El Crimen de la Plaza Zitarrosa 10/ Por José Luis Facello

Al principio, el proyecto fue cuestionado por los ambientalistas a ambas márgenes del río, por la izquierda y el PIT-CNT*. * PIT-CNT Central de Trabajadores uruguayos.

Al principio, el río unió a los pueblos reuniéndolos en uno, dos, tres actos multitudinarios sobre el puente binacional. Multitud de banderas hermanadas por la vida, por la paz. Nuevos vientos soplaron trastocando el orden de las cosas, de pronto lo que era así dejó de ser así, para a posteriori arrastrar a buena parte de los políticos de raza hasta ahogarlos en sus propias palabras. Ninguno de ellos murió por esa causa.

  El viento Norte azuzó la locura, los perros se mordían la cola, las razones esgrimidas cohesionaban voluntades como tiraban todo por la borda de forma contradictoria, los opuestos se atrajeron eléctricamente, trastornados, abrazados por chalecos de fuerza, baños de agua fría y uso de drogas duras. Queda claro, en nombre de la Razón.

   Las razones derivaron en polémicas dañinas a la vista de todos, las gentes inocentes se angustiaban y en las escuelas los niños lloraban sin consuelo, mientras los periódicos anunciaban truenos y centellas.  El puente se convirtió en una mole gigantesca de hormigón armado, tan inútil como disociador. Los reunidos que tenían un motivo pasaron a tener un desmotivo y los desmotivados fueron motivados. Se movilizaron por miles y miles. Fue tapa de todos los diarios. Está claro que es confuso. Es el arte-artimañas de la política, que invocaba a uno y otro lado del río la promoción del empleo como la defensa del medio ambiente, un país natural, productivo y con industrias, invocaron la soberanía nacional, los sagrados derechos, cuando no, la denuncia ramplona contra embozados conculcadores de la Libertad. Los presidentes se reunieron, y los asesores de los presidentes, y los expertos y especialistas consejeros de los asesores de los presidentes. Incluso, dieron el beneplácito a las negociaciones, el cazador de elefantes Juan Carlos  y un escriba peruano devenido español, político frustrado y Nobel de Literatura. No faltaba nadie o casi nadie. 

   Convinieron oficialmente, recurrir a la Corte Internacional de Justicia de la Haya y aceptar el veredicto. En tanto, la Cumbre de Presidentes Latinoamericanos fue conmovida con la presencia de la Reina del Carnaval de Gualeguaychú. Evangelina, una mina divina, infartante, que fue intimada a retirarse por los agentes de seguridad y los paramédicos de emergencias cardíacas. Finalmente, los temporales de la discordia y los intereses encontrados volvieron a su cauce natural semejante al previsible comportamiento de los ríos; mientras, inmutables como una plantación de elliotis, los obreros de la construcción remontaron la chimenea hasta tocar el cielo y Fray Bentos pareció retomar el papel industrialista de los viejos tiempos de “Liebig” y el “Anglo”. Los asambleístas de Gualeguaychú envejecían en sus sillas plegables al calor estival, tomando mate y refrescos fríos, hasta que mandaron a los peones del campo a hacerse cargo del piquete junto al puente en los crudos inviernos mientras duró el conflicto. Cotizada a 500 dólares la tonelada de soja en los mercados internacionales, la protesta entrerriana se reencauzó a escala mayor contra el gobierno central. Esta vez, los piquetes cortaban rutas argentinas a la orden de las sociedades patronales agrarias y los escribas, a ambas orillas del río, auguraban que el gobierno argentino se desmoronaba…

   Algunos políticos, presos de la fiebre y el delirio, imaginaron invasiones, movilizaciones de tropas y hasta guerras fraticidas, para al despertar, repugnarse con las sábanas enchastradas de sus propios excrementos. Hay situaciones indeseables que semejan horribles pesadillas.

   Los pobladores, los estudiantes becados, los albañiles migrantes como los contrabandistas kileros, escrutaban al Otro desde ambas riberas del río Uruguay; unos desconfiando y otros satisfechos, todos dolidos.

