Elecciones, la semana previa. Por J.J. Ferrite





En una escapada de fin de semana que hizo a Buenos Aires, le pregunté a “copetín” Salvatierra después de un sesudo preludio ¿qué es para vos la brecha? Asunto que algunos advierten con preocupación, hoy día muchos andan preocupados, como un síntoma perturbador en tiempos de democracia. Me observó intrigado y bebió en silencio, más de gozada que de reflexión.
La única brecha que reconozco, porque es un asunto de vieja data y a la que refería mi finado abuelo, peón en una barraca de lana en las inmediaciones del Palacio, era la brecha que se abría entre ricos y pobres.
Esquemática respuesta che.
Todo lo demás se puede conversar, dijo soslayando mi comentario. ¿Es decir? pregunté. Si los gobiernos te van a dejar vivir con cierta dignidad o te arrean con discursos al sálvese quien pueda. ¿Quién de nosotros, interrogó malignamente, podía imaginar que un médico o un abogado o una maestra, para no caerse de la clase media iban a “optar” por trabajar jornadas de diez o doce horas como vulgares obreros? Entonces, continuó imperturbable, es sabido para el que quiera verlo, que a las tensiones sociales y las luchas deviene el acuerdo o la derrota, llámese desempleo, trabajo en negro o lo que sea…

Pedimos otra cerveza, hurgue en la mochila buscando el diccionario y leí en silencio. Tiene dos acepciones que vienen al caso, dije, una reza, brecha: boquete o apertura; la otra figurada, estar en la brecha como estar preparado y dispuesto para la pelea.
“Copetín” estaba concentrado mirando a una morocha infartante que empujaba por la calle Bolívar el viento primaveral.
En lo que no hay unanimidad, dije mientras encendía un cigarrillo, es en las causas que originan la brecha y eso queda explicitado en el mensaje televisivo de los candidatos a presidente de la nación. Mensaje atado a un relato subordinado a una idea marketinera y no a una idea propiamente dicha.
Recuerdo la campaña electoral de 2005 y la ausencia de ideas, dijo “copetín”, caminaba como otros tantos enajenados por las calles de Montevideo buscando una pintada en los muros que expresase el hambre de las mayorías por un cambio político, ya que no una revolución. No encontré la consigna añorada, tan solo la reiteración monótona: “Tabaré presidente”. Sin recordar cómo, amanecí en el bar “La Bomba”, ¿te acordás? camino Carrasco esquina Cambay. Cómo no me voy a acordar, dije, iba a ver las inferiores de Danubio después de hacer una escala técnica en “La Bomba”. Olvidate, respondió agriamente, no hay cancha construyeron una iglesia evangélica.

La manifestación más brutal de la brecha como boquete o abertura, la reflejan los partidos políticos. ¿Únicamente? pregunté con germinal desconfianza. ¡Para nada! El buraco, existencial digamos, toca a los sindicatos, al fútbol, al Hospital de Clínicas… hasta a los ¡mismísimos políticos!
Vos sabés que en estas pampas, referirse al peronismo es algo sencillo como tangibles sus banderas de soberanía política, independencia económica y justicia social. Tratar de explicar la pertenencia partidaria es otra cosa, prácticamente un laberinto plagado de verdades y mentiras, de coherencia y tránsfugas.
Quienes se alinean con los K reivindican, o sin serlo reconocen, el basamento peronista, son una parte numerosa que se encuadran en el progresismo, expresado en una sigla frentista y como tal diversa, FPV. Sectores portadores de definida identidad e historia, como los radicales, la izquierda nacional, una corriente importante del sindicalismo peronista y diversas organizaciones sociales, de pequeños emprendimientos a PyMEs y grandes empresas.
No falta nadie, apuntó “copetín”.
Permitime describir a los otros como parte del todo. El barro de la política, sentenció con marcado escepticismo mi amigo.
Te cuento, el líder de PRO-derecha M.Macri - empresario, expresidente del club Boca Juniors, y exjefe de la ciudad de Buenos Aires - es un acérrimo opositor al estilo del venezolano Capriles, pero dos meses antes de las elecciones da un giro, sino copernicano, retórico para terminar bochornosamente rescatando las banderas históricas del… ¡peronismo!
Seguro estaba mamado, justificó “copetín”.
De la iniciativa privada y los mercados abiertos, digamos el ideario astorista, se pasó al Estado presente en la producción nacional y en la inclusión social. Así como lo oís, el mismo tipo que dijo, entre un millón de barbaridades, que había que pagar la deuda en los términos pretendidos por el juez neoyorquino y los fondos buitres.
¿Se habrá quedado solo ante tamaña patraña electoralista? preguntó mi amigo al tiempo que pedía otra cerveza y un platito con manises. Para nada, respondí, lo bancan otros radicales, los sindicatos rurales, la desflecada CGT-Moyano. En definitiva, el PRO-derecha sintetiza el imaginario anti-K que con razón o sin ella supieron sembrar los grupos mediáticos, léase “Clarín” y “La Nación”.
El tercero en discordia es el Frente Renovador que lidera S.Massa, un exK que imprime a su campaña un corte sanitarista para terminar con la corrupción-K, combatir la pobreza y declarar la guerra a los narcotraficantes.
Dicen que no hay peor astilla que la del mismo palo, dijo mi amigo con reminiscencias campesinas. ¿Y la izquierda? Qué pasa con la izquierda argentina. Son buenos muchachos, dije dudando, van divididos en dos frentes enarbolando las consignas clásicas que reflejen los derechos y demandas de la clase trabajadora, la mujer y la juventud.
Mi viejo contaba, de cuando los socialistas y los comunistas conformaron un frente, el frente izquierda de liberación, FIdeL, lista capicúa, la 1001.
Pero para entonces la cosa en Uruguay estaba políticamente verde.

El viento había amainado y pedimos una cerveza más.
Es paradigmático, dije a esa altura en tono filosófico, que en la política argentina para derrotar a los K de notable impronta peronista, los opositores hayan optado por identificarse con las premisas gubernamentales impulsadas ¡por Néstor y Cristina K!
Paradigmático o lo que sea, dijo con cierto fastidio “copetín”, explícame vos que fuiste al liceo, ¿cómo allá, un frente amplio, de izquierda dicen, con más de diez años en el gobierno y no sé cuántos más en la Intendencia, con mayoría en el Parlamento, esté impulsando descaradamente medidas de ajuste económico y haciendo caso omiso al mandato popular, tan siquiera por respeto a la memoria del general Seregni y otros patriotas contemporáneos.
Pidamos otra cerveza ¡y no me jodas la paciencia!
Mi amigo me miró ausente mientras tomaba con la punta de los dedos el último maní salado.
¿Qué te extraña? O estamos en la brecha o ¡todos somos Grecia!
No se hable más, pedí la cuenta y vamos.    
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