Uruguayo y Frenteamplista, se llama Esteban Valenti. Ni Blanco ni Colorado.(Más respeto che ¿ quien dijo Gorila pelotudo?)

Argentina: esa pequeña cosa. . .En una película italiana de título impronunciable -por lo largo... -(*) un mercenario belga conocido como "el jaguar" le dice a un italiano, en medio del Africa: "Italia siempre hace esa pequeña cosa para hacerse amar y luego hace esa pequeña cosa para hacerse odiar". Será la influencia italiana, pero con Argentina sucede algo parecido.

Estuve tres días en Argentina y viví entre esas dos sensaciones, esas dos "pequeñas cosas" que la hacen amar y odiar. Comencemos por lo mejor. Vale la pena.
Estuve en un encuentro sobre Comunicación y Justicia, compartiendo con varios periodistas, juristas, políticos y escuché algunas intervenciones en las que aprendí mucho. Aprender es llevarse ideas y conocimientos diferentes a los que uno tenía. Sobre todo de un par de jueces que analizaron un tema complejo y lleno de tensiones - en particular en Argentina - con gran profundidad. Uno de ellos nada menos que desde el uso adecuado del lenguaje y el significado de las palabras y la banalización de los conceptos.
Vi varios programas periodísticos despiadados, a fondo, donde se debate y se pregunta con calidad y profesionalidad. Incluso un programa oficialista hasta el tuétano muy bien hecho. Y nadie puede sospechar que yo sea oficialista en Argentina.
Hablamos con gente en la calle, en los taxis, en la feria de San Telmo, vimos una maravillosa orquesta de tango actuando al aire libre, miramos la cartelera teatral, de cine argentino, la oferta literaria nacional, leímos la prensa impresa y no en Internet, lo que da sin duda otra visión, y la verdad es que es un país con una vitalidad intelectual, con una cantidad de talentos a todos los niveles que es algo más que una pequeña cosa. Y a los uruguayos nos quieren y nos respetan, no sé si incluso un poco más de lo que nosotros nos merecemos. No recuerdo quien lo dijo: "Los uruguayos, esos argentinos de antes" .
Y simultáneamente vi la "otra" pequeña cosa. El parlamento votando la nacionalización de Ciccone, la imprenta de los billetes y de los documentos por cuya propiedad y negociados está acusado el vicepresidente. Y él presidía inmutable la sesión.
Vi a un sindicato bloquear la circulación de diarios por reivindicaciones económicas y que a nadie se le mueva un pelo en el Estado. Leí un artículo en una revista sobre los "ladri-progresistas" que da miedo. Es tan acido todo, tan oscuro, tan terrible que lo único que queda es resignarse a vivir en un país de latrocinio. Nada más. Me da la impresión es que más allá de la propia realidad, hay profesionales del desastre y de la banalización de todo, incluso de la inmoralidad pública.
Es una simplificación tan absoluta y total de todo que termina ayudando a los responsables de las inmoralidades. Es como si fuera una condena divina y pampeana de la que nunca lograrán salir. Buena parte del relato histórico atrapado inexorablemente entre federales y unitarios y sus crímenes y sus gestas son un aporte a una explicación resignada.
Esas contradicciones entre las cosas que hacen querible y rechazable a una nación podrían aplicarse a muchos países o a todos, inclusive al nuestro, pero en la Argentina asume otra realidad. Es una fractura, una zanja profunda.
Buenos Aires, a pesar del caos del tráfico, de que de noche en el microcentro se parece bastante a los peores basurales del 4to mundo y de mañana amanece limpia, con cientos de clasificadores y cartoneros que trabajan en la basura y con la basura, sigue siendo una gran ciudad. Que no es lo mismo que una ciudad grande.
A pesar de que se nota cierta desidia por el mantenimiento público y privado, tiene muestras de su grandeza y su esplendor por todos lados. No sólo por lo grande, sino por lo refinado, por la apuesta a perdurar a mostrar la potencia de una Nación.
En la televisión hay una ola de propagandas "ultra nacionalistas", como si quisieran apelar desde el Estado y sobre todo desde las empresas a exacerbar la condición blanqui celeste. Da un poco de risa, porque una de ellas protagonizada por un astro del fútbol de antaño, es de una empresa mejicana...
