Fuera de agenda. Por J.J.Ferrite



La agenda de las últimas semanas impondría al escriba referirse al rechazo del TISA, o al artículo 425 del proyecto de Ley del Presupuesto que limita el suministro de medicamentos, o a la crisis de la enseñanza incluyendo en clave progresista el evento represivo en el Codicen...
Las referencias citadas tienen en común expresar o ser consecuencia de la política de los gobiernos del frente amplio, con minúsculas, caracterizadas por el abandono de políticas soberanas a cambio de otras de hechura sumisa frente a los pesos pesados del poder global.
Visto así, los ciudadanos de a pie no podemos menos que sentirnos unos pobres sujetos devaluados y a merced del escarnio de propios y extraños, porque parecería que la sola mención de  indagar o andar preguntando sobre programas o modelos soberanos es políticamente incorrecto. Como resultaría temerario establecer paralelismos con Brasil o Argentina y no ser descalificado.
Visto así, ¿qué es lo correcto? ¿dónde está el límite de la política como arte de lo posible? ¿la deuda externa es el nudo corredizo que nos asfixia y los culpables del embrollo son los que especulan entre bambalinas?

De pura casualidad me encontré, después de tanto tiempo sin vernos, con “copetín” Salvatierra en un comedero aledaño a la terminal de ómnibus. Pretexto que aprovechamos para tomar una cerveza.
Me mostró la fotografía del diario y leyó la nota que describía el auge y la decadencia del hotel San Rafael, frente a la playa Brava, en un Punta del Este trastocado de pura modernidad.
Es un decir, me dijo “copetín”, recuerdo cuando mi padre era obrero de la construcción y la empresa en que trabajaba, Pintos Risso, hacía pata ancha en la península, allá por fines de los sesenta y el San Rafael sobresalía con su sobrio e imponente estilo Tudor. Dice aquí, dijo sorbiendo la rubia cerveza, que lo inauguraron en 1948 y después del cierre del casino en 1997 cayó en el abandono. Es una verdadera pérdida, acoté yo, como la del ex hotel Biarritz devorado por un incendio en 2012, edificio emblemático del balneario esteño que había sido construido allá por 1907.
“Copetín” Salvatierra, me observó por encima del vaso y me dijo que nada es casual en la vida de las personas y las cosas, sino que había que hurgar en las causas de dónde provenía la luz, dicho en tono casi místico, que explica lo inexplicable. Explica mejor le dije, mientras le pedía al mozo otra cerveza.
Punta del Este no es más lo que fue, dijo de modo terminante pero sin explicar nada.

Casualidad o causalidad, en 1997 más precisamente un 14 de noviembre, fue inaugurado el Hotel Conrad, Resort&Casino, cinco estrellas, como reza la propaganda online.
A simple vista y como quien mira a la Brava, se observa el edificio que contiene 294 habitaciones y 41 suites del lujo que usted sea capaz de imaginar; un casino (privado) con 75 mesas y 582 máquinas de slots; cinco restaurantes y bares brindan menús tan variados como exóticos acordes a la cocina internacional de estos tiempos; el centro de convenciones cuenta con diez salas adecuadas a todo tipo de encuentros empresariales, profesionales o políticos. Tiene el consabido SPA y tres espacios recreativos para que los niños dejen de joder con la pelota; el paseo de compras se distingue por ocho tiendas de marcas internacionales. Un exclusivo club atiende a sus clientes indistintamente de día y de noche.
¿Y lo que no se ve? interrogó “copetín” en tanto pedía al mozo otra cerveza y un platito con manises.
Se comenta, respondí, que en 2013 (Mujica presidente) el grupo chileno Enjoy puso 140 millones de dólares, uno arriba del otro, a Caesars entertainment y se quedó con el 45% del Conrad. Voces disonantes alertaron sobre el lavado de dinero, porque además obtuvieron la licencia de juego hasta 2036.
Eso sí que es firmar una paritaria a largo plazo… balbuceó mi amigo.

Cuando mi padre, empezó diciendo “copetín”, fue como medio mundo a trabajar a Punta del Este, por aquellos años se empezó a hablar del turismo como una industria sin chimeneas.
Es cierto, apunté, nuestro país que tradicionalmente basa su economía en un modelo agroexportador enfrentaba el desafío de promover el turismo con políticas de Estado, a saber, infraestructura hotelera, gastronomía y rutas. El resto lo proveía la madre naturaleza: mar, playas y un pueblo gaucho.
Y había antecedentes, intervino él, se cuenta del Festival de Cine que reunió a la crema de Hollywood y Cannes en la península por 1951. Y Punta del Este comenzó a ser familiarmente Punta, cuando los porteños de clase media escapando a la censura de los gobiernos militares venían a ver películas prohibidas… como ¡“La naranja mecánica”!
Como pasa el tiempo y las cosas… dije como al pasar, al tiempo que pedía otra cerveza.
¿Y, qué pasa con el tiempo y las cosas? inquirió “copetín” con cierto fastidio.
Mira, el turismo es tan importante como la ganadería y la agricultura sumadas, es más que logística y comunicaciones y menos que industria manufacturera, y mucho menos que la intermediación financiera, y recontra menos que la administración pública, la enseñanza y la salud…
Pero, entonces ¿es o no es importante?
Debería importar, pero la decadencia del hotel San Rafael surge como un fantasma que atemoriza a otros balnearios, como Piriápolis que año a año revive por dos meses después de una agonía de diez.
Somos un país caro por donde se mire, para los de acá y para los turistas que a diferencia de los de acá, pueden optar por otros destinos.
El caso del viejo español, dijo “copetín”, que en TVE se resignaba a tener tres o cuatro vacas lecheras porque las reformas comunitarias le prohibían tener un lote mayor como había tenido toda la vida; pero menos, confesaba con cierto grado de aturdimiento, lo convencía el hostal que habían emprendido sus hijos en las viejas edificaciones, porque en definitiva dijo el tambero, por más internet que medie, los alemanes venían apenas dos meses a asolearse en las costas del Mediterráneo. Y lo único rentable y tangible seguían siendo las vacas lecheras… hasta que le demostrasen lo contrario.
Definitivamente, entre el discurso y la realidad se impone una nueva agenda… dije por decir.
Nos miramos y a dúo, clamamos por otra cerveza y un platito con manises.

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