Mujica y su primer asalto 4/ SUDESTADA


—¡Nombre!

—José.

—¡Nombre completo, carajo!

—José Alberto Mujica Cordano.

—¡Edad!

—Veintiocho —mintió, pero no por coqueto.

—¡Ocupación!

—Feriante.

—¡Estado civil!

—Casado —nunca había ido al registro civil, pero estaba diciendo la verdad.

Cuando el escribiente terminó de armar la planilla con los datos básicos, lo interrogó un oficial:

—A ver, Mujica...

—Lo primero que quiero decir es que la moto es de un amigo que nada tiene que ver en todo esto —el policía lo dejó proseguir, pues parecía un detenido con ganas de hablar—. Yo se la pedí prestada y él no sabía nada de lo que yo iba a hacer.

—Muy bien, ya veremos eso más tarde...

—¡Le pido por favor! Él no tiene nada que ver.

—Bueno, bueno, está bien, tranquilícese —el oficial hablaba con voz calma—. Usted no tiene antecedentes penales, Mujica.

Vende en la feria, ¿qué vende?

—Flores.

—¡Muy bien! Compra y vende flores...

—Las cultivo.

—¡Pero qué bien! Usted es un labrador, Mujica —y tras decir esto al oficial le cambió la cara—: ¿Por qué mierda, entonces, le dio por salir a robar?

—Tenía la idea de comprar una chacra para plantar, y no robar más...

—Pero qué lindo, una chacra para cultivar sus flores, pero comprada con guita afanada.

—Los pobres no tenemos pa comprar una chacra.

—¡Hay que ser pobre pero honrado, Mujica! —gritó el oficial, y Pepe se acordó del Flaco David y una levísima sonrisa apareció en su cara.

—¡¿Pero de qué se ríe, imbécil?! —el policía lo zamarreó y casi lo tumba contra el suelo—. Usted se la va a pasar un buen tiempo a la sombra. ¡Vamos! ¡Déjese de pavadas y dígame quién es el otro!

—Un tipo de la vuelta, no lo conozco muy bien...

—Mujica, usted quiere que le demos palos. ¡Usted se está ganando los palos, Mujica! —gritó.

El interrogatorio continuó en ese tono, y fue creciendo en intensidad...

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