Sindicalismo hereje. Por J.J. Ferrite
Una de las acepciones de hereje reza: “persona que disiente o se aparta de la línea oficial de opinión seguida por una institución, una organización, una academia, etc.”
En Argentina, el próximo 25 de octubre se realizarán elecciones para elegir presidente de la nación, dado en un contexto signado por doce años de transformaciones, que sin ánimo de abrir juicio sobre la administración kirchnerista, podríamos resumir como el paso del infierno del año 2001 a una situación a todas luces mejorada, y que si bien no alcanza el cielo de los inocentes, tampoco es el apocalipsis denunciado por sus detractores.
La identidad de la clase trabajadora es, desde 1945, básicamente peronista.
Se fortaleció al calor de las luchas contra los gobiernos militares instaurados a partir del golpe de 1955 que con pequeños lapsus de gobiernos civiles (Frondizi, Illía, Cámpora, Perón e Isabel Martínez) perduraron con el discurso de los fusiles hasta el triunfo de R.Alfonsín.
Dos hitos sacudieron las certezas peronistas en el imaginario de la clase obrera argentina, una fue justamente la derrota electoral del Partido Justicialista en los comicios de 1983 y otra, el travestismo político inaugurado bajo el gobierno de C.Menem. Desde entonces, la identidad de los trabajadores se adecuó hacia un perfil no tan nítido, diverso y confuso, en parte también, debido a la segmentación social y la crisis económica generada por la instauración del liberalismo ajustador, sin cortapisas.
Los dirigentes sindicales no salieron indemnes a los cambios ni a la sucesión de crisis recurrentes, que a la postre llevó a divisiones y nuevas divisiones de la CGT, histórico bastión si se quiere, del ideario peronista.
Ideario de la clase trabajadora peronista que expresaban dos documentos, el Programa de La Falda de agosto de 1957, y el de Huerta Grande de junio de 1962, que fueron los dignos antecedentes del Programa del 1º de Mayo, que en 1968 se publicara en el Nº 1 del periódico de la CGT de los Argentinos.
A estos emblemáticos documentos remite la militancia peronista cuando se trata de delimitar el quehacer político en tiempos signados por las derrotas, las confusiones y las luchas. Estos documentos fueron rectores para la militancia de la CTA y el MTA en la década de la resistencia al menemismo.
La gestión de Cristina Kirchner en la presidencia fue uno de los remanidos argumentos que pretendió justificar la divisoria entre la CGT-oficialista y la CGT-opositora, estos últimos denunciando al gobierno por la falta de voluntad para el diálogo; el autoritarismo, cuasi una dictadura, encarnado en la presidente CFK y el peligro del flagelo cismático en el seno de la familia y la sociedad, muy en línea con el pregón de los grupos de comunicación, principalmente La Nación y Clarín, y sus portavoces de fuste como J.Lanata, M.Legrand, N.Castro, etc.
Pero bastaron algunos reclamos y movilizaciones durante unos pocos años, en particular de los gremios del transporte y los sindicatos ruralistas para perfilarse el ADN del sindicalismo hereje.
Los mensajes de la CGT-opositora y sus aliados fueron contradictorios con su propia historia, reducidos al reclamo sectorial y con manifestaciones públicas de estrecho contenido ideológico donde la presencia de los trabajadores en las calles fue mermando a unos pocos miles.
El clamor en contra del impuesto a los salarios cayó en saco roto porque solo afecta al 10% de los trabajadores con sueldos altos, de más de 15 mil pesos; cuando la media de los sueldos está entre 5 y 10 mil pesos y que para los trabajadores con ingresos bajos aquel reclamo resultó alejado a su interés. Para otros, fue incluso falta de solidaridad de la CGT-opositora con los que menos ganan porque los paros del transporte, léase trenes y colectivos, afectaban a los trabajadores más necesitados. Incluidos los trabajadores en negro y los cuentapropistas.
Dicho esto, vale decir que muchos de los reclamos son justos y atendibles, y merecen una resolución diferente.
Pero nuevos eventos corrieron el eje del reclamo gremial hacia el enfoque político, considerando las vísperas de los comicios como ya dijimos.
Hubo sindicalistas tránsfugas, de segunda importancia, que cambiaron de partido; otros tomaron una actitud prescindente rayana al ostracismo, en tanto el referente principal de la CGT-opositora, H.Moyano, se sacaba la foto con M.Macri un personaje impresentable de la derecha, del empresariado y la embajada norteamericana. Pero es precandidato a la presidencia desde que representa a la mayoría de los porteños, a Buenos Aires la ciudad más importante del país.
Candidato que arenga por cambios y transparencia mientras parte de su equipo, porque tienen equipo, está sospechado o procesado por ilícitos económicos, abuso de poder, o incumplimiento de la funciones públicas. En primer término están involucrados M.Macri y el celebérrimo periodista deportivo F.Niembro, que como síntesis de su pensamiento recomendó “que los que quieran ver fútbol gratis por la televisión se vayan a Cuba…”
El sindicalismo hereje es el fruto maduro sino podrido de la convivencia con el poder, la adaptabilidad a sobrellevar sin tapujos ni pruritos éticos al sindicato poderoso, con trabajadores bien remunerados, pero que dan la espalda al resto de la clase trabajadora. Sindicalistas que atienden a los dos lados del mostrador, que trafican influencias en las empresas públicas, que se asocian a empresarios privados, que hacen lobby en defensa del interés sectorial, pero que callaron cuando se trata de la disputa con los fondos buitres, sepultaron en el olvido a los compañeros desaparecidos, que les pasó a un palmo de nariz la historia reciente y no cayeron en cuenta del proceso de cambios, si se quiere rengo, con marchas y contramarchas, pero nuestro, de los trabajadores argentinos.
El sindicalismo hereje, como buenos negadores de la realidad se recluyen en un relato ahistórico, y por eso esgrimen el recurso de la descalificación de sus adversarios y caen en el ausentismo a todo acto, o sueño, o realización donde nuestro pueblo sea el protagonista.
El 25 de octubre escucharemos la voz del pueblo para saber quién es quién, hombres y mujeres, en cada rincón de este bendito país.
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