INEVITABLES IMPACTOS EN URUGUAY Se profundiza la crisis argentina / Caras y Caretas URUGUAY


Tras un “supermartes” de aparentes soluciones, el gobierno argentino -cuya falta de realismo asusta- finge creer que un acuerdo stand-by con el FMI (y el correspondiente ajuste) solucionará la crisis estructural de su economía, mientras la población, cuya miseria aumenta día a día, rechaza cualquier planteo, abomina del Fondo y los capitales siguen huyendo.
Es previsible, lamentablemente, que pronto comiencen las asonadas. Brasil continúa en su burbuja recesiva, por lo cual Uruguay debe prepararse para los impactos. En principio, debería revisar eventuales vulnerabilidades y no confiar en sus éxitos, por más duraderos que sean. Esta vez la “cautela” astorista tiene sustento. Las elecciones están muy cerca, y en la guerra y en la economía, todos los recursos valen. El ajuste fiscal salvaje que se viene en Argentina sólo complicará las cosas.
Si alguien tiene dudas de la profundidad y gravedad de la crisis que afecta a la economía y al gobierno argentino, debe ver en YouTube el programa Palabra de Leuco, emitido por TN (Grupo Clarín) el pasado martes 8 de mayo. Allí el talentoso y carismático periodista cordobés Alfredo Leuco (hombre que tiene una visión de los sectores humildes y un valor de los cuales carecen los demás analistas de dicho medio), tras repetir por enésima vez que Cristina Fernández “fue la jefa de una banda dedicada al saqueo de la economía argentina” y que “la corrupción del gobierno kirchnerista supera a todas las que vivió el país” (con lo cual estamos diciendo que es el más duro de los periodistas antikirchneristas), se desgañitó enumerando las “limitaciones” y “errores imperdonables” de Mauricio Macri, “a quien quiero votar su reelección”, comenzando por pedir el despido “inmediato” de Nicolás Dujovne, ministro de Hacienda, de Luis Caputo, ministro de Finanzas y de Juan José Aranguren, ministro de Energía, por seguir teniendo gran parte de sus grandes fortunas en el exterior, y haber proclamado este último: “Sigo teniendo mi dinero afuera [y] a medida que recuperemos la confianza en Argentina, regresaremos el dinero”.
Lo que Leuco omitió decir es que también el propio presidente Macri tiene parte de su enorme fortuna (que la revista antikirchnerista Noticias señala que se incrementó significativamente como algunas de sus medidas) en el exterior.
El periodista también le reprochó al presidente la “falta de contacto con la gente”, el encerrarse en un círculo reducido (obvia alusión al jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña) y haber prescindido de personalidades muy valiosas y necesarias, encabezadas por el exministro de Economía, Alfonso Prat-Gay. Leuco criticó también el acercamiento al FMI (“un manotazo de ahogado”, “la peor de las decisiones”) y remarcó que “no va a solucionar los problemas de Argentina, sino que los va a agravar”, que “no acertó nunca en Argentina”, que “no le importó la democracia” y que sólo recomienda “ajustes y despidos”.
El lector también debería ver la columna Rompecabezas imposible del igualmente antikirchnerista James Neilson en Noticias del 5 de mayo. Tras señalar a la inflación como el mayor problema argentino (cuando la inflación es solamente un síntoma, resultado del desequilibrio entre la oferta y demanda de bienes y servicios, para una estructura fiscal dada, que se manifiesta en el alza sostenida de los precios), Neilson analiza la “equivocación” de la praxis macrista gradualista y termina en la misma conclusión que Julia Rodríguez Larreta en El País: “Es que, algunos aventureros aparte, los inversores importantes piensan más en la Argentina del año 2040 o 2050 que en el país actual. No quieren ser víctimas de un nuevo default, que, tal y como están las cosas, sería más que probable a menos que la clase política en su conjunto logre eliminar de una vez el peligro planteado por la inflación”.
A pesar del silencio optimista que se han impuesto numerosos analistas argentinos y uruguayos, y del coro de ortodoxos como José Luis Machinea, Domingo Cavallo, Roque Fernández o Daniel Artana, que se limitan a recomendar “correcciones dolorosas pero indispensables”, es decir, un ajuste fiscal salvaje, ignorando ellos también que ya no hay margen social y que estas medidas producen asonadas como las de 1976, 1981, 1989 o 2001.
En nuestro país, el exministro Isaac Alfie, refiriéndose a La fragilidad de financiar con deuda, sostuvo en Economía & Mercado que en las medidas tomadas por el gobierno argentino “el perjuicio causado superará ampliamente el tangible y mesurable” y concluyó que “crédito encarecido [como el que resulta obviamente de llevar la tasa de referencia a 40%, N. de R.] significa, al menos, menor crecimiento, cuando no caída en el nivel de actividad”.
Alfie, seguramente partidario de Macri, vaticina contracción y recesión.
Las conclusiones son obvias, por los hechos y por las opiniones vertidas.
Es muy claro que en el estado de situación actual, con un presidente y un gabinete que parecen haber vuelto al mejor de los mundos después de hablar con Christine Lagarde (que hoy, más que nunca, es sólo un mascarón de proa de la verdadera estructura del FMI, conducido por Maurice Obstfeld y sus equipos) y con la promesa de recibir fondos “en el entorno de US$ 30.000 a US$ 50.000 millones” según la increíble frase de Nicolás Dujovne, y a pesar del alivio que se recibió el martes 15 con la renovación de la deuda en Lebac (Letras de Regulación Monetaria del Banco Central de la República Argentina por unos US$ 26.000 millones), los inversores van a seguir huyendo de Argentina, donde el gobierno ha perdido, además, la confianza de la población, desde el más pobre hasta Mirtha Legrand, y se apresta a firmar un doloroso acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
Motivos por los cuales, lamentablemente, es más que lógico suponer que, de persistir en este camino irreal e inconducente, la situación de Argentina se agravará hasta un punto que ignoramos, con consecuencias que son imprevisibles, pero que ya se han vivido en el país, cuya población -a diferencia de la nuestra- no vacila en armar “puebladas” de millones de personas y derribar desde protodictadores como José López Rega a gobernantes democráticos y decentes como Raúl Alfonsín y a gobernantes incapaces como Fernando de la Rúa.

