro que se gastaron en el semestre de expedición… no solo plata, movilizaron
a ciento veinte montados, instalamos cuatro campamentos y una carpa sanitaria
amén de evacuar una sala del hospital de Melo, por si las pulgas… Solamente
donde yo estuve asignado carneamos dos vacas machorras y ochenta y pico de
capones gordos.
_ Asunto que
alborotó mesmamente a los estancieros, dijo el patrón del boliche.
El soldado
observó por el rabillo del ojo y retomó la palabra.
_ Y por si
fuera poco hubimos de lamentar dos bajas en servicio, un asunto mantenido en
silencio por orden de la superioridad… tuvimos un milico caído en la luna llena
de junio y otra víctima, un teniente joven mesmamente en la luna llena de
agosto. Un agosto frío como nadie recuerda…
_ Se comenta,
terció un muchacho huesudo y barrigón, que’l patrón de “Cuatro Ombúes” no
aportó ni con charqui…
_ Yo decía
nomás… el desconocido pidió otra caña y le hizo un convite al soldado que
aceptó agradecido, digo porque en Bagé anda dando vueltas un rumor de una carga
que traía el muchacho... y de la que nadie menta nada.
_ Gueno, en
el pueblo es sabido que’l dijunto traía naco y tabaco, dijo a manera de
certificación un muchachito, casi un guri.
El turco
clavó la mirada en el forastero y algunos parroquianos cruzaron miradas
inquietas, evasivas, y hasta el mismo aire se enrareció al tiempo que una
niebla helada se colaba por la puerta entreabierta del boliche.
_ ¿Y de ahí?
se animó a pronunciar Torres del Campo.
_ Digo, dijo
el forastero, porque presumen en Río Grande que el Segundo traía otras cosas…
muchas onzas de oro puro.
_ ¡Pa! otra
vez la chancha se ganó en el cuadro de los boniatos, dijo alguien.
_ ¡Joder! escupió el gallego Martínez, lo que
es a mí ni me cuenten, ¡historias donde abunde el oro de seguro acarrean
desgracias!
La neblina
impuso el silencio y la puerta entreabierta, como en los velorios de la campaña
invitó al recogimiento.
_ Da que
pensar… aventuró por lo bajo Abenquefit, a Segundo José le sobraba coraje como para meterse en semejante
negocio… y por arriesgada que fuese la cosa no le esquivaba al bulto.
_ Me viene a
la memoria, dijo un sujeto de revueltas barbas canas, la odisea del paisano
Martín Aquino.
_ ¡Qué cayó
la bocha lejos! espetó el paisano de la boina blanca.
_ Complicadas
son las cosas… siseó el soldado.
_ ¿Complicao?
preguntó al voleo un pardo muy anciano en el que nadie había reparado,
mimetizado en la penumbra y la cara medio oculta detrás de una botella de vino
carlón.
Peligroso, les dice un servidor… Ustedes…
algunos parece que se han encandilau con el julgor del oro perdido… pero yo les
alvierto y naides se ofenda… pondería más atención en unos briyos que nos
espían en el pago, ende que la ñieblina llegó…
Ustedes no lo nuembran… pero tuitos lo están
sabiendo… hace tiempo que en la cuchiya al claror de la luna llena nos ronda el
lobizón
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