Tresfilos Tavares : De como Candy no deja de sorprender a Tresfilos / José Luis Facello


VEINTISEIS
Siempre tuve una idea fija con los viernes,  cualquier viernes, pensaba Tavares respirando el aire frío que le calaba el pecho ese viernes de trote costero, mirando un Panamax vomitando contenedores sobre el muelle, y en la bahía, la flota coreana meciendo los mástiles al impulso del viento.
La temporada de la pesca del calamar en los mares del sur se avecinaba y sobre la cubierta de los barcos poteros se podía observar la actividad afiebrada de los hombres de mar.
La pesca de altura, una actividad que sólo encaraban los hombres de coraje o los desahuciados. Los primeros porque poseen la virtud de no medir en riesgos, de no dejarse doblegar por el sueño ni seducir por el silbido engañoso del mar, menos trabajar borrachos desoyendo las órdenes del contramaestre. Los segundos acometen la empresa de embarcarse como si fuese la última, por eso no falta en su bolsa marinera la fotografía de una mujer ni la biblia, el frasco con sicofármacos y como amuleto, una antigua navaja que se hereda según la costumbre, por la invalidez o muerte del dueño.
Pero, ambas clases de hombres no dudaban poner el cuerpo al momento de iniciar la faena, porque en ello les iba la sobrevivencia, la ganancia por el trabajo a destajo y el pronto regreso a tierra firme o al menor rigor del buque nodriza. Y con ello realizar el sueño de todo pescador, a su turno ser relevado por otro pescador.
En las sucias whiskerías marineras aledañas a los puertos, los viejos tejen como  redes historias en alta mar. Cuentan que algunos desgraciados, siendo apenas niños se iniciaron como grumetes y desde entonces, ni la empresa ni el capitán registraron jamás el  desembarco... De otros pescadores no se tuvieron más noticias de ellos, ni de los barcos que tripulaban, y hubieran sido dados por desaparecidos sino fuesen redivivos por la memoria de los suyos.
Pocos son los marinos que dan cuenta, que en algunos tugurios como “La taberna del irlandés” o en “La rata y el canario”, entre otros que sobrevivieron a la piqueta del progreso, se produce en plenilunio un fenómeno sobrenatural. Aseveran haber escuchado de la existencia de portales que conducen al infierno, disimuladas puertas que en esas noches de luna llena se abren a pasadizos oscuros y traicioneros túneles sin salida, o a espacios enrejados por inhallables herreros, cuarteles innombrables… un cuarto del todo, donde sólo se escuchan los bramidos del mar, fatídico como las blasfemias del condenado a las galeras.
Los pocos marineros que regresaron perdieron el don del habla y se guarecen como pichicomes entre las rocas costeras, con el horror en la mirada perdida en el horizonte.

Tavares respiró hondo pensando que el viernes era la última frontera entre el trabajo humanizado y el trabajo abusivo. La disolución de los viernes frente a los avatares de la modernización dejaba a su suerte y pura intuición a cada trabajador, y él Tresfilos Tavares, estaba absolutamente convencido que sin la imaginaria línea fronteriza de cada viernes, la disolución de las costumbres y la vida misma serían insoportables.
¿Cómo hallar en el perdurar infinito de las horas el tiempo para los amantes?
¿Cuál sino la noche del viernes para aguardar la llegada del amanecer?
¿Qué pretexto encontrar para beber cervezas con los amigos sin el ocio compartido?
Tavares saludó al pasar a Raúl el vigilador y con el humor restablecido y la categoría de peso pesado intacta, subió la escalera de dos en dos escalones.
Candy, la muchacha campesina, lo sorprendió con el aroma del café recién colado.
Ella lucía la plenitud de la juventud a cada movimiento, grácil, tan cadencioso como eléctrico al emular los pasos en el escenario de Karim´s, la seducción con andar de pantera y el erotismo que la desnudez provoca, traslucido bajo las finas capas de maquillaje fluorescente.
