La Zaga Oriental 6 / ¿ Guerra de Puertos? Por José Ferrite


Babi-fútbol.
Desde los ajustes en el Ministerio trabajaba de lunes a viernes en el subsuelo del aeropuerto, cumpliendo guardias un sábado o domingo cada quince días, pero lo realmente importante era que en los días libres acompañaba a mis hijos a  jugar al fútbol, de lo contrario se olvidaría de ver el sol.
Cada uno en la categoría correspondiente jugaba a su turno, mientras a veces en compañía de  Clarisa y otras sólo, alentábamos a los botijas desde la línea de cal.
Esa mañana fresca preparamos el termo y el mate y salimos los cuatro en dirección al Club Nuevo Amanecer. Las cooperativas de viviendas Mesa 1 están sobre Camino Carrasco y lindan con las antiguas fábricas de ladrillos, media ciudad fue edificada con lo producido allí pero paradojas del destino, de las ladrilleras no quedaban ni los cimientos. Fue un barrio construido hace décadas, por ayuda mutua, con pasajes arbolados y locales de uso diverso, cuentan con salones de reuniones, una biblioteca, locales comerciales y una canchita de babi-fútbol.
Alentar el juego bonito y el arte de la gambeta, característica en la tradición Celeste era todo un desafío desde el momento, ingrato momento, que a los botijas se los instruía con criterio científico a partir de muy temprana edad. El entrenamiento no era muy diferente al de los profesionales del fútbol mayor y esto se observaba dentro de la cancha como en las reacciones de la hinchada, lo que es decir, los familiares y curiosos acompañantes.
Los programas de televisión dedicaban horas al mundial de fútbol, a jugarse en Brasil en tres semanas. Nuestra selección estaba clasificada y todos, jóvenes y viejos, soñábamos con repetir la hazaña de Maracaná. 
Clarisa con la practicidad que la caracteriza no demoró, mientras tomábamos los primeros mates, en recordar que en algún momento deberíamos conversar sobre las cuotas pendientes de la camioneta y cómo parar la humedad en la pieza de los chicos.
Braian recibió la pelota en mitad de cancha y habilitando con un pase preciso al número siete que avanzaba por el lateral izquierdo, corrió con intención de ganar el centro llovido sobre el área grande. Saltó a destiempo. Bien por el golero que rechazó con los puños.
Clarisa observaba de tanto en tanto a Maxi que correteaba con sus compañeritos de equipo. Nuestro glorioso club, el Barquisimeto F.C. fundado el 14 de abril de 1967 por quién fuera su primer presidente, el señor Cesare Palumbo, uno de los dueños de la “Barraca Diez Hermanos”.
Clarisa consideró un desastre que el servicio de meteorología no pudiese anticipar los  chaparrones seguidos de vientos fuertes que eran en definitiva, máxime si soplaba del este, la causa de que se mojara el cielorraso. Y que los niños indefectiblemente se acatarraran con fiebres de hasta cuarenta, llorasen de noche y faltasen a la escuela por la mañana con el trastorno para la abuela Mari que se quedaba a cargo. Siempre se repite lo mismo, dijo la joven madre con signos de cansancio.
Braian levantó la cabeza, lo vio al nueve y le dio un pase largo, un botija casi enano que lucía la camiseta hasta las rodillas, pero que corría zigzagueando de modo endiablado entre los desconcertados rivales y que esta vez, adelantó con la punta del pie la pelota entre una maraña de piernas que taparon la visión del arquerito que se zambulló tardíamente, abajo, al poste derecho sin poder evitar el gol.
_ ¡Goooool! grité entusiasmado, ¡Vamo' arriba el Barquisimeto!
Clarisa aplaudió a rabiar, encendió un cigarrillo y controló al grupo de Maxi que practicaban corriendo en torno a unos conos anaranjados. Entonces fue que anticipó la idea de que la relación costo-beneficio de transportar a los gurises de la casa a la escuela y viceversa no era lo que pueda decirse un negocio muy lucrativo. Arriesgó una proyección que cambiaría las cosas y pasaba por tener dos vehículos disponibles a tal efecto. Pero, reconoció sagazmente, que no era una propuesta viable hasta terminar de pagar las cuotas de la camioneta. Había pensado en su prima Lilian para conducir el segundo vehículo.
_ Con la cuota que vence el próximo viernes, dijo, nos quedan catorce. Tendremos que esperar poco más de un año, certificó con un cálculo tan elemental como lapidario.
