Futurología Nietzscheana vs. Futurología Marxista por Raphael Machado, para Nova Resistencia


Un punto de tensión entre Nietzsche y algunos marxistas es -entre otros- la creencia de Nietzsche de que toda civilización siempre dependerá de la existencia de una clase ociosa y de una clase trabajadora, y que la primera es fundamental a la civilización aunque, para que exista , es necesario que la segunda también exista. En otras palabras, la tesis de que nunca será posible transformar la totalidad de la sociedad en una totalidad de personas dedicadas al disfrute del ocio.
Por el contrario, es un punto importante de algunas futurologías marxistas la noción de que el desarrollo acabado de las fuerzas productivas llevará a la posibilidad general de ocio. El trabajo no será necesario, y no siendo necesario, solo habrá trabajo por placer y, por lo tanto, no será propiamente trabajo. Y afirman que eso será verdad para todos, que será una situación universal.
Un problema de tal futurología, sin embargo, más allá de la fe indebida en el Progreso y en la Tecnología, es que no tiene en cuenta las desigualdades naturales del ser humano, una de las cuales es la vocación personal.
Si es verdad que el hombre no nació para trabajar 12 horas al día (y pasar además 2-3 horas al día yendo y volviendo del trabajo), también es verdad que la especie humana como un todo no nació para el ocio creativo/productivo. Es verdad que hay demanda de tiempo de ocio (de ocio verdadero, que es algo totalmente diferente de las "horas de ocio" como algo ya completamente regimentado por el capitalismo como "horas de consumo"), pero una vida de ocio, exclusivamente de ocio, es algo inconcebible.
Es ciertamente cierto que el hombre podría trabajar menos de lo que trabaja, sea con menos horas de trabajo por día y/o más tiempo de vacaciones o días de fiesta a lo largo del año. Pero la noción de que podríamos tener un planeta de filósofos es una utopía, un delirio.
En otras palabras, en alguna medida, la "división del trabajo" es algo que siempre existirá mientras exista civilización. Y si es necesario rechazar valoraciones comparativas entre los diversos tipos de vocaciones cumplidas en una sociedad, es innegablement necesario entender que la figura del "ocioso" posee una función social orgánica semejante a la de la cabeza para el cuerpo humano.
El propio Marx, ciertamente, entiende que una de las virtudes del comunismo sería la de posibilitar el afloramiento y el desarrollo de las aptitudes naturales de cada uno. En ese sentido, Marx se revela como un idealista platónico y no solo como un materialista. Se debe reconocer, sin embargo, que en ese afloramiento de las aptitudes naturales del hombre post-capitalista, lejos de una utopía semejante a dibujos del Paraíso de los folletos de los Testigos de Jehová o de episodios de Jornada en las Estrellas, como algunos marxistas venden, lo que habrá será una gran masa que, o recibirá una rígida ordenación social con la debida asignación de cada uno al trabajo de su vocación (con las necesarias jerarquizaciones sociales y todas las consecuencias correspondientes), o bien el caos generalizado de suicidios, criminalidad y contrarrevoluciones.
En ese sentido, la crítica marxista no entendió que Nietzsche, al referirse a la necesidad de la división trabajador/ocioso nunca habló de ninguna necesidad material que pudiera ser superada por el desarrollo de las fuerzas productivas, ni de cualquier "construcción social" que pudiera ser superada por toneladas de ingeniería social. Él estaba tratando con cuestiones que involucran la propia naturaleza humana, una naturaleza humana variable conforme a la Persona.
Así, en la práctica, hay más similitudes entre Platón, Marx y Nietzsche de lo que la mayoría de los seguidores de cualquiera de los tres aceptaría concebir. Pero las diferencias son significativas e importantes, y deben ser reconocidas y señaladas. La crítica marxista falla por su superficialidad frente a un problema común entre los materialistas.

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