_ Es el estado y condición imprescindible de una bailarina profesional, dijo la muchacha, y por causa de ello me siento tan mal últimamente.
Tavares creyó no comprender y reconstruyó la escena ni bien entrar a la oficina. Ella estaba sencillamente deslumbrante, sin falsos aditamentos, descalza y luciendo una camiseta de la selección guaraní por todo vestido, suficiente para dejar en evidencia la magia de una mujer bellísima.
_ Te ves hermosa Candy, atinó tontamente al observar lo evidente.
_ Tresfilos, una cosa es tu mirada de enamorado y otra la de los clientes del Karim´s.
_ ¿Y cuál es el problema? dijo él viéndola como una obra perfecta de la naturaleza.
_ Ningún problema, pero tengo que invertir dos mil dólares en un implante de mamas.
Tavares fue por dos tazas y la jarra de café.
Tavares encendió dos cigarrillos y convidó.
Tavares creyó entender mal, pero no.
_ Amor, ¿se puede saber de qué estás hablando?
_ No imagino cuanto es la vida útil de un detective, dijo ella de modo impensado.
Ella arrepentida se mordió el labio pero ya era tarde. Lo besó dulcemente.
Tavares sintió en la boca el amargor del café sin azúcar, y su mente obnubilada por la vertiginosa y sucia escena del “gallego” García y de Pedemonte desplomándose en el barrial. Interponiéndose, por esas cosas del destino, a su propia muerte.
_ Pero sí sé de la profesión de bailarina de cabaret, dijo ella expresando una demanda importante, porque en su vida poner el cuerpo era tanto o más que una consigna de género.
Tavares necesitaba aire en los pulmones como un peso pesado al promediar el octavo round. Atinó inútilmente a mirar el reloj de pared, como en los viejos tiempos de sparring en el gimnasio de don Carlos.
_ En lo mío, dijo ella de modo concluyente, a los treinta estás liquidada.
¿Comprendes? Tengo veintidós y por delante ocho años de trabajo. Por eso ro jayhü, es el momento de hacerme las tetas.
Entre bailarinas es difícil delimitar lo natural de lo artificial y el don innato al nacer desde que se amalgama la música con las técnicas del baile, abriendo posibilidades tan maravillosas como insospechadas. Mi compañera en el escenario es una artista madura y luchadora, pero no sería raro que la encuentres trabajando de mozo en algunos bares y confiterías del centro. Una excelente compañera, con dos o tres trabajos porque el dinero no alcanza. Alicia es travesti y fiel como pocas.
Un viernes complicado, pero sobreviviendo con el imaginario de los viejos tiempos,  ocio, trabajo y gozo. No necesariamente en ese orden, pero que en sí mismo encierra el sueño de los trabajadores libres, tanto como la dosis preeminente de uno y otro que nos permitirá acceder a las llaves del paraíso terrenal. Excluir uno, lleva más temprano o tarde al misticismo y la autocompasión. Excederse en otro, como la aflicción al trabajo, puede llamar a la enfermedad o la muerte prematura.
Candy y Tavares caminaron por la rambla hasta que el dios sol decidió lo contrario y a tanto calor, optaron por buscar refugio en un bodegón fresco y oscuro de la Aguada.
El banquete humilde pero generoso, servido con vino en damajuana de Las Piedras, el queso de los tambos maragatos y la longaniza tipo calabresa, dieron satisfacción al hedonismo de los rioplatenses, mestizo como nuestra américa e incómodo a los postres y las conversaciones de sobremesa.
Después ella se despidió y subió a un taxi.
A Tavares no se le hubiese ocurrido como un asunto vital, la asociación del gozo, el trabajo y el ocio, pero fue esa noche de viernes tomando cervezas con pescadilla frita, cuando Raúl trajo a cuento la defensa a raja tabla de las costumbres criollas. Eso había dicho mientras sacaba una espina de su posta, en tanto las novedades bajasen de internet y de los contenedores con la impronta de la imposición.
