TRESFILOS TABAREZ / De como Tresfilos y Cardozo se asocian en ignoto pero expectante emprendimiento / Por Josè Luis Facello

CINCO
Compré “El País” en el quiosco de 18 y Arenal Grande para después caminar un par de cuadras hasta el café y bar “Nuevo Bristol”. Como tantos, un negocio para comer los mediodía al paso y no mucho más. Los lugares tradicionales para tomar un whisky a la madrugada o un buen café a cualquier hora fueron prácticamente arrumbados a los barrios de la periferia montevideana. La noción de estar en un lugar tranquilo que invitaba a dejar pasar el tiempo recordando los buenos momentos, disfrutando los aromas del café o de la pizza en la boca del horno a leña, había dado paso al infame local iluminado a full frente a los pasillos congestionados de mirones paseantes en los shopping center. 
El viejo Bristol reformado lucía paredes sin revoques con los ladrillos a la vista y de las vigas de hierro, desnudas de mampostería, asomaban en relieve inscripciones del fabricante, Boulton & Watt, de lugares como Birmingham o números para inspiración de los jugadores de quiniela, 129 o 4.1 o 1775.
Nos habíamos conocido con Cardozo por cuestiones de trabajo un mes antes de la inauguración del nuevo aeropuerto de Carrasco. Desde su reciente regreso a Montevideo no nos habíamos visto hasta el día de hoy. Por teléfono me habló algo de una feria de informática en Berlín pero no más.
_ Buenos días Fraga, saludé al mozo a quién conocía desde hacía tiempo.
_ ¿Lo de siempre licenciado?
_ Sí, el cortado en vaso por favor.
_ Enseguida. ¡Cortado en vaso para la mesa 3! voceó el mozo. En realidad todo estaba informatizado y bastaba que Fraga seleccionara el pedido para la mesa en cuestión, para que en segundos la máquina imprimiese el ticket. Pero el criterio de los dueños era mantener algunas cuestiones de forma, los pedidos de los mozos a viva voz como revival de otros tiempos, como un rebusque de marketing.
En el aeropuerto la empresa ganadora de la licitación lo designó a Cardozo al frente de la supervisión, cuando fueron instaladas las cámaras de vigilancia.  Allí nos conocimos cuando I.P. nos encomendó el objetivo de averiguación de antecedentes, tanto del personal permanente como el transitorio visto el aumento del fárrago aeroportuario. Nuestro trabajo básicamente era verificar la autenticidad de la documentación personal e indagar en el perfil del sujeto a partir del ingreso a su Facebook, del resto se encargaba RRHH de cada empresa.
El concepto impuesto a partir de los atentados a las torres neoyorquinas era vigilancia en tiempo real más inteligencia paralela a los organismos de seguridad preexistentes. Para ello disponíamos de un pequeño y aislado bunker en el primer piso que compartíamos, tabique por medio, con el panel de control monitoreado por Cardozo y su gente.
Los técnicos habían avanzado otro paso en el control de la operatoria aéreo espacial, ésta vez, bajo el estigma del bacilo del ántrax…  
_ Buen día Tresfilos, dijo mi amigo mientras a la distancia saludaba al mozo que conversaba con el cajero.
_ Bienvenido a casa, respondí saliendo de mis cavilaciones.
_ Buen día, dijo el mozo ¿cómo le va Cardozo después de la gira por el viejo mundo?
_ Me va bien Fraga y después de un café doble seguro que mucho mejor.
_ ¿Positiva la imprevista excursión europea?
_ Bien y sin secretos. Me pidieron que visitara la sede de la empresa en Madrid y posteriormente, sin yo saber nada, surgió la propuesta de visitar la IFA Global Markets que se presentó en Berlín. Son oportunidades que no se pueden desperdiciar, Tresfilos tengo cincuenta y dos años y la vida se me escapa de las manos.
Es un paso más sofisticado a la base tecnológica de siempre, pero el interés de la empresa radicaba en la mirada de un técnico uruguayo relacionado con ellos.
Los tipos testean todas las posibilidades… incluyendo la subjetividad.
_ Interesante, contesté por cortesía a Cardozo más que por atraerme el tema.
_ ¿Y a vos cómo te fue en el este?
No supe si responder con la sinceridad de los amigos o decir lo políticamente correcto.
_ Encontré lo que buscaba, caminar por la rambla desierta constituye siempre una poderosa droga con efectos sedantes, al límite de perder la noción del tiempo. ¿Cuántos días permanecí en Piriapolis? es algo que ignoro tanto como las veces que fui al mercadito a reponer mi botella de whisky vacía.
Podía haber comentado que en realidad el microclima en I.P. después de cuatro años de servicio ininterrumpido me había enfermado, hasta llegar a confundir los objetivos y los medios con la realidad misma, pero el efecto ilusorio duró hasta producirse el episodio que me tuvo por protagonista aquella fatídica noche.
_ Bueno, por teléfono hablaste de un negocio en ciernes ¿de qué se trata?, dijo Tavares sin más preámbulo.
