Uruguay/ Estado de alerta rojo.

Hugo Bruschi
 La sala de prensa colmada, esperaba ansiosa el fin de la reunión convocada con carácter de urgencia. A falta de información oficial y como es costumbre, los rumores circulaban y las teorías más diversas iban desde la destitución de un ministro a la rebaja de sueldos para diputados, ministros y senadores. Aún en la incertidumbre, todos eran concientes que algo grave estaría pasando en esferas gubernamentales. Por fin, se levanta la reunión y el secretario de la presidencia da a conocer un comunicado oficial que sería transmitido en cadena de radio y televisión horas más tarde, pero en honor a la transparencia y buena relación con los medios, se les hacía llegar de antemano. 
Textual:
 "El Sr. Presidente de la República en reunión con el Consejo de Ministros, ha decretado el estado de alerta permanente para todo el territorio nacional. No es intención de este gobierno llevar el pánico a la población, pero nos encontramos en el deber de informar a la ciudadanía, sobre la existencia de un virus altamente nocivo, que actúa sobre la voluntad de las personas y que ya ha cobrado decenas de víctimas mortales. Los casos de suicidio están superando largamente los reportados como homicidios.
 Este fenómeno ajeno a la idiosincracia del Pueblo uruguayo amante de la vida, no puede pasar desapercibido a las autoridades responsables de la salud ciudadana. Por otra parte, el alto grado de conflictividad registrado los últimos meses en el país, en forma de paros, protestas, manifestaciones, ocupaciones de locales de trabajo, huelgas y reclamos de toda índole que el gobierno no puede dar satisfacción, tienen un vínculo directo con esta enfermedad llamada "consumismo", cuyo agente ya identificado, es la llamada tarjeta de crédito en sus distintas versiones. En tal sentido las autoridades sanitarias encabezadas por el Ministerio de Salud Pública en estrecha relación con los de Interior y Defensa, tendrán a su cargo la misión de informar a la población sobre los peligros que se ciernen sobre la Sociedad. En tal sentido, se recomienda a la población seguir las indicaciones que se darán a conocer más tarde, y de este modo colaborar en forma madura y consciente, en el combate a este flagelo." Fin del comunicado. Eso es todo lo que por ahora podemos informar, dijo el Secretario de la Presidencia, dando por finalizada la conferencia de prensa.

Minutos más tarde los ministerios en cuestión emiten un segundo comunicado de prensa, que es también transmitido en cadena por radios y Tv. " Se exhorta a la población a devolver en la unidad sanitaria más cercana a su domicilio, toda tarjeta de crédito en su poder, contando para ello con un plazo de 48 hs. Cualquier omisión a esta exhortación dará lugar a una requisa domiciliaria que quisiéramos evitar, pero que dada las circunstancias se hace imprescindible para preservar la salud de la población"

Bueno, si la intención del gobierno era no crear un estado de pánico innecesario, el efecto logrado fue el opuesto. La gente desesperada y carente de contado se agolpaba en los comercios y supermercados de venta masiva, en busca de provisiones antes que se venciera el plazo o en su defecto que llegaran las fuerzas conjuntas de Interior y Defensa, a requisar los hogares uruguayos. En estos casos de emergencia, las órdenes de allanamiento sólo son adelanto manuscrito. La harina, el arroz, los huevos, el azúcar, los fideos y el papel higiénico estaban llegando a su fin y en algunos mercados sólo se aceptaba contado para evitar contagios y en otros casos ya se hablaba de acaparamiento destinado a especular más adelante ,cuando la escacez se haga evidente.

El Ministerio del Interior informaba permanentemente de los peligros de la tarjeta, de como el virus instalado en el cerebro empujaba a la gente, a tomar decisiones que de otro modo, serían impensables. Habían quienes jamás habían visto un billete de 1000 pesos y las consecuencias eran inevitables: robos, rapiñas, asaltos a locales de pago, comercios etc. Cuando no huelgas pidiendo un aumento que jamás cubriría esa necesidad incontrolada de comprar cualquier cosa. Se citó también la opinión de una senadora en ese sentido. Y hasta se hizo mención de un grupo de jóvenes socialistas, quienes poniendo de manifiesto su madurez y su conocimiento de las leyes del mercado, aconsejaban en su congreso no. XXXIII, a poner fin a esta carrera consumista. "Consumir para vivir y no vivir para consumir" O sea que las medidas adoptadas por el gobierno, también contaban con respaldo partidario.

También el Ministerio de Defensa, en la persona de su ministro, advirtió que quienes no siguieran las recomendaciones de las autoridades sanitarias y no se presentaran en el plazo fijado, estarían comprometiendo la seguridad nacional . Los servicios de inteligencia ya habrían detectado gente que trabajando desde las sombras, estaría incitando al consumo irresponsable, no sabemos con que fines. Tal vez elementos llegados al país con fines desestabilizadores y en ese caso también la soberanía estaría comprometida. A esta altura y sin saberlo, la ciudadanía se había convertido en un conspirador potencial o una suerte de terrorista que contaba con un arma de destrucción masiva: su tarjeta de crédito contaminada. Pasaron las 48 horas y la respuesta no fue del todo satisfactoria para las autoridades. Se hacían menester operativos en busca del agente agresor. Los soldados y policías encargados de las requisas, fueron pertrechados con  máscaras y arengados con cantos de guerra. Llegaban al domicilio señalado en busca del enemigo. "Entregue su arma" gritaban fuera de sí. "Mi tarjeta está descargada, respondió una señora.....
La tensión iba en aumento y la gente permanecía en las calles sin entregar su tarjeta y a la busca de algún comercio. Ante esta situación inesperada  el gobierno que en otras oportunidades se niega a negociar, decide lanzar una propuesta tan inteligente como original. La tarjeta sería entregada para su incineración y a cambio recibirían una totalmente segura y con tratamiento anti-virus. La misma se denominaría "la progresista" y habilitaría a la gente a un consumo racional sin necesidad de endeudarse al límite del suicidio o del divorcio. Bueno, por fin todo volvió a su cauce normal. Las víctimas están siendo tratadas y los robos, las huelgas con ocupaciones y los reclamos desmedidos, ya son cosa del pasado.

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