El principio del fin de la hegemonía frentista y un nuevo principio por Marcelo Marchese




El Plenario del FA declaró “Rechazar la campaña desplegada por la oposición y diferentes medios de comunicación destinada a menoscabar la imagen y credibilidad, tanto de integrantes de nuestro gobierno, como así también debilitar la institucionalidad democrática de nuestro país”. Desde el punto de vista sintáctico el texto es un horror que se convierte en una prueba pública de nuestro lamentable nivel educativo o en todo caso, del lamentable nivel de los profesionales de la política, que no saben ni redactar un texto elemental. Pero ese es un problema menor. Lo escandaloso es que se considere una denuncia fundada como un atentado a la “institucionalidad democrática”. El Plenario del FA confunde el sur con el norte y la “institucionalidad democrática” con el autoritarismo. El hecho de mentir sobre un título por parte del segundo de a bordo es grave, pero no es un atentado a la “institucionalidad democrática”. El atentado grosero es proclamar que quienes denuncian el hecho, quienes señalan un error y se basan en la verdad, debilitan “la institucionalidad democrática de nuestro país”. Para el FA “la institucionalidad democrática de nuestro país” se defiende ocultando informes sobre la contaminación del agua, como hace la OSE; se defiende trasladando fiscales que cumplen la sagrada función de defender al ciudadano, como hace Enrique Viana; y se defiende al modo de Pivel Devoto, que en una comisión del Senado reconoció que si conocía documentos que alteraran la imagen de los próceres de la patria, jamás los publicaría (él, cuya función era publicar los documentos históricos) (1). Ese es el concepto imperante en la coalición de gobierno sobre la democracia y sobre la información para la democracia; mas la democracia, entre otras cosas, significa señalar los errores de los funcionarios públicos que están ahí para representarnos. No están encima nuestro. No están encima de la democracia. Son elegidos por nosotros y pueden ser revocados por nosotros y si los revocamos será un logro de la democracia. La declaración del Plenario del FA genera una sensación de Déjà Vu. ¿Dónde escuchamos algo parecido? Puestos a recordar, el Déjà Vu se multiplica al infinito. Es la misma lógica usada por la Iglesia cuando considera las denuncias a curas pedófilos como un ataque a la Iglesia, y por lo tanto las entierra. Cuando desde el exilio se denunciaban las torturas de la dictadura, la dictadura decía que se quería desestabilizar al país y aquellas denuncias eran infundios de la sedición, una estrategia de los rojos. Sobran ejemplos y son tantos, que debemos considerarlos como resultado de toda conducta corporativa, sea de un Estado, sea de una religión, sea de un partido, sea de un sindicato, sea de una cámara de industria, sea del factor de poder que fuere, siempre y cuando la corporación nacida para un fin crea que es más importante la corporación que el fin para el cual nació, lo cual significa el adiós al fin y la perpetuación de la corporación para fines muy distintos que los originales. Esa es precisamente la situación en que se encuentra el Frente Amplio y la prueba última es el DISPARATE ILEVANTABLE que significa esta penosa declaración, terraja por donde se la mire, la cual será motivo de escarnio toda la semana. Testigo del inicio de la debacle se encuentra Esteban Valenti, que en su último artículo (2) alerta: “¿Hoy está planteada la perspectiva del post frentismo? Creo que no, que el peligro real, profundo, grave que afrontamos no es que haya desprendimientos del FA, sino que muchos ciudadanos que nos votaron dejen de hacerlo. Ciudadanos que por diversos motivos, pero básicamente por las razones exactamente opuestas que los llevaron a optar por nosotros en anteriores elecciones, nos abandonen, hacia otros partidos (no aparece en las encuestas un crecimiento marcado de ninguno), hacia el voto en blanco y anulado, ese me parece el gran peligro. Ya lo sufrimos en las elecciones departamentales de Montevideo del 2010”. El FA nació como expresión ciudadana de una serie de cambios