Don Cipriano 17 / Por José Luis Facello

Marzo.
Este verano fue distinto a otros veranos.
En unas semanas el extraño hombre dejó de serlo, se llama Josip Stude y de a poco en la medida que rompió el voluntario encierro, en cuerpo y alma, comenzó a dar evasivas caminatas nocturnas por la cresta de la cuchilla.
Te confieso diario mío, el prófugo parecía un loco pero con Aparecida coincidimos que estaba lejos de serlo. En ocasiones asomada a mi ventana me sorprendió su fantasmal figura platinada al amparo de la luna creciente.

Fines de marzo.
Tuve jaqueca y ninguna ganas de escribir.
El señor Stude resultó una persona simpática que amenizaba la sobremesa con sus observaciones y comentarios, dueños del equilibrio justo y tranquilizador, aunque a veces se filtraba por su voz un dejo de angustia.
Hablaba poco y nada de sí mismo.
Hasta que un día describió con alegría el terruño de sus padres, nativos del puerto de Split y que según sus palabras era un lugar enclavado entre las rocas y las prístinas aguas del mar Adriático.
Recordó la niñez pero eso fue como morir y resucitar en un solo acto, cuando la niñez es tronchada por los vientos de la guerra. Después, víctima como miles del engaño, embarcaron con la ilusión de que una tierra promisoria los aguardaba en el Río de la Plata.
Confiesa que de algún modo así fue, intimidados por el cruce del mar cuando tocaron tierra muchos temblaban, recuerda la gravedad en la mirada de sus padres  dominados por las emociones cruzadas, pero agrandar distancias de los cañones y la hambruna era suficiente para soñar una vida mejor, dice que dijeron, cuando pudieron articular palabra.

Último día de marzo.
El señor Josip cuenta que al fin de la travesía arribaron con buen tiempo al puerto de Montevideo, su padre y otros paisanos consiguieron alquilar una casilla en la calle Coruña cerca del mercado. Unas semanas después el niño Josip recuerda que se mudaron en calidad de caseros a una quinta de frutales en las cercanías de Melilla.
Cuenta que debieron transcurrir un año para comprar un lote y otros más para edificar una casita, humilde, aceptable, en Santiago Vázquez. Desde el fondo del terreno, dice que veían la boca del río Santa Lucía.

Abril.
El maestro, en acuerdo con mi esposo, se dio a la educación de Primo José que tiene seis años cumplidos y de Segundo José que lo sigue con cuatro.
No tengo dudas que mi esposo permitió a regañadientes y sin estar convencido de la sugerencia de Josip, pretextando mantenerse ocupado mientras durara su estadía en la estancia y aspiraba, dijo agradecido, a ganar el pan diario en buena ley.
La reserva de Cipriano se fundaba en que los pichones eran muy chicos para estudiar. Pero a mí me confesaba francamente, que dudaba sobre la ganancia del aprendizaje de sus hijos cuando debían compartir con los hijos de los peones al maestro, aula y cuadernos. Trató de aludir al prejuicio a que él y sus hermanos se habían educado a puertas cerradas con el inglés.

Mayo.
Los gurises están al tanto de la novedad y medio desconcertados con el plan del extranjero. El maestro pidió permiso para refaccionar una de las piezas que están vacías y alojar allí a sus alumnos, ocho en total.
Durante toda la semana sacaron yuyos, remendaron el revoque caído y le dieron una mano de cal a las paredes. Josip aprovechó el trabajo para dar su primera clase sobre los ranchos, las alimañas, las causas de algunas enfermedades y heridas infectas, para recomendar al asombrado alumnado que el pelo se llevaba corto y el cuerpo limpio con jabón Bao.

Julio.
Te cuento diario mío, que se ha hecho habitual que al atardecer los dos hombres después de terminados sus quehaceres se reúnan bajo el coronilla a tomar unos cimarrones.
Disfruto al verlos allí conversando civilizadamente y con fundamento, porque son tantos los relatos de hombres buenos que recurrieron a la pelea para dirimir las diferencias, que muchos pagaron con la propia vida y otros con la cárcel dejando un tendal de desamparados.
Van para cuatro años que nada sabemos del padre de Servando, la última vez que lo vimos fue en el velorio de la finada cuando a él le autorizaron una salida con la debida custodia pero sin poder cambiar palabra con nadie.
Todo muy triste, como la total falta de noticias de mi madrecita.

