Tresfilos Tavares . MUNDO LOCO / jOSÈ LUIS FACELLO

CINCUENTA Y OCHO
Al salir de la capilla, portando el féretro a pulso, se dejaron llevar por una callecita bordeada de cipreses y estatuas enmohecidas como una postal recordatoria de un lugar sacro, elevado sobre la planicie agrisada que parecía amplificar la infinitud del mar como la pequeñez de la circunspecta procesión.
La doliente familia, la plana mayor de la policía y los camaradas de Inteligencia Paralela se dieron cita sin importar la lluvia de verano que se desplomaba sin misericordia alguna. Los alrededores del panteón de la fuerza estaban inundados, dando si cabe, mayor dramatismo al ya infligido por la muerte de Milton Martínez.
Tavares cruzó miradas con algunos y con otros estrecharon las manos. Panzeri estaba afectado por las situaciones absurdas que se estaba cobrando a sus mejores hombres, mientras maldecía y juraba y perjuraba con voz aguardentosa, que nada lo detendría hasta dar con los culpables. A merced de la tormenta sobraban las palabras, incluso las del viejo capellán, signadas a poco de ser escuchadas por las dudas y la desesperanza y la poca fe. De una forma o de otra, resultaba imposible no evocar la última despedida de García y de Pedemonte, dos muertes que permanecían silenciadas bajo un voluminoso expediente en trámite…
Tavares intentó encender un cigarrillo pero desistió, los truenos parecían restallar sobre su dolida cabeza, saludó a Margarita y a los hijos de Martínez antes de retirarse en la mayor de las soledades. Instintivamente palpó la pistola en la sobaquera trayéndole algo de alivio a sus atribulados pensamientos. Al mirar atrás vio al comisario junto a la viuda y los hijos abrazados al abatimiento, con  reminiscencias del cincel de Buonarroti.
Habían quedado con Panzeri en encontrarse afuera una vez finalizada la ceremonia, yendo cada uno por su lado hasta el Pub de Thornton situado no lejos de allí, frente al paredón del cementerio Británico.
Un lugar exótico con fotografías y dibujos en las paredes, evocando la campiña britana o la batalla naval en el Río de la Plata o el intrigante rostro de la actriz Jill Esmond. El pequeño lugar, construido a la antigua usanza con maderas nobles rescatadas de los naufragios, contaba con una corta barra para el despacho y unas pocas mesitas. Algunos instrumentos marineros y caracolas exóticas hacían de decorado.
La radio sintonizando la BBC.
Tavares pidió dos pintas.
Durante un rato guardaron silencio acompañados por la mirada indiferente del viejo que atendía el lugar y el tamborileo de la lluvia contra los vidrios.
Por fin el comisario habló como una necesidad pero más para desahogar las penas que lo agobiaban. Antes que amenazaran con enfermarlo las compartió con su compadre.
_ Da mucha pena ver la otra cara de un crimen, la que no es noticia, en la actitud desconsolada de Margarita y sus hijos sintiendo a cada palada de tierra mojada una bofetada, a las ofrendas florales otra bofetada porque la “chancha” Martínez odiaba las flores y al habitual responso porque frente a un asesinado sonaba a más bofetadas.  
No debe existir sobre la tierra, filosofó el comisario, vocación más insulsa que oficiar de capellán de cementerios, porque cuesta aceptar que el muerto que yace en el ataúd sea ahora objeto de la moral o del tardío reconocimiento bajo el artificio de una parábola.
Tavares lo quedó mirando, Panzeri encopado traslucía su verdadera humanidad.   
 El silencio de los hombres se extendió por el saloncito cuando el comisario recordó como un sacrilegio el día que removieron las tumbas del viejo cementerio para construir edificios sociales, años ha cuando los suecos eran el paradigma del bienestar, dijo con pesimismo.
_ El progreso y las empresas nórdicas con las manos embarradas, al decir de la maestra dijo Tavares, en un día que todo le resultaba ingrato y la pesadumbre un callejón sin salida.
Sentía, dijo mirando la lluvia de hojas, que a cada paso que daban retrocedían.
La “chancha” que va confiado por Aparicio Saravia encontrándose con la muerte, escena que remite al desgraciado suceso que sorprendió al caudillo blanco en los campos de Masoller.
Tan absurdo como que una bella mujer sea condenada a morir seducida por el aroma de las almendras, como advirtió usted al principio de la pesquisa.
_ Cuidado con la nostalgia compadre… porque usted es demasiado joven para resignarse a las fatalidades.
_ No termino de entender el porqué de algunas cosas de la crónica policial.
Dos personas se aman, se extravían en el desamor y una es asesinada… o los dos mueren en un pacto suicida.