   Menos, los directores de la exultante  Fábrica que brindaban con viski skotiannin la primera boconada gris de la chimenea.

   Las buenas gentes socorrieron a los heridos de sano orgullo y volvieron a reparar lo suyo como ocurre después de cada vendaval. Pasado el viento Norte, triunfó la esperanza de hombres y mujeres que se dispusieron a trabajar, soñar y a esperar… los próximos carnavales.

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   No había pegado un ojo en toda la noche, como los viejos dio vueltas en la cama como acostumbran los perros antes de echarse, fumó un atado de cigarrillos americanos, irascible, rebuscó en los bolsillos hasta encontrar picadura suficiente para armar un cigarrito, impaciente, preparó un cóctel con las botellitas dispuestas en la puerta de la heladerita, bebió agua de la canilla y cortó el lóbulo al afeitarse, perturbado, escuchó en la radio a pastores y páis umbandas, solitario, concilió el sueño bajo la ducha caliente y vomitó las cerámicas italianas del baño, derrotado, las lágrimas corrían por las mejillas con la sensación prístina de un recién parido, vacío, abrió el ventanal para atrapar los primeros anaranjados del alba, la brisa fría y la negrura del caudaloso río, tiritando, cubrió la desnudez de su cuerpo profano e irreverente, como los camalotes su corazón derivaba en el sinsentido de sentirse abandonado.

   Abril, cinco letras que retumbaban en la mente obnubilada de tanto engaño, sin saber qué, inabarcable como la confusión de un niño extraviado en la playa, sin un recuerdo de su existencia, siquiera imaginarla, sin haber probado los dulces de su mirada ni los  besos tibios de buenas noches…

   La impotencia le corroía los nervios. ¿Dónde buscar a sus padres sin una pista que advirtiera de sus pasos, dar cuenta de su presencia como no fuera en sueños?

   ¿Cómo imaginar a su madre a partir del solo sonido de una palabra: Abril?

   De su hermana no tenía nada que no fuera la confirmación de su existencia y la imposibilidad dolorosa, siquiera de nombrarla.

   ¿Y si todo se reducía a una tortuosa maniobra instrumentada por el policía para acrecentar meritorias calificaciones? ¿Qué tendría de raro que el tal Lindolfo fuese una mente obsesiva como la de tantos que claman por limpiar la basura de las calles, al punto de manipularme con vaya a saber qué fines?

   ¡Cómo pude engañarme! Había llegado la hora. Mataría al policía.

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   _ Señor Feinnman, lo espera en la confitería el señor Lindolfo, comunicó la recepcionista con voz engripada, dice que habían convenido encontrarse a las ocho.

   _ Enseguida voy, dijo Feinmann. Parado frente al espejo dispuso los lentes oscuros disimulando una noche borrascosa, como también, ocultar la Safety Hammer bajo el saco sport.   

   _ Solo el diablo sabe… murmuró ácidamente.        

   El policía observó el semblante del otro. Se veía desmejorado como al rescatarlo en los confines de la forestación y supuso que conmovido por la cercanía de la verdad, de naturaleza esquiva en su caso. Asunto tan doloroso como necesario para tratar de encaminar una vida errática, de no ser así, cabía la posibilidad de que se extraviase hasta asesinar al tipo del espejo, pegarle un tiro a la razón.

   Una pena, todavía era joven para morir. Enemigos e incertidumbre sobraban en su vida. De los antiguos compinches de fechorías pocos habían sobrevivido a las fugas de la Colonia Berro como a los efectos de las drogas baratas, del “paco”, sino a las balas cruzadas de la policía o los rufianes. El reparto del botín o la disputa por una mujer codiciada eran suficientes para desencadenar un hecho de sangre y terminar en el Cementerio del Norte.

