Tresfilos Tavares : Contracturas, contradicciones, e imaginacion / José Luis Facello

SESENTA

La noche asomaba por la ventana amparada en los silencios del domingo. La luz de la calle se filtraba entre la copa del viejo árbol inmune a las temperaturas del verano.
Tavares se sentó al borde de la cama y permaneció con los sentidos bloqueados por largo rato, entre medio del embotamiento y el estado onírico latente. Tambaleante, sin noción del arriba ni el abajo como un tipo encapsulado en una nave espacial, el hombre se dirigió al baño, giró la canilla del agua y recibió la lluvia fresca sobre su cabeza agitada por establecer los parámetros del tiempo y la realidad.
Le dolían los ojos hartos de las imágenes saturadas, de los brillos de la noche, de la música a toda orquesta, pero sobre todo, prendado del artificioso maquillaje que envolvía el cuerpo de Candy de modo fantástico, aunque eran los ojos vivaces de las dos mujeres y las palabras chispeantes, sonoras y tiernas lo que daban a esa noche milagrera la calidad de lo humano, las emociones liberadas a flor de piel en medio de los avatares de la vida. Y descubrir que las relaciones complejas y enrarecidas por los prejuicios se allanan al solo impulso del amor.
Amar para ser amados… dijo Andy extraviada en las espumas del champán.
Tresfilos algo de todo eso había percibido, las copas vacías y la algarabía del salón del Karim´s que de pronto cesó para ellos, en el preciso momento que las manos de los tres conjugaban tórridas caricias en un acto del amor que se prolongaba en las pinturas flúo de los jóvenes muralistas inmigrantes de Sri Lanka.
A la madrugada, lo sublimado había cedido el paso al mundano estar.
Candy, Andy y Gisella subieron a un taxi optando por una última copa en el apartamento de la calle Ponce.
Esa vez, él se negó a acompañarlas saturado de whisky y sorpresas… y subió a otro taxi. Eso era lo poco o mucho que recordaba de la noche anterior.
Tavares se asomó a la ventana y a poco descubrió a Raúl rondando por el playón.
Quince minutos después los dos hombres bebían cerveza sentados al amparo de las sombras. Aún no era medianoche, pero el jolgorio que producen los partidos de fútbol se manifestaba entre el estruendo de los cohetes y algunos disparos al aire de parte de los más exaltados.
Tavares no pudo menos que relacionarle a Raúl los contrastes del fútbol, los festejos en esos momentos de los hinchas del equipo ganador a pocos días del asesinato de la “chancha” Martínez, presumiblemente a manos de la mafia del fútbol.
Raúl nada preguntó de la salida nocturna. No correspondía, menos con un amigo que se jactaba de su paso por los pesos pesados.
La atención del vigilador se concentró en los cuadernos de Martínez a los que el detective asignaba como la fuente principal en la investigación del comisario Panzeri. Quizá en esas anotaciones, dijo, se encuentren las claves que permitan llegar a identificar a los responsables vinculados a su muerte y al entramado vicioso que rodea a algunos deportes. A diferencia del crimen del piso trece que fue obra de una persona y a lo sumo un cómplice, en este caso, es una organización criminal dando un tajante aviso a quienes husmeen  o interfieran con la marcha de sus negocios.
Un aviso que podía ser letal para la competencia, la policía y el ministro, en particular para los políticos en campaña electoral…
_ El potencial que guarda la veracidad de unas anotaciones… dijo el vigilador habituado a leer novelitas policiales en las horas tranquilas, cuando el trabajo se reducía a permanecer en la garita o a lo sumo, rondar por el playón en la rutina habitual.
_ Nos sucede a los investigadores, cada vez que nos adentramos en el pantano de las pistas falsas debemos recurrir al bloc para constatar si no dejamos cabos sueltos. O la intuición anima a dar otra mirada, dijo Tavares, a razonamientos que creíamos certeros y concluyentes pero que los mismos hechos después desmienten.
Demasiadas cosas para una noche de domingo, pero pudo más la curiosidad de Raúl.
_ Tresfilos ¿puedo hacerte una pregunta?
