Un chinito se perdió Por Leandro Grille./ CARAS Y CARETAS

De acuerdo al semanario Búsqueda, el ministro de economía Danilo Astori ha reconocido que no será posible firmar una Tratado de Libre Comercio (TLC) con China si Brasil se opone. Eso le comunicó al gobierno Ding Shan, encargado de negocios de la embajada de la República Popular China en Uruguay. Debe resultar una novedad muy decepcionante para la cancillería, pero francamente obvia para todos. Nunca hubo chance de suscribir un TLC con China descolgado del Mercosur. Y nunca hubo ninguna posibilidad de que Brasil y Argentina autorizaran a Uruguay a negociar un tratado de este tipo. Por otro lado, un razonamiento más descarnado nos permite concluir que tampoco podría haber ningún interés chino en alcanzar un acuerdo de este tipo con Uruguay, si eso no significara para China una puerta de ingresar sus productos al mercado regional. Uruguay es un país muy chico en el concierto de naciones y su pequeñez se acentúa en comparación con el país más poblado del mundo. Si Uruguay no se desvive en hacer una alianza estratégica con un país del tamaño de Tupambaé, ¿por qué China habría de empeñarse en hacer una alianza estratégica con Uruguay, con el que en términos de mercado debe de guardar más o menos la misma relación?
Que se frustre un acuerdo de esta naturaleza, cuya concreción podía significar negocios por muchos millones de dólares, no es una noticia que podemos festejar. Pero tal vez sirva para que algunos frenteamplistas incautos abran los ojos en relación con los gobernantes que tenemos al lado. Me cuesta mucho olvidar una publicación del gubernamental instituto Uruguay XXI, que el año pasado prácticamente celebraba el triunfo de Mauricio Macri en Argentina y anticipaba grandes resultados del nuevo gobierno brasileño, convencidos de que la restauración neoliberal de los países de la región le convenía al nuestro. El libelo era indignante, sobre todo considerando la brutalidad obscena del gobierno de Macri, y el carácter golpista del gobierno de Temer. Pues ahora vemos, que desde que tomaron el control los nuevos vecinos, las cosas no han hecho sino empeorar, por tres mecanismos. Han destruido la economía de sus países, han destruido la institucionalidad del Mercosur, y además tampoco han mejorado su relación comercial con Uruguay, ni nos van a permitir firmar acuerdos por fuera del bloque. Todo eso en el contexto de un mundo que se cierra, con un presidente proteccionista en Estados Unidos y ya sepultada la posibilidad de un acuerdo de libre comercio en la Unión Europea y el Mercosur.
Si sumamos: ya se cayó el Mercosur maravilloso que iba a surgir con los neoliberales que venían a destruir las barreras del populismo, no va a haber TLC con Europa y no va a haber TLC con China. Y hoy, en su primer decreto, Donald Trump va a sacar a EEUU de la Alianza del Pacífico, con lo cual deja de existir la publicitada alianza. ¿A dónde se dirigirá ahora nuestra política exterior extra-programática? ¿Cuáles serán ahora sus objetivos estratégicos? ¿Tiene sentido mantener esta línea de política exterior que produce tensión con la enorme mayoría del Frente Amplio, ahora a sabiendas que no va a producir ningún fruto?
Con todo, hay un aspecto afortunado de que estos mega tratados de libre comercio no se concreten: de lograrse, por detrás de los millones de dólares prometidos, surgiría la muerte de cualquier posibilidad de industrialización, la condena a la una economía primarizada por los siglos de los siglos. O es que acaso sería posible producir algo con un poco de intervención de la inteligencia humana si Uruguay abriera de par en par las puertas de su mercado a China o Europa. Quizá significaría millones de dolares, incremento de nuestro PBI, colocar toda nuestra producción en un país que demanda mil veces más de lo que producimos, pero tal vez tendríamos que cerrar la mayor parte de la Universidad y prohibir las chimeneas, porque nuestro destino sería la agro-exportación, y de la mano, los servicios financieros para esconder la plata.
Así las cosas, y a lo chino: la crisis de los tratados que no se van a firmar, representa la oportunidad de pensar nuestro futuro con un poco menos de ortodoxia y más ligado a la ciencia, la tecnología y el agregado de valor a los recursos propios, con inteligencia, investigación, innovación e industrias.

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