Quién es quién. Por J.J. Ferrite




_ ¿Esto pretende ser la crítica a la serie que emite el Canal Europa-Europa o la novelada incursión sobre el presidente de un país sudamericano? preguntó Barbara mientras preparaba el desayuno a los niños.
_ ¿Quién los lleva a la escuela? pregunté, mientras observaba la hora en la tele dilatando responder a mi mujer.
_ Nos lleva la mamá de Yesica, respondió nuestra pequeña Pilu.

_ No es nada, apenas unas ideas  garabateadas acorde a los días que vivimos, dije mientras tomaba un café.
_ Estoy en ayunas con lo del comisario Montalbano, sabés que lo mío no son los policiales, tampoco es casual que me costó tanto engancharme con el fiscal de “Babylón”… ¡Un divino!
_ Sabrás que los padres del “policial negro” fueron los norteamericanos cuando al asunto policial en sí, lo enmarcaban incluyendo callejones sin salida con el entorno social de aquél entonces,  la crisis económica y el desempleo,  los desastres de la guerra, el racismo…
_ Amorcito ¿en qué andas? si lo tuyo es la venta de seguros contra incendios.
Cuando Barbara interponía la palabra “amorcito” podía inferirse que la conversación iba en serio sin importar demasiado el asunto como no fuese el impacto del mismo.
El comisario Montalbano encarna en sus dos vidas, joven y maduro, al policía que indaga sobre casos tenebrosos propios del mundo del delito, pero a orillas del mar Mediterráneo y en una isla paradisíaca como parece ser Sicilia.
Si se quiere, agregué por mi cuenta, puede calificarse de un “policial blanco”, antítesis del símil norteamericano…
_ ¿Más café? preguntó con mirada intrigada.
Bebí a pequeños sorbos con la satisfacción que dan los pequeños gustos.
La mayoría de las acciones se desarrollan en el pueblo costero de Vigata y sus alrededores. La comisaría es modesta, los camaradas de armas sin demasiadas ambiciones y la casa de Montalbano, resulta una casona a dos pasos del mar acrecentando un toque de irrealidad  acompañante.
_ ¿Irrealidad? preguntó mi mujer con seriedad.
_ Eso dije, irrealidad ¡en el país del neorrealismo italiano de Vittorio De Sica!
_ ¿No se te hace tarde?
_ La figura del antihéroe, dije ignorando la pregunta, Montalbano no fuma con filtro ni bebe whisky tanto como no disimular su debilidad por las bellas mujeres, la afición por las pastas y los mariscos y el vino blanco, hasta el punto de convertir en un lugar común el pequeño restaurante donde suele almorzar o las invitaciones, que rara vez rechaza, de mujeres entradas en años y en carnes que cocinan de maravilla.
_ ¿Y qué tiene eso de irreal? dijo ella con cierto grado de irritación.
_ Te parece creíble que con el sueldo de un comisario de pueblo puedas tener una casona frente al mar, un coche moderno y viajar a Roma cada dos por tres para visitar a Livia el amor de su vida.
_ ¿Es o no es ficción? dijo de modo tajante.
_ Para mí no escapa al clima de época, confusión e irrealidad detrás de las cosas más simples.
_ ¿Y con eso? dijo mientras llevaba los pocillos a la pileta mirando de reojo la hora en la tele.
_ ¿Te parece poco? El pobre comisario tiene que vérselas con la crónica policial de todos los días, la inseguridad en primer lugar, sí la inseguridad que rodea a un crimen inexplicable, o la caída de un obrero desde un andamio, sino las peripecias de un inmigrante ilegal o lo que sea.
_ No me parece que la irrealidad sea el denominador común de esas situaciones, por lo contrario sentenció Barbara, me parecen absolutamente vulgares, indignas de aparecer en los noticieros de la tele.

