Tresfilos Tavares : Retorno de Andy., trstezas de Raùl / Por Josè Luis Facello

CUARENTA Y CUATRO
El ómnibus estacionó en el andén 8 de la terminal Tres Cruces a las nueve en punto y Andy Vallejos no tardó en descender, con su mochila a cuestas y la alegría en la mirada al descubrir a Tresfilos entre el gentío.
Tavares esperaba fumando un cigarrillo, entre algunas miradas de censura de una mayoría indiferente, como si se tratase de otro comportamiento antisocial en estos tiempos. El hombre pensaba con la resignación del que busca una explicación sin tener en claro la pregunta.
A la campaña por los efectos nocivos del cigarrillo, ¿qué pensarán los sanitaristas de las emanaciones del basurero municipal en medio de la ciudad o de los gases del escape de los motores a explosión?
Tavares volvió en sí.
Contaba los días para el encuentro con la mujer soñada, esperaba a Andy que regresaba a Montevideo después de la prolongada visita a Cruz, su padrino.
Un mensaje perdido en el teléfono había dado cuenta que todo estaba bien en los pagos de Cerro Largo, y eso era todo. Ver de nuevo a la mujer con la que habían pasado tantas vicisitudes juntos, le restablecía el estado de euforia propio de los enamorados distantes por los avatares.
Para ambos, el sentimiento y la felicidad compartida ayudaba a disipar las dudas y temores, desde que fueron sometidos a pesadillas que horadaban el cerebro hora tras hora.
_ ¡Hola amor! pronunció Andy entremedio del ansiado abrazo.
_ ¿Con tiempo para tomar un café?
_ Con tiempo para todo y por muchos días, dijo la mujer con el humor que la distinguía.
_ Entonces vamos afuera, conozco un lugar donde hornean unos pancitos deliciosos.
Caminaron zigzagueando a cada esquina, tres o cuatro cuadras en dirección a la rambla hasta detenerse frente a una casa antigua, de paredes descascaradas y un largo pasillo que conducía a un patio embaldosado. En derredor de una añosa palmera de Canarias invadida por los helechos y el bullicio de los gorriones, se distribuían unas pequeñas mesas. Una pareja mostraba en sus rostros los estragos de la noche.
_ Me dijeron que este es de los últimos lugares donde los fumadores no somos vistos como extraterrestres, dijo con el regocijo de tomar las manos de su amada entre las suyas.
_ Es muy acogedor y no lo conocía… La ciudad también tiene estas cosas, dijo ella.
_ ¿Cómo está don Cruz? preguntó el detective sin segundas intenciones.
_ Está bien y te manda muchos saludos. Ya habrá tiempo para contarte de asuntos… francamente insólitos.
Andy le pidió a la moza café y leche y pancitos calientes con parmesano y orégano.
Tavares quedó pendiente de lo que había dicho la mujer pero se mantuvo en silencio en tanto encendía dos cigarrillos. Un rectángulo perfecto recortaba el cielo azulado y sobrepuesto por la copa de la palmera, no menos perfecta, brindando el marco apacible para el sencillo y calmoso trato humano…
_ Lindo lugar, dijo ella leyéndole los pensamientos.
_ No hay lugares lindos ni feos, los lugares los hace la gente… linda como vos.
_ Tresfilos no conocía tu lado poético. Te amo dijo entremedio de un beso.
_ Y yo a ti, respondió Tavares.
Lo dijo a sabiendas, que en algún momento tendría que encontrar las palabras que construían el verdadero sustento de lo que sentía por las dos mujeres. El amor por ellas y el secreto, sostenían momentáneamente la particular relación, pero todo pendía de un hilo sino lograba explicitar de alguna manera la anómala situación. Sabía que no tenía mucho tiempo para escapar a la humillación sin caer tentado por el engaño y la mentira.
Tampoco soportaría trastocar un sentimiento hasta ahora limpio por los juegos de mentes desorbitadas. Recordó fugazmente la sonrisa profesional de Candela Maizani tanto como imaginar el rictus de la sorpresa a la hora de sospechar su propia muerte.
