La Zaga Oriental 22 / Por José Ferrite


 Disquisiciones de un profesor.
_ Disculpen, involuntariamente los escuché conversar, ¿son uruguayos o me equivoco?
_ En efecto, dijo Jaramillo resignado como consciente de que pasar desapercibidos entre los porteños era una quimera, aún en ese escondido bar que subvertía el ordenamiento de la cuadrícula urbana, encajonado en un pasaje peatonal de trazado curvilíneo, con reminiscencias de las vías del tranvía y que insinuaba sino el infinito, una cortada alternativa para la gente de a pie que transitaba por los alrededores de Corrientes y Callao.
“Mordisquito” tal el nombre del bar y que a poco supimos con ayuda del mozo, evocaba al poeta  Discepolo por su espíritu ácido, irreverente y tanguero; un espíritu orillero que bendecía las mesas para inspiración de los jóvenes poetas y la vocación militante de algunos estudiantes.  
_ Acompáñenos, invitó el murguero señalando la silla, ella es Lucy y los amigos me llaman Jara.
_ Gracias, dijo el hombre de mediana edad, ropa informal y lentes bifocales, mi nombre es Montilla pero nada que ver con el ron, bromeó. Soy profesor de antropología psico-social y un ferviente admirador de la tierra púrpura y de los orientales por extensión; todavía me despierta sana envidia los sueños libertarios que sobrevuelan las mesas del “Sorocabana”, como las asambleas en los comités del pueblo…
Lucy quedó fascinada con la verba del desconocido e intercambió un guiño cómplice con el murguero. Jaramillo se puso en guardia creyendo no haber comprendido la mirada retro del profesor Montilla.
_ Mis mejores recuerdos, dijo distendido el profesor como quién domina el arte de la oratoria, se remontan a mi niñez y las vacaciones en casa de mis abuelos maternos en medio de un pinar en Cuchilla Alta, fueron los días felices disfrutando bajo una enramada cubierta de pinocha a cuatro cuadras del océano.
Después me enamoré de una hermosa mujer mientras cursaba la facultad, dijo con nostálgico pesar, pero la feliz relación se mantuvo hasta el punto de quiebre y ahora ella es un permanente y malsano recuerdo.
Lucy tamborileó con los dedos sobre la mesa disimulando la inquietud en ciernes.
_ La Banda Oriental… dijo Montilla con aires de consumado payador. El país de las vacas gordas que ameritó el reconocimiento y la cosecha de premios internacionales, máxime, tratándose de exposiciones donde concurren las cabañas afamadas. Riqueza sabiamente distribuida entre la clase media del país, culta y pujante como nuestros abuelos que desembarcaron en estas playas. País tocado por la verba de Enrique Rodó y la conciencia hecha teatro de imprescindibles como del Cioppo y Campodónico, sociedad civilizada y crisol de razas que perfila las sociedades contemporáneas.  
Lucy y Jaramillo cruzaron miradas y permanecieron tan callados como sorprendidos.
_ Acervo moral, prosiguió imperturbable como si estuviese dictando clase, custodiado por partidos centenarios, templados en las guerras civiles para sembrar progreso en los tiempos de paz y concordia. Cómo no recordar a beneméritos hombres como don José Batlle y don Alberto Herrera fieles discípulos del padre Artigas. ¡Caudillo americano por antonomasia!
Modelo de país agotado a causa del agotamiento del imperio británico, que sin embargo perduró en las estancias de Liebig y los frigoríficos, en la lana sucia y enfardada para la exportación, en los emblemáticos cementerios e institutos ingleses. Pueblo conservador cuando ya quedaba poco por conservar, veleta al viento que propició en dirección contraria la emigración de miles de uruguayos por quienes invocando poderes y legados cuasi sobrenaturales, gobernaron el país con mano de hierro.
Un nostálgico que denuncia el paso de los militares en el poder, pensó Jaramillo. A Lucy le pareció más interesante mirar por el ventanal y por respeto contuvo un bostezo.
_ Pueblo sencillo y hospitalario que resistió el despotismo apretando los dientes, sin otra experiencia como no fuera el basamento igualitario, republicano y democrático inculcado en la escuela pública de José Pedro Varela. Pero la semilla de la maldad se enseñoreaba con el pequeño país tanto como con el nuestro, dijo mientras con una servilleta de papel limpiaba los cristales de los anteojos, porque la maldad es global y lo que fueron sueños de trabajo, de estudio y bienestar trocó sigilosamente en especulación de toda naturaleza y marginación social. Ya no importó el mandato popular porque los herederos de Lenín y Frugoni poco y nada pudieron realizar.
