Sólo amigo de “Charlie Hebdo” / BRECHA

 El 8 de enero, un día después de la matanza de Charlie Hebdo, el dibujante árabe residente en Francia Halim Mahmoudi publicó esta carta en su muro de Facebook, explicando por qué él, aunque perdió amigos personales en el atentado, no podía sumarse al unánime “Yo soy Charlie”

Soy dibujante de periódicos, árabe, y solamente amigo de Charlie.
Yo iba a Charlie Hebdo desde el liceo, hace ya bastante tiempo. La última vez fue en setiembre. Compartimos con “Tignous”1 tres días de ostras, risa y franca amistad… Pero desde ayer no he podido dibujar nada. Gracias por los mensajes de amistad y pedidos de dibujo y participación, pero estoy como un idiota frente a la página en blanco.
Rápidamente comprendí que esto es el horror, ya que de niño vi “naturalmente” circular armas, aprendí a mentir para evitar que cuatro tipos armados con escopetas entraran a mi casa para vengarse, y también para no delatar a mis amigos a la Dirección General de Información cuando nos extorsionaban para obtener informaciones. Incluso el año pasado la fatalidad de la “ley de la jungla” mató a dos de mis amigos de infancia, uno tras otro, atrozmente, para llenar luego las páginas de la crónica roja. Todo eso forma parte de mi alma de inmigrante.
El pasado vuelve a flote: la fachada de laicidad que me sometió a humillantes controles de identidad que mancharon mi corazón y me hicieron tragar rabia, las veladas arruinadas porque no te dejan entrar a la disco, una novia que terminó conmigo en la puerta de su casa porque sus padres no querían que “saliera con un árabe”, o también los empleos que no me dieron porque “los clientes no entenderían”. Cientos de cartas de motivación y ninguna entrevista de trabajo. Pocos recursos financieros. El aburrimiento clavado en zapatillas baratas de Tati.2 El verano entero en el barrio o en la colonia de vacaciones. Como delincuentes de buen corazón, íbamos a comprar los objetos que se caían del camión a un precio que ni China podía igualar. No íbamos a andar con sutilezas sobre la legalidad…
Blancos en la tele, blancos en el centro de la ciudad, blancos en las oficinas. Si hasta las asistentes sociales que desfilaban por nuestros barrios eran blancas. La redacción de Charlie: invariablemente blanca. Ayer, también, en la plaza del capitolio [Toulouse], la manifestación espontánea por Charlie Hebdo era blanca. Había unos pocos como yo, como una mujer en hiyab3 que llevaba un letrero que no decía “Yo soy Charlie” ni nada a favor de la libertad de expresión; decía “Mi Francia no se toca”,4 lo que me recordó lo que me dijo mi abuela el otro día: “Hay que desconfiar de los árabes de Argelia, lo único que quieren es aprovecharse”; pero también me recordó cuánto la religión me separa de los míos cada día un poco más. Antes de este repliegue, bastaba con ser árabes para sentirnos cercanos, poco importaba si hacías la oración o si respetabas escrupulosamente los pilares del islam.
No comíamos cerdo, pero tampoco nos desvivíamos por una etiqueta hallal.5 Y la pequeña mezquita en mi barrio de infancia era una sala de eventos. Podrían haber construido una, pero decidieron que la sala de eventos sería la mezquita, y nos quedamos sin sala para las fiestas, salvo unas bodegas sin ventana. En ese tiempo no nos insultaban permanentemente en los diarios, en la radio, en la tele, en las portadas de las revistas. Pero tampoco había nadie para representarnos, salvo unos payasos ultraseleccionados para cantar los valores republicanos. Esos valores destrozaron mi infancia.
En ese tiempo no representábamos todavía un peligro. Pero estábamos en peligro. Siempre lo hemos estado. La pobreza y la miseria, los guetos sociales, la economía paralela o la prisión, el fracaso escolar, el desempleo sin perspectivas de futuro y, sobre todo, la etnicidad: todo eso es peligroso.
Ahora, casi en todos lados, leo a los pensadores bienintencionados decir que no hagamos amalgamas.… Yo también creía eso. Es lo que he hecho toda mi vida, ¡evitar las amalgamas! El problema es que este país, Francia, está cimentado en amalgamas: la separación económica y social está etnificada. Los bronceados rostros de la televisión son borrosos. Los dirigentes de este país son un poco viejos, bastante blancos, muy masculinos.
