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Solidaridad a clase Por J.J. Ferrite




Las fiestas de Fin de Año llegaron con muchos fuegos artificiales y no menos bulla callejera, dije mientras sorbía la espuma helada de la cerveza tratando ingenuamente de conjurar el bochornoso verano porteño.
Miro la pantalla del televisor y el dato meteorológico: 34 grados a la sombra, pero bajo el sol mañanero las imágenes también dan cuenta de la Gendarmería desalojando de la ruta a los trabajadores despedidos de una fábrica de pollos. La segunda del país, cinco mil trabajadores, cuatrocientos mil aves producidas y faenadas por día. Quebrada, raro y mal.
Mi amigo, inmerso en el tradicional proceso del festejo miró con desdén la pantalla del televisor para sentenciar con ojos chispeantes: los argentinos siempre armando cocoa.

Pedimos otra cerveza, bien helada acotó “Copetín”, en esa búsqueda insana de dos tipos que quieren gozar del tiempo libre en la frontera del almanaque, en la línea abismal entre el pasado mensurable y el futuro inasible, sentados en la vereda sombreada  de un barrio porteño, dos pobres tipos amedrentados por una ciudad enloquecida todo el año.
La cosa empezó, le digo a “Copetín” de paso por Buenos Aires, con el Bono de Fin de Año reclamado por los sindicatos después de la avalancha de remarcación de precios al pie de la estantería de los supermercados.
Te creo, dijo mi amigo, la cerveza subió de precio desde la última vez que estuve por acá y paramos, ¿te acordás?, a tomar una en el barcito que da a la sombra del monumento del tipo aquel.
El Bono desató el clásico “tire y afloje” entre los sindicatos más grandes y los empresarios, pero a medida que pasaban los días de una dificultosa negociación, como en la caja de Pandora surgieron cuestiones imprevistas, dañinas y también la contraparte, esperanzadoras, reveladoras...
¿Te dura la chupa de Navidad a vos? ¿De qué estás hablando?, interrogó inflamado mi amigo mientras pedía para mitigar otra cerveza y un platito de manises.
¡Para loco!, escuchame. O vos sos de los que creen que el mundo es blanco o negro, no seas malo.

El sindicato de camioneros al fin de las negociaciones habría obtenido un Bono de 5.000 a 12.000 pesos “per cápita”, según la prensa libre.
Resultan números interesantes, subrayé, si consideramos que sueldos y jubilaciones mínimas rondan los 6.060 y 4.300 pesos respectivamente; y además, volví a subrayar, ¿qué emociones encontradas tendrán dos amigos camioneros cuando se encuentran después de haber recibido, uno 12.000 pesos y el otro, 5.000 pesos?
El gobierno Pro-Cambiemos otorgó por única vez y sólo para algunos casos el número irrelevante de 400 pesos para compensar el corrimiento de los precios...
Pero dejemos esto último porque mis pobres pensamientos van para otro lado.
¿Me seguís capo?
El asunto es que los camioneros y otros gremios como los metal-mecánicos, los marítimos-portuarios, los maquinistas de ferrocarriles, los petroleros y algunos más están lejos de cobrar salarios de 6.060, felizmente para ellos sus sueldos rondan “grosso modo” entre 20.000 y 50.000 pesos mensuales. Se sabe, incluye en algunos casos las horas extras y los pagos “en negro”.
(Como dicho así puede no decir nada, agrego que en diciembre de 2015 con un dólar sin cepo a 13,30 pesos,  un kilo de pan cuesta el equivalente a 2,80/dól.; un kilo de asado a 8,00/dól. y un boleto de colectivo urbano entre 0,25 y 0,30/dól.)
Otros sindicatos no tienen aquella capacidad de negociación, no por falta de voluntad política o fervor doctrinario, sino porque están relacionados a actividades empresarias que tienen una tasa de ganancia diferente, menor, a los sectores económicos  arriba mencionados. En la cabeza de estos dirigentes y trabajadores ronda el fantasma de los sueldos congelados, las suspensiones y los despidos si las importaciones quedan liberadas a lo que dé, como anunció el flamante ministro Prat Gay.
Me prometí no hablar por cien días y “Copetín” es testigo.

Aquellos sindicatos con afiliados, bien y merecidamente remunerados, con el pretexto del impuesto a los salarios y jubilaciones altas, arremetieron contra el anterior gobierno de CFK, probablemente y dicho sin pruebas contundentes, en otro acuerdo espurio con los liberales-populistas de Pro-Cambiemos. Algunos sindicatos vinculados a la producción y comercialización de granos lo hicieron público, otros no tanto.
¿Cuánto era el monto de la discordia?, menos que el valor de la cuota sindical…
¿Solidari qué?

Con las negociaciones paritarias ocurre algo tan curioso como preocupante.
Las partes, obrero-patronal, buscan entre otros puntos de la agenda establecer los aumentos salariales acordes a la evolución de la inflación. Acordar por debajo del índice inflacionario, es decir alpiste perdiste. Y dos o tres puntos por arriba no le mueve el amperímetro a nadie. ¿Se entiende?
Lo preocupante es la base salarial a la que aplicas el porcentaje del aumento.
A modo de ejemplo, el 30% sobre un salario mensual de 20.000 pesos equivale a 6.000 pesos (casi un salario mínimo) y el 30% sobre otro salario medio de 9.000 pesos equivale a  3.000 pesos. Año a año el acuerdo paritario, bueno en principio y según los principios omnipresentes de la OIT, no hace otra cosa que agrandar de mutuo acuerdo, la brecha en materia salarial.
¿La vas a terminar o qué? pregunta “Copetín” con la angustia del pobre que se relaja y vive una semana festiva sin importar qué.
¡Para loco! estamos a tres días de Año Nuevo, dice.
Termino, pedí otra cerveza, la brecha como un iceberg esconde como la caja de Pandora el lado maligno, dañino, porque millones de tipos laburan “en negro” o víctimas de la trata de personas o convertidos en vendedores ambulantes en los trenes, a los seis años…
No cargan con la poesía del Chiquilín de Bachín, pero son los mismos pibes.
¡Loco! hagamos un brindis por amor, paz y solirari…
¡Copetín! grité y salí al encuentro del abrazo entre copas que nos debíamos.
¡Salute! Y la solidaridad… a clase.

Amiga, amigo lector,  “Copetín” y yo alzamos las jarras para brindar con vos y vos y vos y vos y vos y vos… por todos nosotros.

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