Penosos, ignorantes, apátridas (y jóvenes).

 

by FG
Hugo Burel versus unos cuantos penosos ignorantes apátridas (y jóvenes)
por Marcelo Marchese
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El 18 de mayo en El País Hugo Burel escribió el artículo "Las fechas patrias" (1) donde afirma que "Parte de nuestro retroceso educacional y cultural se origina en el creciente desapego a conmemorar con fervor aquello que nos hizo independientes y distintos"."Se habla mucho sobre nuestra identidad, pero se olvida demasiado que ella también se fundamenta en esos cuatro hitos que refieren a una declaración, una batalla, un nacimiento y una jura".
Pensamos que Burel yerra el tiro al vincular la Batalla de las Piedras con nuestra independencia, entendiendo ésta como la independencia y creación de nuestro Estado. La Batalla de las Piedras, que reconoce y ensalza el himno argentino, fue una batalla ganada por una Junta de Mayo que erigiera a Artigas como oficial, bajo sus órdenes, para sublevar el territorio del otro lado del río conocido como Banda Oriental (por Banda Oriental entiéndase no el este del río Uruguay, como astutamente nos han dicho, sino más bien el este del río Paraná) (2). La victoria fue festejada en toda la Argentina (llámesele así o Provincias Unidas, o ex virreinato del Río de la Plata o utilícese el eufemismo que se quiera) y fue festejada en toda América. Artigas acató una orden de la Junta de Mayo así como acató otra orden levantando el sitio. Era un oficial de un ejército cuya cabeza estaba allende el río. La independencia no tuvo nada que ver con esta batalla: fue un proceso posterior por el cual fueron derrotados, precisamente, los vencedores de la célebre batalla.
Burel afirma que "Junto con el triunfo, la famosa frase "clemencia para los vencidos" simbolizó la grandeza del Jefe de los Orientales en la victoria e inmortalizó un gesto noble ante el adversario que no se si hoy tendría emuladores". Si Burel se refiere a la dictadura militar le asiste toda la razón. Los dictadores y sus secuaces y esbirros no tuvieron clemencia para los vencidos, a quienes secuestraron, torturaron, violaron, castraron, ejecutaron y desaparecieron. Mas, si se refiere al pueblo uruguayo está radicalmente equivocado pues por dos veces tuvo clemencia para los violadores, ladrones y asesinos, que hoy, casi todos ellos, en tanto clamamos por seguridad, conviven con nosotros como personas honorables y ni siquiera tienen el pudor de decirnos dónde enterraron a las víctimas del peor terrorismo, llevado a cabo por una institución que teóricamente nació para proteger al individuo.
Debemos admitir, sin embargo, una superioridad de Burel pues jamás encontramos un documento en el cual Artigas ordenara o rogara se tuviera "Clemencia para los vencidos bla bla bla". Si Burel halló este documento le suplicamos que por amor a la verdad nos desasne y cite la fuente. Quedaríamos sumamente agradecidos. En el parte de batalla elevado por Artigas no figura esa frase tan loable que, en tanto no se nos dirija a una fuente confiable, debemos suponer emanada de una imaginación tan prodigiosa como patriótica.
No sólo la Batalla de las Piedras se inscribe dentro de las batallas ganadas y perdidas por la Patria Grande que denuesta Burel, sino que las posteriores batallas protagonizadas por Artigas y todas y cada una de las batallas de los Treinta y Tres se inscriben en dicho proyecto, incluyendo la inopinadamente llamada "Declaratoria de la Independencia", al menos si atendemos a los documentos, un recurso que suele ser útil en estas cuestiones historiográficas. Veamos uno que tiene cierta relación con el tema que tratamos. La Sala de Representantes de la Florida "... para resolver y sancionar todo cuanto tienda á la felicidad de ella (la provincia), declara: - que su voto general, constante, solemne y decidido, es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, á que siempre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo conoce. Por tanto ha sancionado y decreta por ley fundamental la siguiente:
“Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias".
De las cuatro fechas que Hugo Burel asocia con aquello que nos hizo "independientes y distintos" tres de ellas nada tienen que ver con nuestra independencia y distinción. Artigas jamás aceptó, ni siquiera a posteriori, nuestra segregación. Se opuso de forma terminante. Nada tuvo que ver con ella ni Las Piedras ni la Declaración de Independencia lanzada al mundo pocos días después de estas palabras de Lavalleja: "Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros. Decidios, pues, y que el árbol de la libertad, fecundizado con sangre, vuelva a aclimatarse para siempre en la Provincia Oriental. Compatriotas: Vuestros libertadores confían en vuestra cooperación a la honrosa empresa que han principiado".
La Jura de la Constitución sí está vinculada al Estado uruguayo, habida cuenta que en la Convención Preliminar de Paz de 1828, Brasil y Argentina, bajo la atenta mirada de Inglaterra, decretaron la creación de este Estado, el cual debía elaborar una Constitución que regiría sí y sólo sí la aprobaran nuestros vecinos, que además, según la vergonzosa Convención, tendrían el derecho a intervenir en nuestra política cada vez que lo juzgaran pertinente. Si Burel entiende que una Constitución así aprobada se vincula de alguna manera con la palabra “independencia” tendríamos que ponernos de acuerdo con el significado de esta palabra llevada de aquí para allá de forma tan alegre y dicharachera.