   A los del laboratorio agro-industrial les había ido mejor, las cabezas visibles escaparon al extranjero y avisados de que el sistema financiero colapsaría, transfirieron a tiempo los depósitos en dólares; en cambio, la suerte de Don Paco y la organización de “exportación de automóviles” estaba sellada. Hasta tanto expidieran la orden judicial de terminar con el negocio no intervendrían los de INTERPOL, pero solo era cuestión de tiempo.  

   El destino quiso que el muchacho tuviera otra oportunidad. Es cierto, el destino de uno y otro se cruzaban alimentando un sentido a la vida misma, sin proponérselo ambos cruzaban los territorios del purgatorio.

   _ Buen día, masculló el policía con el cigarrillo apagado en los labios.

   _ Buenas… dijo Feinmann con signos de rencor.

   _ Buenos días señores, dijo el mozo.

   _ Para mí, café y un coñac, pidió Lindolfo José.

   _ Lo mismo, dijo Feinmann repugnado por la resaca.

   El tipo con aspecto de profesor, el saco gastado y mirada impiadosa sobre los lentecillos, había saludado con formalidad subordinada a Lindolfo José e ignorado al muchacho, pidió un café doble que bebió de una vez y habló siseando  como los altavoces de los aeropuertos. Apenas si entendía lo que decía.

   _ Señor, dijo leyendo un documento PDF de la computadora portátil, usted da con el perfil, edad, estatura y peso. Liceo ¿terminado? OK. Experto en conducir motos y automóviles a alta velocidad, domina el manejo de armas de puño, ¿largas? OK. Internet, e-mail, le daremos instrucciones para codificar mensajes ¿OK? Y principalmente, tiene experiencia y antecedentes comprobables. Ha viajado por los países de la región... El tipo sonrió cínicamente. El prontuario tiene arreglo. OK. La agencia hace el depósito el primer día hábil del mes en su cuenta y nos encargamos del aporte en la AFAP. El pago de viáticos sólo camina con el OK firmado por el jefe Lindolfo. Le proveemos el equipo sin cargo para usted. ¿Entendido? OK. Finalmente, si lo estropea o lo pierde la agencia lo descuenta de sus haberes. Pidió otro café doble, pasado mañana en el casillero 309 encontrará un sobre con toda la documentación personal carente de referencias tangibles.

   Para la agencia usted no existe, OK.

   _ ¿Si me pasa algo?

   _ El dinero va a la Mutual y el cadáver a la morgue.

   _ ¿Y bien? interrogó el tipo exigiendo definiciones.

   _ Es una oportunidad única… deslizó Lindolfo José.

   Antes de la llegada del despreciable sujeto a la confitería, Lindolfo había explicitado la propuesta con claridad y amplitud como para ser comprendida correctamente. La misión consistía en hacer tareas de inteligencia en las dos ciudades fronterizas, su misión era infiltrarse y medir las reacciones de los grupos de activistas según la evolución de las negociaciones diplomáticas. Se le requería información de primera mano, sistemática y regular. Misión definida por el Ministerio como prioridad 1.

   La operación se llamaría “Celeste aunque cueste”; si era detenido en el lugar que fuese, bajo cualquier circunstancia, oficialmente sería negada su existencia.

   _ Nada personal, es el protocolo con los espías, dijo el sujeto desconocido.

   _ Con los argentinos las cosas nunca fueron fáciles, menos con los peronistas en la Casa Rosada, deslizó confidencialmente Lindolfo dando un encuadre más amplio al asunto.

    Inmejorable oportunidad… insistió veladamente.

    Un consejo, busca información de fútbol, es un tema insoslayable en las conversaciones de los lunes. Al momento de elegir busca un equipo de mitad de tabla; River y Boca es para discutir toda la semana, matar o morir si topas con bandas de fanáticos. Si podes evitarlo mejor… es tu elección.

   Mauricio Feinmann, cavilaba sobre la insólita oferta temiendo precipitarse en un callejón sin salida.