A la cuarta o quinta botella bebida, Raúl verseó sobre la imposición como una de las tantas mentiras que esconden una carga o un impuesto, la civilización o la barbarie según se mire, la vetusta grieta que conlleva un trato entre dominador y dominado no como una anomalía sino como parte constitutiva de la injusticia neocolonial. 
Cerca de la madrugada ladraron los perros callejeros cuando un automóvil se detuvo frente al edificio. Tavares pensó lo peor cuando empuñó la Bersa Thunder .380 y le indicó a Raúl a que se mantuviese al reparo de la garita a oscuras. El automóvil se marchó de improviso dejando en la vereda a una mujer y la sorpresa del detective fue mayúscula al descubrir que se trataba de Candy.
_ ¿Pasó algo? preguntó él considerando la peligrosidad de algunos clientes. Estuvieron juntos hasta después de almorzar cuando ella subió al taxi y se despidió camino a Karim´s. Le pareció muy extraño verla de vuelta a esa hora del nuevo día.
_ No pasó nada, pero ustedes ¿no me van a convidar con una cerveza?
Raúl salió de su escondite y fue por más cervezas, era lo bueno de los muchachos de logística, siempre dejaban algo en la garita para pasar la noche.
Bebieron una cerveza en buenos términos, distendidos mientras esperaban las primeras luces del alba. Gracias a las infidencias de Tavares, en otros momentos distendidos como ese, Candy sabía quién era el vigilador y Raúl quién era la amiga del detective. En definitiva un círculo confiable y por eso ella habló lo que tenía guardado.
_ Tengo algo para decirte… aunque no sé.
_ Habla tranquila, Raúl es un amigo…
_ Un brindis por los amigos, dijo el vigilador.
_ Reconocí a la mujer de la televisión.
_ …
_ …
_ Candy ¿de qué estás hablando?
_ De la secretaria fallecida…
Tavares encendió un cigarrillo y convidó a los otros dos.
Pero ¿de dónde conocías a Candela Maizani? para dar fe que era ella.
_ Era ocasional cliente de Karim´s, tomaba unos tragos, veía el show y se marchaba.
_ Quién lo diría… ¿sola o acompañada? El detective hizo la pregunta de manual.
_ Siempre en compañía de un hombre que manejaba un lujoso Maserati.
_ Pedro Prado Perdriel… aventuró el detective.
Tavares pareció despertar después de un viernes agitado.
_ ¿Un hombre joven y bien trazado? preguntó ella por su parte.
_ ¿Qué cosa dijiste?
_ Que lucía como un hombre apuesto y demasiado joven para ella.
_ ¿Estás segura que el automóvil era un Maserati, gris metalizado?
_ Segurísima.
VEINTISIETE
_ Me cae bien detective… estoy cansado de estar rodeado de inútiles, es una raza prolífica y entrometida, mucho más de lo que usted pueda imaginarse.
No lo digo por el desempeño de Candela, ella era excepcional en todo.
El imponente hombre llamó por el intercomunicador pidiendo café para dos.
Nosotros no constituimos un club pero tenemos muchas cosas en común, por sobre todo, mercados e intereses en juego. Adaptarse a los vaivenes de la política internacional, como usted comprenderá, es cosa de vida o muerte en los negocios de hoy día. Y fueron pocos los que imaginaron una debacle global como la de 2008, digo como para readaptarse con los reflejos suficientes y anticipar  los cambios que sobrevendrían. Ese es el asunto principal, adaptarse y readaptarse a los acontecimientos a como dé lugar.
Por caso, rememoraba mi abuelo materno los domingos lluviosos, que es bueno no olvidar la destrucción de Amberes en el siglo dieciséis y cómo los belgas prófugos a poco de emigrar, fundaron en Gran Bretaña la industria del algodón.