Es conocido por todos, divagó el detective, que un conflicto armado entre países o una guerra civil produce enormes ganancias a los vendedores de armas y alimentos y medicinas accesibles en el mercado negro.
La ayuda humanitaria y la televisión que generan dinero por su lado y como también sabemos usted y yo, la asistencia internacional que genera deudas que se pagan y repagan a futuro.
_ El número de muertos y malheridos, de ciudades arrasadas por los bombardeos se expresan en frías cifras institucionales, pero entre nosotros no ha habido conflictos armados…
_ Ni intentos de golpes blandos como ocurrió con nuestros vecinos de la región…
_ ¡Pura mierda! dijo el comisario cabizbajo.
_ Sigo sin entender de que la violencia en nuestras calles sea el síntoma de una enfermedad colectiva que no atinamos a entrever.
¿Por qué de dos personas que juraron amarse, una termina asesinada por el otro?
_ …
_ …
_ No quieras averiguar por qué lo asesinaron a la “chancha” Martínez.
_ ¿Qué quiere decir? compadre.
_ …
_ …
_  ¿Te digo lo que acaba de decirme Margarita?
Ella jura a quién quiera oírla que sabe porque mataron a su esposo…
_ ¿De qué está hablando comisario?
_ Me dijo abreviadamente porque algunos nos observaban, que buscando algunos papeles relacionados al servicio fúnebre… encontró otros. ¿Se entiende?
El comisario evidenciaba los signos del cansancio y la presencia invisible del horror y del miedo a su alrededor, como otras veces el whisky lo sumía en un precario estado de paz que devenía en un inquietante estado de espera.
El comisario ya no recordaba cuando fue la última vez que durmió sin sobresaltarse al menor ruido.
De inmediato enderezó hacia el mostrador y pidió dos whiskys dobles.
La lluvia mantenía su rigor y el viejo comenzó a maldecir en lengua celta, mientras ponía trapos en las rendijas de la puerta y se daba a la tarea de secar el piso.
_ Explíquese por favor, pidió Tavares sin esperar nada bueno.
_ Margarita encontró anotaciones cifradas, recortes periodísticos y varios dosier con información de la investigación que la “chancha” se traía entre manos…
Yo mismo le comisioné hace un año averiguar el detrás de la muerte de Marcos “el raja postes” Mendieta, no sé si lo recuerdas, un habilidoso marcador de punta que hace una década se fue a jugar al Coritiba Foot Ball Club.
Volvía a menudo a Piedras Blancas el barrio que vio nacer al ídolo.
Caratulado como C.P. crimen deportivo. Ocurrió a la salida de la tribuna olímpica después de un clásico Nacional-Peñarol que terminó 0 a 0. La versión de M&M dio cuenta en la sección deportes, que al finalizar un aburrido partido de fútbol, Mendieta en tanto subía a su automóvil recibió un disparo en la sien. En un santiamén el ídolo fue convertido en leyenda…
En efecto el hecho fue así, pero la investigación se embarró con pistas falsas y testigos impresentables. Para bucear en el trasfondo del asunto, Martínez fue comisionado por mí para esclarecer la verdad  de los hechos…
¿Qué crimen se le podría adjudicar a un jugador habilidoso, como no sea errar cada tanto que pateaba un penal para ser ejecutado por un asesino a sueldo?
_ ¿Y usted acaba de decir que Margarita sabe quién mató a la “chancha”?
_ Vos no escuchas de lo que te hablo, dijo Panzeri con el fastidio pintado en el rostro, no sabe quién lo mató pero si sabe porque lo mataron…
_ ¡Hum! ¿Entonces?
_ Dejando de lado lo documental y probatorio, lo realmente interesante como aporte serían la observaciones anotadas, el fermento de las especulaciones…
_ …
_ …
_ Estaría escrito en los cuadernos el lado oscuro de las ilusiones deportivas.
_ Dejate de joder Panzeri ¿de qué estás hablando?
_ Del tráfico negrero, esta vez de jugadores de fútbol… y los nuevos virreyes del negociado.
(espacio)
Por un momento, Tavares asoció arbitrariamente el cáncer y las enfermedades contagiosas, sin saber por qué, con el juramento hipocrático.
Juro por Apolo médico, por Esculapio, Hygia y Panacea, juro por todos los dioses y todas las diosas… recitaba como una letanía en las sobremesas del domingo su primo Wilson, primer universitario de una familia de almaceneros y talleristas por más de cinco generaciones.
Un título ganado en buena ley, ¿me entiende compadre?... basado en el estudio y el denodado esfuerzo, que provocaba el sano orgullo en sus padres y el solapado resentimiento de sus tres hermanas. Los recursos familiares daban para costear a un solo estudiante, argumentó en su momento la madre y para el padre, el elegido fue Wilson.
