¿Qué aprendí del nuevo Informe sobre desarrollo humano mundial? Por Carolina Rovira / Del Blog Humanum / PNUD

Miércoles 3 de septiembre de 2014

Foto: PNUD/Mauricio Martínez
Foto: PNUD/Mauricio Martínez
La portada y su título “Sostener el progreso humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia” podrían llevar a pensar que este nuevo Informe Mundial del PNUD es un recordatorio de los tradicionales problemas de desarrollo, tales como: la desigualdad, la pobreza, la falta de acceso a educación y salud de calidad y la ausencia de protección social a los largo de la vida. Sin embargo no es así.

El Informe 2014 plantea un desafío para la política pública, al afirmar que no solo importa alcanzar el desarrollo humano alto o avanzar en desarrollo humano, sino que también debe garantizarse que las personas desarrollen las capacidades que les permitan mantener el bienestar alcanzado.
Tras este postulado, propone una nueva definición de vulnerabilidad muy coherente con la definición de desarrollo humano: si el desarrollo humano se define como el proceso de ampliar las opciones de las personas por medio de la expansión de sus capacidades, tales como la de tener una vida larga y saludable, ser educado y tener un estándar de vida digno, la vulnerabilidad  debe entenderse como el riesgo de que las capacidades o logros de las personas se erosionen y deteriore como efecto de  crisis o amenazas.
Esta nueva definición le otorga una nueva mirada a las problemáticas tradicionales, y está llamada a tener un impacto enorme en la manera de diseñar e implementar políticas públicas.

¿Qué explica la vulnerabilidad de las personas?
El Informe 2014 plantea que la vulnerabilidad de una persona es mayor o menor como resultado de la interacción de diferentes elementos que responden a tres condiciones: Identidad, circunstancia y entorno.

Elementos que determinan la vulnerabilidad humana desde la perspectiva del desarrollo humano
elementos que determinan vulnerabilidad


Entendida así, la vulnerabilidad es el resultado de una larga lista de posibles cruces entre  estas tres condiciones. En la medida que un país acumule personas en condiciones variadas de vulnerabilidad, más desastrosos serán los efectos de amenazas comunes como el cambio climático, o los contagios de las crisis económicas, o las crisis sanitarias.
Imaginemos el caso de María, una niña de 12 años, en una familia desestructurada y de bajos ingresos, en  una sociedad de cultura machista como la salvadoreña y que vive en un municipio de alto riesgo. Esta niña es altamente vulnerable. Frente a eventos tales como un aumento importante de los precios de la canasta básica por un deficiente régimen de lluvias (como sucede ahora en El Salvador), ella puede verse obligada a dejar la escuela para trabajar o para ahorrarle a la familia el precio del transporte. O bien, podría comenzar a ser víctima de violencia intrafamiliar desatada por el nuevo estrés familiar o incluso, optar por acercarse a las pandillas o grupos delincuenciales que operan en su comunidad para tener ingresos extra.  El mismo evento de aumento de precios de la canasta básica pasará desapercibido para otros niños de la misma edad que viven protegidos en familias de ingresos estables y cuyos padres pueden asegurarles sus necesidades básicas sin problema, y que por lo tanto no son vulnerables. Así, en El Salvador y América Latina, podemos escribir miles de historias de vulnerabilidad.
El desarrollo humano supone el desarrollo de capacidades a lo largo del ciclo de la vida y ahora, con esta nueva propuesta, también incluye la protección de estas capacidades. Esta protección de capacidades no solo se da a través de la prevención de eventos adversos (económicos, climáticos, etc.) y la creación de instituciones de respuesta a estos eventos, como se ha planteado tradicionalmente, sino –y en esto radica una de las novedades– promoviendo capacidades en los individuos, por medio de corregir las desigualdades, inequidades e injusticias a nivel de circunstancias y de identidad que viven las personas. Para que María transite por una senda de bienestar, es necesario entender cómo sus condiciones de vida la vuelven vulnerable, y se deben pensar las políticas educativas, de género, de salud, entre otras, tomando en cuenta esta reflexión.
Si la política pública entiende la importancia de hacerle frente a la vulnerabilidad humana, se desafía a aspirar a  soluciones multidimensionales y que abordan soluciones para la persona, su circunstancia y su entorno.
El Informe da luces sobre cómo esta nueva definición debería de impactar la política pública, particularmente aquellas políticas que aspiran a construir resiliencia. Es decir, a proporcionar capacidades a las personas para lidiar y adaptarse a las crisis; y, leo entre líneas, tener la posibilidad después de un eventual shock a regresar a una senda de bienestar.
Algunos elementos clave de esta propuesta son:
  1. La política pública debe ser oportuna en corregir inequidades y desigualdades a lo largo del ciclo de vida
  2. Se debe asegurar la prestación universal de servicios sociales básicos para crear resiliencia
  3. La política pública debe recuperar la centralidad del empleo como elemento clave para reducir la vulnerabilidad de los individuos y sus familias
  4. La protección social debe pensarse como una red de beneficios que protejan las opciones de vida
Desde mi perspectiva, estas recomendaciones aún se quedan cortas para abordar el problema de la vulnerabilidad humana, pero es un buen punto de partida. Es necesario darle mucho pensamiento a este nuevo concepto, discutirlo, criticarlo, mejorarlo, proponer nuevos cruces de datos que permitan medirlo. Estoy segura de que es el principio de algo grande para la agenda del desarrollo pues nos da elementos para preguntarnos diferente sobre las mismas cosas y el método socrático parte de la idea de que a mejores preguntas, mejores respuestas y, en nuestro caso, mejores políticas públicas.

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