INDISCIPLINA PARTIDARIA, la columna de Hoenir Sarthou: GRECIA: “EL HUEVO DE LA SERPIENTE” / Voces semanario



“nunca mandes a preguntar por quién doblan las campanas; están doblando por ti”
(John Donne)
En cierto sentido, hable de lo que hable, uno siempre habla de sí mismo.
Desde hace semanas, la atención mundial está puesta en Grecia, en su deuda, en el resultado del referéndum, en las actitudes de Tsipras y del Syriza, y en las alternativas de su conflicto con el resto de las instituciones y de los gobiernos europeos.
¿Por qué el caso griego despierta tanto interés y polémicas tan apasionadas?
Grecia es, en buena medida, el origen de nuestra civilización. Y, por cierto, muchos o casi todos nosotros somos descendientes de europeos. Sin embargo, no creo que el interés se explique sólo por eso.
Quizá Grecia sea, en estos momentos, un caso de laboratorio, el escenario en el que actúan todas las fuerzas y los poderes determinantes de nuestra época. De modo que quizá sea también una suerte de espejo anticipador, en el que, por momentos, todos creemos –y tememos- vislumbrar nuestro futuro. O sea que, en cierta forma, hablar de Grecia es hoy hablar de nosotros mismos. Ya veremos por qué.
Un golpe de Estado es un proceso político por el que la voluntad popular es desoída y las autoridades legítimas son sustituidas o impedidas de gobernar. Una invasión es cuando el territorio, la población y los recursos de un Estado pasan a ser controlados por fuerzas externas.
¿Cómo calificar, entonces, lo ocurrido en Grecia en los últimos días? ¿Golpe de Estado o invasión?
SIN UN SOLO TIRO
La voluntad del pueblo griego, manifestada en forma directa en el referéndum del 5 de julio, ha sido simplemente ignorada. Y la del gobierno legítimo, que aspiraba a reformular la deuda y a renegociar su pago, fue aplastada por la presión de los otros gobiernos europeos. Como consecuencia, las futuras políticas del Estado griego, en materia económica, financiera, impositiva, salarial y de seguridad social, serán dictadas o estrictamente supervisadas por los organismos de la Unión Europea. También le serán compulsivamente privatizados puertos, aeropuertos, empresas públicas, incluida la de energía eléctrica, y otros recursos por valor de varias decenas de miles de millones de euros, destinándose gran parte del precio de las privatizaciones al pago de la deuda pendiente.
Insisto: ¿cómo llamarle a esa solución? ¿Acaso no reúne las peores consecuencias de un golpe de Estado y de una invasión? Y todo a fuerza de euros, sin disparar un solo tiro.
No falta quien crea que todo eso es resultado de la irresponsable conducta de los griegos. Sin negar que haya existido irresponsabilidad y corrupción, lo cierto es que el castigo es desmesurado, y que no menos irresponsable fue la conducta de los bancos y de los gobiernos europeos, que siguieron y siguen prestando más allá de cualquier posibilidad de cobro. Salvo –y ahí está tal vez la clave- que los bancos confiaban en no perder, porque esperaban los “rescates” de los gobiernos europeos. Al parecer, todos esperaban no perder, porque se cobrarían apoderándose literalmente de Grecia. O sea que los únicos que saldrán perdiendo son el pueblo griego y, tal vez, los ciudadanos europeos, que no participarán en la kermesse liquidatoria de las empresas y recursos griegos,
¿Traicionaron, Tsipras, la mayoría del Syriza y la del parlamento, la voluntad y los intereses del pueblo griego? ¿Fueron presionados, como afirma el mismo Tsipras, con la amenaza de un bloqueo estilo Franja de Gaza, que causaría hambrunas y caos en la sociedad griega? ¿Tenían la posibilidad de abandonar el euro y de desobedecer a los gobernantes europeos? ¿Estaba el pueblo griego dispuesto a afrontar las consecuencias?
A la distancia, y con la información escasa y sesgada de que se dispone, es difícil responder a esas preguntas. En todo caso, lo que puede pensarse es que esta tragedia griega está lejos de haber concluido. Un nuevo “rescate” probablemente tenga las mismas consecuencias que los anteriores: aumento de la deuda, poco o ningún crecimiento económico y un mayor ahogo social, lo que augura que en algún momento no muy lejano habrá un nuevo capítulo de la crisis griega sin fin. Entonces veremos qué rumbo toman las cosas.
OPACAS TRANSPARENCIAS
Lo inquietante, lo que nos tiene a todos encandilados, es que, como en la vieja película de Bergman, “El huevo de la serpiente”, las delgadas paredes de la crisis europea permiten vislumbrar el mundo que será.
El capital financiero operando directamente como actor político de primer orden. Los Estados poderosos actuando como agentes del capital financiero, concediendo préstamos a un Estado débil para que éste les pague a los bancos, o, lo que es lo mismo, haciendo que los ciudadanos europeos presten dinero incobrable para que los bancos puedan cobrar. Un Estado débil (el griego) virtualmente desintegrado por la presión monetaria, la financiera, y la de organismos supranacionales (el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI). Y, ahora –nada cuesta adivinarlo-, empresas multinacionales de servicios aprestándose a comprar a precios de ganga en el remate de las empresas, los puertos, los recursos y los servicios públicos griegos.
Ese parece ser el mundo del futuro: destrucción de los Estados o su uso como instrumento del sistema financiero, intervención directa de los bancos y de los organismos transnacionales en la definición de las políticas públicas y la legislación de los países, transferencia de las pérdidas financieras a la sociedad, apoderamiento de los recursos naturales y gestión de las empresas y servicios públicos por grandes corporaciones privadas.
¿Y la ciudadanía? Bien, gracias. Podrá elegir qué marca comprará a crédito y con qué banco se endeudará.
CAMPANAS ALLÁ Y ACÁ
Se equivoca quien piense que esto ocurre allá lejos, en Grecia. Porque Grecia bien puede ser el experimento extremo de un modelo que viene imponiéndose sigilosamente a todas las sociedades, incluida la uruguaya.
¿Qué son el TISA, y el tratado sobre comercio de servicios con la Unión Europea, que el gobierno uruguayo pretende firmar? ¿No son en esencia lo mismo que la “solución final” planteada para la economía griega? ¿No consisten en desregular todo lo desregulable y favorecer compulsivamente la privatización de la gestión de empresas y servicios públicos?
¿Qué es la ley de bancarización, aprobada casi en secreto y con el nombre falaz de “inclusión financiera”, hace poco más de un año, sino el sometimiento de todas las operaciones económicas al control y a la intervención obligatoria de los bancos?
¿Qué efectos tendrá la enorme deuda pública uruguaya –chica comparada con la griega pero sin igual en nuestra historia- en caso de que sobrevenga una crisis económica grave?
Observemos cuán bien les fue a los griegos al ser “financieramente incluidos”, al confiar su soberanía, primero la monetaria y la financiera, ahora la económica y la política, a organismos supranacionales no sujetos a control democrático de la ciudadanía.
Que la política predomine sobre el derecho es grave. Pero que lo financiero predomine sobre la política y sobre el derecho es simplemente suicida.

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