Bitacora de viaje 2/ De cuando los hombres cayeron en cuenta de su flanco débil. Ninguna mujer integro el proyecto de su viaje / J.J FERRITE

Los lugareños, agricultores y criadores de animales de corral en su mayoría, daban cuenta en los interminables días de lluvia, de que los cerros circundantes guardaban en sus entrañas piedras raras; con poderes innombrables, susurraban los chamanes guaraníes.
Y algo de esa creencia popular se transformaba en saber, cuando los técnicos europeos comisionados por el padre del Mariscal emprendieron el estudio de los minerales y confirmaron su valía para el uso siderúrgico. 
La información provocó revuelo en los mandos porque habría la posibilidad de desarrollar la industria y con ello, afianzar un modelo propio, soberano y a la medida de los desafíos del gobierno anterior, cuya presidencia encarnaba el padre del Mariscal desde el año cuarenta y cuatro. 
Pusieron manos a la obra con los recursos disponibles y el fervor acompañante. Los técnicos desplegaron los planos constructivos para expresar el proyecto, un arroyo proveería agua al embalse, compuertas y vertederos regularían el caudal necesario para mover el molino, construido por los carpinteros con maderas de la selva circundante. El molino generaría la energía hidráulica necesaria para el movimiento del fuelle de soplado que avivara las altas temperaturas del horno de fundición de fierro. 
De ahí su nombre: Fábrica Nacional de Fierro, La Rosada.
Bloqueado el comercio exterior, Brasil por el norte, Buenos Aires y Montevideo en el Río de la Plata, la hulla debió ser sustituida por carbón vegetal y para ello fueron necesarios cincuenta hornos de quemado de leña.
De la producción para la paz en los primeros años, fundiendo y refinando los lingotes que sucesivas operaciones metalúrgicas transformarían en herramientas de diversos usos, herrajes y llantas para las ruedas, clavos y ollas, se pasó a la producción para la guerra. Ahora los moldes eran para la colada de cañones y munición, para el artillado  y blindaje de los buques, como fabricar lo necesario para el mantenimiento y extensión del ferrocarril.
La revolución industrial de los siglos XVII y XVIII fue aprovechada por unos pocos países, a la mayoría la división internacional del trabajo nos condenó a ser proveedores de materias primas, y posteriormente, de mano de obra barata o esclava. El mercado colonial era paupérrimo en la américa mestiza y dejó sus marcas hasta la primera mitad del siglo XX. 
Por eso el modelo soberano del Paraguay debía ser destruido a como diera lugar. Por eso el bombardeo del horno y las instalaciones en las serranías de Ybycui. Y una vez más apelando a la mentira, sus enemigos erigieron las banderas de siempre: libertad de comercio y derrocamiento de los dictadores…

Tomaron mate y saborearon chipá antes de cruzar el puente Posadas-Encarnación, en el amanecer luminoso y templado del último domingo de julio.
El maestro Zito reclamó la atención del grupo y al pasar, mientras limpiaba la lente de su cámara Reflex Nikon D5300, hizo notar que para su humanidad el mate con chipá no era un desayuno suficiente si pretendían, seriamente hablando, alcanzar los desafíos que tenían por delante. Los invitó a tomar unos minutos para dar un vistazo a la historia de Encarnación, teniendo presente que sin pasado, la patria grande no son más que buenas intenciones.
El misionero hizo caso omiso a la invitación pero aprovechó para reivindicar la yerba mate y los yuyos, no sólo como un brebaje natural y beneficioso, sino que fue más allá y trazó un sutil entramado entre los pueblos y las circunstancias con las cuestiones profundas del mestizaje cultural. 
Y que mejor dijo, que evocar algunas estrofas del poema gaucho.
“Viene el hombre ciego al mundo,
cuartiándolo la esperanza,
y á poco andar ya lo alcanzan
las desgracias á empujones.
¡Jué pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!”
Don Mañi pasó su mano por la frente y se limitó a mirar a su compañero de modo ladino como cuando jugaban al truco. El oriental, hombre desconfiado de las palabras, entendiendo que era hora temprana pero interpretando la seña del otro, consideró que la ocasión ameritaba embucharse con un trago de ginebra. 
El maestro Zito no se inmutó por la precaria atención del auditorio tanto como revalidar el poder de las palabras en sí mismas.
En pocas palabras bosquejó la historia de la ciudad que emergía al otro lado del río Paraná, en proceso de modernización urbana, que con doscientos mil pobladores es la tercera en importancia después de Asunción y Ciudad del Este, extendida sobre la costa como un yacaré asoleándose.
El objeto de su estudio llevaba al abnegado maestro a demostrar de modo palpable, el nexo oculto detrás de las guerras en Latinoamérica como los intereses económicos de las compañías extranjeras y la avaricia inhumana, inherente al sistema capitalista. Pero tanto antes como en el presente, virreyes o dictadores o presidentes condicionan y atrofian las posibilidades de desarrollo, desde el momento que invocando el arte de lo posible se asimilan a los poderosos. El papel determinado, salvo honrosas y breves excepciones históricas, es una Latinoamérica proveedora de materias primas y mano de obra barata, prioridad en la producción primaria de alimentos y minería, como captura por vía de las mejores oportunidades o la seducción de las metrópolis a prometedores profesionales y universitarios.
El maestro googleó acerca de la economía del departamento de Itapúa y dijo de modo confirmatorio: cuentan con aserraderos, curtiembres, peleterías, desmotadoras de algodón, cultivos de maíz, yerba mate, arroz, tabaco y cítricos. Más la industria del turismo y el comercio que caracteriza a toda ciudad de frontera. 

