Nuestra colaboradora Mariel se indigna con los indignados(¡Que caracter!)


Representatividad y política “ya" 


Creditos: Mariel Andrazzi

Las crisis que hoy viven algunos países de Europa y en particular España, nos permite pensar a través de nuestra reciente experiencia histórica, el surgimiento espontáneo de lo que se conoce como “movimiento de los indignados”, el M-15, ya que sitúa el problema de la representación nuevamente en un papel central, enmarcado en las relaciones que se establecen entre el poder, la política y la ciudadanía.(click en el titulo para ver nota completa)


Podríamos describir ciertas notas en común entre la crisis del 2001 en Argentina y la del 2011 en España como ser una ciudadanía descontenta con un Estado que no les garantiza los derechos básicos de subsistencia, vivenciando el pasaje del bien-estar de “unos pocos” producto de las burbujas financieras, al mal-estar “general” como consecuencia del agotamiento de un modelo político y económico local inserto en un contexto global complejo.
Ahora bien, cabe señalar entonces, cuáles son algunas de las diferencias notables entre “el argentinazo” y “el movimiento de los indignados” en España y cuáles sus particularidades.
La crisis social, política y económica del 2001 en Argentina desencadenó en lo que se conoció como “el argentinazo”. La corrupción, las cuestionadas medidas económicas, la falta de liderazgo político y la desobediencia cívica sumían las relaciones de representatividad jurídica en una anomia. Fue entonces que tras la consigna “que se vayan todos” y la renuncia del entonces presidente F. De la Rúa, coaccionado por el descontento popular, se abrió un proceso de construcción de nuevos espacios de acción ciudadana que convergieron a partir del 2003 en otro modelo de conducción política y económica con resultados favorables para todos las clases sociales, en especial los sectores medios y los sectores más vulnerables.
A diez años de tan magna crisis institucional, quizás uno de los mayores logros del poder político actual haya sido poder capitalizar y resignificar el protagonismo de los ciudadanos en la tarea de adhesión social y simbólica con el Estado, en tanto unidad política más importante, aunque aún condicionado por una fuerte fragmentación partidaria.
Por su parte, en España la medidas de ajuste del gasto público anunciadas por el presidente Zapatero (recorte de salarios, jubilaciones, educación y salud) acompañadas por despidos masivos que dejaron sin trabajo a un 20% de la población activa, desembocaron el 15 de mayo de 2011 en un movimiento social, que de manera pacífica, apartidaria y con matices apolíticos intenta promover una democracia más participativa bajo la consigna “democracia real ya”, alejada del bipartidismo del PSOE-PP, además de ampliar sus reclamos en tibias críticas al sistema capitalista y financiero vigente. Se autoproclaman “consumidores infelices” cuya dignidad ha sido dañada por ignorar sus deseos y necesidades de acuerdo a un status quo arrebatado por el poder político vigente. Es necesario aclarar, que la dignidad suele definirse como “el respeto que cada uno tiene de sí mismo”[1] y esa valoración propia al verse afectada por una injusticia puede despertar sentimientos de cólera o deprecio, es decir, indignación. Los indignados son las víctimas de las injusticias llevadas a cabo por los políticos, banqueros y financieros. Pero quiénes son los dignos-indignados que componen el núcleo del reclamo. Son “gente como vos”, trabajadores que velan por su bienestar y el de su familia, es decir, la clase media española. No aparecen en su manifiesto los inmigrantes ni los marginados de siempre, es decir aquellos que ni siquiera saben lo que es ser un consumidor feliz.
En esto encontramos otra diferencia con la crisis del 2001 en Argentina donde al reclamo de la clase media (corralito de por medio), se sumaban la presencia en las calles de movimientos piqueteros o de sectores empobrecidos que saqueaban supermercados (movilizados por facciones políticas o no), dando cuenta de la heterogeneidad de actores sociales e intereses. 
Ahora bien, uno de los grandes problemas que se debe destacar en el M-15 es la falta de organización, consecuencia de la pérdida ideológica que acarrea el desprestigio de la política partidaria[2], con lo cual un grupo numeroso de personas pretende tener derechos de ciudadanos por fuera del orden político, del Estado, cuando en realidad sólo se es ciudadano dentro del mismo. Se trastoca la politicidad saludable que todo sistema democrático debe sostener en sus miembros, por la mera defensa de consumidores de bienes y servicios. A la vez, son estos derechos del consumidor los que enmascaran  verdaderas relaciones de poder, fragmentando y propiciando un atomismo social donde la dignidad se mide en términos cuantitativos, “tanto tienes tanto vales” y por otra parte, son los únicos derechos que no tienen como contrapartida ningún deber[3], manifestación última de la política neoliberal.