Adaptarse más allá de los escenarios… eso lo digo yo, su nieto.
La referencia a los principales como una entidad invisible y todopoderosa es un invento de la competencia, de los comunistas; yo mismo firmo de puño y letra algunos editoriales del diario, todos saben lo que pienso, todos me conocen.
Pero a muchos les resulta incomprensible y menos inaceptable, que nuestros aciertos la mayoría de las veces coronados por el éxito, provengan de la pujanza de familias de raza, contemporáneas a don Javier de Viana.
Está usted al tanto, que somos personas reservadas con bajo perfil público y por eso nuestras reuniones son secretas, máxime en atención al nivel de porosidad en materia de inseguridad ciudadana. Usted me entiende…
Tavares supuso qué se refería a los nuevos formatos del terrorismo, como en su oportunidad fueron analizados en el cónclave de Sudáfrica. Pero sintió una susurrante  intranquilidad en su cabeza, remanente de las amenazas plantadas en la oficina de T&C.
Desde siempre, digo desde los tiempos de don Fructuoso Rivera y don Bartolomé Mitre,  los nuestros llamaban a cabildo para tratar asuntos de carácter estratégico que implica domeñar a una región de llanuras inconmensurables, surcadas, como usted sabe, por portentosos ríos.
Y poblada de aventureros de toda laya, los jacobinos artiguistas, el proteccionismo de los rosistas y el aislacionismo de los paraguayos hasta la llegada de los nuestros…
Pero en tiempos modernos, a diferencia de aquellos prohombres y mujeres abnegadas de estirpe anticipatoria, las fronteras nacionales pasan a ser un aspecto secundario respecto al financiamiento y concepto del comercio regional y global. La globalización ha arrasado con la noción de soberanía y desde el punto de vista de los negocios las fronteras adquirieron la movilidad que subestimaban nuestros ancestros, menos los brasileños, se entiende.
Cualquier televidente percibe que el dinero fluye sin control como las hordas de inmigrantes que asolan a los países desarrollados pujando por una tarjeta de residencia.
¿Desde cuándo ser rico es un crimen? explíquemelo usted que trata a diario con jueces y comisarios.
El flujo creciente de productos importados trae consigo satisfacción individual más que progreso humano, pero para calmar a los descreídos, baste decir que el desequilibrio de la balanza comercial, más tarde o temprano encuentra nuevos equilibrios.
Nada de qué preocuparse, afortunadamente, dicho off the record, no somos como los argentinos.
Créame usted, si la bonhomía y la picardía hacen a nuestra idiosincrasia, la política criolla está sujeta al doble sentido, a la futilidad en las sentencias y abuso de la metáfora en boca de los políticos. Le confieso con orgullo, que los medios de comunicación como nuestras empresas, hacen al arte insoslayable de la gobernabilidad en esta parte de las indias occidentales…
Pero vamos al punto de su pregunta ¿Quién era Candela?
El hombre encendió una pipa de raíz de brezo y extendió la mirada por el mar anodinamente gris a modo de escapar a la maldición del piso trece.
En uno de los intersticios de aquellas reuniones de los principales, con agenda de primerísima importancia, el magnate de Medios & Medios había conocido a una muchacha deslumbrante, que aún bajo el efecto de las drogas y el alcohol mantenía la postura de una joven dama indigna, que no era otra, que la imagen natural y cotidiana desde sus años de estudiante universitaria.
En aquella oportunidad,  dijo un distendido Perdriel, el conclave de nuestro club se había realizado en la casona de Finisterre, un lugar enclavado en una isla del delta del Paraná y desconocido por la mayoría de los argentinos. Como usted comprenderá, solemos cambiar los lugares de reunión por razones de seguridad, como también, para acompañar el momento político del país anfitrión. Una forma fácil de despertar expectativas. Aunque no lo va a encontrar en los documentos reservados ni publicado en medio alguno, el secretismo fortalece la autoestima de los políticos que nos consultan y demandan nuestros favores de campaña electoral.