   ¿Porqué todo en su vida se presentaba con ropaje confuso, disfraces y máscaras que confundían a uno y a otros? Era mucho pedir un poco de simplicidad a las cosas, al trato entre humanos, a los pocos días por vivir…

   Y ahora esto, los malditos policías habían tejido una sutil telaraña, porque recién cuando se convirtió en alguien, con las capacidades intactas templadas por las vicisitudes, disponer de un botín habiendo superado un sinnúmero de adversidades, sobreviviendo en la forestación… de pronto, sentía que caía en la trampa que le tendían.  

   Intuición de cazador, habría dicho  Pancho Cruz.

   Abril podía ser una invención en la mente enferma del policía. De comprobar la mentira la muerte sería su condena. Se resistía a pensar que sus días eran un simple fruto del azar o un juego del que ignoraba las reglas…

   El tipo gris lo miró sin disimular el asco que le producía el muchacho.

   _ No es ni bueno ni malo, es un trabajo que te permite cortar con el pasado… dijo Lindolfo como al pasar sabiendo del fundamento que encerraban esas palabras en la vida del joven.

   El desinterés del tipo gris era tal que ni siquiera ensayó una duda, menos una palabra.    

   _ Acepto, dijo a regañadientes Mauricio Feinmann.

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“Jackson City” Seguridad Privada & Asoc.

Ruta 8 y 102, S/Nº Telefax 6006.123.321.600

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Ingreso:                     1º febrero de 2008

Egreso:

Nombre:                    Jonathan Braine Campos

Legajo Nº:                 5129

Señas personales:      Masculino

                                  35 años

                                  1,76 mts.

                                  65 kg.

                                  Tez blanca

                                  Pelo castaño

                                  Ojos turbios

                                  Cicatriz de bala

                                  Tatuaje en el cuello

                                  Pie plano

Estado civil:              Soltero

Domicilio:                 S/D

Documentos:            Cédula                            (en preparación)

                                  Pasaporte                       (idem.)

                                  Libreta de conductor     (idem.)

                                  Tarjeta Banco                (idem.)

                                  Tarjeta Débito               (idem.)

                                  Técnico Químico          (idem.)

                                  Referencia Empresarial (idem.)

Estudios:               X  Escuela primaria

                              X  Liceo completo

Antecedentes

de Trabajo:               S/D

Seguro de vida:        No

AFAP:                      (en preparación)

Hobbies:                   No

Música:                    Deep Purple y London Symphony Orchestra.

                                 Karibe con K

Películas:                  Mad Max II; Fargo; El baño del Papa.

Libros:                      Los poemas de Bukowsky.

                                 Las novelas de James Ellroy.

Marcas preferidas:   Chesterfield; Bugatti; Smith&Wesson.

Nombre de mujer:    Abril, Rosalía, mi hermana.

Nombre de hombre: N/S, N/C.

Observaciones:        Psico/Ambiental: sujeto inestable con propensión a las respuestas    

                                violentas. Cultura errante. Sexualidad indisciplinada. No está  

                                medicado. Requiere especialista en ortodoncia. Análisis

                                toxicológico: grado 9. Análisis HIV: negativo.

Objetivo:                 Custodia caudales.

                                Guardaespaldas.

                                Monitoreo satelital.

                           X  Espionaje para la defensa interior.

                                Espionaje industria turística.

                                Informe y seguimiento de personas.

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   Un taxista lo llevó a unas cuadras del centro donde alquilaban pequeños apartamentos por sumas módicas, aceptable para un promotor de ventas. Un lugar discreto sin recepcionista, teléfonos ni botones. Con la dueña ocupada en preparar comida casera y el esposo construyendo al fondo otro apartamentito para alquilar. La estadía era tranquila y grata. Sin lujos, contaba con un buen colchón en la cama y el combo teléfono, televisor y Wait Fait.

   Lo primero que hizo fue entablar conversaciones ocasionales, observar las vidrieras de los comercios, recorrer las calles anotando en la guía de la ciudad asuntos encriptados relativos a su misión.

   Posteriormente comenzó por frecuentar una confitería aledaña al río Gualeguaychú. Los días soleados solía tomar café en un entablado al aire libre, sino se refugiaba junto a una mesita con vista a la avenida. A ratos observaba a los clientes y los peatones, pasaba parte del tiempo leyendo “El Día” y los diarios porteños.

