Don Cipriano 6 / Por José Luis Facello



Usted se imaginará la sorpresa que me llevé cuando me notificaron el otorgamiento de una beca en la Universidad de Barcelona. Ser una de las elegidas justo yo que tomé la decisión de postularme como quien decide tomar un café con mis compañeras de la facu. Superada la parálisis inicial me debato ahora en la incertidumbre, frente a un futuro plagado de posibilidades pero que me impide dar un paso sin sentir que el piso se mueve bajo mis pies. Y la certidumbre al tomar conciencia de las inminentes pérdidas como que un océano por medio nos separará, para enfrentar el tener que asumir mis propias decisiones… También puedo desandar lo andado pero algo me dice que acepte el desafío.
Quizá me consuela saber que nada es eterno y si mis cálculos y especulaciones no me fallan, el viaje a Europa se extenderá el tiempo que dure la beca, año y medio a lo sumo. Piense usted, será la primera vez que esperaré inútilmente las encomiendas con huevos caseros y chorizos secos, el queso y el giro del Banco República. Sin resabio de desagradecimiento por mi parte, considérelo un aporte por mínimo que sea al presupuesto de la familia. No me quiero adelantar y por ahora, lo único seguro es la fecha de partida, 15 de agosto a las 15 horas en el Aeropuerto de Carrasco.
¿Qué podría hacer con un título en la cartera? sino buscar una oportunidad en cualquier parte, ¿qué otra cosa podría hacer aquí como no sea dedicarme a la docencia? pero sabe usted, el asunto de enseñar no es lo mío.
Lejos estoy de querer emular a los hijos de los hacendados que en “la belle époque” viajaban por puro placer no exento de aburrimiento, excesos mundanos y al menor descuido asedio de la tuberculosis.
Sueño con ver las fuentes de Roma, caminar mirando la luna reflejada en el Sena, tocar los muros ruinosos que testimonian el paso de antiguas civilizaciones. Sueño con tantas cosas, las imagines que en los sábados de invierno me seducían en la penumbra de los cines montevideanos y la desazón al salir del Trocadero o el Casablanca, o el Radio  City para toparse con la realidad.
Qué alguien me explique para que estudiar en el liceo el idioma francés sino para gozar al escuchar a Alain Delon o la embriagante voz de Yves Montand, cuando de mi parte apenas podía lidiar con los “Cahiers du Cinema” y la ayuda del diccionario.
La etapa en Montevideo está terminada.
Pero los vientos que aquí soplan alertarían a nuestros paisanos sobre la tormenta en ciernes. La facultad parece una caldera en ebullición donde se cruzan con pasión desmedida discusiones del signo ideológico más dispar que pueda imaginar, los comunistas son sólo una parte de una constelación de agrupaciones, corrientes y partidos de matriz marxista, cosa que me disgustó desde el primer día. Panfletos y diarios se disputan las preferencias del alumnado con propuestas demenciales alejadas de las utopías humanistas que han perdurado por siglos, con planteos que escapan a las mentes lógicas como enviar ayuda material a Vietnam, o participar en la zafra azucarera en Cuba, o reclutar combatientes para las selvas del Beni.
Es justo reconocer que algunos pocos estudiantes hacen el eje en nuestro país y al menos intentan considerar como un asunto principal al pueblo uruguayo, enmarcado por las dificultades y la anarquía potenciada por la muerte de nuestro Presidente Gestido.
Puedo decirle sin temor a equivocarme que en los últimos años la ciudad ha adquirido un tinte inquietante y violento, cuya manifestación más notable es cierto estado de tristeza colectiva y el desánimo que gana la mirada de la gente. Los obreros de los frigoríficos han convertido al Cerro en un símbolo de resistencia, ignoro la justicia del reclamo, pero al cortar el paso sobre el Pantanoso han reeditado ancestrales conflictos entre sitiadores y sitiados. Algo parecido ocurre en las inmediaciones del Palacio Legislativo rodeado de tolderías y fogones con cartelones denunciando la falta de una política agraria, como el reclamo de los cañeros de la UTAA de Bella Unión: “Por la Tierra y con Sendic”. ¿Comprende usted?
Por los barrios se desparraman talleres, comercios y sanatorios encadenados en una demanda común que expresa la angustia por las situaciones conflictivas en aumento; pequeñas empresas inmovilizadas por un anémico mercado interno y el hostigamiento de los sindicatos clasistas.
Montevideo es muy distinto al que ingenuamente imaginábamos en la cuchilla.
Los ómnibus urbanos son piezas de museo, Leyland con décadas de uso que llevan a las personas como quien transporta hacienda al matadero, servicios deficientes y caros que promueven el descontento general. Agregue usted, paros imprevistos y huelgas de guardas y choferes y tendrá una idea del sistema de transporte colapsado, sin importar sean de AMDET, CUTSA o cooperativas. Podría continuar describiendo a una capital sumida en estado de zozobra sin fin.
Pero más allá de eso, el hecho es que las calles se están convirtiendo en un territorio en disputa y lo peor si cabe, es que la gente se está acostumbrando sin salir de la indiferencia o la apatía. Del origen o causa de tamaño desencuentro nada puedo opinar aunque muchos afirman que esto se está poniendo cada vez más feo… lo que prácticamente hace inviable cualquier proyecto para los jóvenes por sencillo que sea, se trate de un empleo modesto o una carrera corta como se estila en estos tiempos.
La Suiza de América murió hace mucho… pero los espectros de Allende y Perón sumen a la región en la violencia y a nuestra democracia en una víctima propiciatoria.
En los días venideros terminaré con los trámites pendientes y casi dé usted por seguro que en una o dos semanas estaré de vuelta por “Cuatro Ombúes”, no con la intención de la despedida tanto como un hasta pronto cuando los abrace a usted y a Primo José. (Con Epifanía nos despediremos en el aeropuerto, de mis hermanos nada sé, nada de Terciario Plácido y a Servando lo encontré en la Avenida Agraciada hace más de un año).
No necesito jurarlo, pero dé por seguro que en uno o dos años volveré con otro título y la natural vanidad de quienes descubrimos el Viejo Mundo.
Hasta pronto.
Un beso de su hija Lourdes.




