En la escuela uruguaya el mejor no levanta la bandera nacional desde 1990 por FG


El mejor no es abanderado desde 1990
Publicado: 24/07/2018
por Leonardo Haberkorn*
A pesar de la actual polémica, desde hace ya 28 años que el mejor alumno no es el abanderado de la clase en Uruguay.
El tradicional enfoque meritocrático para elegir los abanderados, que solo consideraba la nota de los escolares y su buena asistencia, fue derogado en 1990 durante el gobierno de Luis A. Lacalle Herrera.
La decisión de abolir el viejo sistema, que hoy muchos defienden con tanto fervor, se tomó el 26 de noviembre de 1990 y se estableció por escrito en la circular 652 del Consejo de Educación Primaria.
Dicha resolución fijó la elección de abanderados mediante una votación entre un grupo de nueve precandidatos que debían tener un promedio de escolaridad superior a Muy Bueno y una asistencia mínima del 80%.
La votación se hacía al final del quinto año escolar para que pudiera regir durante todo sexto. Los niños podían votar a cualquiera de los preseleccionados y muchas veces el abanderado era el de peor nota de esos cinco candidatos.
Este sistema de votación rige desde entonces en todas las escuelas públicas y también en los colegios privados habilitados por Primaria.
Se fundamenta, según consta en la circular de 1990, en la defensa de “los derechos humanos, la cooperación, el compañerismo y el espíritu solidario”.
“Si bien hay que impulsar el esfuerzo del niño hacia mejores logros intelectuales y de conducta -dice la circular- ello no basta para la convivencia social, puesto que en la formación de la personalidad entran en juego otras variables que es menester defender en la vida moderna”.
También se establece que “es importante tener en cuenta el valor educativo de la práctica del civismo a través del acto de votar”.
Es decir: un discurso muy similar al políticamente correcto de hoy. Como si premiar al mejor atentara contra la “convivencia social” y perjudicara “la formación de la personalidad”.
Lo que hoy somos es una tarea de construcción (o demolición) colectiva y añeja.
La circular que introdujo hace ya 28 años el sufragio escolar para elegir a los abanderados establece que la votación se hará en un cuarto secreto y con listas impresas. En caso de empate, el abanderado se definirá por sorteo, como en el fútbol cuando hay igualdad en el saldo de goles y los tantos a favor y en contra.
Sin embargo, me consta de maestras que hacían la votación anotando en el pizarrón y con voto a mano levantada, mientras ellas aconsejaban cómo elegir bien y los más populares de la clase hacían campaña a los gritos. Niños de quinto año haciendo proselitismo y padres festejando que el nene fuera abanderado a pesar de que las notas no le dieran ni de cerca.
La resolución de 1990 está firmada por la entonces directora de Primaria, Tula Bardier. Y por el director general Sabino Queiros.
El reglamento se mantuvo incambiado hasta el 12 de abril de 2004 cuando una nueva circular del Consejo de Primaria ajustó algunos detalles del sistema, sin modificar sus principales características.
La gran novedad de esta nueva norma, sancionada durante la presidencia de Jorge Batlle, fue que puso en carrera para ser abanderados también a los repetidores. Porque se estableció que obtener el promedio de escolaridad que permitía ser seleccionado como precandidato no se tomarían en cuenta las notas de los años reprobados, sino solo la del año en la cual se promovió el curso.
Esa circular lleva la firma de la directora de Primaria Teresita González y de la secretaria general María Laura Dalgalarrondo.
El actual proyecto, que tanta polvareda ha generado, pretende que los abanderados se elijan por votación. Lo que se elimina es la preselección de nueve candidatos en base a sus notas. Se dirá que hasta ahora el sistema asegura al menos que el abanderado sea un estudiante de buena calificación, y es cierto. Pero también lo es que desde 1990 impera un sistema que le niega al de mejor rendimiento el tradicional puesto honorífico de la clase, salvo que gane una votación en la que influyen muchos otros factores.
Padres, maestros y toda la comunidad educativa han tolerado este sistema muy bien desde entonces.
El Uruguay quizás no tanto.
*Leonardo Haberkorn es periodista y escritor

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