La Convención Preliminar de Paz que parió al Uruguay fue un documento escrito en portugués. ¿Qué oriental o futuro uruguayo estampó su firma en ella? Absolutamente ninguno. Fue firmada en Brasil por brasileros y argentinos. Nosotros no sólo no fuimos consultados ni firmamos el documento, ni siquiera lo vimos de cerca o de lejos y nadie tuvo la deferencia de regalarnos una copia autenticada. La Convención, al independizarnos, nos segregó de la Argentina haciéndonos, paradojalmente, menos independientes. No creamos que la Argentina o Brasil sean modelos de independencia; pero en comparación nosotros somos todavía menos independientes. La segregación nos debilitó, debilitando a su vez una amputada Argentina. Nada ganamos. Ganaron otros. Los orientales fueron derrotados y en su lugar nacieron los uruguayos que quedamos reducidos a un paupérrimo mercado actual de tres millones. ¿Cuáles son las cacareadas virtudes resultantes de esta británica segregación de la Argentina? Con similar territorio, y sin la ventaja de la costa atlántica, el puerto de Santa Fe sobre el Paraná, a fines del siglo XX ocupaba 150 hectáreas; el de Montevideo 110. Por el puerto de Santa Fe, en 1999, se exportaron u$s 5:000.000.oo, mientras que por el de Montevideo se exportaron u$s 2:200.000.oo. A fines del siglo XX Santa Fe, Córdoba y Uruguay tenían economías equivalentes, pero las de las provincias argentinas estaban más desarrolladas, prueba evidente de los beneficios de un mercado mayor, de una patria más vasta (3).
Burel afirma que la bandera uruguaya sólo se agita, lamentablemente, en los partidos de la selección, pues "El patriotismo futbolero es solo un sucedáneo del otro, su expresión más banal". Nosotros vivimos y entendemos el fútbol de muy otra manera: como muchos juegos, es una necesaria sublimación de nuestra agresividad. Alentamos y defendemos esa genial sublimación universal del populacho, así como todos los otros deportes, el regateo, el sexo, las artes y los debates intelectuales. Sin matar a nadie, a través del fútbol reivindicamos aquello que nos identifica y al mismo tiempo nos burlamos de la muerte.
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Tal vez, o en todo caso ojalá, el desinterés por conmemorar las llamadas fechas patrias sea resultado de ciertas interrogantes que despierta una historia oficial sumamente vidriosa. Acaso esta gente que según Burel muestra una ignorancia penosa no asocie tanto su patria con esas fechas. En rigor esas fechas nada tienen que ver con la patria, así que no vemos por qué tildarlos de penosos ignorantes. Ya confesamos que no logramos saber por qué estos penosos ignorantes, mayormente jóvenes (según una encuesta televisa que permite a Burel extraer conclusiones) no respetan el himno nacional, pero como nos encontramos en dicha categoría, habida cuenta que sólo la fuerza de la ley nos puede obligar a escuchar de pie un himno que llama a la guerra y la matanza, podemos contarle a Burel por qué procedemos de esta manera aborrecible. La separación de la humanidad en Estados, hablando en términos históricos, es un hecho reciente y nada asegura que en el futuro sigamos aceptando estas divisiones arbitrarias establecidas por unos pretenciosos monos sin cola llamados hombres. Así como hay idiomas que nacen, viven y mueren, hay Estados que nacen, viven y mueren. Amar la patria es un sentimiento maravilloso, pero el amor a esta tierra y a su gente no logra erradicar un sentimiento que nos lleva a considerar a todos los hombres como hermanos que compartimos una patria llamada Planeta Tierra, la cual ha sido dividida en Estados que entonando himnos belicosos guerrearon y guerrean entre sí para beneficio de unos pocos y para el perjuicio de todos los demás.
Confesamos también nuestra penosa incapacidad para comprender este pasaje radicalmente inextricable: “Rainer María Rilke dijo que la verdadera patria del hombre es la infancia. A la mía debo remitirme para recobrar aquel sentimiento que la escuela me inculcó de honrar los hechos históricos que definieron a la nación”. No entendemos la razón por la cual se injertó la cita de Rilke para luego argumentar precisamente todo lo contrario. Cualquier otro texto que apele a sentimientos guerreros y que involucre a la infancia le hubiera venido al pelo a Burel para rememorar aquello que la escuela le inculcara, pero entre todas las citas de todos los poetas, ninguna más pacifista e inadecuada para sus nobles sentimientos patrióticos que ésta. Rilke, arrinconado en su adolescencia en una escuela militar y metido a prepo más tarde en un ejército durante esa carnicería conocida como Primera Guerra Mundial, tuvo motivos de sobra para considerar a las escuelas Militares Patrióticas y a los Ejércitos Patriotas como un “abecedario de horrores”. No tenemos más remedio que suponer que la inclusión de la cita de Rilke responde a inquietudes meramente ornamentales, tema sobre el cual no omitiremos opinión, pues preferimos, ante el paso del poeta universal que escribiera que “la única patria verdadera es la infancia”, sacarnos el sombrero y arrastrarlo en una reverencia, prometiéndole hacer nuestras sus palabras.
(1) http://www.elpais.com.uy/domingo/fechas-patrias.html
(2) Javier Ricca. ¿Banda oriental del río Paraná? Caras y Caretas. Mayo del 2013.
(3) Guillermo Vázquez Franco. Traición a la patria (en breve en plaza por Ediciones el Mendrugo)

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