   Merodeaban por el lugar una multitud de jóvenes estudiantes y personas con el cartel de turista pintado en la frente. Estaba bueno, sobrevivir en medio del cardumen, era uno más entre muchos.

   Por las tardecitas hacía una parada en el Centro Sirio Libanés donde miraba a los jugadores de ajedrez alternando con los partidos de voleibol, y al anochecer paraba a tomar cervezas en pequeños bares. A primera hora de la mañana recorría la calle Bolívar poblada de hoteles y plátanos, vagaba por la Plaza San Martín para luego encaminarse hacia el río por la avenida Luis Palma, llegar al puente y seguir por la rambla costanera hasta retomar una calle cualquiera que lo condujera de regreso a Bolívar. Una vuelta mínima para desentumecer las piernas. Observar y ser observado, al tercer día de esa rutina ya cambiaba saludos con un vendedor de diarios, el barrendero y un policía de ronda. La ciudad crecía pero la gente mantenía sus costumbres de pueblo chico, saludo, siesta y el ir y venir de motocicletas y camionetas 4 x 4.

   Jonathan Braine cuidó con esmero la apariencia de un vendedor por catálogo, una estrategia adecuada para estar en contacto con una sociedad de economía básicamente rural.

   A poco, había advertido la presencia de inversionistas de mediano capital llegados de Buenos Aires y establecidos en el complejo turístico típico del litoral entrerriano, servicios termales, hoteles, restaurantes, casas en alquiler y el plato fuerte del verano: el carnaval abrasilerado haciendo la delicia de multitudes en el corsódromo. Eran muchas las personas relacionadas por los intereses comunes, de la guía de turismo al albañil, del chef al  jardinero, que junto a los dueños de los negocios conformaban uno de los frentes de las protestas anti-Fábrica. Temían que el lugar de naturaleza pródiga fuese vulnerado por la contaminación ambiental y con ello dar al traste con sus inversiones, y los trabajadores con sus empleos. Por ahora, la polución era periodística pero suficiente para alterar el ánimo ciudadano y expandir una pérfida sensación de malestar. Cosecha a cosecha, la soja generaba nuevos ricos y sobre los efectos funestos del glifosato la mayoría callaba.

   Informar sobre que planes tramaban los más radicalizados era parte de las tareas encomendadas por la agencia.

   Una tarde de sábado compró a unos artesanos de la avenida Palma dos remeras con la leyenda “No a las papeleras” y “La soja es verde”.

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   No tardo mucho en conocer a una jovencita del lugar y a su amiga  mercedina, uruguaya, estudiantes del colegio católico. Y menos en ser invitado a una reunión donde se informaría sobre los conflictivos eventos relacionados con la Fábrica. Al mes, participó de una multitudinaria concurrencia sobre el puente binacional y poco después fue parte del grupo que marcaba con una flotilla de gomones y veleros la presencia de los ambientalistas en el río Uruguay. Disfrutó de las jornadas de navegación así como le resultó harto aburrido leer los dossier sobre la Comisión Administradora del Río Uruguay, las denuncias de Greenpeace y el informe del licenciado J.W.Audrey, ciento treinta y cuatro páginas sobre los antecedentes, mediciones e impacto ambiental de otras fábricas instaladas en España y Finlandia.

   Esto no era para un tipo como él y pensó en abandonar todo. ¿Cuál era la oportunidad de la que hablaba Lindolfo? En primer lugar, la desaparición de los antecedentes delictivos, eso estaba bueno, como reinsertarse en la civilización con un relativo margen de seguridad tratándose de un agente encubierto. Y la perspectiva, obtener a futuro un empleo público y ser un ciudadano limpio, uno más entre miles de montevideanos.