_ Lo único que puedo hacer es trabajar de mozo en horario nocturno, dijo Líber consustanciado con las palabras de su mujer. Mis compañeros habían descubierto que en mesa de entradas podía desarrollar una capacidad hasta ahora desconocida por él: dormir con los ojos abiertos.
Clarisa no le creyó y fue expeditiva con el enfermizo y crónico reclamo.
_ Y con la Lucy cómo te las arreglas, ¿despierto con los ojos cerrados?
El hombre joven pensó que hay domingos que es preferible quedarse en la casa o sacar al perro a trotar por la avenida.
Braian corrió en diagonal arrastrando a dos defensores del local, generando el espacio que aprovechó el nueve quien en hábil maniobra amagó hacia la derecha y dio el pase milimétrico a la izquierda para, que como una tromba el puntero izquierdo avanzase, ¡matalo! alcancé a escuchar, y de taco tocase atrás para la entrada de Braian que solo frente al arco nada pudo hacer cuando sus dos piernas se elevaron livianamente al cielo y que en la caída diera pesadamente con la nariz sobre la tierra por la acción desmesurada y artera del último defensor.
_ ¡Le sale sangre! gimió Clarisa presa de los nervios.
¡Así se hace! ¡El futbol es juego de hombres! alcancé a escuchar mientras me abalanzaba dominado por la bronca sobre el tipo que los dirigía, intercambiando trompadas que se multiplicaron entre otros padres cuando el árbitro, imperturbable, cobró saque de arco y no el penal correspondiente.
El partido entre botijas terminó manchado con los vicios y artimañas características del fútbol profesional. Y él, Líber el padre de Braian no había sido ajeno a ello…
_ ¡Cosas que pasan por la hijaputez de los jueces! le grité al tipo y gritó Clarisa y los gritos se multiplicaron para otra vez agarrarnos a las piñas.
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Medios & Medios.
Como todos los viernes, inmediatamente después de la publicidad del triple jugo TAK de tomates, arándanos y kiwis, éstos últimos importados de Nueva Zelanda,  Jessica Buendía dio la bienvenida a los invitados y las buenas noches a los amigos televidentes, en el familiar clima de “El desatino de la brújula”, gestado por su conductora durante más de dos décadas.
“Hoy tenemos tres noticias para compartir, que son de público conocimiento y que fueron titulares destacados en Medios & Medios durante la última semana.
La primera se refiere a la muerte de cada día por accidentes de tránsito. Les digo que la ciudad ¡está imposible! Y no vemos la hora con Amadeo, mi tercer esposo, de mudarnos a algún paraje ideal como la campiña de la laguna Azulinda, un lugar que permite ser como somos, con gente como uno, defendiendo nuestra condición de individuos aislados que elegimos vivir en paz.
Pero en rigor a la verdad y que a ella nos debemos, vamos a reiterar una vez más la noticia del accidente producido en ruta 11, donde después de colisionar un ómnibus departamental con un camión brasilero que iba en dirección a Colonia del Sacramento, chocaron en cadena cuatro vehículos con el saldo de tres personas heridas, una de ellas de gravedad, L.B.M. mayor de edad trasladado al hospital de San José, y la muerte de cuatro cerdos raza Pampa Rocha propiedad del “Establecimiento Lagunas Negras y Asoc.”  
En el próximo bloque nos acompañará el Lic. Walter Pitman Giles quién es un reconocido especialista en seguridad vial, ¡Ah! también en rutas y autopistas de alta velocidad así como asesor en peajes automatizados en México D.F. y en las autobahn alemanas.
La segunda información que tenemos para compartir con nuestros amigos, es una muestra del sondeo de opinión ciudadana sobre la performance del Seleccionado Celeste en Brasil 2014. El gráfico elaborado sobre el registro de voces de 8477 personas encuestadas por Consultora Life Story, en los diecinueve departamentos del país, más 100 votos consulares provenientes de compatriotas radicados en Australia, España, los Estados Unidos y Costa Rica indica que el 78% está satisfecho y muy satisfecho; el 11% manifiesta estar medianamente y apenas satisfecho; mientras el 6% considera estar disgustado por la performance de nuestros muchachos y el 5% restante no sabe o no contesta. Sobre el particular, contaremos con el aporte de una terna de expertos integrada por el exjuez de fútbol Rafael Castillo Gómez; el mánager de astros del balón pie,  doctor Teófilo Contreras Fines y el exsecretario de actas de FIFA, años 1968 al 78, contador Salvador Carreño Tetamantti y autor de los best seller “El fair play enamora a cinco continentes” y “La FIFA una orquídea de invernadero”.