El tiempo sobrevoló el escondido lugar y una aureola, silenciosa y tibia, los envolvió como para prolongar la intimidad que acompaña el reencuentro de los amantes.

Raúl vio entrar al edificio a Tavares acompañado por la maestra poco antes del mediodía. Lo tomó como señal de que las cosas empezaban a encauzarse con cierta normalidad pero inmediatamente se desdijo. ¿Qué significaba en la vida del ex policía la normalidad?
A las dos del tórrido día, el vigilador observó la llegada del muchacho del ciclomotor con pizzas para el apartamento-oficina de Tavares. Descartó a los otros tres vecinos del edificio porque eran personas ancianas, solitarias, salvo las dos hermanas Akerblom del tres, igualmente mayores. Todas con la común condena que las limitaba a la comida magra y la metódica ingesta de pastillas.
A las ocho, cuando el día fenecía y una tenue brisa rozaba apenas la copa de los árboles, Raúl vio pasar a Tavares y la mujer, con paso apurado y la vestimenta que evidenciaba la predisposición a trotar por la rambla.
Raúl pensó en anotar algunas impresiones sobre los rasgos humanos como la envidia. Y también se planteó si no sería hora de escribir algo, intentar describir el modo de actuar de algunas personas como forma de conocerse a uno mismo.
Durante la caminata, Andy dio cuenta a Tresfilos de la charla con su padrino. Una especie de legado, no sabría decir qué… dijo a modo de introducción.
_ Más que conversación fue un monólogo sincero del padrino, liminal, que requería toda la atención sobre cuestiones para mí inimaginables y un silencio respetuoso por su premeditada confesión. Primero, porque era la primera vez que hablaba de ello y segundo por confiar en mí… y en vos, porque cuando pregunté algo al respecto, me dijo que era un secreto que quedaba entre los tres.
La mujer relató de forma puntillosa, como acostumbran las maestras, cada uno de los episodios descriptos por Cruz, que daban fiel testimonio de una época esperanzada.
Yo conocía vagamente los borrosos comentarios sobre su activismo sindical y la reclusión por más de diez años en Punta Carretas. Pero ignoraba absolutamente lo ocurrido en la estancia de Anchorena. En 1985, por lo que leí fue el año del retorno formal a la democracia, de la bulla en las calles invadida por las muchedumbres, de las elecciones con proscripciones...
Imaginate que podía saber si entonces tenía tres años de edad.
Lo ocurrido entonces y la secuela oculta lo persiguen al padrino desde esa fecha a la actualidad, y que explicaría según él, el porqué de algunos hechos demenciales.
 La pelea en el boliche, la agresión sufrida en el hospital, el tiroteo en la casa de piedra resultan hitos insoslayables en la confesión de mi padrino, un hilo conductor que tú mejor que yo sabrás interpretar.
Andy y Tresfilos caminaron a buen ritmo cerca de una hora y emprendieron el regreso cuando una brisa fuerte y cálida proveniente del este se aproximaba con anuncios de tormenta. El detective miró su reloj pulsera, las nueve y diez dijo, e instintivamente rozó con la mano la culata del revólver oculto en la riñonera.
Andy hizo la mejor síntesis que se le ocurrió de un asunto que le parecía a todas luces insólito. Solamente a su padrino le podían ocurrir tamañas cosas.
Según la conclusión del anciano, sintió que después de tantos años de encierro no había atinado a interpretar la realidad con la debida lucidez. Cuando cayó en cuenta que  el temor y la decepción habían calado en el pecho de muchos compatriotas, ya era demasiado tarde para echarse atrás.
El padrino, con la escopeta fue un imbatible tirador bien reconocido en sus pagos, y en el año 1985, el año de la transición previsible como acordada, le encomendaron matar a un tipo por vaya a saber qué razones a cambio de dinero.
No a cualquiera, a uno de los principales invitados a la estancia, Frank “the Boss” Moretti, quién acreditaba el título de “consejero para la facilitación de la democracia en Uruguay”.
