Don Cipriano 4/ Por José Luis Facello

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La España democrática del rey Juan Carlos especuló como en los viejos tiempos con el hallazgo de un camino que transitara sin demasiadas complicaciones, del franquismo a la Europa en proceso de unificación con los países del Este. La leyenda de las ciudades doradas en América dio paso a artificios prosaicos como bancos, financieras y paraísos fiscales; sino el soterrado deseo de vivir a costa de los alemanes durante la temporada estival…
Barcelona vea usted, tiene un dejo a impronta montevideana. Exceptúe la presencia en su costado de la sierra de Collserola y encontrará una ciudad portuaria que se extendió por la costa mediterránea desde el Delta de Llobregat hasta poco más allá del río Besos. Sin alterar sus humores agregue a estas buenas gentes los desheredados arracimados en torno a los hostales y las iglesias, a multitudes deambulando por los barrios y callejas, el tránsito por las autovías rápidas y comprenderá el ritmo de una ciudad que alberga a dos millones de habitantes. Contrastando el febril desarrollo de sus industrias y servicios con el envejecimiento de sus vecinos y la irreversible marejada de inmigrantes. En este aspecto, es difícil no establecer un paralelo con nuestra República y el fantasmal espectro por la falta de recursos humanos en un futuro cercano. La situación con Barcelona es diametralmente opuesta desde que recibe mujeres y hombres jóvenes predispuestos a elevar el status social, saben que en los tiempos modernos disponen de pocos años para coronar con éxito sus proyectos. Cabe la analogía de estas ciudades del Primer Mundo que  perviven como el conde Drácula, nutriéndose con la sangre de los incautos jóvenes recién llegados.
No crea usted que miro con simpatía a los neocomunistas o a los anarco-ambientalistas europeos, para nada, juro que me mantendré apegada a las tradiciones de la familia y el Partido Colorado. Dicho con pesar por lo que implicará un gobierno del Frente Amplio. Los comunistas en la Intendencia de Montevideo no han hecho otra cosa que populismo y demagogia.
Disculpe usted que he divagado sobre estos asuntos.
Barcelona tiene lo suyo, porque vea, al cruzar por la Plaza de Sain Jaume el paseante admira las columnas corintias, mudos testigos de las termas, o el templo dedicado a Augusto, o en su recorrido encuentra las ruinas de las murallas construidas en el siglo III  para detener las invasiones alemanas. En este punto vale introducirnos en nuestra historia nacional. La vieja Montevideo amuralló el perímetro contra el asedio de los infieles y de los lusitanos, o como inmortalizara la letra de Alejandro Dumas al evocar la defensa heroica de los nuestros, colorados, porteños unitarios y europeos, resistiendo durante años el sitio de Oribe, mal oriental, rosista y bárbaro federal. Pero bien, ruinas, murallas o singulares obras de la época medieval a “la Sagrada Familia” de Gaudí, el asunto es que en la actual Barcelona no hay un metro cuadrado de terreno baldío y el hacinamiento tanto en Hospitalet de Llobregat como en Bombay son similares.
Me pareció pintoresco traer estas menciones para que usted crea en este bosquejo que le pinto de Barcelona, con una de cal y otra de arena…

No tengo mucho para agregar a lo escrito en cartas anteriores.
Ninguna novedad que merezca ser contada, en estas latitudes hasta las cuestiones nimias son previsibles, censadas, incluidas en planes de seguros. Deduzco en parte, el aburrimiento y la falta de objetivos de quienes quedan cautivos de la asistencia del gobierno o atrapados por el buen pasar a como dé lugar. O la nostalgia de los ancianos con indelebles raíces campesinas, reducidos a testigos sordos de un mundo que desaparece bajo sus pies. Pesar de los pesares por el odio y los desgarros que la guerra civil produjo, más desgarramientos por la emigración a América de sus hermanos, sus parientes y vecinos, todos hijos del minifundio que a mi modesto juicio es tanto más cruel que nuestras grandes estancias.
Lo inentendible para Bruselas es que allá, en la pampa o la patagonia o la amazonia puedan existir estancias o fincas de miles de cuadras que al recorrerlas revelan picos nevados, lagos y ríos espejados, campos de pastoreo integrando una privilegiada reserva asediada por inversionistas de dudosa procedencia o como refugio edénico de algunos supermillonarios.  
Los cambios de las sociedades desarrolladas son vertiginosos y en muchos sentidos, siento que  vivimos en mundos diferentes y tan dispares que es difícil reconocer en paisajes y hombres… a descendientes de una misma Génesis bíblica.
La caída del muro y la telefonía móvil han derribado los obstáculos que nos distanciaban, hoy todos quieren pertenecer a la eurozona, tanto los países del Este como las corrientes migrantes del globo entero. España vive su mejor hora después de siglos. El riesgo no es hoy el aislamiento de una remota comunidad sino la desorientación de los individuos inmersos en una maraña de datos, referencias y estadísticas absolutamente exorbitante… de dudosa fidelidad y ofensivas al sentido común.
Tómelo como los efectos no deseados de la globalización.
Y vaya paradoja, a la extensión de la frontera agrícola aumenta el área desértica y a la abundancia de alimentos crecen a la par las ingestas insuficientes y la obesidad por dietas peligrosas.
Tratamos de adaptar nuestros cuerpos a las modas del consumo e innovaciones aparentemente sin fronteras. Pero se alzan nuevos muros disuasivos con el afán de detener la llegada de los pobres y así el mar Mediterráneo se ha convertido en la fosa de miles como antes lo fue el muro de Berlín o la estepa siberiana.
Salvo que las guerras desaten tormentas apocalípticas y conlleven a un nuevo orden, hoy por hoy, la humanidad está fatalmente seducida por las grandes corporaciones que multiplican su dominio con la facilidad de las bacterias.
¡Ay! Si resucitara nuestro Batlle y Ordóñez.

