Una izquierda racional? Respuesta a Juan Grompone Marcelo Marchese / Uy.press

En reciente artículo de Juan Grompone titulado “¿Izquierda emocional o racional?” (1), se establece una dudosa división en las izquierdas y se reviven viejos dogmas que hacía tiempo no veíamos estampados en papel.

Como recurso previo a la crítica, Grompone paga una suerte de tributo a Galeano afirmando que hacía gala de una pulida prosa. La principal virtud de Galeano era abordar su temática de tal manera que llegara a un vasto público, pero eso no significa que puliera su prosa de una abigarrada serie de adjetivos melifluos; mas vayamos a la supuesta contradicción entre Galeano y Marx, aparentes exponentes, a su turno, de una izquierda emocional y racional. Según la descripción del autor uno tendería a pensar que Marx escribía como un frío científico, como un matemático, en fin, como Grompone. Sin embargo Marx utilizaba recursos emocionales en los que sobresalía el humor más cáustico que podamos imaginar, amén de una galería de insultos maravillosos. Que apelara a lo emocional no obstaba para que usara de la razón de manera magistral. ¿Acaso no se puede recurrir a las dos cosas? ¿Los degustadores de carne debemos rechazar indignados cuando nos ofrecen una lechuga? Marx, conocedor del poder del teatro y la poesía, usaba de todas las herramientas sin renunciar a ninguna y como muestra tenemos ese primer tomo de El Capital, donde se aúnan las matemáticas, el humor, la historia y la literatura polémica, en aras de la lucha de ideas. 
Grompone encuentra que la izquierda emocional apela a la voluntad en contraposición al uso de la razón. Nos informa que "Tal vez el mejor ejemplo de aplicación de la voluntad fue la revolución rusa de Lenin: la construcción de una sociedad nueva en un único país", con lo cual incurre en un grosero error histórico, pues la pretensión de Lenin, Trotsky y los bolcheviques, era comenzar una revolución continental y "la construcción de una sociedad nueva en un único país" fue un disparatado invento posterior, nacido precisamente del fracaso de la revolución continental. A los internacionalistas bolcheviques les interesaba más una revolución en Alemania que en Rusia. Lo que pretende hacer Grompone es reeditar un mito edificado por la socialdemocracia, según el cual las condiciones para una revolución en Rusia no estaban dadas y Lenin las forzaría perpetrando con astucia un artero golpe de Estado. Para aquellos socialdemócratas, como para sus hijos, los actuales izquierdistas racionalistas, la tarea de los socialistas sería esperar a que el capitalismo caiga por sí solo, y mientras tanto, ayudarlo a manifestarse y así crear las bases de la nueva sociedad igualitaria estimulando a los Estados imperialistas y sus carnicerías sanguinarias, cosa que hicieron con elocuentes resultados los socialdemócratas enemigos de "la izquierda emocional" de Lenin. 
"¿Qué propone la izquierda racional? Propone considerar al capitalismo como una etapa de la historia humana que se agotará, porque en su seno se desarrollará un enemigo que la destruirá como ha ocurrido con todas las sociedades anteriores. El capitalismo engendrará en su seno los gérmenes de una nueva sociedad". Lo que más asombra en esta cita es la aceptación acrítica e irracional de la palabra sagrada del Mesías. De Marx podemos tomar variedad de ideas, como ser que la ideología de la clase dominante se convierte en la ideología dominante, pero no podemos validar su certeza "científica" del fin del capitalismo y su inevitable resolución en socialismo. Esta idea se basa en la célebre tríada dialéctica aplicada a la sociedad: tesis burguesa, antítesis proletaria y síntesis socialista. En el pasado, los antagonismos de clase sólo se resolvieron por un eficaz y nuevo mecanismo de dominación. Del régimen esclavista no emergió una revolución de esclavos que cambiara las relaciones de producción. Ese sistema cayó el día que dejó de expandirse y de transformar enemigos de guerra en esclavos para ser derrocado por las invasiones bárbaras, las cuales en parte fueron asimiladas a la vieja cultura. Del régimen feudal que enfrentaba a los señores con los campesinos no emergió ninguna antítesis y mucho menos el triunfo del campesinado. Triunfó una clase social de muy dudosa procedencia, la burguesía, que como mínimo debemos rastrear en la revolución agrícola que marca el final de la alta Edad Media y vaya a saber uno si no debemos ir más allá para encontrarla entre los comerciantes y piratas de los regímenes esclavistas. Del régimen de explotación esclavista emergió otro régimen de explotación, el feudal, y de éste, el sistema de explotación capitalista. ¿Por qué el capitalismo caería por sus propias y engendradas fuerzas enemigas para dar paso a una sociedad paradisíaca? ¿Cómo sabemos que no será sustituido por un sistema de explotación todavía peor donde los hombres serán fabricados in vitro en laboratorios que diseñen ciudadanos perfectos y se anulen el sexo y las «emociones peligrosas»? ¿Cómo saber si el capitalismo no destruirá el planeta, cosa en la cual viene aplicando una saña irracional el más racional de todos los regímenes?
"La tarea principal de la izquierda consiste en comprender este mecanismo y preparar la ilustración que conducirá a la sociedad nueva. Las grandes revoluciones de la historia tuvieron siempre una ilustración que guió la construcción de la sociedad nueva: Agustín de Hipona y los primitivos cristianos, la Reforma y el parlamento revolucionario de Cromwell, Jefferson y los constituyentes norteamericanos, Diderot y la Ilustración en Francia, para citar algunos ejemplos conocidos". Aquí el autor cae en un violento y muy consciente olvido. Todos sabemos que las revoluciones se llevan a cabo, entre otras cosas, porque previamente se preparara su andamiaje ideológico, pero ocurre que unos párrafos arriba atacara, por emocional, a la Revolución Rusa, y a la hora de encontrar antecedentes para validar su afirmación va desde Agustín de Hipona hasta la Revolución Francesa y omite, deliberadamente, a la Revolución Rusa, nada más ni nada menos que la más profunda y audaz de las revoluciones, donde además, la ilustración previa de la que se viene hablando, fue llevada a cabo precisamente por el maestro de Grompone, Carlos Marx, el summum, supuestamente, de la izquierda racional y matemática.
Lo que pretende Grompone es advertirnos que una izquierda emocional nunca nos llevará al socialismo, que es necesario pensar y estudiar la realidad, que se necesita mucha más racionalidad que la que se viene aplicando y acaso también esté diciendo que una izquierda maniquea que fabrica un mundo de buenos y malos no hace otra cosa que reproducir las actuales relaciones de producción y que a la postre una izquierda religiosa nada tendría que ver con la nueva sociedad. Lo que nosotros creemos es que también es peligrosa una izquierda racional y positivista que espera que en la gran conflagración maniquea triunfe el bien socialista sobre el mal capitalista. Deseamos, por nuestra parte, que marchen juntos al abismo entonando sus cánticos religiosos los eventuales emocionalistas y racionalistas, que no han entendido que la tarea de todo aquel que quiera cambiar la realidad es provocar el razonamiento a través de una conmoción emocional.

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