Un atentado y una víctima que en estos tiempos no llamaría demasiado la atención, pero que aquella vez, el ocultamiento se trasmutó en los titulares de Medios y Medios: UN MUERTO POR ACCIDENTE EN EL CAMINO A LA ESTANCIA DE ANCHORENA.
Me asustó la frialdad del padrino cuando lo dijo y lo desconocí presa del pavor.
No pude menos que preguntarle, nuestro trato es sincero por sobre todo, si no tenía remordimiento o pesadumbre moral por un acto condenable como matar a un semejante, quién sabe, a un inocente.
Más me asustó cuando me miró gravemente y reconoció que se arrepentía de haberse equivocado al salir en libertad, creyendo que la guerra no había terminado y que por eso mismo actuó sin cargos de conciencia.
En la guerra, la mayoría de las víctimas son inocentes, un soldado agoniza en el frente de guerra sin saber cómo ni porqué, una mina antipersonal despedaza al niño que la pisa, una explosión atómica es más que un hongo iluminando el horizonte…
El padrino no se perdonaba el garrafal error, de haber confundido los sonidos de la guerra alojados en su mente con los silencios del calabozo, al golpe de las palas en los cementerios con los remansos de la paz acordada en el Club Naval.
No sé qué pensás tú de esto, dijo la maestra con el dolor dibujado en la cara.
Tavares no contestó, sencillamente porque no sabía ni imaginaba una guerra como no fuese por los noticieros de la televisión, y ni siquiera eso, porque las imágenes autorizadas de las guerras modernas sólo mostraban la trayectoria de los misiles y las explosiones, pero rara vez a los civiles y los soldados, las víctimas reales de las maquinaciones inhumanas.
Cruz había jugado en un tablero de ajedrez que ya no existía, qué podía decir con franqueza el detective sin caer en hablar por hablar. Nada.
Tavares no dijo nada porque no participó en ninguna guerra.
_ ¿Qué puede hacer un soldado bien pertrechado ante un misil teledirigido desde el otro lado del mundo? se preguntaba el padrino, afirmando que ya no existen las guerras y lo más parecido son las masacres de inocentes, la invasión de los campos petroleros, las declaraciones de paz…
Mi mayor crimen fue fundar un sindicato de peones y medianeros, reconoció.
El padrino a esta altura de su vida, dijo estar decepcionado de la misma naturaleza humana. Sin confusiones, una cosa es reconocer la derrota y saberse parte de los derrotados, y otra, es ser un elucubrador de ilusiones con discursitos sin alma, muy al uso de estos tiempos.
Para colmo, me decía que te dijera, que a tanto absurdo, lo buscan  para intimidarlo, para que acepte otro encargue similar al de la estancia. Pero como esta vez no está dispuesto siquiera a pensarlo, cayó en cuenta que su vida de viejo luchador vale menos que nada.
De su parte, traje en la mochila el Remington desarmado, invalorable y único, como modesto regalo del padrino para un hombre que sabrá valorarlo como vos.

_ ¿Qué estoy haciendo?
Tavares armó y encendió un cigarrito y fumaron desnudos bajo el aire del ventilador, escuchando en YouTube, “19 días y 500 noches”.
_ ¿Te gusta Sabina? preguntó ella.
_ A veces, a veces me siento como dice el gallego, ladrando a las puertas del cielo…
_ …
_ ¿Qué estoy haciendo?
Acepté sin pensarlo demasiado, un trabajito por tres o cuatro veces al mes, haciendo de custodio de un millonario y sus caudales… sino a la inversa.
_ …
_ El procedimiento es sencillo como ir a una financiera o un banco por un trámite.
¿Por qué no lo hacen por e-banking? No lo sé, son gente poderosa dueña de un estilo de hacer las cosas, no sé lo que se traen entre manos, créeme que no sé nada.
Un sujeto se dirige a la puerta con un portafolio, unido con esposas a la muñeca izquierda y una Magnum.357 en el bolsillo derecho. A dos pasos, a su espalda se escucha la respiración agitada de Arteaga, la mano derecha del millonario en estos menesteres, y más atrás junto a la puerta del automóvil blindado, un tipo en espera armado con un rifle AR-15.