_ Seguro. De qué se trata…
_ ¿En qué quedó el crimen del piso trece? Para el común de la gente es un misterio y ahora más… desde que el centro de la noticia derivó hacia la mujer del millonario y su imprevista internación.
_ Es todo muy raro y sé poco más de lo que tú sabes.
¿Te cuento de asuntos raros? dijo Tavares recordando amistades del Facebook…
_ Los asuntos raros me dan sed, dijo Raúl mientras regresaba con dos latas.
El detective superado el momento de recelo dejó las preguntas para más tarde.
_ Tuve un pequeño avance en la investigación, pero sospecho que los conflictos desatados por las pasiones humanas, esta vez entre padre e hijo, me conduzcan a un callejón sin salida para el caso y más pérdida de tiempo.
_ ¿A qué te referís?
_ Recordarás a Cristian, el niño rubio…
_ Por supuesto, el botija que la primera vez bajo del Maserati color acero.
_ Tuvimos dos charlas interesantes, aunque no concluyentes para la investigación.
_ Escucho, dijo Raúl con avidez.
Tavares encendió un cigarrillo y convidó. La copa del viejo árbol se mecía susurrante acentuando el silencio nocturno, interrumpido de tanto en tanto por el altavoz de un remolcador que efectuaba maniobras en la bahía.
_ La primera vez hablamos de los videos robados y la respuesta fue inteligente, el niño rubio dijo de modo contundente que no atinó a destruirlos a tiempo. Obviamente supuse que algo había en los disquetes de interés, borrar evidencia, chantajear a alguien… vaya uno a saber.
Pero no pasó mucho tiempo de conversación para que el muchacho lograra hacerme saltar de la silla. Sin mayor preámbulo me dijo que el sujeto del video no era otro que él mismo.
_ ¿Cristian? dijo Raúl sin dar crédito a lo que escuchaba.
_ El mismo, dijo el detective, el botija confesó que habían llegado a sus oídos un comentario de los vigiladores de la torre 4, acerca de las salidas nocturnas de su padre con la Maizani. Hay que tener en cuenta que padre e hijo vivían en el mismo apartamento y estaban al tanto de los movimientos el uno del otro.
El muchacho creyó que su padre quedaría envuelto en la accidental muerte de la amante del millonario. Cómo recordarás trascendió que fue víctima de un ACV y como su padre estaba involucrado con la Maizani, convencido que más tarde o temprano saldría a la luz el affaire con la secretaria, decidió borrar la escena haciendo desaparecer el cuerpo.
_ ¿Y usted creyó en lo que decía?
_ Con cierta reserva le creí. El comportamiento humano y la maldad son a veces insondables…
Me juró que no le importaba otra cosa que proteger a su padre, dijo que había pretendido ganar tiempo para acabar la fechoría mientras su padre sacaba brillos al automóvil en el subsuelo.
Y a poco, rememoró Tavares, el muchacho reconoció que fue un error de su parte.
_ Más que un error cometió un disparate. ¿A dónde pensaba llegar?
_ Actuó por instinto y emoción violenta. Creyó que en escasos minutos todo terminaría con el cuerpo en un contenedor de basura, si no fuese porque algo se interpuso e hizo que rápidamente desistiera del asunto.
_ ¿Y entonces?
_ Nada. Por ahora mantenemos la boca cerrada. ¿Se entiende?
_ Entiendo, la segunda vez de que hablaron, si se puede saber.
La segunda vez… por un momento el detective había estado a punto de dejar a un lado las sugerencias de Andy Vallejos y abofetearlo en medio del salón del McDonald´s.
_ La segunda vez me contuve para no matarlo, dijo secamente Tresfilos Tavares.
Raúl consideró imprudente seguir preguntando y procedió a armar un cigarrito porque la ocasión ameritaba un poco de sosiego al amparo del humo del cannabis. 
Ensimismados estaban cuando la sirena de un buque sobrevoló la noche.
_ Disparate fue la puesta en escena del vaso con mis huellas.