Cuando fui a Clichy-sous-bois6 el año pasado, la población era multitudinariamente árabe y negra. Y a pocos quilómetros de París. Hay una especie de frontera invisible tras la cual todos los pasajeros del metro se vuelven blancos. Y esos son los que van a trabajar. Los maletines de trabajo remplazan a las bolsas de supermercado.
La amalgama es la construcción de Francia. La policía me ha insultado, y abofeteado a veces, por esta amalgama nacional. Respondí alguna vez, pero con miedo de llegar demasiado lejos y engrosar la lista de cientos de mis hermanos acribillados por la policía. Todos esos crímenes han sido juzgados como “no ha lugar”, o condenados con pena remitida… vale decir, promociones para asesinos.
Entonces como que estamos cansados de este carrusel de valores de goma, de estas virtudes inexistentes, de esta libertad de expresión en sentido único. Nadie dice nada porque ser musulmán significa no ser Charlie, al menos desde la llegada de Philippe Val.7 Incluso el querido [François] Cavanna, ex pobre e hijo de inmigrante italiano, el fundador de Charlie, lloró de impotencia al ver que Val se adueñó y cambió el alma de lo que fue Charlie Hebdo en su origen.
Esos medios de comunicación, que ahora hacen como que lloran o que se rebelan contra la barbarie, les dieron armas a los que mataron a mis amigos. Si esos medios son Charlie, si Val es Charlie, yo no puedo ser Charlie. Tengo demasiado respeto y amor como para ponerme a aullar con los lobos. Y también demasiado dolor, y mis facultades mentales en estado catatónico.
Si no, explíquenme, por favor, qué hay de divertido en poner una bomba en la cabeza de un profeta. ¿Qué hay de divertido, por ejemplo, en escribir “traidor” en la frente de un judío en una caricatura de preguerra? ¿Dónde está el chiste? Y ¿por qué Dieudonné8 no puede también representar la valentía del soldado que lucha por expresar sus ideas y sus convicciones? Él también se ha burlado de Mahoma y de Alá… pero riéndose de todo, y con todos. […] ¿Por qué los medios de comunicación se empeñan tan encarnizadamente en sacar a la luz todo lo malo del islam? ¿Por qué eso sí sería libertad de expresión? Y, carajo, ¿qué es, en el fondo, la libertad de expresión?
¿No será más bien que la Francia de este siglo tiene serios problemas de integración, con su sistema viciado, lento y polvoriento? ¿No será que, por una vez, es el opresor quien está en falta?
¿Para qué vuelven una y otra vez con ese cantito de que tenemos suerte de estar en este país porque en nuestros países de origen la cosa es peor? Y que nos quejamos, que nos hacemos las víctimas, como si fuéramos paranoicos. ¿Que los estudios sobre la discriminación en el empleo o al arriendo están equivocados? ¿Que Amnesty International también se equivoca al decir que existe violencia represiva hacia las poblaciones que vienen de la inmigración? […]
Y yo, dibujante de prensa y de cultura musulmana, ¿qué Charlie quieren que sea? ¿El primer Charlie que reía con nosotros o el de Philippe Val y de un “Charb”9 –a quien humanamente yo quería mucho pero a quien se le quemaron los fusibles– que se ríen de nosotros?… Le dije a Charb que no estaba de acuerdo, y le propuse otro prisma de lectura luego del caso de las caricaturas de 2005.10 Otros dibujos, con otra visión. Pero no pasó nada, él no se veía publicando eso en Charlie (estaba en su derecho, pero ningún periódico lo acompañó… en realidad sí, uno, Le Monde11). […]
LOS ARRINCONADOS. Me siento muy mal cada vez que hay un acto terrorista en nombre del islam. Me siento mal cuando los dibujantes confunden una caricatura con un dibujo humorístico. Como si no hubieran tenido cursos sobre imagen. Y me siento culpable de formar parte de ambos, de comprenderlos, de ver que se equivocan el uno respecto del otro, y sobre sí mismos, porque son incapaces de hablar.
El imperio otomano y el de Abasidas, y todo el mundo árabe en general, fueron humanos: los judíos, antaño perseguidos por toda Europa, encontraron allí refugio. Nuestros ilustres ancestros, sabios o poetas, pensaban que el ámbito de todos los ámbitos, la quintaesencia divina, no eran la ciencia, el arte ni la geometría, sino el amor y la sexualidad. Son los medios por los cuales generalmente damos vida. No encarnábamos el miedo ni la muerte. Celebrábamos lo más importante que Dios puso a nuestra disposición: la vida.
