Don Cipriano/18 Por José Luis Facello


Noviembre.
Al parecer de Aparecida, el señor Josip es un libro abierto, dicho con fresca curiosidad y deslumbramiento por alguien que secretamente está dispuesta a aprender la escritura. Cuando tuvo la oportunidad, me confesó, y sin saber la causa rechazó de plano las enseñanzas del maestro Thomas ¿y por qué? porque sentía que aquel extranjero que fumaba en pipa la intimidaba.
Las noticias que llegan de España dan cuenta de la guerra civil y predisponen mal a mi esposo, un hombre de naturaleza pacífica como temperamental, si cabe la expresión. Nunca escuché de su boca que la adoptara por madre patria; una madre dice, no esgrime los fuegos de la inquisición evocando reyes terrenales ni bulas pontificias.
Es raro, pero reconoce con íntimo orgullo que aquellas razas son parte de nuestras raíces americanas y mal que les pese a muchos criollos de raza, lo nuestro es puro mestizaje.
El señor Josip, por su parte, interpreta los sucesos europeos como una instancia más del avance de los pueblos, y para despejar dudas o temores habla del paso avasallante de las repúblicas sobre las monarquías, del proletariado tratando de resarcirse a costa de las burguesías.
Pero estas conversaciones ensombrecen el rostro de los hombres, más preocupados por nuestros propios tiempos tormentosos.

“Cuatro Ombúes”
Mayo de 1939.
Definitivamente las casas y las cosas están cambiadas.
Mis hijos y mi ahijado crecen sanos y fuertes, alborotando como los pájaros la gracia de la libertad y en eso el señor Josip tiene mucho que ver.
Diario mío, te confieso que siento libre mi cuerpo pero temo a la noche no por soledad, sino porque llega acompañada del placer y el gozo alcanzado en el abrazo envolvente que el amor por mi esposo depara, pero mi cabeza estalla cuando siento en la oscuridad las caricias en las manos de Josip, el perfume de los besos en los besos del maestro, hasta el momento sublime que como en un crisol nos fundimos en una sola materia.
De ese extraño y gozoso estado, sublime y entrañable, me siento culpable.

Julio.
Resulta perturbador el simple cruce de las miradas, aguardo íntimamente el roce casual de los cuerpos y comienzo a temer el murmullo insidioso del viento, como si trajera aparejado una señal de amonestación o castigo. Me asusta cometer un desliz que me precipite en el mayor de los desatinos porque mis pensamientos se embotan a la hora de la siesta imaginando la traición por tomar el fruto prohibido. La confusión desborda al raciocinio porque yo amo a mi esposo y por un instante quedo atrapada por la sutil atracción hacia el otro hombre, aunque ambos ignoren todo y quede reducido a la angustia que mi pobre mente es capaz de elucubrar.

En algunos anocheceres tormentosos, Josip con voz firme y modulada lee los poemas que tanto lo apasionan.

“Sobre la loma, envuelto en la mañana
-océano de luz en el campo inunda-
quiebro con mi rodilla la coyunda
de toda obligación civil y urbana.

Vuela en mi corazón una campana
y el alma entera se me va errabunda
huyendo de la cárcel ciudadana.
Aquí otra vida empieza”.

Cerró los ojos y el libro de Frugoni y yo como una estúpida no pude contener que una lágrima me delatara.

Agosto.
Después de largos cabildeos los dos hombres han acordado un plan de acción.
La estancia ya no ocupa la legión de criados, artesanos carpinteros y armeros, serenos y herreros de los viejos tiempos. Las habitaciones que los albergaban, salvo la de Aparecida, están vacías e infectas de manchas, de yuyos y alimañas escondidas en las grietas.
En el patio sobreviven estoicos dos árboles de naranjas amargas y un guayabo blanco y en la memoria de Aparecida el perfume de azares sobrevolando la agreste cuchilla.
Lo primero, Cipriano ha elegido a Eustaquio y don Germán por la confianza que le merecen y la aptitud para el trabajo de albañilería.

15 de agosto.
Los nombrados han puesto manos a la obra armando andamios, trayendo y llevando sogas y baldes con mortero para restituir los antiguos revoques, afirmando en su lugar puertas y ventanas, sino reparando las rajaduras de los muros.
Bastaron unos días de trabajo para que los enrejados recuperaran su rústica belleza recortada sobre las paredes recién caleadas y los arcos de piedra rojiza.
A su lugar fue restituida la campana que desfallecía silenciosa en el rincón sur de la azotea, olvidada de los tiempos heroicos cuando alertaba de peligros inminentes o llamaba al almuerzo cuando los peones se contaban hasta pasar la centena.