Realizar en la acepción de real, que tiene existencia verdadera y efectiva. Y esto dio lugar a lo que nosotros los argentinos, kirchneristas u opositores, conocemos como “el relato”, lo que es decir, sustituir la lucha por el poder y edulcorar las contradicciones de clases con la instalación de una agenda social: el matrimonio igualitario, los derechos de las minorías, negociación tripartita para un tercio, etcétera, etcétera, dijo con gráciles movimientos de manos. Diversidad de partes, continuó imperturbable, que hacen al todo sin alcanzar la totalidad.
Pero ¿qué es para nosotros la totalidad?
Jaramillo cayó en cuenta que el profesor los estaba paseando por lugares comunes, el tipo tenía formación académica, tanta que oscurecía. Miró a Lucy buscando una señal para escapar a semejante entresijo cuando ella apoyó con la liviandad de los felinos los pies descalzos sobre sus rodillas…
_ Pequeño-Gran país embretado entre dos gigantes, como gusta justificar a quienes  vanaglorian de expertos o gobernantes y en la hora del zafarrancho ¡recurren a un nuevo préstamo para enmendar males con más maldades!
País emblemático por donde se mire e ingenioso al conjugar en nuevas síntesis criollas  la diversidad histórico-social: de las hazañas tupamaras a los traficantes de divisas, de Punta del Este a la pescadilla frita, de los sindicatos comunistas a la rentable forestación y los humildes boniatos hervidos.                                                                               
Jaramillo dejó un billete de cien junto al pocillo de café y mientras se alejaban, miró  sigilosamente como los espías, constatando que el profesor con los ojos entornados continuaba con la apasionada y desmadrada visión que de los uruguayos tienen los porteños ilustrados.
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   La mesa de los principales.
Contadas veces al año los principales se reunían cuando las circunstancias lo ameritaban, dispuestos a considerar las advertencias y recomendaciones de los expertos sobre el escenario y la perspectiva de los negocios; pero la mayoría de ellos reaccionaba de modo intuitivo a partir de una premisa genética propia de filibusteros que decía, que la ganancia tiene que estar asegurada por el Estado a riesgo de que los grandes negocios se tornen quebradizos. En esos momentos inciertos, los dictámenes de los mercados o el precio del petróleo poco importaban, lo que importaba era incrementar las ganancias a como diera lugar.
   Era lo único tangible de los negocios, las fábricas podían clausurar sus puertas a la espera de mejores tiempos, en tanto, arteros sindicalistas negociaban las indemnizaciones para aplacar a los trabajadores damnificados, sin hacer nada por evitar la parálisis productiva y el desempleo. Los campos podían ser arrasados por el fuego o las inundaciones y el seguro restañar lo perdido; todo lo demás se podía conversar habida cuenta del resultado por demás exitoso de los revolucionarios años noventa.
   El lugar, la Casona de Finisterre. En la planta alta un salón cuadrangular con ventanales orientados al río y la arboleda, una mesa alargada y las sillas bosquejadas por el lápiz de la Bauhaus perfilaban el estilo sobrio y exquisito, aunque el aire que se respiraba para Lucía era el reverso a lo acostumbrado en su barrio humilde con calles de tierra.
   Los hombres eran perfectamente individualizables por la hechura de sus trajes a medida, el corte de cabello moderno, el perfume exótico y los ojos vivaces de las aves carniceras, mientras sin prisa ocupaban un lugar en rededor de la mesa oval. Las tres mujeres no le iban a la saga, eran dueñas de la impronta severa y autosuficiente de las ejecutivas que dosificaban con rasgos sensuales lo que manejaban a su placer. Una de ellas, traslucía aspecto varonil aunque su voz era agradablemente femenina.
   Lucía llenó las doce copas mientras Carina, la vendedora de “P & M” distribuía las fuentes con bocadillos y entremés bajo la atenta mirada de George, que oficiando de maitre muy de tanto en tanto señalaba un detalle a considerar o daba una orden de modo imperceptible, mientras repartía por el salón sonrisas rayanas a la sumisión.
   El cónclave no admitía interrupciones como que eran secretos y confidenciales los asuntos allí tratados. Estaban en una isla recluidos en el anonimato reservado a la planta alta, a los intervalos para fumar en el balcón, al salón comedor y el solárium donde propiciaban las conversaciones más ligeras.
   La sala de reunión era otra cosa, significaba el ámbito de los análisis estratégicos.
   Los principales representaban un bloque de intereses, pero a su vez, un complejo entramado con particularidades propias de cada sector, y en esta ocasión en la Casona de Finisterre se reunían para diseñar los pasos a futuro. El cónclave se extendía poco más de un día y a media mañana del siguiente se habrían marchado como habían llegado en el mayor sigilo. Pasarían meses o años para regresar a la isla, tal como imponían los protocolos de seguridad recomendados por los expertos en la materia.
   Donde se juntan los millonarios, había comentado el jardinero, todos corremos peligro…
   Silvina escuchó cosas e intuyó otras de lo conversado por los principales gracias a los comentarios candorosos de Lucía, aunque la lectura correcta del glosario requería ser parte del mundo empresario, burócratas calificados de algún organismo internacional o lobistas experimentados.
