La vida detrás del magnicidio / BRECHA

26 -Olof Palme y Fidel Castro

Más de 25 años después del asesinato del ex primer ministro de Suecia, el documental “Palme” cuenta como Olof Palme regresaba del cine caminando con su esposa y sin ningún tipo de protección, cuando un hombre se acercó a ellos y le disparó. El mayor trauma social y político de Suecia acababa de producirse.

Olof Palme y Fidel Castro
Palme se inicia con él mismo hablando en un programa de televisión –blanco y negro–, donde le preguntan qué escribiría para su obituario. Con una sonrisa –Palme sonríe mucho, algo que parece ser el común denominador de la mayoría de los políticos, y hasta tuvo que arreglarse los dientes para hacerlo con propiedad, según se verá más adelante–, contesta que cuando se empieza a escribir obituarios para sí la gente deja de hacer lo que tiene que hacer, que la vida es demasiado corta y que mientras se está aquí, lo que importa es “hacer la vida lo más decente posible”. Con un ímpetu colosal y no pocas contradicciones, Olof Palme fue alguien que trató de hacer la vida, la de millones de personas, lo más decente posible.
Vienen luego imágenes correspondientes a su muerte –que el filme retomará otra vez al final– y algunas de las cosas dichas entonces por personajes de la época, entre ellos el inefable Henry Kissinger, tan poco afín al pensamiento del sueco.
Con una enorme cantidad de material de archivo, tanto de registros públicos como privados, con testimonios y reflexiones a cargo de personalidades que conocieron a Palme, sin faltar los correspondientes a su viuda Lisbet y a sus hijos, Lindström y Nycander reconstruyen su peripecia vital, desde el niño demasiado bajo para su edad que tuvo que enfrentarse un día sí y otro también a las burlas de sus compañeros, hasta el político apasionado e incansable que en un tiempo multiplicó la popularidad del Partido Socialdemócrata y en otro tiempo la dejó lo bastante abajo como para que perdiera las elecciones después de más de cuatro décadas. Desde el tipo popular capaz de dialogar con estudiantes y con sindicatos, al hombre odiado por la derecha a extremos tales que implicaban amenazas a él y su familia y maléficos rumores sobre su salud mental. Quizá por considerarlo traidor a su clase: Palme provenía de una familia privilegiada. Una estadía en Estados Unidos, que incluyó un viaje a dedo de tres meses por algunas de sus zonas más pobres y excluidas, fue fundamental para atizar sus deseos de justicia social y su odio por el racismo. Su temprana incorporación al Partido Socialdemócrata, su ascenso fulminante en la jerarquía política, la sucesión de reformas sociales en un tiempo de sostenida prosperidad que juntos dieron lugar al “milagro sueco”, su exposición mediática, su frontalidad para enfrentarse sin guantes de seda a sus adversarios, su disposición –y hasta, diríase, su placer– para dialogar con otros posibles adversarios, como los estudiantes movilizados, componen un cuadro dinámico sobre una personalidad compleja en la que los límites entre el mandato ético y el gusto por el manejo del poder, o por probarse permanentemente a sí mismo, coinciden en un mismo hombre. Uno de los méritos del filme es el encuadre de los avatares del biografiado en su tiempo, dentro y fuera de Suecia, lo que ayuda a redondear este relato múltiple. El de uno de los escasos –si no el único– políticos relevantes de un país occidental que manifiesta junto a los estudiantes contra la Guerra de Vietnam, el mismo que siendo primer ministro critica el bombardeo masivo lanzado sobre ese país en la Navidad de 1972 por Estados Unidos, provocando que el embajador estadounidense fuera retirado de Estocolmo y la oposición alertara sobre cuánto podía afectar ese pronunciamiento la clásica neutralidad sueca. Neutralidad que Palme no antepuso a asuntos que evidentemente eran para él imperativos morales, como sucedió cuando apoyó al embajador sueco en Santiago de Chile, Harald Edelstam, en su protección a decenas de perseguidos por Pinochet, o cuando participa en una marcha por la liberación de España del régimen fascista. Palme también supo tener algo más que fricciones con sectores que antes le eran afines y que él mucho apreciaba, como las elites intelectuales, a raíz de su opinión sobre el uso de la energía nuclear. Este documental es un recorrido apasionante por la vida de un político y un hombre muy especial, y también por años muy especiales, en los que alguien como él pudo ser, a la vez, líder, protagonista y víctima.
1. Kristina Lindström vino a presentar Palme y otras películas del más reciente cine sueco, en el ciclo comenzado ayer en Cinemateca Uruguaya.

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