Don Cipriano 10 / Por Josè Luis Facello


_ La Bomba… dijo el estanciero sin dar crédito a sus palabras.
   _ Capaz de producir la mortandad, dijo el hijo en tono solemne, y la amenaza de destrucción de todas las bombas hasta ahora conocidas o imaginadas como denuncian sus detractores.
   Figúrese, con la velocidad del rayo reduce en segundos una ciudad a un páramo, fundiendo las cosas y seres vivos a meras areniscas humeantes.
   _ Hum…
   _ En una palabra, según los expertos la Bomba trae sinceridad a las cuestiones de la guerra, porque el objetivo oculto parecería ser meter miedo… entre los vivos se entiende.
   Meter miedo por los cuatro puntos cardinales.
   _ Hum…
   _ Porque enfijese, de nantes… yo nací en el ´31 y por ahí andaban las cosas asigún cuentan…
   _ ¿Quién cuenta? inquirió el estanciero.
   _ Josip Stude, el maestro de Segundo José, precisó la mujer, ¿o usted lo ha olvidado?
   _ Bueno, continuó el muchacho, entonces usaban bombas de gas mostaza que según dan fe, era un infierno del Dante porque esa nube quemaba lo que tocara, las heridas se infectaban y al desgraciado que lo respirara… bueno, no había hospital de campaña ni de pueblo que atendiera a miles, ni médico ni medicina que alcanzase a paliar tamaño desatino.
   _ Bien lo recuerdo, dijo el hombre mirando con severidad a la mujer, en las páginas de “El Día” referían a los ingleses que usaron el gas durante la invasión a la Persia, país que ahora se llama Irak.
   _ Los españoles, dijo Segundo José, hicieron otro tanto con los bereberes del Sahara y si mal no recuerdo las enseñanzas del maestro Josip, los italianos a su vez le metieron gas mostaza a los etíopes. En la guerra de Abisinia, dijo de modo categórico.
   _ Guena gente…
   ¿Qué habrá sido del destino del maestro Thomas? se interrogó don Cipriano sopesando a los dos maestros que a su manera mojonaron a él en persona, como a sus hermanos y posteriormente a sus hijos.
   _ ¡Tantas guerras! dijo el muchacho como un conjuro por la paz.
   _ Y endispués de firmado el Protocolo de Ginebra…
   Que a según el diario de don Batlle y Ordóñez, hijo del expresidente Lorenzo Batlle y tío de don Luis Batlle Berres, presidente en ejercicio, se comprometían a no usar nunca jamás el inmundo gas.
   _ ¡Pucha que los tiró a los gringos! pá cumplir lo que firman de su puño.
   _ Bien dicho Tata.
   _ Puras palabras… murmuró la mujer.
   _ Los europeos, dijo el estanciero silenciando a la mujer, extraviaron la brújula y como tantas veces perdieron lo esencial de la convivencia humana.
   _ Y del honor, acotó Segundo José que desde pequeño había aprehendido el modo de vida del paisanaje.
   _ Unos contra otros como perros en celo, terció la mujer.
  _ Bien ricuerdo aquellos tiempos y los problemas que acarreaba la coparticipación. Los colorados, justo es reconocerlo estábamos bien pero bien divididos; los batllistas por un lado y los riveristas por otro, los partidarios de Viera por allá y los seguidores de Brum acullá… Y los blancos parecido, los herreristas y los opositores al doctor Herrera.
   _ Y bueno… dijo el joven.
   _ Y gueno no m’hijo… que por esas diferencias la sangre y el dolor tiñó a muchas familias. Don José Batlle para remediar ofensas se batió a duelo con Aguirre, con Bernardo García y también con Juan Andrés Ramírez; y Herrera no fue a menos, primero denunció el fraude electoral y al mismísimo presidente Baltasar Brum… que endispués se batieron en el campo de la Escuela de Aviación.
   Pero el honor… se transformó en tragedia el día que don José Batlle en duelo a veinte pasos acabó con la vida de Beltrán.
   _ Cosas del destino, dijo Segundo José como un gesto de solidaridad con su padre de asuntos que se le antojaban lejanísimos.
   _ Honor y tragedias en la voz del payador que cantaba a las guerras gauchas y a Lorenzo Batlle que en la defensa de la Plaza de Colonia fue herido mortalmente por los bárbaros sitiadores. ¡Ah! tiempos aquellos los de la Guerra Grande.
   El muchacho armó un cigarrillo y pasó el tabaco a su madre, escapando a las leyendas épicas porque así lo determinaba su naturaleza pacífica. Pero bien pensado, malo habían de ser los resultados a tantas guerras desde que los doctores de Montevideo siempre acabaron por imponer su criterio, el criterio de los comerciantes ultramarinos y el dogma del dinero.
   _ Ahora… dijo el estanciero rompiendo el silencio, asegún la revista parece que´n el futuro las cosas prometen ser distintas gracias al alumiñio… por lo menos a como somos en las cuchillas.
   _ Bueno, la realidad y la fantasía por fin se tocan después del eterno duelo entre el bien y el mal, como en los preceptos religiosos dijo la mujer con tono grave.
   _ Se comprende… dijo impertérrito el patrón de “Cuatro Ombúes”, se explica entonces porque levantan vuelo los aviones siendo por mucho más pesados que el aire…
   _ A diferencia del Graf Zeppelin que era una especie de globo lleno de gas y con motores, dijo el muchacho.
  _ ¿Y por qué vuelan los aviones? si se puede saber, dijo la mujer cortando el aire como el filo de un facón.
   _ No me apure mujer… ya habrá ocasión de abundar. A propósito, ¿usté sabe que anda haciendo el Terciario José?
   _ Está durmiendo… que otra cosa puede hacer una criatura de meses.