que precisaba el país. ¿Dónde están esos cambios? Nos responde un silencio cósmico. El “cambio” del FA fue apostar a la inversión extranjera. ¡Vaya cambio! ¿Y para esto se hicieron sacrificios inenarrables? No, no fue para esto, pero aquí es el momento de una necesaria inflexión en este artículo y desde ya digo que no me sumé, pues me repugna, al linchamiento público de Sendic, ni me interesa su renuncia. En cuanto al uso de un título para ejercer funciones políticas u otras que no tengan estricta relación con la función referida al título, recomiendo la lectura de “Licencia para mentir”, de Carlos Rehermann (3). Uno siente infinito cansancio al señalar los errores del poder cuando sabe que ese poder en lo alto no es otra cosa que el reflejo de lo que sucede aquí en el llano. Esto no exime al poder, pero la raíz del problema debemos encontrarla en otro lado. En ese sentido se encuentra el reciente artículo de Hoenir Sarthou, titulado “Tabaré Vázquez ¿El principio del fin?” (4) que en su parte medular dice: “¿Estamos viviendo el principio del fin del ciclo “progresista”? Es difícil decirlo, sobre todo porque no hay alternativas a la vista. El agotamiento de los partidos tradicionales fue anterior y muy grande. Por eso, es posible que el Frente Amplio sobreviva por cierto tiempo a la muerte de su propia mística. Algo así le ocurrió al Partido Colorado, con la diferencia de que, cuando su desgaste llegó al límite, estaba el Frente Amplio para sustituirlo”. “Por lo pronto, cunde en la sociedad uruguaya un clima de apatía y descreimiento. Salvo quienes encuentran trabajo en el sistema político y quienes ganan mucho dinero con el modelo “progresista” (que los hay), es como si los demás estuviéramos hartos de nuestros defectos colectivos y, a la vez, nos resignáramos a que el sistema político los reprodujera ampliados e institucionalizados. Es un problema que supera en mucho el juego político electoral y que no puede resolverse sólo mediante un cambio de gobierno. Es un problema cultural, en el más hondo sentido de la palabra”. Nos encaminamos a un sistema ya conocido: gobernarán unos, se desgastarán, vendrán los otros (más de lo mismo) que se desgastarán y el sistema político seguirá jugando al juego de la mosqueta porque nos encanta el juego de la mosqueta, sea en cuestiones de política, sea en cuestiones de deseos personales, y se jugará a la mosqueta con nuestra complacencia, pues para que a uno lo engañen es imprescindible que uno quiera ser engañado. Dos visiones de la política ¿Existe alguna esperanza de escapar de la ilusión que nos atrapa? Pienso que para escapar es necesario adoptar colectivamente otra conducta, y para adoptar una nueva conducta es necesario creer que esta realidad no es la única posible. Debemos escapar de la dictadura del modelo único, la única explicación del fenómeno, el origen único del ser humano, el único lenguaje del cual evolucionaron los demás y todas esas paparruchas que niegan que la vida es, primero que nada, exuberancia. Permita el amable lector que desarrolle este asunto con el ejemplo del agua contaminada y nuestra de cada día. Los químicos de la OSE saben que el agua es un desastre irremediable. Le informan a sus directores, que le informan al Presidente y todos ellos saben (salieron a luz pública informes que tenían bajo siete llaves y a nadie le importó un pepino) que el agua es una suerte de licuado que incluye sustancias nada aconsejables. Ahora ¿qué haría usted, lector, en el lugar del Presidente? ¿Alarmaría a la población? ¿Le diría a la gente que el agua es un veneno, cuando la gente no tiene otra opción que tomar esa agua? ¿No se quedaría callado y apostaría a mejorar el agua con todos los recursos posibles? En todo caso ¿tendría otra opción? Y en tanto estas cosas barrunta, acudirá a su mente la idea salvadora: “La política es el arte de lo posible”. Aquí tenemos bien representada una visión de la política, que agrega: “La masa necesita héroes: démosle héroes, aún a costa de tergiversar documentos históricos o destruirlos”. “Pero surgirán unos pocos que defiendan la verdad histórica, aunque sea una verdad