Novela Pluna

La historia de Pluna se presenta como esas películas en las que la cámara pasa varias veces sobre los mismos hechos y cada vez revela uno o dos datos que van completando la trama.


El pago del aval por US$ 13,6 millones por parte del empresario Juan Carlos López Mena fue un motivo de festejo para el presidente del Banco República, Fernando Calollia, quien reivindicó que, como él lo había sostenido, la garantía era “perfecta”.

Calloia sabía que era perfecta porque se trataba de la palabra de uno de los mejores clientes del banco, López Mena, dueño de Buquebus y de la aerolína BQB. Hay oficinas del BROU que casi exclusivamente trabajan con las empresas de este empresario que surcó airoso gobiernos de todos los partidos, no sólo aquí, sino también en Argentina, de cuyas políticas depende la mitad de su negocio al otro lado del Plata.

En realidad, en lo formal, lo que ocurrió fue que la garantía estaba a nombre de la aseguradora Boston y López Mena la adquirió. Ahora debería cobrársela a Boston. ¿Por qué lo hizo? De alguna forma Calloia lo dijo en estos días: si se le dio el aval a Cosmo con garantía de Boston fue solo porque López Mena le había dado su palabra de que se pagaría.

¿Qué grado de compromiso tenía este acuerdo? No es de todos los días que, como lo hicieron a fines del año pasado, el presidente del BROU y el secretario de la Presidencia, Homero Guerrero, se trasladen ellos hasta las oficinas del empresario en medio de una crisis como la de Pluna.

Las versiones sobre esa reunión alternan entre “amistosa” y “muy tensa e incómoda”. Lo cierto es que Calloia cayó en una contradicción cuando habló sobre ese encuentro en el que, supuestamente, fueron a pedirle, en término amenazantes según versiones empresariales, que pagara el aval. En diciembre Calloia dijo a radio Oriental que había presentado a Guerrero con López Mena y se había retirado. Esta semana dijo a radio Sarandí que sí estaba presente en la conversación.

Calloia, que es férreo a la hora de los controles, se vio envuelto en una movida que podía ser segura en términos de cobrar el aval pero que políticamente era poco transparente. Por eso cada vez que dio una entrevista en estos días citó declaraciones del propio ministro Lorenzo diciendo que estaba en conocimiento de toda la movida.

Incluso en cada nota que leyó dejó en claro que fue Lorenzo quien le telefoneó pidiendo que hiciera “todo lo posible” por otorgarle el aval. ¿A quién? Porque en realidad hubo otra empresa argentina que no pasó las exigencias del aval. Lorenzo no pidió por ella, sino por Cosmo, o sea por López Mena, quien estuvo desde el comienzo, y eso, lógicamente, es algo que el gobierno busca obviar el gobierno al celebrar el cobro del aval.

Calloia no quiso en su momento revelar datos sobre la aseguradora Boston porque, decía, se podía violar el secreto bancario; pero eso era lo formal. Lo real, y lo que Calloia prefirió ocultar por alguna razón, es que había que quedarse tranquilo porque tenía la palabra de López Mena, que no figuraba en ningún lado del negocio, pero que iba a pagar; ¿cómo no iba a pagar si formaba parte del negocio?

Hubo días antes de esos idas y vuelta que, según sus allegados, eran terribles para López Mena. Lo llamaban directamente desde la chacra presidencial. Tenía que dar una mano para salvar a Pluna.

Cuando entendieron que él no iba a comprar le pidieron una solución, y el empresario trajo una que era tanto una solución para el gobierno como para él, y por eso iba a funcionar.

La versión oficial dice que López Mena contactó a Hernán Calvo, viejo amigo de la familia, que a su vez trajo a Cosmo.

¿Qué negocio se planteaba? Cosmo compraba los siete aviones pero, como lo haría el BROU con el aval, confiando en la palabra de López Mena de que él les iba a alquilar cuatro de esas aeronaves.

Fuentes cercanas al empresario dicen que el negocio se complicó cuando comenzaron a aparecer “denuncias” y a revelarse ciertos datos, como que Sánchez había dado su segundo nombre y apellido o que había trabajado para Buquebus.

Según estas fuentes, el ruido político en torno a un negocio de US$ 137 millones le trajo problemas a Cosmo y se le trabaron préstamos en Europa.

Incluso, dicen estos voceros, al propio López Mena un banco de plaza con el que tramitaba un préstamo lo llamó para decirle que se había enlentecido la decisión de dárselo. “Un empresario que se mete en un negocio de US$ 137 millones es un peligro para sus acreedores”, aclaró la fuente.

Y así fue como el gobierno, luego de haber suspendido una subasta porque no se había presentado nadie aunque mareaba diciendo que había varias empresas interesadas, se aferró al plan de López Mena.

La subasta, en algún sentido, fue una puesta en escena y este es un asunto que la Justicia investiga. Todos sabían que formalmente Cosmo iba a comprar porque ya había un plan de negocios, que se había armado para convencerla de que se presentara, y en el que la figura central era López Mena.

Por eso tras la subasta apareció aquella foto de Lorenzo, López Mena y Sánchez Calvo en el restaurante Lindolfo. Todos eran parte de un acuerdo no escrito, como no escrita estaba la palabra de que si las cosas salían mal, el dueño de Buquebus bancaría el pago del aval.

Si se sabía que la segunda subasta iba al fracaso ¿por qué no se buscó un acuerdo directo con el empresario? Terreno de conjeturas y de valoraciones realizadas por allegados al empresario. A López Mena –que le organizó a Mujica dos grandes encuentros con empresarios- se lo empezaba a ver como alguien del universo mujiquista y concederle directamente iba a tener costos políticos.
“El voto Buquebus”, había titulado en su momento el diario argentino Página 12 dando cuenta de la cantidad de uruguayos que recibieron grandes facilidades de la empresa para venir a votar.

Además había denuncias contra Buquebus por posición dominante en la conexión con Argentina.

Una cosa era concedérselo o negociar directamente. Otra que él apareciera en medio del negocio como alguien que daba una mano.

Pero terminó mal. El BROU cobró el aval por el fracaso del plan oficial, pero Pluna sigue sin volar, el Estado sigue abonando las cuotas de los aviones y el gobierno pagó el precio político de haber cometido esta patinada que dejó expuesta la existencia de una negociación por detrás de escena. 

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