Pero hay además una buena dosis de publicidades muy ingeniosas, con mucho humor y simpatía. Las dos caras.
Obviamente no puedo hablar por todo un país que va desde casi los trópicos hasta el sur más profundo, con más de 40 millones de habitantes, a penas si puedo rozar su capital. Pero algo conozco.
Y es un país de contradicciones. Nadie, absolutamente nadie le cree al gobierno y su instituto de estadísticas sobre sus informes. En especial sobre la inflación, que se sitúa en el 25% anual y no en el 8% como reza el INDEC, pero el apoyo a la presidenta supera el 50%. La pobreza, en un país desbordantemente rico supera el 20% y la indigencia el 9%, pero es en esos sectores donde más apoyo recoge el gobierno. Mejor dicho la presidenta.
Y tienen intelectuales, gente que piensa y que se juega por el oficialismo. Y los he visto polemizar en los medios, con pasión, con ganas, con argumentos. Incluso mucho mejor que los mismos políticos oficialistas que tienen una tendencia a la prepotencia del poder.
Han construido un "relato" y como todos sabemos un "relato" además de una explicación coherente y articulada de la realidad y su rumbo necesita una épica. Y la construyen. Es más, logran que algunos escándalos se transformen en parte del relato y de su épica "liberadora".
Utilizan y abusan del blanco y el negro, de los enemigos irreconciliables que hay que destruir.
Hacen uso y abuso del poder y, como dijo una filósofo oficialista y militante, impacta ver a gente que acumula millones en su mandato "relatando" la constante batalla por la justicia social a favor de los pobres y los humildes.
Si se camina por el centro se ve a abundantes ofrecedores de dólar "blue" y muchos superficiales en nuestro país deben estar esperando, rezando y apostando que todo ese andamiaje se venga al suelo. Deliran. Si en Argentina el dólar se sincera de golpe y comienza una carrera al alza, puede llegar a un nivel de devaluación que se termine con el dólar paralelo pero que el precio del oficial y transparente haga que el turismo, las compras y toda la situación se desbarranque. Suena feo, pero es la dura realidad. En Argentina esos dos "cambios" son parte de los detalles con los que están acostumbrados a convivir.
El peor pecado que podemos cometer los uruguayos es simplificarlo todo, es sumarnos a esos profesionales uruguayos y argentinos del desastre que viven vaticinando las peores calamidades durante toda su vida y su profesión. No es cierto, ni todos los argentinos son lo que dicen sus críticos más ácidos, incluyendo los propios argentinos, ni son los elegidos por la providencia. Hay que tener la inteligencia de entenderlos y en nuestras pequeñas posibilidades ayudar a crecer esa "pequeña cosa" que nos hace amarlos.
(*) "Lograrán nuestros héroes rescatar al amigo misteriosamente desaparecido en Africa". De Ettore Scola con Alberto Sordi y Nino Manfredi.
En una película italiana de título impronunciable -por lo largo... -(*) un mercenario belga conocido como "el jaguar" le dice a un italiano, en medio del Africa: "Italia siempre hace esa pequeña cosa para hacerse amar y luego hace esa pequeña cosa para hacerse odiar". Será la influencia italiana, pero con Argentina sucede algo parecido.
Estuve tres días en Argentina y viví entre esas dos sensaciones, esas dos "pequeñas cosas" que la hacen amar y odiar. Comencemos por lo mejor. Vale la pena.
Estuve en un encuentro sobre Comunicación y Justicia, compartiendo con varios periodistas, juristas, políticos y escuché algunas intervenciones en las que aprendí mucho. Aprender es llevarse ideas y conocimientos diferentes a los que uno tenía. Sobre todo de un par de jueces que analizaron un tema complejo y lleno de tensiones - en particular en Argentina - con gran profundidad. Uno de ellos nada menos que desde el uso adecuado del lenguaje y el significado de las palabras y la banalización de los conceptos.
Vi varios programas periodísticos despiadados, a fondo, donde se debate y se pregunta con calidad y profesionalidad. Incluso un programa oficialista hasta el tuétano muy bien hecho. Y nadie puede sospechar que yo sea oficialista en Argentina.