Podría afirmarle que es la política y la economía en estado latente, en carrera al futuro, imprescindible con las aspiraciones de los candidatos a presidente del país.
El club a depuesto y puesto presidentes por estos lares, usted me comprende.
Aquella vez, al cónclave se habían sumado visitantes importantes, empresarios procedentes de sus casas matrices en Bélgica, en Finlandia, estaban los franceses y los rusos, y también los filipinos. Los chinos se habían disculpado pero no recuerdo las razones, en línea con el secretismo que profesa el poderoso club de los bancos. En una palabra, representantes de las compañías que operan y tienen intereses en la cuenca del Río de la Plata y los puertos atlánticos.
Un día interminable de análisis y conversaciones descarnadas, estimaciones y proyecciones que rozaban a velocidades increíbles el flujo de las riquezas o la probable evolución de los mercados o el nuevo mapa social como efecto de las migraciones indeseadas. 
A diferencia de griegos y troyanos que guerreaban por una mujer, o los cruzados que poseídos por el fanatismo marchaban a través del desierto, la guerra moderna es el único negocio redondo que involucra a los fabricantes de armas, a los grandes laboratorios medicinales y a los bancos que cobran en petróleo o diamantes las deudas de las guerras…
Es inevitable considerar a las guerras como una forma de asegurar los recursos estratégicos, tanto como marginar la superpoblación de pobres y marcar los territorios en disputa como lo hacen los animales. Disculpe la disgregación.
Al interminable día de trabajo en la isla del Delta, como usted imaginará Tavares, le sucedía la noche acosada por los misterios acompañantes a los grandes ríos.
Aquella noche me enamoré de Candela Maizani, una jovencita disputada por unos y otros al momento de bailar o hacer el penúltimo brindis… Aproximarse a ella implicaba asumir el trato con una mujer aparentemente diáfana y ligera pero hermética si se trataba de indagar en lo cotidiano o en la esfera más íntima.
Como si llevase una doble vida desplegaba el arte de moverse, conversar y reír con opaca transparencia.
No sé si esto responde a su pregunta, porque posiblemente hayan existido episodios que desconozco de su vida… y de su muerte. Lo único que puedo asegurarle es que yo no la mandé matar.
Usted es hombre y alguna mujer especial lo habrá conmovido hasta las fibras más íntimas. Usted puede observar que mi pena es proporcional a un gran amor malogrado, por la locura de un hijo de puta… vaya a saber quién.
Y disculpe si antes de finalizar esta reunión, le digo que el comisario ¿cómo se llama?
¡Ah sí! Panzeri.
Sospecho que ese hombre y su equipo no avanzarán en la investigación, porque detrás de la muerte de Candela, al misterio que rodea su figura interfieren personas poderosas… le diría intocables. Usted mejor que yo puede averiguar de qué se trata… quizá ya lo está haciendo de modo extraoficial.
Tavares no sabía hasta donde el hombre decía la verdad pero lo averiguaría.
Al preguntarle si conocía el club Karim´s lo negó de inmediato, asegurando que sus salidas nocturnas no van más allá de Punta del Este o Buenos Aires.
El hombre que acompañaba a la Maizani en el Karim´s no era Perdriel, y por lo pronto, buscaría al sujeto que descontaba encontrar en el entorno del magnate.
 ¿Quién es el verdadero Saldaña? Un guardaespaldas, un chofer profesional, o un asesino a sueldo. Podía ser parte del entramado del clásico modus operandi de las grandes empresas periodísticas. Lo averiguaría como que se llamaba Tresfilos Tavares.
Tavares quedo a su disposición, llame cuando lo crea conveniente y manténgame al tanto. Por los viáticos no se preocupe, dijo el hombre a modo de despedida.

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