Forma y contenido Por J.J. Ferrite



Me prometí no hablar por cien días y “Copetín” es testigo.
La pelota la tiene el adversario y observarlo permite tomar algún recaudo como para entender mejor el discurso breve, con los toques mesiánicos en la voz cadenciosa de los curas de pueblo, esta vez en los/las popes de Pro-Cambiemos.
La idea fuerza de los macristas es más o menos: “podemos vivir mejor”; “si dialogamos la felicidad está a la vuelta de la esquina”. ¡Gran expectativa!
No fue un triunfo más, fue un gran triunfo porque es la primera vez después del golpe de 1955 que los liberales argentinos, populistas esta vez, ganan una elección a presidente de la nación de modo limpio e inobjetable.
No fue un triunfo apabullante, ganaron apenas por un 3% de los votos al FPV, el partido gobernante de 2003 a 2015, pero ganaron aunque parezca empate.

A la hora de abrir el corazón y expresarse callejeramente como acostumbra este pueblo, los resultados se invirtieron.
El 10 de diciembre, día de la asunción a la presidencia, los simpatizantes de M.Macri se congregaron en la Plaza de Mayo en número tan escaso y evidente, que hizo decir a la pérfida comentarista Lena Guiñazú “que esperaba más gente”. Para compensar el vacío algunos medios no dudaron en editar imágenes que datan de 1982…  mostrando la plaza colmada por una multitud inexistente.
Un día antes, el 9 de diciembre, una multitudinaria concentración despidió con agradecimiento a la expresidente CFK, con el fervor y respeto que distinguen a las movilizaciones kirchner-peronistas. Una respuesta que desmentiría los rumores de que al día siguiente los militantes de La Cámpora, (otra vez La Cámpora), arruinarían la fiesta de Pro-Cambiemos. Para nada, si hubo fiesta no se notó, pero atención, porque tampoco se notó el acto del 9 de diciembre, prácticamente borrado en los medios de comunicación, antes opositores ahora oficialistas.

La estrategia del gobierno macrista y los sectores económicos que lo impulsan salieron con una batería de medidas de alto registro, dejando en evidencia que aquello del “salvataje de la República” o “la calidad institucional” o “la gestión transparente” proclamada durante años eran puras macanas. Porque es de imposible resolución conjugar la diferencia de intereses, en forma y contenido amigable. Amigo lector, ante la menor duda consulte en el sindicato más cercano.
Un golpe institucional puede ser cruento o blando, espectacular como los bombardeos al Palacio de la Moneda en 1973 o sobre la Casa Rosada en 1955; puede ser persistente como en Venezuela por el desabastecimiento, mercado negro incluido, de alimentos en las góndolas. O soterrado, como no exportar la cosecha granaria en Argentina para que al gobierno le falten las divisas, y bueno se sabe, después todo es cuestión de tiempo y de opinión pública…
La agenda es tan penetrante, naturalizada y tolerable como un sicofármaco o una droga ilegal, al punto que el golpe blando en Argentina no ha podido ser visibilizado por propios ni extraños.
La presidenta CFK culminó el mandato popular hasta casi, el último día, pero eso no evitó la irrupción de Federico Pinedo, presidente interino por unas horas. Pero desde mucho antes,  una mezcla de sensación y certeza popular confirmaba que en las últimas semanas el gobierno del FPV navegaba a la deriva...
En ese marco de presiones, de desaciertos gubernamentales, de candidatos pusilánimes, se impusieron los discursos innovadores en medio de la enmarañada política argentina; discursos salvadores que apelaban “a tener confianza”, “a tener fe”, “a creer en uno mismo”.
Se impuso una lógica o sentido común donde la cuestión ideológica o doctrinaria, la imbricación de la forma y el contenido importaba un pomo.
Eso es nuevo y osado como ver un presidente de la Nación bailando en el balcón de la Casa Rosada. Si se trata de un artilugio de deconstrucción del imaginario popular o de embarrar cosas cuasi sagradas, no sería de extrañar que en los próximos días se restituya el cuadro del dictador al lugar del que fue removido a instancia del compañero Néstor K.
Me prometí no hablar por cien días…

Bebíamos con “Copetín” una cerveza en la vereda de Diagonal Sur, a la sombra del monumento al general Roca, cuando fuimos abordados por una gitana de inusitada belleza. Observó las líneas de la mano de mi amigo, y con un dejo de sombría impotencia le dijo que era un atorrante sin futuro.
¿Por qué? preguntó él.
Porque tienes cuarenta años y has sido un precursor de los que se ganan la vida sin patrón, sin empleo.
Un creativo pichicome, agregué por mí cuenta.
¿Por qué mujer? insistió él.
Porque ustedes, distando de ser jóvenes son de los que encajan en las proyecciones que, sin ser adivino, hace míster Guy Ryder.
¿Vos me estás cargando? dijo “Copetín”, fastidiado con la mujer en tanto pedía al mozo otra cerveza con un platito de manises.
Algo leo en las líneas de su mano caballero, lo otro lo sé porque el gringo es el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) quién considera que la tecnología está poniendo a prueba lo que se conoce como empresa y relaciones laborales, y sostiene que a futuro primará el vínculo comercial entre las partes superando el conflicto de intereses entre la burguesía y el proletariado. Perimidos, ambos dos.
Mi amigo la miró desencajado y sólo atinó a preguntar de dónde había sacado todo ese palabrerío inconducente.
Ella le sonrió como sólo saben hacerlo las gitanas y agradeció los trece  pesos con cincuenta equivalentes a un dólar sin cepo. Se alejó tres pasos y confesó: también soy asesora freelance en la OIT, estoy en comisión en el programa de trabajo decente.
Loco ¿qué está pasando? dijo al tiempo que llamaba al mozo.
Aggiornate “Copetín”, estas también son las cuestiones pendientes de resolución detrás de la forma y el contenido

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