Breve crónica de la peripecia argentina
Desarrollaremos un breve repaso de la caída de la confianza en el gobierno que asumió el 10 diciembre de 2015. El 31 de diciembre de 2016 el poderoso jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña, anunció públicamente que se le había exigido la renuncia al ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay (por lejos el funcionario más capaz y experimentado del nuevo gobierno, que había sido durante años subsecretario de Roberto Lavagna) y que el ministerio se abría en dos, el de Finanzas y el de Hacienda. El poder real, a pesar de lo que se dijera, quedó en manos del ultraortodoxo presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger.
El 28 de diciembre de 2017, en conferencia de prensa, se presentaron en público las nuevas metas de inflación para 2018 por parte del jefe de Gabinete, Marcos Peña, los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo y el presidente del BCRA, Federico Sturzenegger. El dólar cotizaba $A 19,46.
En marzo, tras un gran impulso a la inflación determinado por los fuertes ajustes tarifarios, el Banco Central comienza a vender reservas para contener el tipo de cambio y el aumento de los precios. El dólar cerró en marzo a $A 20,45.
Los gobernadores se hacen eco de las quejas de la población por la suba de tarifas y bienes de consumo.
A fines de abril, mientras el dólar se fortalecía a nivel global, el BCRA aumenta la venta de reservas. Solamente el 25 vende US$ 1.500 millones, a pesar de lo cual el dólar llega a $A 20,53.
El 27 de abril ante la arremetida sobre el dólar, el BCRA, vende reservas y resuelve la suba de tasas de interés, llevándola de 27,25% a 30,25%. Ese día vendió US$ 1.382 millones y el dólar cerró $A 20,90.
El 3 de mayo la tasa de política monetaria del BCRA sube a 33,25% y el dólar llega a $A 23.
Comienza la “semana negra”. La confianza pública se desploma. El 4 de mayo el BCRA sube la tasa a 40%, con lo cual el dólar, a pesar de que la presión continúa, baja a $A 22,28.
El 8 de mayo, en medio de la desesperación gubernamental, se anuncia el inicio de conversaciones entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional, a cargo de Nicolás Dujovne, aunque se sabe que el verdadero negociador argentino es Sturzenegger.
La negociación con el FMI -muy repudiado en Argentina, mucho más que en Uruguay- provoca una gran depresión en la población y en numerosos analistas (como Alfredo Leuco) y se acentúa la pérdida de confianza en el gobierno.
La revista antikirchnerista y promacrista Noticias publica en su tapa una foto del presidente Macri con el agua al cuello con el título catástrofe ‘¿Nada bien?/ Macri: errores, crisis, Fondo Monetario y oposición feroz’.
En realidad, viendo los canales argentinos, la oposición ha presentado una resistencia más bien cauta, primero por su fragmentación y sus numerosos problemas internos, así como que parece entender -a diferencia del gobierno- que esta crisis es estructural y la lleva directamente -sin necesidad de “incendiar la pradera”- a aumentar sus posibilidades de retornar al poder.
Es muy claro que eso es más probable con el futuro que espera a Argentina luego de un acuerdo “duro” con el FMI: recesión, desempleo, carestía, malestar popular y conflictividad, éxodo de capitales y turistas.
Esto no es bueno para Uruguay, pero el camino elegido desde la asunción lleva a este desenlace.