   Asuntos que excedían la compresión de George y de las chicas, enfrascadas en sus tareas como para escuchar conversaciones con datos interpuestos y referencias incomprensibles, tanto que por momentos los sumía a unos en el temor y a otros en el hastío.
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   _ ¿Qué es para nosotros el Mercado Común del Sur?, azuzó la licenciada en “nichos globales”.
   ¿Qué es para nosotros la hidrovía Paraguay-Paraná?, preguntó circunscribiendo el núcleo temático a desarrollar en el contexto inaugurado por la caída de la banca Lehman Brothers. Redefinamos las posibilidades del Mercosur dijo con el intervalo para beber un sorbo de agua mineral, visto a la sombra enfermiza de la Europa vieja, tambaleante por la implosión de la economía, entiéndase, caída de confianza y  desprestigio. Nosotros estamos en una región inabarcable y salvaje que pide a gritos inversiones y civilización, con potenciales consumidores que magnifican desinteresadamente algunas ONGs y las agencias gubernamentales, pero que a no dudar, nos dejará jugosos réditos monetarios y culturales. Intercambio y consumo a nuestra medida, lo demás no importa.
   Asimétrico por supuesto, no somos laboristas ni comunistas, respondió a una pregunta.
   _ Siempre fue así… intervino el CEO de una centenaria firma agroalimentaria, para nosotros lo importante es sostener el paradigma de occidente que impusimos en la región y por ello seguimos facilitando el crédito como para posibilitar los sueños que diseñamos para la gente: automóviles estándar y la Coca Cola que a toda hora nos acompaña. ¡Y los cereales azucarados! después cedió la palabra y sonrió malignamente con el aire de los vencedores.
   La licenciada apuntó a cuestiones de identidad, como integrar el círculo de pertenecer a una cultura exitosa plasmada en autopistas y shopping, que no incluye a todos por supuesto, pero positivo a la hora del balance de nuestras compañías.
   De pie y en actitud de atenta espera, Lucía y su compañera tomaban un respiro en medio del murmullo de los principales. Lucía por un minuto se distrajo en el mero vivir y reconoció con una pizca de envidia que le hubiese gustado tener un tío que la llevara de vacaciones como a Silvina la del 8, o estar empleada en una tienda exclusiva de ropa fina en cualquier callecita de Recoleta.
   _ Como sabemos, llamó la atención un sujeto con corbata a rayas blancas y negras de resultado perturbador para quien lo mirase, los argentinos tiene experiencia sobre la hidrovía, tanto como los alemanes o los estadounidenses. Mucho antes, dijo con la rispidez de quién adopta otra lengua, de que Ayolas y los suyos se establecieran a la vera del Río Paraguay cuando los guaraníes ya eran consumados navegantes. Posteriormente, antes de que las represas bloquearan el Río Tieté, la flota fluvial del estado argentino conectaba Buenos Aires y Rosario casi hasta Campiñas y Sao Paulo y el puerto de Santos.
   En los tiempos del tirano prófugo, respondió a la pregunta de un joven ingeniero.
   Pero eso ya es historia y no nos interesa, importa que por los ríos de la región fluye el contrabando, sonrió ladinamente, y puso voz a un pensamiento aparentemente colateral: los contenedores son cajas de Pandora que pueden sorprender al más astuto de los funcionarios, sean nuestros amigos los inspectores de aduana o los controladores sanitarios, porque los contenedores deambulan por los puertos libres y las zonas francas, estibados en los amarraderos lindantes con las estancias o en apartadas islas conllevando al éxito los negocios libres de impuestos, de insanas retenciones a la exportaciones, vedando la intromisión de los sindicatos.
   De todo eso estamos hablando cuando invocamos la libertad. ¡Libertad en la más estricta indefinición! ¿Quién se atrevería a encorsetar la libertad con definiciones?
   Lucía retiró el servicio para dar lugar al café y las tisanas mientras su compañera presentaba un surtido de masas y bombones en coquetas bandejas triangulares, que admitía como en un juego formar paralelogramos o hexágonos u otras formas elucubradas por los discípulos de Mondrian, como les explicara George de modo divertido en las mañanas soleadas mientras ellas recolectaban leña para el hogar.
   Lucía percibió con el paso de las horas como los análisis fueron menguando hasta que un hombre obeso de aspecto pulcro e imponente, sin demasiadas vueltas presentó a un amigo de vastísima trayectoria en asuntos geopolíticos al que invitó a exponer sobre un sueño, leitmotiv de su vida, un proyecto abarcador asentado en dos pilares y sujeto a la libertad de navegación y la prensa libre, de Alaska a Punta Arenas.
   _ Con nosotros el director de Medios & Medios de Montevideo, profesional insigne y estimado amigo, el doctor Pedro Prado Perdriel.
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