El kirchnerismo imperfecto. Por J.J. Ferrite


Primera obviedad, semos peronistas, semos kirchneristas, identidad que ha aflorado a lo largo de este blog sin desmedro de otras formas de pensamiento y praxis política.

Segunda obviedad, no somos originales ni tampoco imitadores porque no nos da la edad, el cansancio y el revulsivo estomacal que provoca la reiteración permanente y automática de quienes ensayan la defensa y crítica de la política aplicada con posterioridad al incendio de 2001, la transición desprolija entre el presidente que alcanzó el cielo en helicóptero, el presidente interino ex vice presidente menemista y el ascenso del compañero Néstor Kirchner.

Pero, ¿por qué semos kirchneristas?
De haber millones de parias sociales, con reminiscencia de la sociedad de castas de India, a fines del modelo liberal-menemista pasamos a una sociedad más equilibrada como efecto de la recuperación del trabajo genuino y los programas de ayuda social. Ese aspecto virtuoso del modelo concitó, al principio, el apoyo de los sindicatos y las organizaciones sociales cuyos adherentes eran los principales beneficiados. Todo bien.

Otra cuestión medular y que no es de naturaleza material, refiere a la política de Derechos Humanos, de memoria y justicia expresada a nivel simbólico en la bajada del cuadro de Videla, como en los juicios a los genocidas, como en la recuperación de identidad de los nietos, hijos de desaparecidos. De alguna manera el gobierno kirchnerista tuvo la voluntad y coraje político para dar vuelta una  pesada página de la historia nacional.
Cómo fue retomar la escritura de otro capítulo de la Patria Grande, que propusiera el general Perón con el Acuerdo del ABC entre Argentina, el Brasil de Getulio Vargas y Chile del general Ibáñez porque se entendía desde el fondo de los tiempos que no hay salida nacional sin el concurso de la integración con los países de la región.
Decíamos, dar vuelta a la página que remite a la dictadura cívico-militar y al menemismo, a la entrega del Estado, al servilismo, a la pizza y el champán, al abrazo con el almirante fusilador, a la amistad con el embajador Terence Todman, a la Ferrari testarossa. En el claroscuro de esos años donde sobran las hipótesis y las pistas falsas, quedaron la voladura de la mutual y la embajada judía, como la muerte de Menem Jr. y Silvio Oltra.
El paralelismo con el caso del fiscal Nisman remite a los actos criminales sin resolver, en un contexto de encubrimiento, intriga internacional y servicios secretos que difuminan el prolegómeno de lo que amalgama peligrosamente la ambición, el dinero y el poder.

Los que abrazamos la “causa kirchnerista”, lo hicimos desde distintas experiencias y contextos históricos por la sola diferencia generacional, con el convencimiento no exento de asombro de que se retomaban caras banderas que dignificaron al pueblo argentino y nos convocaban a sostenerlas.
Emponderar al pueblo, nos decían aunque a muchos de los nuestros se les escapó la tortuga, a los dirigentes y a nosotros las gentes simples…
Para los más jóvenes, participar fue un acto bautismal después de tantos años de oprobio e imposiciones de diversa naturaleza: escases de oportunidades, caminos falsos, falta de libertades, represión.
Para los no tan jóvenes fue recuperar el orgullo patrio que se expresó de modo cuasi sacralizado en los festejos del Bicentenario. Volver algunos, a recuperar el sentimiento e identidad de americanos mestizos y libertarios, cuando escuchamos emocionados a líderes amigos como Evo Morales, Hugo Chávez, “Lula” Da Silva y el inmortal, textualmente, Fidel Castro.

¿Escuchaste alguna vez, te suena la consigna: liberación o dependencia?
Supervalorar, estigmatizar o descalificar a los jóvenes de La Cámpora  fue una de las tantas formas de golpear al gobierno de Cristina, nuestro gobierno.
Y vale recordar que siempre que los poderosos de afuera o adentro nos pegaron, no fue por nuestros errores sino por nuestros aciertos.
De la intentona del “golpe blando” a la persistencia de las “asonadas judiciales”, del “canto de sirenas” que atormentan a los nuestros como al viejo Ulises encarnado en los medios de comunicación, llegamos a nuestra derrota a manos de las manos juguetonas del juego, del entretenimiento, de una necesidad de no pensar en cadena, de no pensar por la facilidades para acceder a un plan de pago en cuotas, a creer que alguien que nos mira a los ojos con sus ojos celestes pueda regalarnos, paz, seguridad, buenos modales, en una palabra: la felicidad.
De ese hombre, porque es un hombre, sólo puede esperarse la llegada de Papá Noel, o Santa Claus, o San Nicolás, ¡o lo que sea!

La imperfección del modelo kirchnerista está a la vista de todos pero por algún motivo o razón, como decía mi profesor, muchos lo aceptamos como bueno o porque no queda otra o porque me sirve.
Hay asuntos que ya son de naturaleza estructural y que todos aceptamos resignadamente de una manera u otra.
La magnificación del consumo, la presencia asfixiante de las empresas trasnacionales y el modelo sojero ¿son pan para hoy y hambre para mañana? Lejos de ser un problema de los gobiernos K, este formato de país no sólo globalizado sino fundamentalmente dependiente, puede a corto plazo contagiar y como efecto arrasar con los gobiernos populistas de la región.
Somos vulnerables porque el enemigo es temible, sea propalando falsas noticias como en Argentina o especulando con la escases de alimentos de primera necesidad como en Venezuela.
El uso inadecuado de los instrumentos económico-financieros o ceder a los buitres internacionales puede acelerar el proceso que lleve a mayor des-igualdad entre iguales.
Cuando en la feria “alternativa” de los martes veo al vendedor, uno entre un centenar,  ofreciendo unos pocos pares de zapatos usados pienso en la India y en los hijos del feriante marginal.
Creo sinceramente que es la hora del análisis y la reflexión.
La palabra y la iniciativa la tiene el triunfador de las elecciones, Cambiemos.
El pueblo que lo votó y el que no, esperamos indicios de prosperidad…            

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