El otro aprisionó con delicadeza  un cigarrillo entre los labios, sin encender, porque ello lo convertiría en pocos menos que un criminal considerando a una sociedad que se debatía entre las prohibiciones y el dogmatismo sanitario, pero que más tarde o temprano dejaba al descubierto el interés particular de alguna empresa, como el aprovechamiento de la credulidad del común de la gente.
Pero, Cardozo debía reconocer que algo de eso tenía su propuesta y entonces se demoró buscando las palabras adecuadas, considerando el enrarecido estado emocional de Tresfilos.
El tipo, su amigo, hacía un mes divagaba frente a la inmensidad del mar y a ratos, recuperando o extraviando recuerdos preciosos y otros francamente olvidables entre los vapores del whisky. Se lo había confesado por teléfono como si la no presencia suya y la lejanía permitiese decir sin tapujos cosas que de otra manera era imposible, como confesar el desamor de la exmujer; referirse al submundo de la para-inteligencia o la sumisión a códigos internos de parte del Ministerio, impuestos sin un gramo de ética.
Tresfilos estaba en conflicto con el mundo.
_ Te cuento de un negocio como yo lo veo y de vos espero una opinión franca como te caracteriza, dijo con un dejo adulador.
Relamió por enésima vez el cigarrillo entre los labios y allanó el camino a lo que tenía para decir.
_ Tavares, nombrar a su amigo por el apellido preservaba tanto el respeto como el supuesto de la confidencialidad profesional, huelga decirte a vos, un tipo experimentado, que cualquier negocio requiere de un capital inicial por mínimo que sea, por caso las ignotas empresas que durante décadas amasaron fortunas, como las aseguradoras previsionales o las agencias de seguridad privada.
Estamos de acuerdo que la plata la pone otro, el gobierno o un prestamista, salvo excepciones…
Tavares reacomodó en el asiento su corpachón de peso pesado, más de doscientas libras, cien kilos para ser exacto, y llamó al mozo.
_ ¿Lo mismo?
_ Sí, respondió Cardozo. Tavares aprobó con un gesto.
_ ¡Sale un café doble y un cortado en vaso para la mesa tres!
El pedido de Fraga al botija del mostrador retumbó en el local desierto.
_ Mi situación es esta, dijo  Cardozo confesando a grandes trazos la perspectiva de sus quehaceres. Trabajar instalando cámaras de video para la empresa ya no me resulta interesante porque el horizonte económico es bajo y salvo obras excepcionales como fue la del aeropuerto, las comisiones son apenas módicas.
Después hubo un lapso donde mi amigo divagó sobre el hartazgo que le producía el creciente caos al transitar por las calles montevideanas.
Cardozo posó el cigarrillo en el platillo dispuesto a beber el café.
_ La propuesta de asociarnos, cincuenta y cincuenta, es sumarle a tu trabajo de detective el monitoreo a distancia de un sistema basado en la instalación de cámaras, de alarmas y un protocolo, en los papeles, de respuesta inmediata. Todo legal.
Dicho esto esperó la reacción de su amigo.
_ Un verso conocido… dije con un dejo de indiferencia porque lo de Cardozo sonaba a lugar común.
_ Un verso conocido para pocos… la mayoría de la gente se traga el cuento de la seguridad. En Berlín encontré un montón de chiches nuevos que repotencian la mágica sensación de sentirse a buen resguardo. A buen precio, de contado de entiende, en euros o en dólares estadounidenses y entrega en cuestión de días.
En esto mi amigo estaba en lo cierto, así que aguardé para interiorizarme de las claves por ahora ocultas del negocio.
El otro puso entre los labios el cigarrillo, dispuesto a redondear la idea del servicio y del que Tavares sería un socio no sólo calificado sino de máxima confianza. La amistad de ellos era garantía suficiente para un acuerdo inviolable aunque fuese de palabra, no por emular viejos códigos de antaño que no requerían de papeleo sino porque parte del asunto exigía moverse en secreto.
_ Empecemos por el principio, dijo Cardozo refiriéndose a la idea en cuestión, cada uno sigue en lo suyo hasta que podamos sopesar los beneficios de la cosa. ¿En eso estamos de acuerdo?
Interpretó el silencio de Tavares como un sí.
_ OK, continúo.
Por un instante su mirada se perdió entre los peatones que a esa hora de la mañana poblaban las veredas en número creciente, quizá tomándose un tiempo fugaz para despejar la sombra de duda que pesaba sobre él, a partir de ser denigrado y vilmente acusado de loco, una mentira típica divulgada por algún desgraciado de I.P.
Muy de los espías…
_ Tengo algunos clientes importantes con la disposición de cuentas bancarias abultadas, sumas invalorables en cajas secretas y una forma de vida licenciosa. Y sobre esto último creo que está el potencial y fortaleza del negocio. Falta concretarlo…
_ Cardozo, larga el rollo de una buena vez, dijo Tavares que a esta altura empezaba a dar señales de hastío.
_ El corazón del asunto y te la hago corta, es que los registros  del sistema de alarmas y video guardados en una base de datos, abre la posibilidad de descubrir las debilidades de nuestros clientes. Son la clase de nuevos ricos, tan pobres que lo único que tienen es hacer alarde de su fortuna.