El muchacho escuchó como para ponerse en alerta, cuando su padre le comentó que el señor Perdriel me ofreció trabajar de modo paralelo a la policía, y suponer que más tarde o temprano, yo terminaría por desplazar a Saldaña como hombre de confianza del capo de M&M.
Nada más alejado de la realidad, le respondí fastidiado. Detesto a los trepadores…
El temor oculto que lo dominaba a toda hora, era la posibilidad de perder el trabajo y principal sostén de todos ellos, dijo el muchacho refiriéndose a la familia dividida y de ahí a concebir la estratagema con el vaso y mis huellas hubo un solo paso.
_ ¡Pretendía echarte el fardo de la Maizani! exclamó Raúl atento al relato.
_ Cristian actuó con calculada rapidez, primero guardó un vaso que yo había usado en alguna de mis reuniones con el señor Perdriel y después toma el llavero de la señora de la limpieza para que un cerrajero haga las copias del edificio y el apartamento de la Maizani.
A continuación, aprovechando la confusión posterior a los sucesos del piso trece, fue al apartamento de la mujer donde descubrió en la mesa del balcón una botella de Campari con dos vasos, intercambió uno y se fue como si nada. La idea original era más sencilla pero indefinida, pensaba dejar el vaso a la vista en algún lugar de la cocina, cuando en eso se asomó al balcón y concibió un ligero cambio.
En aquella ocasión busqué sacarle algo al portero pero no fue de ayuda. Al edificio entraba y salía mucha gente, dijo desentendiéndose del asunto, y fue categórico al afirmar que resultaba prácticamente imposible identificar a todos y cada uno, con una sola cámara en la puerta de entrada.
 La idea del vaso con mis huellas iba dirigida a los de I.P. para levantar sospechas en mí contra, asunto que casi logra si no fuese porque Panzeri advirtió a tiempo la trampa.
_ ¿Pero por qué el ensañamiento contra vos? se preguntó Raúl.
_ Porqué pretendiendo proteger al padre, hizo lo imposible para inventar una sospecha y un sospechado…
_ ¡Vos!
_ Exacto.
En un momento, Raúl se paró, levantó los brazos e hizo giros con la cabeza para aliviar las contracturas. Después fue por más cervezas.
_ Raúl, dijo Tavares mirándolo fijamente, yo también tengo una pregunta.
_ Escucho, dijo el otro despreocupado al amparo de la conversación.
_ …
_ …
_ ¿Podés explicarme qué es eso de tu amistad con Candy y Andy?
El vigilador dio un imperceptible respingo y fue muy cauteloso al responder porque comprendió que el otro estaba herido por los celos. Infundados celos.
_ Amigos, lo que se dice amigos… dijo dando un rodeo.
_ Seamos claros Raúl… de una vez por todas, dijo Tavares con un dejo intimidatorio.
_ Tresfilos, deberías saber que las amistades de Facebook son el fruto de los artificios de la tecnología. Un dato mínimo y el entrelazamiento automático vincula virtualmente a miles de personas que ni siquiera se conocen, salvo por un hipotético amigo en común.
Haces clic en aceptar amigo ¡y chau!
No recuerdo ahora quién… creo que fue Andy la que me dejó el número del celular para que le avisase sobre cualquier imprevisto, si te ocurría algo a vos… o lo que fuese, cuando las cosas pintaban negras.
Tavares lo miraba de modo enajenado.
_ Supongo… que Andy y Candy tendrían una amiga o amigo en común y de ser aceptado el vínculo, éste se multiplica más veces de manera exponencial.
Hay quienes alardean de tener millones de amigos… pero ningún abrazo.
Te confieso sin macanear, lo poco que conozco sobre tus amigovias lo sé a través de nuestras conversaciones y el ocio compartido.
Lo que sé de ellas, lo conozco de tus propias palabras… como tú sabes acerca de mi mujer y mis niños o mi suegra, por mis comentarios.
_ …
_ …
_ Al parecer Facebook está más interesado en el espionaje con fines comerciales o influir en los votantes que en hacer amigos… dijo Raúl.
_ No es la primera vez que la imaginación me tiende una trampa…

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