Hablamos con gente en la calle, en los taxis, en la feria de San Telmo, vimos una maravillosa orquesta de tango actuando al aire libre, miramos la cartelera teatral, de cine argentino, la oferta literaria nacional, leímos la prensa impresa y no en Internet, lo que da sin duda otra visión, y la verdad es que es un país con una vitalidad intelectual, con una cantidad de talentos a todos los niveles que es algo más que una pequeña cosa. Y a los uruguayos nos quieren y nos respetan, no sé si incluso un poco más de lo que nosotros nos merecemos. No recuerdo quien lo dijo: "Los uruguayos, esos argentinos de antes" .
Y simultáneamente vi la "otra" pequeña cosa. El parlamento votando la nacionalización de Ciccone, la imprenta de los billetes y de los documentos por cuya propiedad y negociados está acusado el vicepresidente. Y él presidía inmutable la sesión.
Vi a un sindicato bloquear la circulación de diarios por reivindicaciones económicas y que a nadie se le mueva un pelo en el Estado. Leí un artículo en una revista sobre los "ladri-progresistas" que da miedo. Es tan acido todo, tan oscuro, tan terrible que lo único que queda es resignarse a vivir en un país de latrocinio. Nada más. Me da la impresión es que más allá de la propia realidad, hay profesionales del desastre y de la banalización de todo, incluso de la inmoralidad pública.
Es una simplificación tan absoluta y total de todo que termina ayudando a los responsables de las inmoralidades. Es como si fuera una condena divina y pampeana de la que nunca lograrán salir. Buena parte del relato histórico atrapado inexorablemente entre federales y unitarios y sus crímenes y sus gestas son un aporte a una explicación resignada.
Esas contradicciones entre las cosas que hacen querible y rechazable a una nación podrían aplicarse a muchos países o a todos, inclusive al nuestro, pero en la Argentina asume otra realidad. Es una fractura, una zanja profunda.
Buenos Aires, a pesar del caos del tráfico, de que de noche en el microcentro se parece bastante a los peores basurales del 4to mundo y de mañana amanece limpia, con cientos de clasificadores y cartoneros que trabajan en la basura y con la basura, sigue siendo una gran ciudad. Que no es lo mismo que una ciudad grande.
A pesar de que se nota cierta desidia por el mantenimiento público y privado, tiene muestras de su grandeza y su esplendor por todos lados. No sólo por lo grande, sino por lo refinado, por la apuesta a perdurar a mostrar la potencia de una Nación.
En la televisión hay una ola de propagandas "ultra nacionalistas", como si quisieran apelar desde el Estado y sobre todo desde las empresas a exacerbar la condición blanqui celeste. Da un poco de risa, porque una de ellas protagonizada por un astro del fútbol de antaño, es de una empresa mejicana...
Pero hay además una buena dosis de publicidades muy ingeniosas, con mucho humor y simpatía. Las dos caras.
Obviamente no puedo hablar por todo un país que va desde casi los trópicos hasta el sur más profundo, con más de 40 millones de habitantes, a penas si puedo rozar su capital. Pero algo conozco.
Y es un país de contradicciones. Nadie, absolutamente nadie le cree al gobierno y su instituto de estadísticas sobre sus informes. En especial sobre la inflación, que se sitúa en el 25% anual y no en el 8% como reza el INDEC, pero el apoyo a la presidenta supera el 50%. La pobreza, en un país desbordantemente rico supera el 20% y la indigencia el 9%, pero es en esos sectores donde más apoyo recoge el gobierno. Mejor dicho la presidenta.
Y tienen intelectuales, gente que piensa y que se juega por el oficialismo. Y los he visto polemizar en los medios, con pasión, con ganas, con argumentos. Incluso mucho mejor que los mismos políticos oficialistas que tienen una tendencia a la prepotencia del poder.
Han construido un "relato" y como todos sabemos un "relato" además de una explicación coherente y articulada de la realidad y su rumbo necesita una épica. Y la construyen. Es más, logran que algunos escándalos se transformen en parte del relato y de su épica "liberadora".
Utilizan y abusan del blanco y el negro, de los enemigos irreconciliables que hay que destruir.
Hacen uso y abuso del poder y, como dijo una filósofo oficialista y militante, impacta ver a gente que acumula millones en su mandato "relatando" la constante batalla por la justicia social a favor de los pobres y los humildes.