_ …
_ El tipo con el rifle AR-15 soy yo. Tresfilos Tavares, custodio part-time.  
_ …
_ El rifle más vendido en Estados Unidos después del ataque a la escuela de Parkland.
_ …
_ La masacre de San Valentín, como titularon los noticieros en febrero de este año.
_ …
_ Diecisiete muertos.
_ …
_ De verdad, ¿te sigo contando qué estoy haciendo?
_ No entiendo qué te motiva a hacerlo.
_ Es por el dinero extra, nada más.
_ …
_ …
_ Las cosas que se hacen por dinero…
_ Como dice Raúl, es el sistema… El dinero así como viene se va…
CUARENTA Y CINCO
Ese día, Andy lo dedicaría a una excursión con veinte alumnos de las cuchillas junto a otras maestras. El programa en Montevideo era poco menos que vertiginoso y para los niños, sólo eso ya era una sensación desconocida. Por la mañana apenas llegados a Tres Cruces irían a la playa y la mayoría de ellos conocería el mar, el agua salada y las salpicaduras chispeantes en la piel. La arboleda de una plaza proveería la sombra y el amparo para almorzar refuerzos de milanesas y refrescos al mediodía. Después de un descanso reparador, los informes meteorológicos aventuraban una jornada de veintiocho grados, a media tarde visitarían el Cabildo y la Plaza Independencia. A las siete, un ómnibus del Ministerio los pasaría a buscar para recorrer la avenida 18 de Julio,  atosigada de automóviles y marquesinas iluminadas, para finalmente a eso de las ocho y media, llegar a la terminal de ómnibus y esperar para emprender el regreso a la campaña. Andy acompañaría al grupo en el viaje de vuelta y regresaría en uno o dos días. Ese era el programa durante la estadía en la capital.
Esa noche, Tavares encargó empanadas y una botella de vino, mientras le avisó a Raúl desde la ventana si podían comer juntos.
En ese momento un mensaje de Andy daba cuenta: “ya subim al bus de Núñez y q´ to resul fantást. besos”.
Los dos hombres, optaron por sentarse al pie del árbol y beneficiarse de la leve brisa que a ratos soplaba desde la escollera Sarandí. A esa hora, las diez y media, las calles del barrio permanecían en silencio y apenas sobrevolada por la música y voces de la murga que ensaya en los muretes del cubo del norte.
_ Así que, dijo Raúl mientras mordía una empanada, un vaso con tus huellas fuera de lugar te incrimina, pero la prueba así como apareció repentinamente, después con los artificios de los ilusionistas desapareció en manos del comisario.
_ Es un dato pero no es el asunto principal, interpuso el detective, salvo que implique a Panzeri tramando algo que no alcanzo a comprender.
_ Un vaso como prenda de un chantaje…
_ Lo único que me faltaba, dijo Tavares recordando las oscuras ideas de su socio.
_ …
_ En principio tengo que averiguar dos cosas.
¿Quién dejó el vaso de modo tan evidente? para que lo encontrara la policía.
Y qué otra cosa podía pretender el asesino que salirse del primer plano de la escena del crimen, dejando un pista falsa en la mesita del balcón de la Maizani.
_ ¿Incriminarte a vos como sospechoso de asesinato? interrogó el vigilador.
_ Eso es algo que no tiene sentido, dijo el detective bebiendo un trago del malbec.
La otra cosa de interés y que sí cobra sentido, es el hallazgo de un solo bombón envenenado, dispuesto calculadamente al alcance de la víctima.
_ No fue azaroso, ciertamente. ¡Vaya descubrimiento de las policías del laboratorio!
_ Pero, a mi modo de ver reduce el círculo de sospechosos. A Perdriel, a Saldaña y a la señora de la cocina debe agregarse mi nombre, en primer lugar por las huellas incriminadoras en el vaso. Aunque, puedo jurar que las pocas veces que traté con la secretaria de Perdriel estaba en compañía de Cardozo.