La primera fundación de la misión de Itapúa por los jesuitas estaba situada en la margen izquierda del río Paraná, pero tiempo después y por distintas razones, en 1615 fue mudada a la ribera opuesta. Bautizada entonces como Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa. Cuentan las crónicas que llegó a albergar a cerca de cinco mil guaraníes, rebautizados encarnacenos, y convirtiéndose en la misión más importante de todas ellas. 
Pero fue asediada constantemente, por los bandeirantes que se constituían en la avanzada de los propósitos expansionistas de la Corona de Portugal primero, y posteriormente, de la Corte establecida sin más trámite en Río de Janeiro, como efecto de las guerras europeas de fines del siglo XVIII.
Pero también incidieron en los problemas de la misión de Itapúa, las enfermedades que diezmaban a la población guaraní y las crecidas del río que de tanto en tanto arrasaban el precario poblado. Eso llevó en 1703 a  que la relocalizaran en un lugar más alto.
Nuevos problemas debieron soportar los pobladores cuando les fueron impuestos los cambios impulsados por la Corona de España. 
En el año de 1767 fueron expulsados los jesuitas de los territorios coloniales de ultramar, entre otras causas, por las reformas borbónicas.
El objetivo último de los monarcas de Borbón era cambiar un poco para no cambiar nada, manteniendo el control de los puertos y la sujeción de las colonias para beneficio económico de la metrópoli, corregir las fugas fiscales y promover la producción para aumentar así la recaudación de impuestos.
Con el paso del tiempo, en 1843 la ex misión de Itapuá es declarada Pueblo de la Encarnación, pero cinco años después la población guaraní es desplazada a Tupá Raý.
Como corolario, el pueblo se repobló con 112 ciudadanos extranjeros y criollos que fueron traídos de Capiatá.
En 1913 llega el ferrocarril y los inmigrantes europeos. 

El paisano Mañi tenía bien presente al respecto la Instrucción del Estanciero. El abuelo hacía la vista gorda a la hora sagrada de la siesta a condición de leerles sobre las faenas camperas. Siempre empezaba leyendo la misma frase como un punto de partida…
“Ningún pueblo es rico si no se preocupa de la suerte de sus pobres”.
El abuelo los miraba con ternura, sonreía y continuaba leyendo.
“Cada propietario encierra bajo el alambrado un extenso número de leguas de campo, arrojando de allí a cuantos no son empleados en las faenas de su establecimiento.
¿Qué hace el hijo de la campaña, que no tiene campo, que no tiene donde hacer su rancho, que no tiene trabajo durante muchos meses al año, y que se ve frente a frente con una familia sumida en la miseria? se preguntaba el autor.
Es necesario, como único, como mejor y más eficaz remedio a todos los males, fundar colonias agrícolas con hijos del país.
Al colono extranjero le ofrece la ley nacional tierra, semillas, implantes, herramientas, animales de labranza y manutención por un año para él y su familia.
Bienvenidos sean esos obreros del progreso.
A lo largo de las líneas férreas, o próximo a ellas deben fundarse colonias de hijos del país, dándoles tierras, semillas, herramientas, animales de labranza y, en fin, cuanto con tanta generosidad y justo motivo damos a los colonos extranjeros”
Cuándo preguntaron qué libro era aquel, el abuelo respondió: son los consejos de un hombre de la campaña, pensados y escritos por don José Hernández.
El paisano Mañi, curtido por incontables inviernos, no pudo evitar el fastidio que le producía ese particular estado de ánimo, acuciado por los recuerdos, la bronca y la impotencia manifiesta en los dolores de huesos…

