UPM 2: ¿Entreguismo o Desarrollo? / SEMANARIO VOCES


UPM 2: ¿Entreguismo  o Desarrollo?

El viernes pasado unas doscientas personas aproximadamente se concentraron en la Torre  Ejecutiva en nombre del movimiento ciudadano UPM2  NO, para entregar las cinco mil firmas recolectadas hasta el momento para solicitar que el gobierno desista del acuerdo con la empresa finlandesa para instalar una nueva planta de celulosa en nuestro país. 
¿Necesita el Uruguay inversión extranjera para desarrollarse? ¿Es correcto dar exoneraciones especiales a empresas multinacionales? ¿Habría que otorgarle los mismos privilegios a los empresarios uruguayos?  ¿No hay un fundamentalismo ambientalista en el movimiento en contra de la planta de celulosa?  ¿Se podrían lograr más empleos y beneficios para el país si se invirtieran los mil millones que exige UPM para infraestructura en otras áreas? ¿Turismo por ejemplo? ¿Qué balance  se puede hacer de las dos plantas de celulosa que ya existen?  ¿Hubo desastre ecológico? ¿Qué alternativa  económica existe  frente a UPM2?

Desarrollo o muerte por Oscar Ventura
Uruguay no es un país geográficamente pequeño, pero sí demográficamente pauperizado. Los hechos demuestran que no podemos desarrollarnos apostando únicamente al consumo interno. Por eso es necesario abrirse al mundo. Y los hechos demuestran también que sin inversión no se puede pelear en la cancha grande. Pero el ahorro de los uruguayos no es suficiente para esa inversión. De donde se sigue que sin inversión externa jamás tendremos crecimiento como para convertirnos en un país desarrollado.
Aceptado lo anterior, es claro que las inversiones deben aceptarse en base a que efectivamente produzcan ese desarrollo que, a veces, no se mide únicamente en retorno económico. UPM1 proporcionó trabajo calificado, permitió el desarrollo de un conjunto de microempresas que sirve de soporte a la industria forestal, permitió el desarrollo de carreras e investigación en áreas que antes no existían, permitió que se radicara gente en el interior del país. Agregó peso a nuestra cultura nacional de país confiable, permitió que hiciéramos, por una vez, las cosas bien en el control de industrias, efluentes y contaminación, nos permitió transitar un juicio internacional recibiendo elogios, nos permitió una fuente alternativa de energía en un momento en que la necesitábamos… Frente a todo eso, el país renunció a cobrar impuestos (aclaremos, impuestos que antes tampoco tenía) invirtió en tareas de monitoreo y control (que nos ha servido para desarrollar nuestra capacidad de control ambiental) y soportó con paciencia el costo económico y social de un conflicto con los vecinos.
UPM2 es otra cosa. No sólo se vuelve a resignar ingresos, algo innecesario, también se realizan inversiones millonarias, tanto en el ferrocarril como en el puerto, cuya utilidad para otros emprendimientos es por lo menos dudosa o, al menos, no ha sido demostrada fehacientemente por quien debería hacerlo y se compromete la compra de electricidad a precio fijo en condiciones desventajosas para el país. El análisis del documento firmado entre UPM y el gobierno, que no es un contrato, muestra que el primero se compromete a gastos (no sólo las inversiones en el tren y el puerto sino las expropiaciones de terrenos que se están haciendo a muy buen precio), modificaciones de legislación y exenciones impositivas frente a una promesa tenue de que, quizá, se instale la planta en una región deprimida del país.
Estoy convencido de que hay que atraer esta inversión, pero también de que se negoció mal, a las apuradas, en el afán de querer mostrar algo como señuelo para las próximas elecciones (una especie de Antel Arena industrial) y cediendo en un 99% de las cosas, cuando podría haberse negociado en pie de igualdad. Es cierto que Uruguay necesita inversión externa, pero no es menos cierto que los árboles van madurando y a UPM le conviene más poner una planta que transportarlos a Finlandia.
No me preocupa el problema ambiental. O, mejor dicho, la presencia o ausencia de UPM2 en el Río Negro no modificará un ápice el compromiso que hoy tiene. Quizá, con suerte, sirva para mejorarlo un poco, al instalar la planta de tratamiento de aguas residuales en Paso de los Toros. Sí creo que se ha trabajado con poca inteligencia, con poca mirada de estadista y mucha de político apurado por recoger aprobación.
Por suerte, el mismo documento firmado prevé que el acuerdo caiga si para Febrero 2020 no se ha avanzado lo suficiente en las exigencias de UPM para decidir si invierte o no. Con un poco más de suerte, vendrá un nuevo gobierno, de distinto signo, que tenga claro que UPM quiere instalarse en Uruguay porque le conviene comercialmente y que los negociadores uruguayos deben plantarse a cara de perro para obtener muchos más beneficios para el país que los escasos conseguidos por este gobierno.
Porque, como decían antes, quien juega por necesidad pierde por obligación. Y para negociar, también se necesita inteligencia.