Por último para cerrar una velada de lujo, conversaremos por videoconferencia desde Asunción del Paraguay  con el armador fluvial Ing. Constantinos Andreas Papamakarios que se referirá a los barcos ¿no? ¡Ah! también barcazas… bueno que nos responderá a propósito de la Isla Martín García, de los dragados y el puerto de Nueva Palmira… ¡ah! también… o sea todos los puertos. Ingeniero en diseño de obras navales con vasta trayectoria en el astillero Fincantieri en Italia y en las gradas de Skaramangas en Grecia, frecuentó los ateneos socialistas en Atenas y está radicado en nuestro país desde comienzos de 2010. Responderá con la idoneidad que lo distingue sobre estas interesantísimas rarezas.
Amigos televidentes, como primicia exclusiva de “El desatino de la brújula” les anticipamos el principal interrogante de la semana: ¿Es factible que los rumores sobre la disputa entre los puertos rioplatenses, Montevideo y Buenos Aires ¿se entiende?, derive en un conflicto internacional como advierte la OTAN y los misiles arrasen con la península de Crimea?
¡No se vayan!, una tanda de triple jugo TAK y volvemos con más informaciones, más análisis y la perspectiva certera de los imperdibles eventos ocurridos en los últimos siete días, de los que seguramente vos algo tenés para decir al 222. 4040. 4321 que te mostramos en pantalla o  en Facebook o Twitter”.
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   El internado.
Cayó en cuenta que algo había cambiado en su corta niñez cuando dirigió la mirada al cielo estrellado y lo encontró encerrado por el muro perimetral de la escuela.
Entonces, pensaba que no era fácil encerrar el cielo teniendo en cuenta que los curas invocaban al cielo con mirada redentora.
En pocos meses todo se había trastocado con el encarcelamiento de su padre acusado de un crimen, repudiable para unos en defensa propia para nosotros. Por el secreto del sumario los hechos son todavía confusos, dijo mi madre acongojada, pero quedaba claro que mi padre en un día de borrachera apuñaló a su patrón por la plata adeudada.  
En los días siguientes mis dos hermanos mayores, el Raúl de quince y Quito de trece fueron a changar al depósito del supermercado con la expresa recomendación de decir, si se presentase la ocasión, que su padre estaba de viaje y ni sabían cuando regresaría. Sandra fue a parar a la escuela de las monjas de la calle Maldonado y yo aquí estoy, porque mis tíos insisten con que somos muy chicos para andar por la calle. Con la tía Yolanda quedaron mis dos hermanitas, Eva que usa pañales y Norma de tres, desde el día que mi madre consiguió un trabajo por hora.
   Ella es lo que se dice de ella en nuestro barrio, una mujer práctica y con agallas.
    _ Pronto todo va a estar bien. Sé buen chico Josualdo, dijo mi madre con un beso a modo de despedida.
Desde entonces, me pareció que la nada abarcaba mucho más que el cielo recortado de la escuela de los curas.
La primera internación, a los siete, transcurrió durante algunas semanas en un estado de inconciencia parecido a los primeros síntomas de la gripe, cuando arremeten al unísono los efectos de la fiebre alta y la ingesta de los medicamentos, una vez que los paños fríos ya no surten mejoría alguna.
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En la segunda internación, a los diecinueve, era consciente que pagaba por mis errores apenas dieron la sentencia y crucé la reja de entrada al penal. El estado de inconciencia vino después, cuando la mayoría de los internos recurrimos a los sicofármacos o las drogas para paliar el transcurrir del tiempo entre las rutinas del pabellón, las disputas que el hacinamiento genera y la nada como perspectiva hasta la hora de recuperar la libertad.
Algunos fuimos inducidos por los evangélicos a elegir el camino del Señor y yo fui uno de ellos buscando la protección del rebaño, y merecíamos ese pequeño privilegio porque en definitiva habíamos cometido macanas pero no éramos malos tipos. Mayores de edad, la portación de armas y haber atropellado a un anciano en la huida, fue determinante a la hora de la sentencia que pesó sobre nosotros. Esta vez la sacaron barata, dijo el abogado de pobres, pero la próxima vez yo no jugaría con la suerte.