Hoy en día, una cantidad importante de los míos, arrinconados contra la pared, se han replegado. Es una forma de resistencia, una forma de evitar ser nada para nadie, y sobre todo una forma de ser alguien ante nosotros mismos. Inmigrante aquí o allá es la misma sensación, la de ser apátrida en todas partes. Pero no lo confesamos. Y de todos modos, no hay nadie para oírlo…
La gente que sabe lo que es vivir nuestras vidas sabe también que edulcoré mis historietas para adaptarme, para ponerme al nivel intelectual y psicológico de este país, es decir, por debajo de cualquier voluntad de diálogo, de apertura, de objetividad y de reciprocidad. ¡No puedo abrirle el corazón a un país que se llena la boca con palabras como “diversidad” o “convivencia” pero que difunde al por mayor videos y bandas sonoras que no tienen ninguna consideración por las familias de mis amigos muertos y los musulmanes que el sistema mediático tortura todo el tiempo!
Si no, díganme, ¿dónde están los videos de las cámaras de vigilancia de la comisaría de Joué-Les-Tours12?
A propósito de los integristas, recuerdo una vez que vinieron al barrio cuando yo era un niño. Unos tipos descendieron de una camioneta como la de la película Volver al futuro cuando matan a Doc. Mi madre (que nos crió sola) los vio (los olió) y me amenazó diciéndome que me las vería con ella si les dirigía la más mínima palabra. […] Se me acaba de ocurrir esto, justo hoy, en el día de tu cumpleaños, Youma…
He recibido algunos mensajes que dicen que nada justifica el acto terrorista. Tengo entonces que repetirlo: yo no justifico este espantoso asesinato. No me asocien con eso, gracias. Tanto más que, personalmente, he perdido buenos amigos en esta historia.
Tengo que aclararlo: en el estado actual de las cosas –en el que negros, árabes y musulmanes sufren la guetificación económica y social que sabemos desde siempre–, a las poblaciones inmigradas les queda solamente un 5 por ciento de dignidad: una religión. El espacio íntimo de la fe es lo que las hace mantenerse en pie durante las situaciones más críticas. Es la pequeña “Franja de Gaza” íntima y psicológica que los musulmanes intentan conservar para no quebrarse bajo el peso de los repetidos insultos. ¡Y resulta que en Francia hay quienes se sorprenden y ofuscan al ver que todavía existe arraigo a ese pequeño territorio privado que es la religión!
So pena de molestar a alguno, ya no me extraña que haya habido personas que antes de la Segunda Guerra Mundial hayan difundido odiosos chistes antisemitas en Francia, cuando los judíos estaban en una situación comparable a la de los musulmanes actuales. Forma parte de la coherencia de este país, es una constante muy nacional.
Nunca entendí por qué Charlie Hebdo no atacó con la misma persistencia a la criminalidad político-financiera de la religión monetaria, que va a terminar por enterrarnos a todos bajo nuestras pequeñas batallas identitarias. Si llegamos a esto es porque todo el sistema está dando vueltas en el vacío.
Y todavía en 2014 hay algunos que se preguntan si los musulmanes tienen humor, sin preguntarse antes si los imbéciles existen en todas partes. Y así es (aunque no solamente, por suerte): ¡tanto entre los musulmanes como en Charlie! Si no, al bueno de “Siné” no lo habrían despedido.
Los míos, los que nacieron de la inmigración, los jóvenes, los viejos, los clandestinos, los que se convierten al islam, los moderados, los radicales, los raperos, los integrados, los rabiosos, los que lloran, los que se callan, los que aplauden, los que tienen rabia, los que tienen dolor, los que comprenden sin condenar, los que condenan sin comprender, todos: lo criticamos porque amamos a este puto territorio francés y a sus habitantes. A pesar de todo el daño producido, a pesar de los malentendidos y la torpeza, del miedo y de la ignorancia que este país padece con respecto a nosotros, lo amamos igual, y tanto más si le molesta. Si no lo amáramos, seríamos sencillamente indiferentes. No criticaríamos nada, no provocaríamos, no abuchearíamos “La marsellesa”, no habría banderas argelinas en los estadios, no habría rap, tampoco habría tensiones, ni amotinamientos, ni vínculos, ni crímenes, ni pasiones, ni heridas, ni sufrimiento, ni la tentación de la yihad, ni atentados, ni dramas, ni momentos de alegría (¡por fortuna muchos!). Yo sé que Charlie Hebdo se ensañaba con el islam por ese mismo amor. Y esa misma incomprensión.