_ ¿Es acaso la ostentación un pecado?
_ Lo ignoro, respondió el técnico, pero sacarles algo sería un acto de justicia…
_ Dejate de embromar… ¿a quién le importa la justicia?
_ Esa gente paga bien con tal de evitar algunos tipos de escándalos, porque de otros escándalos abrillantan la autoestima y el culto a la personalidad.
_ ¿De qué estás hablando?
_ Pensalo con tranquilidad y si querés seguimos conversando otro día.
_ ¿La idea es entonces el chantaje?
_ Nada diferente a los recaudadores de impuestos… dijo oscuramente.
_ Cardozo, eso es legal y lo otro es un delito.
_ Es el riesgo, pero si no hay pruebas no hay delito.
¿O me equivoco?, se lo pregunto al ex agente de inteligencia, dijo al despedirse.
Después de todo, más allá de las justificaciones éticas que me acuciaban de modo espasmódico, la propuesta de Cardozo se ajustaba con los parámetros de la sociedad moderna. A esto habíamos llegado…
No tenía apuro y pedí un whisky dejándome llevar sin otra pretensión que disfrutar el momento.
Miré al pasar los títulos de “El País” que hacían el recorrido a diario de los lugares comunes: AMODIO AUTORIZADO A VIAJAR A ESPAÑA. ALERTA NARANJA POR INUNDACIONES. SALE SENDIC EL JOVEN ENTRA TOPOLANSKY DE VICEPRESIDENTA.
Y la noticia de un duelo criollo en un ignoto boliche de pueblo.
Fue inevitable la tentación de contraponer en el tiempo las manifestaciones de la violencia. Amodio removiendo con su sola presencia un capítulo negro de la historia reciente cuando hicieron irrupción la guerrilla urbana y el terrorismo de Estado. Un asunto prácticamente olvidado para la mayoría de los orientales. En esos años cuentan los más viejos, los policías muertos en servicio eran calificados como víctimas del comunismo internacional; hoy en el mejor de los casos, la muerte de un policía en servicio es noticia por uno o dos días… como una víctima más de la delincuencia.
Y la noticia de un duelo a cuchillo.
Si se quiere para los tiempos que corren, un evento violento que exuda humanidad en el choque franco de dos individuos, que llevan al límite sus diferencias, echando mano al puñal como al honor, valor en desuso como las monedas de oro o de plata del Potosí, diría mi abuelo Anacleto.

SEIS
La pequeña oficina estaba arrumbada al fondo de un pasillo del segundo piso. Oscura como el interior del edificio construido hacía muchas décadas, según consta en la fachada imitación piedra: “Puppo & Masello” - MCMLV  
Una puerta daba a la parte de atrás, una pieza con una cama y una ventana al vacío por donde se colaba una luz sucia, una kichinet agregada posteriormente en un rincón. Y por la otra puerta, el acceso al diminuto baño donde cada mañana le arrancaba a Tresfilos una puteada. El edificio de tres pisos lindaba con la playa de estacionamiento de un supermercado sobre la calle Florida, y las grúas pórtico que desde los muelles cercanos se elevaban amenazantes, articulando sin decir palabra el mensaje globalizador.
Tavares se dispuso a reorganizar la oficina en función a lo conversado con Cardozo, salvo la parte de atrás admitido como su coto privado y por lo tanto, no admitía intromisiones de ninguna naturaleza.
La sociedad con Cardozo estaba acotada al uso de la oficina y el baño.
       Se desprendería de los archivadores metálicos, después de un momento de duda aceptó cambiar las lamparitas clásicas por las de leds así como comprar un artefacto de luz de emergencia y dos ceniceros de pie, cromados, para imponer una falsa aura de modernidad. El aspecto tecnológico lo representaba un plasma de cuarenta pulgadas conectado a una PC, al fax y la impresora pero por sobre todo al pequeño monitor que registraba las imágenes que proveían las cámaras de video, dispuestas en el hall de entrada del edificio y el pasillo del segundo piso.
El objeto no es otro que impresionar al cliente, había argumentado Cardozo, que a lo moderno sumó un diploma enmarcado que certificaba su presencia en la exposición de Berlín y una fotografía con Hannah, su mujer, tomada en el aeropuerto de Barcelona.
_ La escenografía es la adecuada, dijo tratando de mellar mi reticencia, pensá que la mayoría de la gente se mueve por un mundo imaginario donde la tecnología simboliza el pertenecer a una modernidad ficcional.
Lo miré con desdén y él, ignorándome como acostumbran la mayoría de los técnicos, hizo algunas consideraciones más como si fueran imprescindibles a los fines del negocio, como preguntarse, ¿qué es ingresar a la modernidad? cuando para la mayoría de los consumidores todo se reduce a tener un teléfono celular de última generación en el bolsillo. Salvo por los chiches electrónicos y las tarjetas plásticas, dijo con escepticismo, la modernidad es un puto espejismo...
Observé en la pantalla a Cardozo alejándose de la oficina y al llegar a la puerta de entrada hacer la pantomima de lustrar con el pañuelo la flamante placa de bronce:
< Tavares-Cardozo SEGURIDAD GLOBAL >

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