¿Qué crecimiento, para qué desarrollo? por Benjamín Nahoum

Hasta hace un tiempo era un silogismo patrimonio de los desarrollistas que el crecimiento traía desarrollo (¿desarrollo económico, social, humano, cultural?) y el desarrollo el mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Ahora esa idea parece ser de recibo a diestra y siniestra (incluso en su acepción literal de derecha e izquierda) y en particular en lo que se ha dado en llamar “progresismo”, que a veces es una mezcla extraña de sentimientos de izquierda con acciones y hasta ideas de derecha.

Es obvio que si la economía crece y hay más riqueza será más fácil que algo de esa bonanza le llegue a los que están peor y entonces, sin dejar de ser los que están peor, estén mejor que antes. Es más fácil, sobre todo, porque de esa manera, si se sigue jugando a este juego de la organización social con las mismas reglas, los que estaban mejor estarán muchísimo mejor y no se opondrán.

Pero a esta altura está más que demostrado que el crecimiento no es condición suficiente ni tampoco es necesaria para que la vida de toda la gente mejore, y que en realidad es más eficiente para ello una distribución más justa de la riqueza.

Esta cuestión viene a cuento porque la segunda parte del silogismo en esta versión es que para que haya crecimiento tiene que haber inversión y como en los países de la periferia no hay excedentes para invertir (más bien hay faltantes) esa inversión debe venir del extranjero, de los países que están en el centro de la economía mundial.

Por eso vinculamos estas expectativas de futuro con el Producto y hacemos lo que sea para que el Producto crezca, no importa cómo: hasta construirle un tren a UPM, que tal como está pensado sólo le sirve al futuro inversor, lo que le ahorra la cuarta parte de la inversión (y entonces en vez de ser inversión pasa a ser ganancia), además de otra fuerte suma vía exoneraciones impositivas.

Es difícil pensar que en esas condiciones UPM 2 pueda ser otra cosa que un espléndido negocio, pero aun así UPM tendrá que pensarlo una vez que el tren ya sea una realidad (y el gasto de mil millones de dólares para construirlo por parte del Estado uruguayo, un hecho).

Porque también puede pasar lo que ya pasó con Aratirí: que el precio internacional del producto a fabricar caiga, y entonces lo que era un espléndido negocio deje de ser siquiera un negocio, aunque el Uruguay haya puesto el tren y dicho que sí a todo.

Por otra parte, aun si todo anda bien, y finalmente tenemos UPM 2, habrá que ver si eso es lo mejor que podemos hacer en este Uruguay Natural, que pasará a ser el país más celulósico del mundo, con relación a su población y su tamaño.

Es cierto que aún no han nacido niños con dos cabezas por causa de la polución creada, como temían los ambientalistas de Gualeguaychú, pero también lo es que la polución industrial opera fundamentalmente por acumulación, por lo que el resultado de tener más plantas que polucionen a la larga no puede traer otra cosa que polución.

¿Y si utilizáramos esos mil millones de dólares, que aparentemente ya tenemos, porque le vamos a hacer con ellos un tren a UPM, en otra cosa que traiga más trabajo y menos polución?