La educación en el país es pública, laica y gratuita desde tiempos inmemoriales, de cuando el presidente José Batlle encumbró al Partido Colorado y confundió todo al traer de Europa el sistema de gobierno colegiado…
¡Já! Pero sortear… vuelvo a mi primo Wilson, los gastos que demanda el uso del transporte, o un refrigerio, o un modesto hospedaje estudiantil en muchos casos, requería sí o sí de algunos recursos económicos.
Tavares miró llover como un acto de purificación a tanta maldad imperante, cuando hacía tan sólo un rato que lo habían sepultado a la “chancha” Martínez. Después, observó al comisario que dormitaba enfrente, y su mente retomó la situación de los enfermos resignados a los cuidados intensivos, a transitar en un ataúd los tres escalones y cruzar la reja entre abierta del cementerio…
Desechó la funesta imagen y al retrotraerse a los juramentos y las pulcras salas de la clínica vio el afiche de la enfermera con el índice sobre la boca indicando silencio.
Tavares sonrió, la cara del cartel se había transpuesto en la de Aurora Roballo y el mutismo acompañante en aquella ocasión que fue interrogada por el comisario Panzeri. La Roballo, eso creyó, le preguntó en voz apenas audible por el cuadro de salud de Leonora Zabala, la esposa de Perdriel… ¿Me entiende compadre?
Al escucharla, Tavares reacomodó sus doscientas libras en la silla que se balanceó como una embarcación azotada con vientos de proa y olores a whisky. Temía llegar demasiado tarde a una conversación que se debía con la hermosa Zabala, era sólo un presentimiento acompañante al maleficio, supuesto o real,  que irradiaba el piso trece donde M&M tenía la oficina de su director y cruel esposo, Pedro Prado Perdriel.
Maizani, Saldaña padre e hijo, un asesino suelto, Segundo Moral, el magnate y ahora Leonora Zabala conformaban, conscientes o no, parte del oscuro entramado del poder y el crimen. Sin proponérselo, también él quedaba involucrado desde el momento que aceptó hacer una tarea paralela a la del comisario, su compadre…
El cuadro de salud de la señora, le susurró a la Roballo mientras oía arreciar la lluvia, según el parte que recibió el comisario de su agente encubierta, es estable y en recuperación el estado cognoscitivo… una vez salga del coma farmacológico.
La agente confirmó la presencia de las dos mujeres que se turnaban en el pasillo a la espera de novedades, la visita por la tarde de la hija, Victoria Perdriel, y por única vez la presencia fugaz del hijo Alejandro, estudiante en norteamérica.  
¿Podes creerme Roballo? Que la señora recibió todos los mediodías, después del parte médico, un ramo de flores de parte del señor Perdriel, que fueron a dar a la basura porque no se permite la entrada de flores ni alimentos ni cigarrillos al piso del CTI.
El detective fue al baño a orinar, al volver trajo dos whiskys y pagó la cuenta al viejo, que cabizbajo se recluyó esa solitaria y gris mañana a escuchar la BBC.
_ Su whisky comisario, dijo Tavares tocando el hombro del otro.
Afuera diluviaba.
Para Perdriel lo segundo era la familia. Lo primero era trabajar para defender la compañía, por momentos jaqueada por la codicia de las corporaciones internacionales. El magnate llegó a pensar que detrás del crimen de Candela pudiese estar un profesional a sueldo de la competencia. El arreglo con el detective de T&C obedecía más que a encontrar la verdad, a sentirse protegido por un ex policía con sobrada experiencia en el accionar de los sicarios sicilianos o colombianos, lo mismo daba. Para las vicisitudes callejeras sino escabrosas que pudieran presentarse, bastaba con los buenos oficios de Saldaña, formado en la vieja escuela de las peleas en el talud de la Colombes a la finalización de los partidos.
Proteger a Leonora y sus hijas era para Perdriel una cuestión sentimental y velar por su seguridad una obligación moral. Tipos de escorias como el abogado Moral afeaban las relaciones humanas, suficiente contribución para hacer de la ciudad un lugar enviciado y decadente.
El tipo había perdonado a Eleonora y sólo deseaba la recuperación de su salud. Más adelante el magnate tendría tiempo de conversar sobre los asuntos pendientes… así debían funcionar las familias de los principales.
Tavares terminó su whisky y a poco dio cuenta del de su compadre.
Después llamó un taxi, dejó en la puerta de la casa al comisario que no paraba de maldecir a la lluvia, a su compadre y a la Juventus.
_ Sin premura, dijo Tavares entornando los ojos mientras le indicó al conductor que lo llevara hasta el super de la calle Florida.
(espacio)

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