Al cabo de unos pocos meses, el malcomer y los efectos químicos sumados a los descubrimientos místicos producían entre los reclusos un estado especial donde la ensoñación y la realidad se manifestaban de modo perturbador, como imagino que debe ocurrirle a los astronautas que orbitan en la estación espacial, cuando por las noches busco escapar mirando el cielo alambrado del penal.
Pero aquí abajo, los liberados confirman las dudas y las sospechas conversadas en el penal, afuera la mayoría de las cosas permanecen inalterables, otras rutinas más o menos iguales, los mismos prejuicios, las mismas drogas, la misma nada.
Raúl perseveró en el trabajo y cuando cumplió los diecisiete lo nombraron como uno de los tres encargados del depósito. A Quito, el hermano del encargado, lo dejaron de molestar sus compañeros cuando percibieron que Raúl se había tomado el cargo en serio porque el nivel de los encargados era muy competitivo y la fidelidad con la empresa imponía sortear una prueba cotidiana.
   Raúl fue terminante en la primera conversación al salir de canada. Le dijo dos cosas, una que diera por seguro que tendría un trabajo en la playa de maniobras hasta que se produjera una vacante en el depósito. El segundo punto fue oscuro, Raúl no se había sobrepuesto a la muerte de nuestro padre ocurrida repentinamente en la enfermería de la cárcel.
¿Cómo pudo ocurrir si él era un tipo que regalaba salud?
En la visita de los miércoles, a Sandra le dijeron que el viejo estaba en la enfermería por un leve infección bronquial, es un fumador empedernido había sentenciado el guardia. Al miércoles siguiente, Alma nuestra madre, fue apartada de la fila a la entrada y debió esperar en una salita cerca de una hora. Un uniformado le informó que su concubino había fallecido esa madrugada por una complicación pulmonar severa.
Los rigores de la injusticia se habían desatado sobre el penal, dijo Raúl cabizbajo y con la voz quebrada. A Alma le llegó el comentario que escucharon las visitas de los internados,  temían al decirlo en voz baja  jurando que al viejo lo dejaron morir de frío en la enfermería, lo abandonaron a su suerte, dando pie al manto de sospechas de que se trataría de otro modo infame para reducir la población carcelaria.
_ ¿Qué edad tenía el viejo? pregunté por preguntar.
_ En setiembre cumpliría treinta y siete, respondió abandonándose en absoluto mutismo.
En la playa trabajó en la carga y descarga durante toda la primavera y cuando los calores del verano comenzaban a hacerse sentir, Raúl le dijo que el lunes siguiente empezaba de repositor en las estanterías del super. Se habían producido vacantes por la finalización de los contratos.
_ ¿Qué significa eso? pregunté. 
_ Se van diez y entran otros diez. ¡Tuviste suerte Josualdo!
Los días en la pensión resultaron angustiosos al principio, cuando carecía de la fuerza necesaria como para levantarme a cada mañana. Los seis meses en el supermercado habían pasado sin pena ni gloria, pero aprendí que estaba apto para salir adelante. Fumaba menos y las apariciones y los temores bíblicos se habían atenuado tanto como los recuerdos durante el tiempo recluido.
Las tareas rutinarias del supermercado no me dejaron recuerdos dignos de destacarse, salvo el momento que Raúl con el pretexto de tomarnos unas cervezas en el bar de Alonso confirmó lo que sospechábamos con los muchachos.
_ Josualdo, me dijo sin culpa, el domingo es el último día.
_ La veíamos venir, dije preso de una rara tranquilidad.
Se van diez y entran diez…
Bajo el cielo encapotado de un mediodía ensombrecido temió recaer en el síndrome del encierro, recordar cuando el menor roce o una palabra suelta desataba entre los internos la furia descontrolada y los colchones ardiendo, para después de los silbatos y la garroteada, las cosas derivaban a otras cosas, cada uno a su modo, en el abandono o la duda que alimentaba la oscura presencia de la nada detrás del silencio impuesto.
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No supo de dónde sacó fuerzas como para subir los dos pisos hasta la azotea de la pensión y mirar a sus anchas la negrura del cielo que se extendía como un derrame venenoso por las aguas encrespadas de la bahía. Entonces comenzó a creer que alguien pudiera apoderarse de su desvalida alma y ya no se atrevió a mirar el cielo temiendo otra racha de mala suerte… la vida que le tocó resultaba una puta vida.
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Amoroso Tresfuegos.