El escenario de la Guerra Grande o de la Triple Alianza se extendió a lo largo del territorio adyacente al río Paraguay, en una sucesión de batallas donde las tropas debieron recorrer más de ciento veinte leguas de territorio salvaje. Imagínese los esteros plagados de alimañas, la selva tropical y el intrincado monte ribereño, sino las serranías y quebradas donde el suelo cae a pico. Imagínese todo eso bajo las heladas de junio o en verano soportando cuarenta y cinco grados a la sombra. 
Guerra que también se extendió en el tiempo, porque lo que los aliados previeron como una acción punitiva y rápida, resultó por la heroica resistencia del pueblo paraguayo una larga y penosa guerra de cinco largos inviernos.
Guerra donde tuvieron relevancia las fortificaciones costeras y el papel de las flotas. La armada de los aliados bombardeando no sólo las defensas fortificadas sino todo lo que estuviera en pie, como las iglesias, los hospitales o el horno de fundición en Ybycui. 
La flota comercial extranjera proveyó a la demanda de suministros de uso común, era el negocio virtuoso de la guerra, como la provisión de municiones y medicinas, bebidas espirituosas o perfumes franceses, como revelan las excavaciones en los basureros de campaña.
Sucesivas derrotas del ejército paraguayo, reagrupado una y otra vez,  explica el llamado a filas de mujeres, ancianos y niños y la mortandad por miles que pudo alcanzar al ochenta por ciento de la población según algunas fuentes. Situación repudiable para los espíritus humanistas, pero que los aliados magnificaron como el belicismo necesario en pos de la libertad y el progreso…
Al norte, cercano a la frontera con Bolivia y el Brasil, en las serranías que dan nombre a Cerro Cora y más precisamente en el arroyo Aquidabán Nigui, fueron asesinados el Mariscal y en el monte cercano, su hijo, teniente de quince años de edad.
Fue el final de un pueblo sacrificado, algunos por la fidelidad al Mariscal y la defensa del modelo económico y soberano del Paraguay. 
Otros murieron martirizados por las inhumanas circunstancias de la guerra… 

A medida que transcurrían los días el grupo de los cuatro repasaba aceleradamente acontecimientos diversos y lejanos pero de una vigencia pasmosa. La vieja contradicción de civilización o barbarie no había permitido despejar el asunto principal, el de los países latinoamericanos forzados de una manera o de otra, a producir productos primarios con bajo valor agregado, asistir impávidos a la creación de mercados regionales funcionales a terceros, dependientes financiera y productivamente del mercado global.
Como antes, los patriotas reformularon las políticas nacionales según la premisa de soberanía con justicia social. Renegociaron deudas sin claudicar ante los poderosos, y soñaron que la Memoria, la Verdad y la Justicia forman parte del ideario de los pueblos libres. 
Como antes lo hicieron los Solano López, Artigas, Rosas, Bolívar y San Martín entre cientos de hombres y mujeres que murieron defendiendo nuestra américa mestiza.

El grupo cayó en cuenta del flanco débil. Ninguna mujer integraba el proyecto motivador del viaje por donde fuera la Guerra Grande. Al cruzar la frontera con Mato Grosso do Sul los cuatro hombres fueron vistos por última vez, dicen que deambularon sin ton ni son, hasta que cayeron víctimas del ensueño libidinoso que los trópicos provocan.
                                                                                                J.J. Ferrite, Agosto de 2018.

Comentarios

Entradas populares