Setiembre.
Las proseadas entre ellos a veces se tornaban plomizas cuando las especulaciones sobre el país no auguraban nada nuevo, y de los asuntos pedagógicos que eran la preocupación del maestro no acertaban a coincidir.
Mi esposo sostiene que el aprendizaje lo da la vida misma, el cultivo de uno hace a la cultura general en armonioso movimiento circular, un trenzado de cuatro se aprende viendo hacerlo y haciendo, transformando al hombre con su creación y a éste en útil necesario, uno entre otros que permiten dignificar la vida misma.
Josip con buen humor acepta lo expuesto, y como hacen los artesanos o las costureras fue uniendo pequeñas partes aparentemente inconexas del mundo de los gurises y de los adultos, hasta arribar a los ideales del maestro Varela y de los innovadores como Makarenko. Citó ocho conferencias sobre educación infantil, que según él versaban sobre temas de la familia, de los juegos y también las responsabilidades, de la autoridad paterna y hasta de ¡educación sexual!
Recuerdo que mi esposo le dijo, pero amigazo, eso puede ser aceptable y hasta lógico en Rusia porque tienen otra forma de ver las cosas, desde el tiempo del imperio de los zares hasta el comunismo de hoy día… pero en este país, qué quiere que le diga… pa’mi todavía están verdes los higos.
No sé si usted sabía prosiguió, considerando la mención de Varela, le recuerdo que para llevar adelante la reforma de la educación, tuvo que llegar a un acuerdo con el gobierno del coronel Latorre porque los doctores se habían hecho los desentendidos.
Usted que es maestro sabe, que los ingleses primero y los inmigrantes después dieron vuelta al país patas pa´arriba, y a partir de´so el mentado progreso se ensañó hasta convertir al gaucho en pobre peón…
El maestro dijo lo suyo.
Es como usted dice dijo sin adular, fíjese que también empujó al campesino pobre hasta las ciudades para terminar sus días y sin darse cuenta en obrero asalariado. Es el proceso civilizatorio argumentó Josip.
Después los dos hombres coincidieron que Varela bien pudiera ser integrante de la masonería, que habría dicho que la educación popular trae menos desigualdad entre las clases sociales y más democracia…
Y yo me pregunto querido diario, que tendrá que ver todo eso con nuestros niños, los niños de la cuchilla.
El veintidós Segundo José cumple cinco años, da gusto verlo hecho un gauchito con su bombacha bataraza.

Diciembre.
Al terminar el año mi esposo y el maestro continuaban la esgrima en torno a la educación. El maestro afirma que la formación de buenos ciudadanos empieza en la escuela pública y sobre esa base el presidente Batlle y Ordóñez construyó el proyecto del trabajo y el progreso tutelado por el Estado.
Con algunas ideas de avanzada que entroncan con el movimiento internacional, con instituciones laicas, ley de divorcio, voto femenino, protección de los trabajadores… entre otras cosas lindas que no me acuerdo.
Cipriano acordaba con la cabeza, evocando a su turno los aciertos del gobierno en 1903 al dar por terminado con los alzamientos de los blancos. El progreso tenía el color del acero del ferrocarril y los alambrados, el mugido del ganado mestizado camino al frigorífico que quiérase o no, remitía a los ingleses. Pero también rezongó contra los extranjeros que llegaban a montones, renegó de las máquinas de esquilar que, para muestra dijo, en las grandes estancias había barrido con los peones. Puso mala cara al momento de mostrarse escéptico y negar el progreso mismo de la humanidad, para después retractarse y dar una disculpa al otro, comprometido con la causa más allá de su condición de inmigrante. Entonces, el maestro Josip se limitó a reiterar su agradecimiento al hombre que le daba asilo sin poner reparo ni condiciones.

“Cuatro Ombúes”
15 de julio de 1937.
El señor Josip ha cautivado el corazón de mis hijos y el mío…
Los gurises admiran secretamente al maestro cuando pinta un mundo nuevo, donde el punto de partida es la arqueada cuchilla para así viajar por los ríos del país, los lados del rectángulo de las ventanas, el origen de la palabra Tupambaé y las raíces guaraníes. Algunas veces les enseña a contar con porotos y a agrupar granos de maíz con granos de maíz y semillas de zapallo con semillas de zapallo por razones de la aritmética.
Lectura, copias y redacción recaían en dos libros, nuestra Juana Fernández y Emilio Frugoni, poeta en el exilio, diría como al pasar.
El maestro gesticula y hace gran espamento cuando les habla de los inventos modernos como quién cuenta un cuento, del cinematógrafo, la electricidad y la radiofonía, como de los buques transatlánticos y de cómo las selvas soterradas hace tantísimo se convirtieron en petróleo y el “oro negro” por las artes industriales se transforma en la destilería de ANCAP en naftas, a orillas de la bahía.

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