El mensaje rezaba: “Amm voy mañ noch te extrañ y teama locam Silvi”.
No había podido dormir en todo el día como acostumbraba y de continuar así tendría que, de modo impostergable, empezar a buscar un trabajo como que me llamo Amoroso Tresfuegos.
El semanario “Calles de Nadie” había terminado sus días sin pena ni gloria, Sánchez su exjefe-editor y sin un peso en los bolsillos asumió las costas del divorcio, precipitado cuando fueron descubiertos los amoríos con su sobrina. Ella sabía lo que quería y fue la única que vio a tiempo la oportunidad que se presentaba para trabajar como periodista freelance en la revista dominical de Medios & Medios. Una columna semanal acompañada por una o dos fotografías que bajo el título: “Los ricos en Punta” daba cuenta del snobismo como rasgo cultural insoslayable de los exitosos, fuesen de profesión futbolistas, animadoras de televisión o esposas de estancieros.
Por mi parte, la investigación periodística que realicé para el semanario en torno al crimen de la Plaza Zitarrosa develó a mis veinticinco años los contrastes del país de las cuchillas. Amén de no ir preso por milímetros. Me queda el desafío futuro, de investigar en los archivos que atesoro para echar luz a un evento criminal, que como otros puede caer en el olvido. Y obtener algún dinero a cambio. Sánchez como contrapartida  de las deudas contraídas conmigo terminó por estafar mi buena fe con un cheque que nunca llegó a mis manos. Lo más probable fue que se lo embolsara la ambiciosa muchacha o la despechada exmujer que sin más, le permitió a su ex dormir en el automóvil pero nunca más en la casa. ¡Un indigente más a la deriva!
Lo pasado pisado. Ya fue…
No había podido dormir mirando las manchas del techo en la búsqueda de ocultos ideogramas, entre el humo de la marihuana y la espera, interminable espera porque ya había pasado más de un mes para  el reencuentro con Silvina este anochecer.
Lo mío era un amor desfalleciente, considerando que hacía más de una semana que no probaba otro bocado que bizcochos de grasa con mate dulce; la vecina del dos, jubilada de la industria textil, me suministraba algunas pocas vituallas con el agradecimiento del que pueden ser capaces de manifestar los viejos que resisten tercamente la soledad.
Mi madre, en cambio, llamaba todos los días recordándome que mi padre había muerto joven sorprendido por un infarto, que mi hermana no maduraba y tenía un nuevo amigovio tan inútil como los otros; que ella y sus amigas seguían sin comprender de qué reían los del gobierno. Luego de las quejas las recomendaciones: que me alimentara decentemente, que encontrase un trabajito liviano porque me veía muy huesudo y que tuviese cuidado de no embarazar a la chica, un ser adorable, muy amable y linda según le comentó la vieja de la portería.
Silvina es un ser humano que exhibe sin tapujos el cuerpo apenas cubierto por unas prendas tan exóticas como transparentes y que a primera vista, pueden llamar a engaño.
Reúne lo que pocas muchachas, estudia en la facultad de Ciencias Sociales y es mezzosoprano en la murga “Queso Graso”. Alterna un amor inflamable con su esposo, un ejecutivo en ascenso, pero de un modo u otro siempre regresa a mí, al periodista independiente que ella enaltece sin medias tintas como su entrañable y gran amor.
Mujeres.
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Conocí a Silvina una noche cálida de enero en los preámbulos al debut de la murga, cuando los montevideanos detienen los relojes y los viejos reprimen el sueño, ávidos por escuchar los cuplés que pintan la existencia y resistencia de un gentío que transita con sus quehaceres durante el año ya fenecido. La conocí atrapada por el teleobjetivo de mi cámara  y ella, a su vez, quedó intrigada por el fotógrafo que clic a clic la envolvía con un abrazo invisible, desnudándola con millones de píxeles de colores registrados automáticamente, obsesivamente como las precisas pinceladas de los maestros puntillistas.
Ese fue el comienzo de una relación que prosperaría en indefiniciones angustiosas, en encuentros tan apasionados como esporádicos, en adioses efímeros para fundirnos con vehemente erotismo en el edénico remanso de Yaro 1142 Apto. 3.
A los dos o tres días, con un pie en el pasillo y el cigarrillo en los labios resonaría la impúdica frase: “Vuelvo con mi esposo”.
Mujeres.