¿Qué pasó ayer?
Argentina, enfrentaba su “Día D” o “Día L” el martes 15, fecha en que debía renovar un vencimiento masivo de Letras de Regulación Monetaria del Banco Central de la República Argentina (Lebac) por $A 615.877 millones, aproximadamente US$ 26.000 millones. A pesar del desastroso escenario, el gobierno efectuó la sorpresiva jugada de licitar el mismo día bonos del Tesoro Nacional en pesos argentinos a tasa fija con vencimientos a cinco y ocho años, logrando una importante afluencia de inversionistas. Ello le permitió renovar totalmente los vencimientos e incluso aumentar los pesos en circulación, logrando contener el precio del dólar, que se habría estabilizado -al menos momentáneamente- en $A 24,50.
En nuestro país -donde el presidente del Banco Central se preocupó en mostrar su “comodidad” con la situación, “que no es preocupante” porque “en algún lugar se va a reestabilizar”-, el dólar vendedor cerró en pizarras a $ 31,50, con picos de $ 32,30; en tanto que el euro llegó a $ 39,50.
Esto da alivio al Banco Central, a los exportadores y a los productores “autoconvocados”, uno de cuyos primeros reclamos fue “dólar a $ 36”.

Conclusiones preliminares: esperando la tormenta
Esta historia recién comienza: lo que viene es la negociación de Argentina (país que, como dijo Alfie, tiene pésimos antecedentes en todos los terrenos, desde confiscar los ahorros de sus nacionales a pesificarlos contra su voluntad y el default más grande la historia) y el FMI. Es verdad que hay un nuevo FMI desde que llegó Maurice Obstfeld, pero por ahora se ocupa de Estados Unidos, China y las potencias desarrollados -lo que no es poca cosa- y no ha llegado, que sepamos, a América Latina. La revista Noticias enumera ‘Qué le reclama el FMI al país’: además de un ajuste fiscal generalizado, el congelamiento de la contratación de empleados públicos, la eliminación de los regímenes especiales de jubilaciones (diplomáticos, judiciales y políticos), una nueva reforma previsional más rigurosa, la reducción de los planes sociales, reducción de las transferencias a las provincias, que más personas abonen más impuestos a las ganancias, una reforma laboral más flexible, que abarate los despidos y fomente el empleo temporario, la reducción máxima de las barreras proteccionistas y la apertura de más sectores a las inversiones extranjeras. El FMI tradicional exigía la privatización del Banco Nación, del Banco Provincia y de las empresas estatales, como se hizo en el gobierno de Carlos Saúl Menem, situación revertida por Néstor Kirchner.
En cualquier caso, la intervención “tradicional” del FMI, significa contracción de la economía, recesión, desempleo, eliminación de controles de precios y todo tipo de subsidios sociales, es decir, más miseria para los sectores vulnerables. La gente se seguirá refugiando en el dólar y los capitales se irán.
Es, en definitiva, la profundización del plan con el que se inició el gobierno de Mauricio Macri al eliminar las “retenciones” y generar un agujero fiscal que se cubría con los tarifazos.
La diferencia con muchos países (incluido Brasil) es que Argentina está acostumbrada a las grandes movilizaciones populares, fáciles de convocar, que arremeten y tumban gobiernos.
Recordamos una vez más que no hay nada peor que la caída de un régimen democrático y que la peor de las democracias es mejor que la mejor de las dictaduras o, ni que hablar, que el caos, en el que medran siempre los poderosos, como en las crisis de 1981 y 2001.
Pero ese es el panorama, que no ha cambiado porque el martes 15 se haya cubierto la deuda de ese día, sin resolver la crisis estructural.
La confianza en el gobierno de Macri, largamente debilitada, se perdió, y como dice sabiamente el contador Ricardo Pascale, es el pilar más preciado de cualquier gobierno.
Esta historia, lamentablemente, continuará.
La mirada del contador Damiani
Una tasa de 40% es impagable en el mediano y largo plazo, aun cuando la tasa de inflación real sea entre 25% y 30%. El inolvidable Cr. José Pedro Damiani, entre tantos dichos memorables, decía que él, como banquero, reconocía que la intención real de pago de un solicitante de crédito era fácilmente mesurable. Alcanzaba con pedir una tasa desmesurada e impagable. Si el deudor protestaba, era confiable. En cambio, si aceptaba cualquier tasa, mostraba su irresponsabilidad y, por lo tanto, su intención de no pagar. Argentina ha puesto una tasa de 40%. Desde ya, eso va a contraer el crédito, la actividad económica y el empleo. Pero además va a atraer a todos los aventureros que anden en el tema. Aventureros que después esperarán un “perdonazo” o un “blanqueo”. Así se escribe la historia, total, el pueblo paga. Nadie habla de un proyecto productivo ni de planes a largo aliento, en lo cual Argentina se parece a muchos países de América Latina

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