Setiembre.
Las obras fueron concluidas después de un mes de prolijas terminaciones y acabados finos en las maderas a la vista. Josefina, la mujer de uno de los peones, trajo en la chata junto a los barriles de agua algunas plantas que habíamos encargado a mi cuñada en su viaje por provistas a Melo. Dos jazmines dobles, algunos ligustros, un ibirapitá y un butiá de hojas agrisadas que ocuparían el lugar de los viejos cítricos.
Te cuento diario, que a poco se entabló un duelo de palabra entre Josefina y don Germán, acerca de si el trasplante iba a prosperar o no, teniendo en cuenta la proximidad del verano. La muchacha dijo que terminarían la conversación después del verano y entonces, ya veríamos quien tenía la razón.
Cipriano y Josip se muestran satisfechos de los cambios emprendidos. Yo también me siento feliz, pero a decir verdad, recién cuando logro espantar los fantasmas que acosan mis pensamientos.
El sábado se carneó.

Martes.
El domingo los asadores en cruz congregaron a la gente apenas despuntaba la mañana, entonando la garganta entre mate y caña brasilera. Fue la hora de los abrazos y reencuentros, mis cuñados Justo y Waldemar con su mujer y los hijos fueron de los primeros en llegar.
De “Los Hórreos” vinieron Antonio y Román, porque mis otros hermanos estaban ocupados en la esquila, así que mandaron sus disculpas y saludos.
Cuando el sol del mediodía caía a plomo y las visitas buscaban el reparo de la sombra, mientras el asador y sus ayudantes se bañaban en sudor junto al fuego, se escuchó ladrar a los perros bravos y los cuzcos, avisando la presencia del sulky que traía al maestro Josip y a la invitada especial, la señorita Macarena directora de la escuela de Tupambaé.

Miércoles de madrugada.
No puedo conciliar el sueño.
Aprovecho para terminar de describir la reunión del domingo. Abundó el asado y las achuras, el capón con fariña, los boniatos hervidos; de postre hicimos pasteles rellenos de dulce de membrillo y canela.
Al respecto, la señorita Macarena dijo haber leído alguna vez a William Hudson, naturalista que escribió “La tierra púrpura” donde da cuenta de nuestro país en época del general Oribe, pero advirtió como toda buena maestra, que quería contar de otra lectura del mismo autor que hablaba de los más famosos condimentos importados de entonces: el comino para las empanadas y la canela para el arroz con leche, platos infaltables en la mesa de los criollos.
Otros proseaban sobre la educación laica, o las elecciones, o el precio de la lana, cuando no, arriesgaron opinar sobre la guerra europea y el poderío militar de los alemanes. Alguien que no recuerdo quién, comentó sobre las temerarias acciones del “Graf Spee”, un acorazado germano que tenía a mal traer a los buques aliados en las aguas del océano Atlántico.
Por sobre la conversación una guitarra desgranó sones de milongas y chamarritas y entonces algunas parejas se animaron a bailar sobre las lajas del patio. Y más tarde fuimos sorprendidos por una voz sentimental entonando un tango.
Golondrinas de un solo verano
con ansias constantes de cielos lejanos…
Alma criolla, errante y viajera,
querer detenerla es una quimera…
Era Josip que no podía disimular la nostalgia que lo embargaba. Me apiadé del prófugo y sufro en silencio porque intuyo cosas que me atemorizan…

1940 Marzo.
Aparecida hizo buenas migas con Josefina y entre ambas se han dado maña para adornar con guirnaldas la puerta de entrada al único salón de la escuelita.
Los escolares con túnicas y moñas azules parecían una bandada de garzas en número de catorce, cuando de manera simbólica la señorita Macarena pasó lista de presentes.
A continuación, hizo uso de la palabra para augurar un futuro promisorio, con niños tan ilustrados como valientes, parafraseando al padre de la patria. En otro orden, felicitó a Cipriano y en mi persona sin merecerlo, como también prometió hacer lo que estuviera a su alcance como proveer de mástil y bandera, una maestra titulada y presupuesto del Ministerio.
Pidió un aplauso para los émulos de José Pedro Varela.
¡Recién caigo en cuenta que Josip no es titulado y para colmo un proscripto!

Comentarios

Entradas populares