Ella me conoció obsesionado con la investigación del crimen de la Plaza Zitarrosa y el malcomer, recorrió con manos intrusas mi rostro con barba de tres días reconociéndome, poro a poro como acostumbran los ciegos. Compartíamos vituallas milagrosas que caían de su bolso en forma de queso en fetas, en latas de energizante y cervezas, en el sagrado pan cortado en milimétricas rebanadas, y los garotos y cigarrillos desparramados sobre la mesa. Sobre la mesa nos amábamos hasta caer rendidos sobre las sábanas sucias.
Cuando restablecíamos las fuerzas mínimas nos mirábamos como solo los amantes saben hacerlo, reíamos por nada y hablábamos de asuntos variopintos, apostando a tal o cuál murga llegaría a ganar en el Teatro de Verano, o el aumento del precio del boleto de ómnibus, o la beca que ganó Marisa para perfeccionarse en Francia en nanotecnología.
Teníamos un pacto donde ella no hablaría de su esposo salvo que yo le preguntara y yo hablaría de los detalles de mi investigación en tanto quedara algo en claro de un embrollo que relacionaba a delincuentes juveniles con servicios secretos y otros resabios de los años negros. Crimen donde no faltaban las intrigas internacionales, los estancieros ávidos de poder y ex generales armados de una retórica diabólica, todos debidamente protegidos por el fraseo sistemático de Medios & Medios. Encubrimiento vil y sembrador de dudas que promueve  a hombres viles y atiza a otros que no lo son con un rosario de sospechas y supuestos. Pero encubrimiento insuficiente como para no recordar a  los principales, por su doble apellido o nombre de pila, que vaciaron primero y endeudaron al país después.
La relación con Silvina era la antítesis de los encubrimientos, era lo que ella llamaba una transparente relación satelital entre dos amores.
Su esposo Augusto Marchese, vástago de la clase media montevideana, medianamente viejo, cuarenta y cuatro años, contador público con medalla de honor. Hijo de padre diplomático y madre profesora de matemáticas. Catherine, la hermana dos años menor, sin un lugar en el mundo desde los tramposos años ochenta.
Entre los años de bohemia estudiantil y soltería, de consultor externo y pequeño inversor en “Pampa Green y Asoc.”, Marchese había reunido una fortuna nada despreciable que expresaba de modo contante y sonante su éxito profesional. El último e impensado desafío ocurrió cuando lo designaron como representante de Zona América en la mesa de los principales.
Un tipo excéntrico que amaba la navegación a vela y conducir automóviles de alta gama por la ruta 10, tanto como ser cliente habitual en un par de restaurantes de la Ciudad Vieja o detenerse a comer pescado frito en ruinosos locales donde se engullía al pie del mostrador y bebía vino suelto en vaso. El tipo se había enamorado a primera vista de Silvina, a quién propuso matrimonio apenas la conoció. La diferencia de edad y de patrimonio, más allá de lo disímil, no sería problema porque vivíamos en un país privilegiado en materia de contrastes y grandes asimetrías, argumentó él con filosofía posmoderna. Situaciones aparentemente insalvables que la realidad se encargaba de desmentir, según Marchese, cuando en la aldea global técnicos o especialistas modestos desarrollaban una idea que los convertirían en pocos años en billonarios, a Premios de la Paz en insignes guerreros imperiales, a ministros socialdemócratas de izquierda y derecha en contumaces ajustadores de la economía.
Se perfilaba como un tipo ganador, se había preparado para ello y no dejaría pasar una sola oportunidad, dispuesto a afrontar una y mil veces las tensiones que generaba nuestra plaza de puerto marítimo.
Amoroso y Marchese, el periodista independiente y el contador público, el sol y la luna que giraban en torno a Silvina reinstalando las teorías que desvelaban a los helio centristas desde tiempos de Aristarco de Samos, pero que la muchacha desafiaba abiertamente sin especulaciones de ninguna otra naturaleza que no fuera sobrellevar el apasionado equilibrio de los amantes. Y la devoción por la vida, atributo de la madre tierra, decía con énfasis de género.
En la kitchenette de la oficina, Sánchez el jefe-editor, atribuía esas cuestiones tanto como el de su exmujer a un asunto de cornudos y lo relacionaba linealmente, mientras bebía café  y esperaba inútilmente las notas de Amoroso, al acervo cultural de los rioplatenses nutrido por las corrientes migratorias del mareante Díaz de Solís y Pedro Álvares Cabral, y los negros cimarrones escapados del Brasil. 

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