Recuerdos del Futuro Por J.J. Ferrite.

_ ¿Cerveza o Ferné? le dije a “Copetín”.
_ Lo mío es la cerveza y mis conocidos, la mayoría “planchas”, respondió.
_ Una clasificación intrascendente, dije mientras le hacía señas al mozo, mi viejo fue mochilero en los setenta, obrero metalúrgico de ahí en más, desocupado en los noventa y de ahí en más, sobreviviente.
_ Buen día, ustedes dirán…
_ Una cerveza bien fría, por favor.
_ Y un platito de manises si puede ser.
_ Enseguida, dijo en mozo mientras miraba el reloj de pared, las seis y cinco de la mañana…

_ Lo del viejo fue propiamente un viaje de ida.
Mochila al hombro empleó casi un año en llegar a la Guajira en la frontera colombiano-venezolana y otro tanto en regresar a Buenos Aires. Y se quedó acá sin percibir que de los cuartelazos del ’73 a los del ’76 había un solo escalón al infierno.
_ Es viejo tu viejo…
_ De aprendiz de tornero descubrió Huayna Pichu, aprendió de los sabores de la chicha blanca y de la chicha mora, descubrió el ceviche en Iquique y el pisco bravo en Chimbote antes del terremoto, caminó al lado de mi madre de Guayaquil a Quito sin recordar su propio nombre, y dice que cuando cruzaron las alturas de Medellín y arribaron a Cartagena de Indias, mi padre se miró en el espejo de un bar y no  reconoció su propio rostro.
Decía mi madre que en aquellos años se reencarnó en un mestizo de Nuestra América y desde entonces, salvo ella, nadie lo reconoció como un ser civilizado.
_ Lo que se dice un “plancha” del pasado...
_ Y del futuro… Bárbara, mi mujer, dice que condenar a los jubilados a los tormentos del malcomer no es propio de un gobierno democrático. No es que en casa le falte de comer pero a esa generación de viejos le escamotearon el futuro de jóvenes.
Y si con la realidad no bastase mi viejo la confundió con la ficción.
Como todo fanático del cine raro abrevó en la expedición de Klaus Kinski aguas abajo del río Urubamba, leyó y releyó el libro de Erich von Däniken buscando las claves de nuestro destino y cuando vio “La hora de los hornos” proyectada en la pared de una fábrica en los arrabales de Lanús, cayó en cuenta que el futuro era resistir.

_ ¿Y vos como ves las cosas que están pasando? le pregunté al viejo mientras le cebaba un mate.
Me miró con los ojos desconfiados de los torneros y colocó en los labios un Imparciales sin encender.
_ ¿Lo qué está pasando a partir de qué, de dónde?
_ ¡Qué sé yo! A partir del 10 de diciembre, del nuevo gobierno.
_ Desgobierno, aclaró. A río revuelto ganancia de pescadores y así es como especulan los tipos que tienen por única meta hacer negocios lucrativos.
Ellos trabajan a futuro por eso hacen lo que hacen aunque parezcan actos espasmódicos, irreflexivos o repetitivos.
_ No se entiende, viejo.
_ Los tipos trasvasan mecánicamente, no con la sutileza invisible de la plusvalía como acostumbran las patronales, sino en un ida y vuelta de papeles, préstamos y deudas donde unos pocos comisionistas se quedan con la parte del león que en el devenir de futuro y pasado ahonda la grieta entre pobres y ricos; al principio de modo imperceptible e indoloro, para posteriormente desencadenar a partir de bailes del Mercado y hechizos salamanqueros las peores manifestaciones de la especie humana.
_ ¿Te parece?
_ Los europeos y los norteamericanos son unos capos, inventan fórmulas para todo aplicables a la economía, a los mercados, a la convivencia democrática, a la tecnología, a los sistemas de enseñanza, a la producción de exquisiteces como las de los cocineros de la televisión.
_ ¿Y entonces?
Los gobiernos de los países del tercer o cuarto mundo, de los países en vías de desarrollo, de los países emergentes, de los países periféricos, de los países solos o en bloque, se hacen eco de las fórmulas que promueven la ONU, el FMI y otros impresentables globales para acceder “al paraíso”, a la europea o a la norteamericana…
_ ¿Y? pregunté con la potencia que es capaz de expresar una sola letra.
Me miró con ojos de tornero,  desconfiando que la conversación llegara a buenos términos como les ocurrió a David Carradine y Liv Ullmann en El huevo de la serpiente. Se quitó el cigarrillo de los labios, lo miró concentrado como si mirase el nonio de un micrómetro centesimal y después habló.
_ Y fracasamos m’hijo, dijo casi con compasión.
_ No existe el determinismo histórico y vos lo sabés viejo, el fracaso en todo caso es el resultado de múltiples variables que llevan a la imposibilidad del éxito. No me digas que no tuvimos épocas mejores que ésta...
_ Fracasamos y esto es simple de entender, porque les copiamos bien a los que ya han demostrado el fracaso de las fórmulas de la felicidad.
Empezando por el territorio europeo o el estadounidense invivible por donde se lo mire; fórmulas  económicas que explotan en las manos de los griegos, en los anquilosados sueños imperiales de los españoles e italianos, en la esperanza de arrabal de  portugueses e irlandeses; fórmulas que subvierten la calidad y corrompen la entereza de los líderes y estadistas. Basta recordar a Margaret Thatcher o Angela Merkel, a Silvio Berlusconi o George Bush; fórmulas sobre el desarrollo científico y tecnológico que culminan en los bombardeos, pestes y hambrunas exterminadoras sobre Siria, sobre Irak, sobre Palestina y cualquier otro país pobre que se te ocurra. ¿Escuchaste que se hayan producido bombardeos en China o Rusia?
Como ves, nada nuevo bajo el sol, dijo mientras encendía el cigarrillo.
_ Anticipando los recuerdos del futuro… dije leyendo la bronca de un resistente en los ojos del viejo tornero.

Comentarios

Entradas populares