Le cuento de mi trabajo.
Hace casi tres años fui convocada para un proyecto de investigaciones biológicas. Desde el comienzo todo estuvo impregnado de cierto misterio, la complejidad del proyecto lo torna nebuloso, la financiación escapa a nuestra área, pero lo llamativo es que tampoco se filtran informaciones como ocurre en cualquier oficina gubernamental, imagine la vida íntima de los funcionarios bajo la comidilla de sus pares en la ANCAP o las Intendencias…
Filtraciones a la que no escapan, por otra parte, las empresas privadas sin importar origen ni escala porque la corrupción se ha universalizado.
Mi lugar de trabajo está ubicado en un barrio residencial y tranquilo, nuestra oficina-laboratorio ocupan el piso 19 de la corporación. Una discreta placa en el hall de entrada reza: “Holton&Reeves Biotecnología y Servicios”. El edificio exuda modernidad, de diseño audaz si es que queda algún resquicio para las innovaciones de los arquitectos, rematado por servicios inteligentes y automatizados. Le cuento, la mascota de las chicas es un robot con cuatro-cientos programas de corte, teñido y peinado del cabello. ¿Qué me dice?
Nuestro trabajo es algo así como una abstracción donde manipulamos y modificamos una parte viva de un todo desconocido. Con algunos colegas nos planteamos cuestiones éticas, otros nos descalifican por ello afirmando que toda cuestión ética muere al primer año de cursar la facultad y las compañías globales dos cosas no admiten, el pensamiento crítico y los asociaciones profesionales. Aquí como allá, los derechos sindicales son una herejía apenas tolerada en conferencias y simposios. Y está bien que así sea, son una máquina de criticar e impedir y así no hay país que funcione.
Así que después de tanto tengo un empleo creativo, con remuneración considerable y prestigio profesional. No tanto como los bailarines de Showmatch se entiende…
Bueno, una puede con semejante empleo coger insomnio por el resto de su vida o estrechar filas en su vida privada… asuntos que me desvelan cuando una tiene una hija adolescente y pendiente una hipoteca por el apartamento.
A cuento. Nos hemos mudado a otro apartamento más amplio y luminoso, como que se mete el Mediterráneo por el balcón del cuarto piso. Lo necesitábamos ambas, Luna María disfruta la cercanía del colegio y de sus amistades, yo cultivo en macetas malvones y un laurel enano, un pequeño rosal de  diminutas flores y una mata de tomillo. Sonreirá usted, pero su cuidado me colma de paz y de buenas nostalgias los aromas.
Como estoy prácticamente sola dispongo del lugar a mis anchas, salgo al balcón para sumergirme en las noches marítimas e indagar con la mirada por los muelles y los buques estacionados, espiar sin malicia a los amantes que deambulan sin rumbo fijo.
Los domingos todo cambia en la ciudad y yo mudo mis rutinas. Si el clima acompaña nos escapamos a las sierras a visitar a unos amigos dueños de una pequeña finca, donde conservan con celo algunas vides como rémora de un pasado no muy lejano. Gente agradable, un matrimonio mixto racialmente hablando, ecuatoriana ella, morena y espigada con un dominio absoluto de las frituras adornadas con el timbre de voz de la mujer costeña. De sólida formación artística restauraba pintura religiosa del siglo XVII. Él, árabe mediterráneo como gusta presentarse, de piel aceitunada y ojos verde oscuros, trabaja en una compañía química del Valle del Llobregat.
Imagine usted una reunión en torno a una mesa con una fuente rebosante de tamales envueltos en hojas de plátano, una cazuela humeante con gambas al ajillo, y dátiles y queso y una porción de carne asándose. Imagine una bota de vino de la región y variedad de frutas deshidratadas. Ahora dígame usted ¿quién puede comer hamburguesas con salsas industriales y papas fritas? sino la pobre gente que ha confundido el cultivo de las buenas costumbres.

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