Finalmente queda rastrear un motivo que conduzca al verdadero asesino, que no imagino para nada cercano a las oficinas de M&M.
_ Entonces…
_ Entonces cabe sospechar en alguien que tuviese motivo para matar, por venganza. De la mujer celosa y despechada o la ira incontrolable de alguna de las hijas… vaya uno a saber que esconde el círculo íntimo de la familia Perdriel.
_ Vos comentaste que el millonario había encargado al chofer la compra de un arma.
¿A quién le teme el magnate de los medios?
_ ¿A la avaricia y falta de escrúpulos de un competidor de los multimedios? ensayó una respuesta el detective.
_ O a un acreedor sin tiempo para negociar… Sino otra compañía extranjera interesada en desembarcar en estas playas, murmuró el vigilador vislumbrando la intrigante posibilidad de distinguir el árbol y el bosque.
_ El costado de los negociados que excede las obtusas pesquisas de Panzeri.
_ En el mundillo de los principales es todo muy raro, dijo Raúl embuchándose otra empanada.
_ ¿Tu hermano estará con tiempo para encarar otro trabajito?
_ Dame un minuto y lo averiguo, dijo Raúl echando mano al teléfono celular.
_ …
_ Josualdo dice que no hay problema, si le parece bien pasa mañana a buscar las instrucciones.
_ Bien.
Mañana a primera hora te dejo la dirección del apartamento de la mujer de Perdriel.
_ ¿No viven juntos?
_ No lo sé, porque el tipo tiene una casa para él, una para la mujer y otra para la malograda amante; un rancho en Punta del Este y un piso en Miami. Los millonarios no se privan de nada.
_ Al decir de la abuela, basta la salud, dijo Raúl a modo de conjuro.
_ Quiero que Josualdo con algún pretexto se dé una vuelta por el apartamento y vea si hay algo de interés. La mujer y las hijas deben continuar bajo los efectos del pánico o los remansos que a veces producen los barbitúricos.
O del vacío existencial…
_ O de la estupidez humana.
_ …
_ …
Raúl fue por unas cervezas y Tavares al recibir un mensaje cayó en cuenta que eran casi las tres de una noche bochornosa. Andy avisaba que llegaron todos bien, chicos y grandes, y que esa noche dormirían en el gimnasio municipal de Cerro Chato.
_ ¿Cómo estuvo el viaje a tierras paraguayas? preguntó Raúl con la escondida expectativa de escuchar algo interesante, de provecho para sus anotaciones de aficionado.
Tavares tomó la pregunta como mera curiosidad del amigo.
Raúl no se atrevería a insinuar nada en relación a Candy la bailarina del Karim´s, porque si algo dominaba el vigilador era el sentido de la ubicación y las pocas palabras, aunque su trabajo fuese indagar con la mirada meticulosa puesta en cajas de mercaderías y papeleo, hacer preguntas rutinarias y en ocasiones dar indicaciones mínimas a los peones de logística.
Rara vez porque no le pagaban para mandar, aunque otros lo hacían de comedidos con el encargado y por la encubierta satisfacción que les producía dar a otro una orden… La satisfacción implícita en el orden jerárquico, vertical, de mandar y ser mandado en un movimiento sin fin.
Cómo abarcar en pocas palabras, de recuerdos recientes pero muy agolpados, los días y la inmensidad recorrida por ese territorio sudamericano y los incontables encuentros con gente de genio diverso que hacía del viaje una caja llena de sorpresas.
Qué podía decir una Ñambi inmersa en una vorágine sentimental al encuentro de los suyos, después de tanto, abrumada de emociones contradictorias cuando percibir la realidad concuerda a medias con las fotografías y los recuerdos construidos a partir de ellas. Cuando ahora los niños pequeños de la familia son caritas desconocidas y los ancianos tan añosos que cuesta reconocerlos a como los vio por última vez.
Qué podía decir él de la polifonía de una lengua como el guaraní, madre de otras lenguas que proliferan en la región de los grandes esteros y más allá, en el Mato Grosso y la Amazonía y las sabanas tropicales, inmensidad y misterio que bastaban para desbaratar su propia idea del mundo.