Si se camina por el centro se ve a abundantes ofrecedores de dólar "blue" y muchos superficiales en nuestro país deben estar esperando, rezando y apostando que todo ese andamiaje se venga al suelo. Deliran. Si en Argentina el dólar se sincera de golpe y comienza una carrera al alza, puede llegar a un nivel de devaluación que se termine con el dólar paralelo pero que el precio del oficial y transparente haga que el turismo, las compras y toda la situación se desbarranque. Suena feo, pero es la dura realidad. En Argentina esos dos "cambios" son parte de los detalles con los que están acostumbrados a convivir.
El peor pecado que podemos cometer los uruguayos es simplificarlo todo, es sumarnos a esos profesionales uruguayos y argentinos del desastre que viven vaticinando las peores calamidades durante toda su vida y su profesión. No es cierto, ni todos los argentinos son lo que dicen sus críticos más ácidos, incluyendo los propios argentinos, ni son los elegidos por la providencia. Hay que tener la inteligencia de entenderlos y en nuestras pequeñas posibilidades ayudar a crecer esa "pequeña cosa" que nos hace amarlos.
(*) "Lograrán nuestros héroes rescatar al amigo misteriosamente desaparecido en Africa". De Ettore Scola con Alberto Sordi y Nino Manfredi.
En una película italiana de título impronunciable -por lo largo... -(*) un mercenario belga conocido como "el jaguar" le dice a un italiano, en medio del Africa: "Italia siempre hace esa pequeña cosa para hacerse amar y luego hace esa pequeña cosa para hacerse odiar". Será la influencia italiana, pero con Argentina sucede algo parecido.
Estuve tres días en Argentina y viví entre esas dos sensaciones, esas dos "pequeñas cosas" que la hacen amar y odiar. Comencemos por lo mejor. Vale la pena.
Estuve en un encuentro sobre Comunicación y Justicia, compartiendo con varios periodistas, juristas, políticos y escuché algunas intervenciones en las que aprendí mucho. Aprender es llevarse ideas y conocimientos diferentes a los que uno tenía. Sobre todo de un par de jueces que analizaron un tema complejo y lleno de tensiones - en particular en Argentina - con gran profundidad. Uno de ellos nada menos que desde el uso adecuado del lenguaje y el significado de las palabras y la banalización de los conceptos.
Vi varios programas periodísticos despiadados, a fondo, donde se debate y se pregunta con calidad y profesionalidad. Incluso un programa oficialista hasta el tuétano muy bien hecho. Y nadie puede sospechar que yo sea oficialista en Argentina.
Hablamos con gente en la calle, en los taxis, en la feria de San Telmo, vimos una maravillosa orquesta de tango actuando al aire libre, miramos la cartelera teatral, de cine argentino, la oferta literaria nacional, leímos la prensa impresa y no en Internet, lo que da sin duda otra visión, y la verdad es que es un país con una vitalidad intelectual, con una cantidad de talentos a todos los niveles que es algo más que una pequeña cosa. Y a los uruguayos nos quieren y nos respetan, no sé si incluso un poco más de lo que nosotros nos merecemos. No recuerdo quien lo dijo: "Los uruguayos, esos argentinos de antes" .
Y simultáneamente vi la "otra" pequeña cosa. El parlamento votando la nacionalización de Ciccone, la imprenta de los billetes y de los documentos por cuya propiedad y negociados está acusado el vicepresidente. Y él presidía inmutable la sesión.
Vi a un sindicato bloquear la circulación de diarios por reivindicaciones económicas y que a nadie se le mueva un pelo en el Estado. Leí un artículo en una revista sobre los "ladri-progresistas" que da miedo. Es tan acido todo, tan oscuro, tan terrible que lo único que queda es resignarse a vivir en un país de latrocinio. Nada más. Me da la impresión es que más allá de la propia realidad, hay profesionales del desastre y de la banalización de todo, incluso de la inmoralidad pública.
Es una simplificación tan absoluta y total de todo que termina ayudando a los responsables de las inmoralidades. Es como si fuera una condena divina y pampeana de la que nunca lograrán salir. Buena parte del relato histórico atrapado inexorablemente entre federales y unitarios y sus crímenes y sus gestas son un aporte a una explicación resignada.
Esas contradicciones entre las cosas que hacen querible y rechazable a una nación podrían aplicarse a muchos países o a todos, inclusive al nuestro, pero en la Argentina asume otra realidad. Es una fractura, una zanja profunda.