Martes.

   _  Dicen que ya empezaron los trabajos… como a quince leguas de la estancia, dijo el hijo, un muchacho alto y huesudo, el pelo negro ensortijado y la mirada que reflejaba el cielo.
   _ Quince leguas dijo…
   _ Del almacén del turco Abenquefit sigue de largo y después duebla como quién va a Tres Islas. Y a poco de andar ya escucha el ruido, como quién mastica manises y con eso basta para orientarlo al lugar ande los gringos están en sus cosas, que es propiamente atrás del cerro.
   _ Hay que venir de tan lejos… dijo don Cipriano amasando desconfianza en un día raro por las novedades.
  La primera sorpresa ni bien despuntó la claridad fue que los perros ladraron a rabiar y endispué regresaron pa´las casas, mansos, festejando al jinete que se aproximaba. Vaya aparición si el que había regresado era su muchacho, el Segundo ausente dos años ya… o capaz que un poco más.
  Y la segunda fue las noticias que trajo el mozo… el asunto de la empresa extranjera, aunque a sus años, pisando los cincuenta podía decirse que había visto todo… en este lao del mundo.
   _ Motivos tendrán dijo Segundo, pero con certeza nadie sabe nada, es todo un puro suponer y especular que esto o aquello…
   _ Y con eso mocito que me quiere decir, ¿qué los gringos están ojeando la baraja?
   _ No gueno… pero razonando un poco fíjese usted que nadie con seso viene del extranjero y se hace de los permisos del gobierno… no de los pelagatos de Melo, porque solo en Montevideo los pueden haber autorizado para comenzar tamaños trabajos…
   _ Hum…
   _... amén del platal que significa una inversión millonaria.
   _ Es raro ¿no le parece?... venirse hasta las cuchillas con máquinas y equipos y herramientas. Porqué por acá ¿qué van a conseguir? si ni con plata se consigue un puñado de clavos, porqué entre esos pedregales, lo único que yo sepa que prospera con satisfacción son las majadas de Merinos.

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