Desarrollo por Isabel Viana


En los siglos XVI y XVII la riqueza de las naciones se media en la cantidad de oro y plata atesorados dentro de fronteras. El oro y la plata fluyeron a Europa desde América, producto de brutal rapiña, y se distribuyeron allí gracias al comercio. Los países enriquecidos buscaban financiar  la conquista de territorios “otros”, donde surtirse de fuerza de trabajo (esclava o dependiente) y de bienes materiales “extraíbles” que les permitieran “crecer” en la escala de valor mercantilista.
La idea de “desarrollo” es inherente al capitalismo y a su fe en la factibilidad del crecimiento permanente. La riqueza no se atesora,  se invierte para conseguir más riqueza, como proceso continuo e ilimitado. El objeto de la actividad es la producción de más riqueza (al costo que sea). Por siglos hubo seres humanos sufrientes al pie de máquinas, dentro de minas, labrando tierras ajenas, para generar riquezas que otros reinvertirían ampliando las dinámicas económicas.
Ese proceso pareció inagotable: llegaron a las ciudades contingentes crecientes de personas dispuestas a trabajar por salarios mínimos. Se elaboraron materias primas extraídas de países colonizados.  Se crearon tecnologías de producción más eficaces. Ese “desarrollo” capitalista permitió la formación de fortunas antes impensables, derramó sus efectos sobre clases medias consumidoras y creó pobreza en continentes enteros proveedores de materias primas: África, América Latina, Asia, Oceanía.
La idea del crecimiento capitalista permanente llega hasta hoy y nos propone mantenernos en el rol de proveedores materias primas. En el caso uruguayo son los troncos de las forestales (no la celulosa), la soja, la carne no elaborada, la lana en bruto, la geopolítica y ambientalmente excepcional línea de costa. Nos dejan destrozos, contaminación y nuestra condición de consumidores acríticos de los productos que nos venden porque dejamos de producirlos: alimentos, ropa, calzado, máquinas. Y la calificación que nos habilita para seguir comerciando de esta manera absurda.
Negociamos con las empresas neo-coloniales (en competencia con otros países igualmente explotados) para ofrecerles las “mejores” condiciones para la inversión. Son aquellas que maximizan las ganancias del inversor: zonas francas, exoneración de impuestos, precios mínimos por lo que se llevan, leyes a medida para regular su actividad, trabajos a cargo del presupuesto nacional.
El “desarrollo” es la zanahoria detrás de la que nos movemos como sociedades, sin preguntarnos cuál es el destino de las ingentes riquezas que se producen y a quienes beneficiarán. Globalmente, ese “desarrollo” ha generado concentración de la riqueza global en muy pocas manos y que la mitad de la población del planeta viva en la pobreza; desequilibrio ambiental (cambio climático, extinción de especies vivas animales y vegetales;  desaparición de culturas alternativas).  Nos convierte en consumidores de la producción de bienes del capitalismo global. Somos parte de la máquina productiva que conduce al bestial enriquecimiento de los más ricos y a la dependencia del resto de la humanidad. El gran capital sigue decidiendo acerca de nuestras formas de vida (que pueden conducir a la extinción misma de la vida). Todo para incrementar sus ganancias.
La creencia en que nuestro futuro está indisolublemente ligado al modelo único de “desarrollo” capitalista y la sumisión a las insólitas demandas de los inversores que se presenten, sea cual sea su catadura, no conducen a que mejoremos nuestro bienestar. Ninguna inversión extranjera mejorará la educación, el empleo o la calidad de vida de los uruguayos ni las situaciones de pobreza.  Esas inversiones menguan nuestra capacidad de resolver esos problemas: invertimos en que los beneficios de las inversiones sean cada vez mayores. Su presencia supone un temible caldo de cultivo para las formas de corrupción que nos invaden.
Si no definimos la nueva y necesaria  descolonización, rompiendo con la dependencia y fijamos criterios endógenos para el cambio necesario, no saldremos del pozo cada vez más hondo en que nos seguimos metiendo y que dejamos como herencia a las generaciones siguientes.