Esa noche, al acostarnos apagamos la estufa porque de alguna manera irrumpieron en la pantalla de la tele, primero como rumores y después como bandos gubernamentales, con cifras plagadas de irrealidad en el aumento de las tarifas del gas. Tan irreales que producían miedo a las gentes simples, tanto como sí de desacreditados regímenes autoritarios se tratara. Esa noche Barbara y quien escribe estas líneas garabateadas no pudimos conciliar el sueño.
_ ¿Dónde encontrar la realidad? pregunté sin destino cierto mientras calentaba las ateridas manos en la taza de café.
_ Qué pregunta sinsentido, replicó mi mujer con los resabios del insomnio, la realidad se rezume a la pantalla de la tele.
_ Me refiero a otra cosa… a lo real detrás de la irrealidad.
_ ¿Vas a comer tostadas?
_ Tres.

_ El fiscal investigó el atentado a la mutual judía año tras año sin resultado alguno, pero su historia personal comenzó al momento de su muerte. Desde entonces se investiga el móvil de la muerte, porque la muerte misma pasó a un estado indefinido entre dos palabras: el suicidio y el asesinato, que aún se investiga con la colaboración del diccionario RAE.
_ Un caso para el policial negro.

_ En cambio, la irrealidad hizo presa de algunos sindicalistas que promovieron y apoyaron una “Ley anti-despidos” en el marco de digamos, ciento cincuenta mil despedidos en seis meses, advirtiendo al gobierno de Frank Macri que de vetar la ley sancionada por el Congreso de la Nación, convocarían a un paro sino a otra medida de relevancia. Pero la irrealidad omnipresente los hizo desistir de una acción que podría afectar la gobernabilidad, y para entonces las pantallas de los televisores dieron cuenta de una mala idea, altamente simbólica como anacrónica, cuando convocaron a instalar una, cien, mil ollas populares.
_ En realidad, dijo Barbara rememorando, no se concretó el paro ni la huelga general ni una olla de guiso por fidelidad a un diálogo inexistente, entre el gobierno y los sindicalistas, agobiados por la irrealidad que empieza a pesar sobre sus espaldas. Para unos, política de cambios fantasiosos, para otros las vísperas de la unidad sindical por si las pulgas…
_ Para ser justos no carguemos contra todos los sindicalistas, dije dejando a un costado el café frío.
_ Ni siquiera la mayoría, dijo ella a modo de epilogo.
_ Tan así de irreales son los cambios, que los empresarios firmantes del compromiso para preservar los puestos de trabajo le respondieron a “su presidente” con nuevos despidos... para optar finalmente en trocar inversiones por especulación financiera.
Al respecto, el presidente había sido muy claro: _ “para demostrar que sí creo en el país no solo voy a traerlo de vuelta ( el dinero en paraísos fiscales) sino que voy a comprar bonos argentinos para demostrar que creo en el futuro de nuestro país"
 _ Si no fuese por los muertos que produce, podría inscribirse en la historia del absurdo.

Montalbano tiene certezas, detrás de los accidentes en las obras en construcción, el tráfico de drogas o la trata de personas sabe que está la mafia con su oculto poder, que recorre los pasillos de la Justicia, con el aporte a la campaña del futuro diputado o por los titulares de los medios de comunicación que controlan sin tapujos.
Entre nosotros la palabra mafia no corre, aunque la memoria colectiva reconozca a los “capitanes de la industria”, a la “patria contratista”, a los “zonzos de manual”, a la “libertad de prensa”, a la “oligarquía terrateniente”, a la “revolución productiva”, al “supermercado del mundo”… como asociaciones de mafiosos entre bambalinas.
¿Será que no llamar por su nombre al cáncer es atribuible al miedo que produce lo oculto y por ende de mortecina irrealidad?
¿Será el clima del primer semestre, para que la confusión e irrealidad perfile la historia reciente hasta el punto que nos cueste distinguir entre nosotros, quién es quién?
¿Quiénes entre nosotros las mafias y quienes las víctimas?

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