Es en este sentido que “los indignados” le demandan al Estado garantía de “felicidad”. No se trata de buscar el origen del conflicto sino un pobre fetichismo hedonista, un ecologismo de cama solar, propios de una “sociedad avanzada” que poco le importa la terciarización y extranjerización de costos, la extracción indebida de recursos naturales en países del “tercer mundo”, la exclusión de las minorías étnicas y las contradicciones de clase,  entre otras cosas.
Por otra parte, y retomando el tema central del problema de la representatividad,  es necesario aclarar cuál es la consigna que persiguen y para ello hay que partir de la misma idea de “manifiesto”, el cual puede entenderse como “la forma de poner en relieve una cosa, y hacerla evidente”, o como “un escrito por el cual el soberano, el jefe de un partido o un grupo de personas explica su conducta pasada y define los objetivos a seguir en el futuro”[4]. Teniendo en cuenta esto, el manifiesto de “los indignados” lejos de parecerse a un proyecto o proposición consistente que de cuenta de los por qué, cómo y cuándo se parece más a la primera definición dada. Pareciera que la mera suscripción de “la víctima firmante” puede dar forma a una situación novedosa y reformadora de la política actual. Ahora bien, no todo es ingenuidad, uno podría reconocer que el llamado a una “democracia real”, poco tiene de inocente si entendemos tal como ellos que democracia es el gobierno del pueblo, pero el problema surge cuando no hay unicidad de criterios en cuanto a lo ideológico por ejemplo, ellos mismos dicen “algunos somos progres, otros conservadores..” Acaso son los mismos intereses los que preocupan a unos y a otros; dónde piensan dirimir las diferencias. Por otra parte, si la crítica al bipartidismo es tan fuerte, por qué no conforman una nueva fuerza orgánica política, ya que es la única forma de erigirse como poder [5] en el ámbito estatal y  entonces desde allí, desentrañar los obstáculos que impiden la voluntad general.
Si la democracia real es la oposición de la democracia formal (regida por la delegación de la soberanía a través del voto) e implica un nuevo espacio de acción de los ciudadanos debe poder sostenerse más allá de la simple denuncia a las malas prácticas políticas. Una “revolución ética” puede sonar muy interesante siempre y cuando se entienda que la práctica política incluye no sólo convicciones sino también responsabilidades[6] y entre los dos términos suele haber por lo general tensiones que se vuelven resolubles cuando se piensa en la política como herramienta de negociación y articulación de intereses. No se le gana al capital financiero o a la concentración de capitales con simple voluntarismo, es necesario tener la capacidad de delimitar objetivos precisos y prever consecuencias que poco tienen que ver con la “felicidad del consumidor”. Por el contrario, seguir pensando en esos términos no hace más que resignificar el sistema que dicen criticar, reforzando un discurso moralista de” víctima demandante”[7] bajo “la lógica de la transparencia” que si bien ideal, es poco instrumental. El Estado es por definición administrador de los intereses y recursos económicos, políticos y sociales. Por lo tanto es menester crear y ocupar espacios estatales que inclinen el poder que detenta en pos del bien común. En este sentido, “los indignados” pretenden demasiado ofreciendo muy poco a diferencia de la pertinencia que tuvo el accionar de la mayoría de los argentinos en diciembre del 2001 y en conjunto con sus dirigentes políticos a partir del 2003.
 Por último, en España el PP ganó las elecciones 2011. Es entonces cuando el M-15 tendrá que demostrar que está dispuesto a resistir e insistir para que la legitimidad de su reclamo no se institucionalice y pierda fuerza como conflicto social, desactivando la lucha.
Andrasi, Mariel



[1] Diccionario Laurrousse. Bs. As. 1972. Pg. 573
[2] Sebastián Abad. Habitar el Estado. Pp. 25-26
[3] Sebastián Abad. Op.Cit. Pg.38
[4] Diccionario Laurrousse. Bs. As. 1972. Pg. 654
[5] Max Weber. El político y el científico. Edit. Libertador. Bs. As. 2005. Pg.12
[6] Max. Weber. Op. Cit. Pp.72-73
[7] Sebastián Abad. Habitar el Estado. Pg.24

Comentarios

  1. Me encontre de casualidad con el blog, pero que bueno que está. Andrea Bs. As.

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  2. interesante enfoque y paralelismo entre las crisis 2001 y 2011. Comparto el análisis, quizá las diferencias radiquen en la historia particular de cada país. Los indignados de acá estamos curtidos en crisis y contamos con el reservorio político-ideológico del peronismo, del populismo, (en palabras descalificadoras de los españoles y otros liberales). Luis de F.Varela

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