Buenos Aires, a pesar del caos del tráfico, de que de noche en el microcentro se parece bastante a los peores basurales del 4to mundo y de mañana amanece limpia, con cientos de clasificadores y cartoneros que trabajan en la basura y con la basura, sigue siendo una gran ciudad. Que no es lo mismo que una ciudad grande.
A pesar de que se nota cierta desidia por el mantenimiento público y privado, tiene muestras de su grandeza y su esplendor por todos lados. No sólo por lo grande, sino por lo refinado, por la apuesta a perdurar a mostrar la potencia de una Nación.
En la televisión hay una ola de propagandas "ultra nacionalistas", como si quisieran apelar desde el Estado y sobre todo desde las empresas a exacerbar la condición blanqui celeste. Da un poco de risa, porque una de ellas protagonizada por un astro del fútbol de antaño, es de una empresa mejicana...
Pero hay además una buena dosis de publicidades muy ingeniosas, con mucho humor y simpatía. Las dos caras.
Obviamente no puedo hablar por todo un país que va desde casi los trópicos hasta el sur más profundo, con más de 40 millones de habitantes, a penas si puedo rozar su capital. Pero algo conozco.
Y es un país de contradicciones. Nadie, absolutamente nadie le cree al gobierno y su instituto de estadísticas sobre sus informes. En especial sobre la inflación, que se sitúa en el 25% anual y no en el 8% como reza el INDEC, pero el apoyo a la presidenta supera el 50%. La pobreza, en un país desbordantemente rico supera el 20% y la indigencia el 9%, pero es en esos sectores donde más apoyo recoge el gobierno. Mejor dicho la presidenta.
Y tienen intelectuales, gente que piensa y que se juega por el oficialismo. Y los he visto polemizar en los medios, con pasión, con ganas, con argumentos. Incluso mucho mejor que los mismos políticos oficialistas que tienen una tendencia a la prepotencia del poder.
Han construido un "relato" y como todos sabemos un "relato" además de una explicación coherente y articulada de la realidad y su rumbo necesita una épica. Y la construyen. Es más, logran que algunos escándalos se transformen en parte del relato y de su épica "liberadora".
Utilizan y abusan del blanco y el negro, de los enemigos irreconciliables que hay que destruir.
Hacen uso y abuso del poder y, como dijo una filósofo oficialista y militante, impacta ver a gente que acumula millones en su mandato "relatando" la constante batalla por la justicia social a favor de los pobres y los humildes.
Si se camina por el centro se ve a abundantes ofrecedores de dólar "blue" y muchos superficiales en nuestro país deben estar esperando, rezando y apostando que todo ese andamiaje se venga al suelo. Deliran. Si en Argentina el dólar se sincera de golpe y comienza una carrera al alza, puede llegar a un nivel de devaluación que se termine con el dólar paralelo pero que el precio del oficial y transparente haga que el turismo, las compras y toda la situación se desbarranque. Suena feo, pero es la dura realidad. En Argentina esos dos "cambios" son parte de los detalles con los que están acostumbrados a convivir.
El peor pecado que podemos cometer los uruguayos es simplificarlo todo, es sumarnos a esos profesionales uruguayos y argentinos del desastre que viven vaticinando las peores calamidades durante toda su vida y su profesión. No es cierto, ni todos los argentinos son lo que dicen sus críticos más ácidos, incluyendo los propios argentinos, ni son los elegidos por la providencia. Hay que tener la inteligencia de entenderlos y en nuestras pequeñas posibilidades ayudar a crecer esa "pequeña cosa" que nos hace amarlos.
(*) "Lograrán nuestros héroes rescatar al amigo misteriosamente desaparecido en Africa". De Ettore Scola con Alberto Sordi y Nino Manfredi.

Comentarios

  1. vale la nota porque justamente las simplificaciones, el reduccionismo, ciertos mitos "rioplatenses" no permiten ir al corazón de los asuntos, acá y allá...
    pero, deduzco juventud en el autor de la nota, nunca se llega al corazón con números, estadísticas ni cosa por el estilo. Estamos con Mujica y Cristina, con el frente y el peronismo, porque ellos van, con sus ma`s y con sus menos, al corazòn de las cosas humanas.
    Mimi, metalùrgico.

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