perjudicial para la masa”. He ahí el problema, y a ese problema, a esa otra y muy diferente visión de la política, la llamaremos: “La subversiva visión republicana” En todos los países surgen historiadores que desestabilizan el mito oficial. En todos los tiempos y geografías habrá iconoclastas en diversos campos del pensamiento. No existe un “principio del fin” de la hegemonía del Frente Amplio, como anuncia Hoenir Sarthou, Yendo a nuestro ejemplo, tenemos el camino seguido por todos los gobiernos de nuestro país, y también tenemos la subversiva visión republicana que dice que el remedio para solucionar el problema del agua pasa por decirle la verdad a la población. Es toda una declaración de guerra. Los subversivos no esperan que el funcionario resuelva el problema en las calendas griegas, sino que apuestan a que la conciencia pública afronte la realidad, condición indispensable para una transformación. Apuestan al saber colectivo de una sociedad y apuestan a todo el poder que anida en una sociedad, el cual rara vez se utiliza. Por eso un científico como Daniel Panario informa a la población lo que algunos callan. Antes que nada la suya es una actitud republicana, como la del Fiscal Viana y el movimiento Uruguay Libre de Megaminería. Saben que hay poderes detrás del poder político, infinitamente más grandes que el poder político, que son responsables de que el agua contenga microcistina, atracina, fósforo a rolete y todo lo demás. Pero esta visión diferente, y no sé qué tan minoritaria, de la política, se encuentra con un duro escollo, que es este razonamiento bastante mayoritario: “Esta bien. La soja contamina. El eucalyptus contamina. Las fábricas y la gente con sus waters contaminan. Pero si dejamos de plantar soja y eucalyptus y usar waters, nos moriremos de hambre y estreñimiento, que de seguro es mucho peor”. Volvemos a tropezar con la piedra de la única realidad posible. Debemos afrontar que el modelo de la soja y el eucalyptus y los waters tirando desechos al río, no es el único y maldito modelo posible. Existen otros modelos; el problema es que no tienen la propaganda que tiene el actual modelo, y no tienen propaganda pues su propaganda es ahogada por la propaganda de los que plantan soja, eucalyptus y fabrican waters, ayudados además por el poder propagandístico del Estado y la Academia. La soja y el eucalyptus (dejemos a los waters para un próximo artículo) además de regar nuestra tierra, aire y agua con insecticidas, fungicidas, herbicidas y altas dosis de fósforo y nitrógeno, cumplen el maravilloso rol de extender el latifundio, lo que significa en Uruguay la expulsión anual de más de mil familias de productores rurales, sea bajo la dictadura militar, sea bajo gobierno blanco, colorado o frentista. No sé a dónde irán a parar esas familias, pero su nivel de vida se deteriora y alguna irá a los cantegriles, y así, a la hora de pensar en el problema obsesionante de la seguridad, tenemos que recordar que algo tiene que ver en el asunto el latifundio, el cual, al expulsar al productor de lechugas y tomates, hace que luego las lechugas y los tomates valgan un huevo, en el sentido de que los huevos valen un disparate. ¿Se entiende? Una cosa lleva a la otra. La tierra se concentra en pocas manos y se extranjeriza. Siendo pocos, en un país pequeño, deberíamos apostar, si hablamos de economía agraria, a la producción de alimentos de calidad, sin contaminantes y más sabrosos, bien pagados en todo el mundo. En cambio nos dedicamos a plantar soja para alimentar gallinas y puercos. ¿Quién decide tal cosa? Por ahora, los dueños de la tierra. ¿Y el resto? Por ahora jugamos al juego de la mosqueta. (1) Véase esta confesión en “Traición a la patria” de Guillermo Vázquez Franco, y el ataque de este historiador a esta tenebrosa visión. (2)”El post frentismo y el destru-frentismo” http://www.uypress.net/uc_66933_1.html (3) http://www.henciclopedia.org.uy/Columna%20H/RehermannLicenciaparamentir.htm (4) http://www.voces.com.uy/articulos-1/indisciplinapartidarialacolumnadehoenirsarthoutabarevazquezelprincipiodelfin

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