Mientras los medios de comunicación no abran sus frecuencias de onda y sus páginas a unos y a otros con la misma consideración, mientras las desigualdades se ensañen según criterios raciales, esta vida seguirá. Reiremos juntos, pero también lloraremos juntos. Y amaremos a este país con todo el corazón y hasta la muerte.
En nuestro hogar, mi mujer y yo representamos la autoridad, el poder. Y nuestras tres hijas son el pueblo. Si una de ellas se siente maltratada y se rebela en contra de nosotros, no decimos que es culpa de ella y que integrarse mejor a la familia es su responsabilidad… ¿Se entiende? Mi compañera y yo amamos a nuestras hijas, y si hay conflicto o incomprensión entre alguna de ellas y nosotros, es a nosotros que corresponde ponernos en cuestión. Le hablaremos, ella se expresará, e intentaremos mostrarle que estamos de su lado. Es la autoridad la que debe someterse, ya que la autoridad tiene el poder y las claves para resolver los conflictos. Tiene el poder de actuar. ¡Eso se llama responsabilidad! Francia tiene que asumir la suya y escuchar a las minorías, porque forman parte de la solución. […]
Si este país no quiere volver a sufrir una tragedia semejante, entonces tiene que preguntarse por qué ésta sucedió. Y tiene que saber también que los principales reclutas de estos grupos integristas vienen de los países más pobres del planeta, y de las capas sociales más abandonadas de los países en apariencia más iluminados. No vienen de Arabia Saudita ni de Qatar (ellos son los que financian), vienen de Nigeria, del Magreb y de Siria.
Un integrista no es un islamista, es un “miserista”. No fue el islam el que lo formó, fue la miseria. Hasta un niño puede comprender eso.
Bueno, ya está, gracias por los mensajes de apoyo. Las cadenas de solidaridad son necesarias, pero estoy llegando a la sobredosis. Esta jornada de duelo nacional es un tapa-miserias.
El término “nacional” no me interpela en absoluto. Y en eso sí me parezco a Charlie, ¡pero no soy Charlie!
Tengo un pie en el mundo árabe, un pie en Occidente.
Un pie en los barrios, el otro en Francia.
Un pie en el dibujo periodístico, el otro en la vida de todos los días.
Un pie en Charlie Hebdo, y el otro en el culo de Charlie Hebdo.
Un pie en los medios de comunicación alternativos, el otro en los periódicos.
Un pie en el anonimato, y el otro en la autocensura.
Un pie en el dolor, y el otro en la rabia.
Rip Charlie.
(Traducido del francés por Diego Milos. En Uruguay exclusivo para Brecha.)
1.     Bernard Verlhac, dibujante y víctima del atentado del 7 de enero.
2.     Cadena francesa de ofertas baratas.
3.     Prenda islámica de cuerpo entero.
4.     Eslogan de la derecha francesa: Touche pas à ma France!
5.     Certificado de producción de acuerdo con las prescripciones religiosas del islam.
6.     Barrio suburbano al noroeste de París.
7.     Director de Charlie Hebdo entre 1992 y 2009.
8.     Humorista franco-camerunés acusado de antisemita por burlarse de estereotipos judíos.
9.     Stéphane Charbonnier, muerto en el atentado, director de la revista desde 2009.
10.     En febrero de 2006 Charlie Hebdo publicó las caricaturas de Mahoma de la revista danesa Jyllands-Posten, agregando otras de su propia producción.
11.     El 20 de noviembre de 2013 Charb publicó en las páginas de Le Monde una respuesta a los detractores que acusaban a Charlie Hebdo de racismo, provocando una fuerte contra-respuesta de un ex colaborador del semanario francés, Olivier Cyran, publicada el 5 de diciembre en www.article11.info
12.     El 20 de diciembre de 2014 Bertrand “Bilal” Nzohabonayo fue acribillado por la policía luego de supuestamente agredir a los policías con un arma blanca en nombre de Alá. Estos hechos, sin embargo, no han sido demostrados.

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