Rendición incondicional por Raúl Viñas
El documento firmado por el Poder Ejecutivo con la empresa UPM en noviembre pasado, el “Contrato ROU-UPM” (1) es muy parecido a una rendición incondicional.
En ese documento ROU se obliga realizar obras, dar facilidades y renunciar a derechos frente a la potencia vencedora, UPM.
UPM toma posesión de una porción del territorio y recursos de ROU, y como los británicos en la China del siglo XIX se asegura además un mayor plazo para la permanencia de actual su enclave colonial en el río Uruguay.
Los vencidos deben asegurar, a su costo, las comunicaciones de la nueva colonia mediante nuevas vías férreas, caminos y acceso al puerto de Montevideo, el que deberá ser adaptado a los requerimientos de los vencedores.
También debe ROU asegurar internet de última generación en las zonas donde la potencia vencedora extraerá los recursos que procesará en sus colonias, lugares en donde mayormente se desplazó a la población local con la plantación de eucaliptos y donde no hay nadie la mayor parte del año, ya que alcanzan sensores remotos y unas pocas recorridas anuales para el mantenimiento de las plantaciones.
UPM, que se ha asegurado grandes extensiones de territorio fuera de las colonias, pagará a sus proveedores en ROU por las materias primas, pero al comercializarlas dentro del mismo grupo empresarial será muy difícil que se generen ingresos para ROU, más allá de los salarios que se comprometen a pagar a los nativos que trabajen para ellos.
Eso porque, como ya pasa en las actuales de Fray Bentos y Conchillas, en la nueva colonia serán empleados algunos nativos a los que ROU se compromete a instruir especialmente a fin de que sean eficientes en su trabajo y se puedan integrar en el proceso industrial sin necesidad de entrenamiento especial por parte de la empresa.
¿Cual será el costo de esto para ROU? No se sabe, sin embargo ROU sigue adelante asumiendo compromisos y planteando contratos y licitaciones para la realización de obras destinadas al servicio de UPM, sin ningún estudio de costo beneficio como no sean los que UPM encargó a una consultora local y que el gobierno de ROU exhibe en sus webs oficiales.(2)
Pero ROU no ha perdido ninguna guerra y UPM no es más que una empresa multinacional que legítimamente se aprovecha del regalo que le hace nuestro gobierno en una “negociación” deficiente en todo sentido, comenzando por los “magros resultados” del  viaje del entonces Presidente Mujica a Finlandia en setiembre de 2014. (3) para “avanzar” en las negociaciones hacia una tercera planta de celulosa en Uruguay. (4)
La inercia de los subsidios otorgados al sector forestal para su implantación, que ahora se han trasladado implícitamente a la industrialización de la madera en zonas francas no permite ver que de esa forma el Uruguay resigna toda posibilidad de ingresos genuinos por el procesamiento de un producto local como es la madera.
Hay además un ensordecedor silencio sobre el tema desde buena parte del sistema político, temeroso quizá de ser tildado de contrario a las “inversiones” o negarse al “desarrollo” aún cuando no se analice si esas “inversiones” terminan siendo beneficiosas para el país y si el crecimiento del PBI que generan es “desarrollo”.
Ante eso, en una forma que es “increíble” para algunos actores políticos (5), aparece un movimiento muy diverso, el que más allá de diferencias de enfoque, concuerda con que es necesario rescindir la vergonzante acta de rendición que se firmó con UPM.
Tengamos en cuenta que los requerimientos listados irónicamente al comienzo no son más que una muestra de todo a lo que se ha comprometido el Poder Ejecutivo y que indefectiblemente deberá cumplir si la empresa decide por si y ante si instalar una nueva planta, ya que no hacerlo significa enfrentar juicios internacionales como dispone el documento firmado.
Así los invito a todos a enviar una solicitud a la Presidencia de la República en el sentido de que se rescinda, ahora que todavía es posible, el contrato firmado. Pueden encontrar un texto sugerido y lugares para depositar la solicitud en la página de Facebook denominada “UPM2 NO” o pueden hacerlo vía web directamente en  https://tramites.gub.uy/ampliados?id=4532
Si no fuera tan triste sería cómico.

Comentarios

Entradas populares