La responsabilidad del Estado en la circulación de los bienes simbólicos de una sociedad / LA NACION


El Ministerio de Cultura de La Nación se confundió y homenajeó a Horacio Guarany con una frase de los Hermanos Simón.
Mariano Scovenna
La igualdad de oportunidades no es algo que caracterice al capitalismo, sino más bien, todo lo contrario. Si hay algo que distingue a nuestro sistema es la explotación, concentración y segregación que se sostiene sobre los miles de vulnerables y marginados a los que se les restringe o niega el acceso a bienes, servicios, derechos, etc.

Vivimos en una sociedad profundamente desigual y esta desigualdad, que es constitutiva del sistema, está presente también en el campo de la cultura. El capital cultural de una sociedad es apropiado de manera desigual por los distintos sectores en un proceso intencional que se acumula, reconvierte y crea jerarquías.

De esta manera se consolidan hegemonías culturales que se apropian de los distintos circuitos de producción, organización, difusión y reflexión de los bienes simbólicos de nuestra sociedad. Al pueblo se le da poca participación en el campo cultural, sólo se lo considera como un mero consumidor acrítico. Nunca o casi nunca como un productor y/o conocedor.

Ante este panorama y en toda sociedad que se jacte de democrática, el Estado Nacional tiene que asumirse como un actor principal en las acciones de administrar, planificar, producir y distribuir cultura. Estas políticas han que tener por finalidad la no apropiación privilegiada del patrimonio. Por esta razón no tienen que reproducir la lógica del mercado de bienes culturales, ni vaciar de sentido los discursos artísticos.

Evidentemente, al Estado Nacional Argentino no le interesa que todos los ciudadanos nos apropiemos del capital simbólico de nuestra sociedad. Días pasados falleció Horacio Guarany y el Ministerio de Cultura de La Nación rindió homenaje al artista citando una frase de otro poeta (Los hermanos Simón).
Es lamentable y repudiable la actitud del Ministerio (coordinado por Avelluto) que consagra a determinados artistas y poéticas, al tiempo que expulsa y niega a otros (en este caso los artistas populares).

Parece una paradoja trágica y triste que el mayor organismo nacional que tiene por misión garantizar el acceso de la población a los bienes culturales valorando y difundiendo el patrimonio popular, sea quien lo considera forma menor o artesanía artística.

Como trabajador de la cultura me pronuncio en contra del desprecio estatal al poeta, al artista y a todo el campo cultural.





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