   _ ¿Y qué dice el ingeniero de la AFE? 
   _ Que hay innovaciones técnicas muy positivas, algunas las pone en duda, dice Agustín el chofer que afirma por los comentarios de Fleitas, que otras son puras macanas de los gringos…
   _ Sospecho que mucho no hablarán…
   _ ¡Já! Pierda cuidado Tata que viajando por la ruta 7 el ómnibus partiendo de Melo tiene paradas en Bañado de Medina, Fraile Muerto, Cerro de las Cuentas…
   _ Tupambaé, prosiguió la mujer mientras el hijo sorbía el mate, Santa Clara, Cerro Chato…
   _ José Batlle y Ordóñez, dijo pleno de satisfacción el patrón.
   _ Nico Pérez, Illescas, Cerro Colorado, vaya contando Tata, Reboledo, Casupá, Fray Marcos…
   _ Bolívar el patriota de tierras calientes, apuntó la mujer.
   Tala, San Jacinto y por último Pando, mire si habrá pa’conversar.
   _ Y contando los cruces de vía… la 7 es más retorcida que camino de hormigas.
   _ Como todo lleva su tiempo, sentenció don Cipriano.
   _ Ni que el chofer para en seco el ómnibus al primero que haga señas en medio del descampado. O la demora por el paso de tropas rumbo a la feria, o un animal suelto pastando en la banquina.
   Si habrá tiempo pa’prosiar de lo lindo…
   _ Hum…
   La cuestión principal según parece es el platal a que cotiza el aluminio, pero la razón no se sabe…
   _ ¿Entonces?
   _ Si se sabe y lo jura el ingeniero de que se trata de un material estratégico, en tiempos de paz como de guerra y sino le gana en importancia al ferrocarril lo emparda.
   _ En el futuro nada es seguro, deslizó con un dejo de angustia la mujer.
   _ Pregunto, el ingeniero ¿no se habrá ido pa’l lado de los tomates?
   _ Quién sabe, pero los gringos son gente leída y para más, los libros no mienten.
   _ Hum…
   _ Tenga cautela m’hijo, dijo la mujer, los libros están escritos desde antiguo por hombres, pueden orientarnos en las encrucijadas de la vida o sumirnos en el desconcierto. Y cerrando los ojos recitó de memoria:

“¿Cómo se hará sabio el que maneja el arado
y se enorgullece de empuñar la picana,
el que guía los bueyes, trabaja con ellos,
y no sabe hablar más que de novillos?
el pone todo su empeño en abrir los surcos
y se desvela por dar forraje a las terneras.

Pero no se los buscará para el consejo del pueblo
ni tendrán preeminencia en la asamblea;
no se sentarán en el tribunal del juez
ni estarán versados en los decretos de la alianza
no harán brillar la instrucción ni el derecho,
ni se los encontrará entre los autores de los proverbios.

Sin embargo, ellos afianzan la creación eterna
y el objeto de su plegaria son los trabajos de su oficio”.

   _ Eclesiástico 38. La mujer abrió los ojos y posó la mirada en la cumbrera.
   _ Hum…
  
   Puedo decirle con respeto madre que poco traté con gente ilustrada y menos tuve en las manos libros que llegan al alma, pero algo sé del instante final y el desconcierto que se manifiesta con su misterioso anuncio. En el ojo extraviado del borrego degollado y el espumarajo que fluye con el rictus de la boca… Y el halo de la Muerte que se apodera de cada vértebra, por el frío acerado que rasga el músculo venciendo la resistencia en el desesperado deseo de vivir… que digo, en la lucha de cada célula por pertenecer a un todo orgánico, frágilmente organizado en un mundo enloquecido, en crisis, mutando como otros mundos tan semejantes como caóticos, de imperfecto orden químico y azules ionizados que con fulminantes espasmos espiralados reproducen ignotos cosmos plasmados en el aire viciado del socavón o en el viento helado capaz de desollar con el fatalismo del tiempo el lomo de la cuchilla.
   ¿Se puede saber de ande sacó todo ese palabrerío? creyó el estanciero preguntar  irritado sin comprender.
   Por toda respuesta se escuchó un estampido, después otro y otros más seguido del mortal silencio entre la nube de pólvora que al disiparse permitieron entrever en una confusa visión el cuerpo frío de Segundo.
   Y anunciando mayores maldiciones, impregnado del olor a grasa de los cueros frescos, de las guascas y los aperos, colgaba del palo mayor del galpón el cuerpo diminuto y amado de la mujer.
   Todos los seres vivientes de “Cuatro Ombúes” se sobresaltaron confundidos por los gritos y corridas de gentes y bestias que se atropellaban como en los tiempos de antes, al tercer tañido de la campana.

   Entonces despertó aterido y sudando a mares, temblando y acosado por los dolores lumbares y los fantasmas de la vejez.

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