Desinformación viral / MOE DE TRIANA/ TCXT



A menudo suelo abrir la prensa con un gesto similar al de cuando te van a sacudir una buena hostia a palma abierta. Con los ojos medio cerrados y ladeando ligeramente la cabeza para amortiguar el golpe en la medida de lo posible. Eso, por supuesto, nunca evita el bofetón, que siempre llega, en este caso en forma de sesgo o prejuicio creando la habitual cortina de humo capaz de camuflarlo todo excepto la reconocida época de descrédito por la que vienen pasando los medios nacionales. Tras respirar profundamente miro de reojo para cercionarme y, efectivamente, ahí están, demostrando esa férrea e inquebrantable fidelidad a quienes les financian talonario en mano a cambio de favores por escrito.
A modo de resumen para no enmarañarnos en palabrería, podríamos decir que las redacciones se adaptaron a la crisis dejando que se le pusieran ceros al código deontológico. Muchos. Desnudos de toda ética e imparcialidad, no les quedó otra que dar el nocivo paso de devolver en contenidos todo lo que les ha entrado a paladas por la retaguardia. Y así, un medio elige vender sus principios para convertirse en voceros de tal banco, tal gobierno o tal multinacional. Movido por intereses que poco o nada tienen que ver con contar el qué, quién, cómo, dónde y por qué de algo, el periodismo cañí, salvo honrosas excepciones, está en manos de un poder que le acaricia el lomo suavemente buscando con su mirada un amable gesto de complicidad. Desplieguen cualquier periódico y comprueben cómo la metáfora se torna en cruda realidad noticia a noticia. Página a página. Si lo hace, seguro que concluye que los únicos datos publicados escrupulosamente exactos que ofrecen son la fecha y el precio.
La era de confusión que vivimos en España es asfixiante y no ha pasado desapercibida para las asociaciones y entidades de la talla del Instituto Internacional de Prensa, que supo hacerse eco de esta alarma mediante un informe que avalaba la nula confianza del ciudadano español en sus medios. Si el ciudadano lo dice será por algo. Al fin y al cabo es él quien sufre el bombardeo mediático a diario, donde la verdadera información de calado ha dejado lugar, en muchos casos, a chascarrillos despachados en pocas líneas ocultos tras titulares que únicamente buscan el cliqueo compulsivo. Marear la perdiz es la única regla posible cuando se juega al despiste. Se manejan como nadie marcando los tiempos hábil y disciplinadamente. Tienen mucha culpa de que, como digo a menudo, los de arriba ya ni se molesten en mentirnos. Tienen quien les haga el trabajo sucio. Embaucan. Mienten. Ocultan.
No es que se hayan destapado, es que cada vez están más empeñados en demostrar que son la atalaya del político, el empresario y el banquero. Desde la que gozan, celebran y brindan, con una sonrisa dibujada en los labios, por que aquí nadie sea capaz de enterarse de nada. Han conseguido un hito: viralizar la desinformación.

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