   Descubrió que las informaciones eran caóticas, las opiniones vulgares y anárquicas, hubo quienes exhibieron, papel en mano, los daños ocasionados por las vetustas instalaciones fabriles en el Alto Paraná, y otros activaron alarmas denunciando proyectos amenazantes en la cuenca aledaña. Alguien se refirió a la mortandad de peces y como principal causa a los diques y la contaminación del río Tiete y el arroyo Pantanoso.

   Tardó mucho más tiempo en infiltrarse entre un grupo, minúsculo, que planificaba en los sótanos de una bodega familiar algunas acciones extremas, como sabotear por cualquier medio el ingreso a la Fábrica y establecer un bloqueo al embarcadero, hasta incluso, evaluaron el secuestro de un alto directivo de la empresa con fines propagandísticos, sin excluir el chantaje económico.

   Los principales diarios uruguayos y argentinos, serios, gastaban ríos de tinta en pronosticar un cuadro dantesco destacándose en sus columnas las exquisitas plumas de inquietos periodistas y políticos de raza...

   Audaces corresponsales de guerra de las principales agencias internacionales, se rumoreaba que estarían ya instalados en estratégicos hoteles en Fray Bentos y Gualeguaychú. La presencia de mercenarios veteranos en las ocupaciones en Afganistán y Kuwait, como integrantes de células dormidas en Madrid y Londres parecería que fueron avistados por los servicios de inteligencia de occidente y oriente.

   De un día para el otro, los alimentos se agotaron en las estanterías de los supermercados, en tanto los precios subieron desmedidamente en el mercado negro los contrabandistas burlaban los controles aduaneros, el lanchón de don Caxildo entre tantos.

   En los boliches de la región, los parroquianos conversaban sobre asuntos olvidados, como que la correspondencia y encomiendas pudiesen esconder mortíferas sustancias, o la posibilidad de que un lobo solitario, un terrorista proveniente de Carrasco o Ezeiza estrellase un avión de pasajeros con fines inconfesables.

   Para algunos la Fábrica estaba en peligro.

   Para muchos todos vivíamos en peligro.

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   Ellas pidieron un agua sin gas, sabor pera, una cerveza del país, y yo una  Coca con ferné.

   Hicimos bromas, indagaron sobre mis ventas, pregunté como les fue en los parciales de matemáticas, saludaron a los gritos a otros jóvenes estudiantes, se acercó un muchachito que buscaba a alguien, disfruté mirar sus caras frescas y las tetas sacudidas bajo las remeras al compás de las risas que estallaban como fuegos artificiales. Gisella luciendo el pelo como una cascada rubia; un afilado peinado punk  y afeites a la par, en la otra muchachita.

   Me observaban descaradamente riendo con desparpajo.

   _ ¿De qué se ríen? pregunté.

   _ De nada.

   _ Hum…

   _ ¿Te enojaste Joni?

   _ Los amigos no se enojan. ¿O si? dije confiado.

   _ Con vos está todo bien.

   _ ¿Y conmigo? preguntó Gisella a su amiga.

   _ Sos tonta… y la lengua asomó como una rosada serpiente entre los labios violetas y provocadores.

   _ Te amo, susurró la rubia anticipando un beso instantáneo como fogoso.

   Era la primera vez que se besaban delante de mí y aunque algunos gestos y palabras ya habían despertado mis sospechabas, aun así, lograron sorprenderme con un sabor indefinido en el paladar.

   Miré para otro lado temiendo caer en la ingerencia repugnante de un mirón hasta eludir mi repentina incomodidad escapando al sanitario. 

   Cuando regresé, esta vez reían con un dejo conspirativo.

   _ ¿Interrumpo o vuelvo después?

   _ ¿Ahora si te enojaste?

   _ No, no se que decir.

   _ ¿Acaso preguntamos tu opinión de las lesbianas?

   _ Joni ni hablés, dijo Yesica besando el hombro desnudo de Gisella.

   _ Todo bien, no se que decir, menos opinar.

   _ ¿Sabés por qué?

   _ Ni idea.

   _ Porque sos un viejo.

   _ ¡Tengo treinta! mentí en mi defensa.

   _ Un viejo divino

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