Idioma abarcador, diría Ñambi, de dioses originarios y leyendas mestizadas por los campesinos y los canoeros. Idioma insoslayable a la hora de denominar la abrumadora variedad de las especies botánicas.
Qué podía decir él, sin alcanzar a comprender una palabra sino atento a los mínimos gestos o a las sonrisas francas y a los pequeños actos amistosos, que de alguna manera abrían ventanas en un muro infranqueable para nosotros, los rioplatenses.
Lo sorprendente era que la familia de Ñambi, en su mayoría y en particular los más jóvenes, eran bilingües, pero en la intimidad hacían del castellano el escaso uso que se reserva a un idioma impuesto, poco apreciado…
_ La camioneta, respondió Tavares, se comportó bien en todo el trayecto, sin importar lo escabroso del terreno ni los vados crecidos. Las paradas se reducían a las escalas obligadas en las estaciones de servicio, para reanudar la marcha afanosamente.
Ñambi al volante demostró ser habilidosa en el manejo y criteriosa a la hora de sortear imprevistos. En las rutas nunca se sabe… y acordamos conducir sólo de día. Las tres noches fueron un desdoblamiento del viaje, el whisky y los cigarrillos y una ventana por donde se colaban los sonidos nocturnos convocando al tiempo de relajación entre los amantes.
Raúl lo observó callado a la espera de evocaciones sustanciosas, se conformaba con no más una palabra significante, detonador de una relación que merezca ser escrita.
El acto de viajar improvisando recorridos y reconocer algunos lugares en particular, representaba asuntos aparentemente entremezclados con la impronta de los viejos surrealistas, donde la imaginación, un arroyo y los sedientos podía remitir al traspasar el Ayuí a la penosa travesía del general Celeste y su pueblo.
_ Recorrimos la región mesopotámica de los naranjos y las fábricas embotelladoras de pulpas cítricas, y en mi caso, el atravesar campos me transportó a mis días de infancia y a la maestra Josefina y a la ventana del aula y al muro del cementerio y a los puestos de las floristas. Por entonces, no sé qué te pasó a vos, cuando las personas mayores a los descubrimientos de los botijas lo llamaban distracciones…
Raúl fue tomado por  sorpresa ante lo inesperado del relato, pero recordaba muy bien que le había pasado a él en aquellos olvidables días.
Su padre había matado a un hombre, se entregó y terminó preso y la madre trabajando fuera de la casa; él y uno de sus hermanos menores, fueron con su flacura a dar al internado.
Mucho para recordar pero que no merece ser contado y menos garabatearlo en papel.
Tavares armó un cigarrito y mientras fumaban la noche transcurrió de un lugar a otro desplazando estrellas a su capricho.
_ En un viaje paralelo Candy recuperó con orgullo su verdadero nombre, Ñambi.
Y aunque ella se sentía la misma persona, predispuesta a convivir con la realidad trasmutada del campo a la ciudad, de pensar en dos lenguas diferentes y el desafío cotidiano de no olvidar el perfume de los trópicos cuando arreciaba el viento salobre del mar.
Esto último la oprimía, me confesó Ñambi, cuando sentada en los muretes de la rambla y bajo otro sol, su condición de inmigrante paraguaya a menudo la enfadaba en un país de inmigrantes… gringos.
_ Voy por otras cervezas, dijo Raúl, mientras en la garita escribía algo en la palma de la mano.
Tavares lo observó e interpretó la cosa como un fruto del estado de bienestar…
_ Te cuento Tresfilos, que los migrantes no siempre encajan en un mismo relato y la principal diferencia, radica en la mirada aristocrática de los principales y en la pátina racista subyacente, no importa de qué país se trate. Aquí o al otro lado del océano da igual…
_ Lo que varía es el mayor o menor calibre de la hipocresía reinante, dijo calmosamente Tavares, palpando en la cintura la Bersa .380 mientras observaba los aguados coloretes del amanecer.

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