Relato originario /Taiñ Füchakecheyem

“Fue alrededor del año 1881, cuando mi padre Namuncura, que vivió aquí, en Puelmapu, convocó a una importante reunión, junto con otros tres caciques de nuestro pueblo que se llamaban: Ancatrur, Foyel y Saihueque. Cuando terminaron de discutir los asuntos principales, los cuatro decidieron enviar un emisario a Gulumapu, con la misión de entregarle al gran cacique Neculman un quipu anudado y el mensaje siguiente:
“Mis cuatro grandes ulmenes de la región de los Pehuenche me envían aquí con las siguientes instrucciones: irás a ver a los nobles de nuestro pueblo que están en el país vecino e informaras al grande y famoso guerrero Neculman, lo que con esto decimos: Estamos en litigio con los perros huincas, tanto nosotros como nuestros hermanos de Gulumapu. Ya es hora de que haya guerra. Deben morir. Queremos matar a los malvados y es necesario que ninguno se salve. Para ello, debemos ponernos de acuerdo con nuestros hermanos de Gulumapu: y como odiamos con igual fuerza, desenterraremos el mismo día el Toqui y destruiremos con él a los huincas. ¡Seremos fuertes! Desatad todos los días un nudo y, llegado el último, reuniremos aquí y allá a nuestras huestes y daremos comienzo al waichan. Únanse nuestros hermanos a nosotros”.
El gran caudillo reunió inmediatamente a sus caciques, grandes y pequeños, los puso al tanto de lo oído, lo cual consideraron una idea feliz, y se declararon dispuestos a comenzar la guerra hasta el exterminio contra los blancos verdugos sin corazón, a atacar y destruir sus ciudades, sus dominios y bienes robados, Neculman tomó el quipu anudado, uno análogo al cual se había hecho hacer y juró con sus caciques desatar a diario un nudo, para iniciar el último día, de acuerdo con lo convenido, el waichan.
Dando con esto su consentimiento, él, como los otros, le tendió al emisario su mano derecha: y éste se fue, para dirigirse nuevamente a Puelmapu.
De inmediato, el quipu fue copiado y distribuido a todos los caudillos indígenas de Gulumapu, y también a todos los caciques subalternos. Pronto le declararon la guerra al blanco en Gulumapu, aunque muy secretamente.
¡Se estaba preparando el más grande de los waichan que se conozca! Se destacaba especialmente Colihuinca, el cacique más importante de Quillén; y sólo dos renombrados jefes se negaron a intervenir en la lucha, porque se habían criado en los pañales blancos. Por eso les juraron también, a ambos lados de la cordillera, la más cruel de las muertes.
Llegado el día señalado por el último nudo del quipus, comenzaron las concentraciones de miles y miles de guerreros. Pero, aunque todo debía quedar en el más profundo secreto, varios huincas, que se decían amigos de los Mapuche, se enteraron y procuraron disuadirlos de incorporarse a las filas rebeldes. Aún recuerdo muy bien sus nombres: Morales, Jaramillo, Lagos y Alfonso. Y con ellos, estaba también un Mapuche llamado Trintray, que había usado pañales de blancos".
(fuente: “Cuentan los araucanos” de Bertha Koessler-Ilg)

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